
Leyendo a los filósofos presocráticos me paro en una frase de las que yo llamo «para enmarcar«: opinan los que no saben, para saber hay que pensar. Según estos filósofos griegos para acceder a la verdad hay que partir de las premisas correctas, hay que investigar y, sobretodo, hay que utilizar el intelecto para pensar. Y será que siempre busco excusas para dejar de estudiar o que me entretengo con cualquier cosa, pero he cogido papel y boli y aquí transcribo mis pensamientos.
Llevo más de un año realizando un trabajo de campo que es, nada más y nada menos, la observación del comportamiento humano en una piscina de un hotel en la ciudad de Doha (Catar), donde concurren todo tipo de nacionalidades, culturas y religiones. La mayoría de estas personas podrían clasificarse en tres categorías: trabajadores que van y vienen de sus países de origen y suelen pasar largas temporadas en el hotel (tan largas como duren las negociaciones en este lento país), familias árabes que pasan los días en la ciudad a modo de vacaciones y, finalmente, tripulación de Qatar expensive Airways.
Luego estoy yo, todos los días, pero no me considero categoría por conformar una sola unidad. Digamos que soy la excepción que rompe la regla.
Tras 15 meses de arduo trabajo de campo, paso a detallar todo aquello que me ha llamado poderosamente la atención. Advierto que no son reflexiones filosóficas, muchas de ellas no tienen respuesta aparente y se asemeja más a un estudio sociológico tipo “Gran Hermano”.
Los hombres nadan como si les persiguieran tiburones blancos. Es un hecho contrastado que se lanzan a la piscina y empiezan a mover sus brazos a velocidad Phelps. Es muy característico el no sacar la cabeza del agua hasta llegar al otro lado de la piscina. Desde esta premisa se explicaría por qué nunca nadan más de un largo seguido. No pueden, casi se ahogan, necesitan recuperar la respiración. La mayoría abandona. La última prueba ha sido la de hoy, cómo nadar mariposa sin respirar. Debo reconocer que más que una mariposa parecía una ballena sacando el lomo para que le hiciera fotos.
Las féminas nadan para alargar su cuello como el de las mujeres jirafa de Tailandia. De otra manera mi lógica no puede encontrar respuesta de por qué, y de manera genérica, el 90% de las mujeres que nadan lo hagan al estilo braza, con las gafas de sol puestas y sin sumergir la cabeza en el agua ni una sola vez por muchos largos que hagan. Por supuesto la explicación más razonable sería decir que la oposición de contrarios (estilo masculino vs estilo femenino) es lo que mantiene el equilibrio cósmico. Y yo me pregunto, ¿por qué no se pondrán un gorro si no se quieren mojar el pelo? Se puede ser glamourosa hasta en la piscina.
Hombres y mujeres, sin embargo, no somos tan distintos, es decir, somos igual de superficiales. Es un hecho que todo aquel que pueda lucir abdomen, pecho y/o trasero, se pavoneará a lo largo y ancho de la piscina, sin distinción de género. Es razonable que quien se haya machacado en el gimnasio o en el quirófano quiera mostrar sus resultados cual trofeo ganador. Sin embargo, sólo los hombres son propensos a sufrir un proceso de tortícolis por segundo, ya que las mujeres tienen visión más panorámica y, por ende, mayor capacidad de disimulo.
Apartado interesante: la tácticas para ligar. Las del hombre son dar conversación a las muchachas y fingir que absolutamente todo lo que dicen estas les interesa más que la final de la Champions League. Suelen asentir con la cabeza y de vez en cuando sueltan algo así como “tienes toda la razón”. Sin embargo, las dulces parlanchinas acaban yéndose con el amigo cachas que se estaba pavonenado minutos antes mientras que el paciente interlocutor está pagando el cocktail que se tomaron durante la interesantísima conversación.
En el caso de las mujeres, cuando se trata de ligar, si extrañamente no les ha funcionado el minúsculo bikini con tejido de leopardo, pasarán, al plan B, e intentarán sacar temas de conversación “interesantes”. Tampoco suele funcionar. Es asombroso lo ridículamente que somos los humanos cuando se nos observa desde fuera. Conclusión: intentamos agradar a toda costa fingiendo ser lo que realmente no somos. Así que no nos debiera extrañar que las relaciones duren lo que duran: todo empieza con una gran mentira.
Una cuestión de abayas. A 40 grados de media, me pregunto porqué se empeñan las usuarias de esta prenda que no está diseñada para tales fines en acudir a la piscina con marido, hijos, suegra, hermanas y primas. Los únicos que pueden jugar con los niños en la piscina son los varones, puesto que ellas (salvo alguna memorable excepción) no ponen un pie en el agua ¿estrategia para no tener que ponerse a dieta?, ¿para no depilarse?, ¿excusa para que, durante al menos un rato al día, sean los padres los que jueguen con sus hijos?, ¿o es más bien un castigo?

Facetime, es decir, vídeo llamadas. Ya no se trata de que la gente hable por teléfono como si no hubiera nadie más a su alrededor contaminando acústicamente el ambiente, sino que ahora están de moda estas llamadas a través de los dispositivos móviles con las que puedes ver por la pantalla a tu interlocutor. Lo más habitual, aunque no siempre, es que tu compañero de hamaca lleve los auriculares puestos. En ese caso sólo oirás media conversación, pero eso sí, a grito pelado. Lo más “gracioso” son las risas falsas en plan “estoy aquí, en la piscina del hotel, en Doha, en pleno invierno al sol, pasándomelo teta” cuando la realidad es que están solos y más aburridos que una patata. Lo que daría yo por cambiar teléfonos por libros. Porque otra cosa que he constatado es que estas personas, circunstancialmente abandonadas a la soledad, necesitan demostrar que tienen un millón de amigos. Por este, y no por otro motivo, nunca silencian el móvil, ¿pretenden que cuente cuántos whatsapp reciben por minuto?, ¿a quién quieren impresionar?, ¿a su autoestima?
Coincidiendo con lo de la variedad cultural de este país, la mayoría de las conversaciones son en inglés. No sé si eso es bueno o malo. Si son en árabe tengo la ventaja de no enterarme de nada, pero es una lengua que grita como la española y gesticula como la italiana, así que parece como si estuvieran todo el día discutiendo. Sin embargo, en un espacio donde las hamacas tienen una separación máxima de 1 metro entre ellas, ¿no se dan cuenta de que lo oigo todo? Quizás piensen que porque me escondo tras mis gafas de sol y vivo pegada a mis libros y a mis apuntes no me entero de nada. Pero no son conscientes, absortos en repartir opiniones, que me desconcentran y acabo escuchando el intercambio de palabras. Claro está que luego pasa lo que pasa, que vuelvo a casa y lo escribo en un blog. Y es así como de repente me encuentro escribiendo cosas como que alguien ha subido a la piscina directamente del gimnasio, con ropa de deporte, sosteniendo en una mano una manzana y con la otra un cigarrillo, mordisco va calada viene. Por imposible que parezca, sí, ocurren cosas así. Lo acabo de presenciar.
Con este trabajo sociológico lo único que pretendo es advertir que este tipo de personas invaden mi espacio vital. Será que me estoy convirtiendo en una vieja cascarrabias, pero es que yo, si no hablo, es por no molestar.
El sumum de lo patético intentar engañar la propia autoestima, y con el trabajo que debe dar, digo yo no será más sano y productivo trabajarla.
Por favor no dejes de compartir tus análisis sociológicos más que certeros y acertados.
No dudes que allá donde haya algo que contar, mi mente se pondrá en marcha. Este post está escrito en un pedazo de papel «in situ»
Por cierto, ¿qué tal si reparto tus tarjetas de visitas? seguro que con el tema de la autoestima ¡tienes trabajo de sobra por aquí!!! 😉
Besos xx
Laura.
Boniisiiim i genial!! Semblava que estigues veient-ho mentre ho explicaves! Jajaja next one, experiment al gimnas 😉
Ostres Sandra, se m’està acumulant la feina, ja tenc una llista de suggeriments molt sucosa!!!!
Compta que el tendràs, I promise you 😉