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LAURA SARGANTANA

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Womanist

9 marzo, 2017 / by Sargantana / 2 comentarios

Si a mis 40 años he tenido que hacer un ejercicio de tolerancia con mis propios principios y valores ha sido con el tema de ser mujer.

Un día decidí dejarlo todo por una nueva vida y no me percaté de que también me iba a quedar sin identidad propia. Fue un duro golpe para mí cuando tomé conciencia de lo que había hecho, ahora hace tres años y medio. Concretamente hice tres cosas que jamás pensé que haría y de las que nunca me he arrepentido ni por un instante. Llevaba diez años en la misma empresa, trabajo estable dentro de la crisis económica en España, una vida sin muchos sobresaltos, cómoda y con cierta calidad de vida en una isla maravillosa.

Conocer al que hoy es mi marido fue lo más emocionante que me había pasado en 38 años porque se juntaron el hambre con las ganas de comer. Es lo que vulgarmente de dice “alineación cósmica de todos los astros”.
Tras sólo un año de relación de pareja decidimos tres cosas vitales, y por vital se entiende hacer cosas que te cambian la vida. La primera decisión fue dejar Mallorca en virtud de una experiencia internacional, la segunda decisión pasó por dejar mi trabajo en plena crisis, y la tercera, y no menos importante, fue la decisión de casarnos.
Por primera vez en mi vida iba a abandonar mi hogar, iba a dejar de trabajar después de veinte años e iba a despedirme de mi codiciada soltería. No sé si fue culpa de las feromonas, del enamoramiento que te nubla la vista o por la crisis acuciante de los 40, pero hoy, tres años después sólo me pregunto ¿por qué no lo hice antes?

Durante este tiempo, cuatro países y tres continentes diferentes. Cuando aún alguien me pregunta qué ha sido para mí lo más difícil, lo tengo claro: superar los prejuicios de ser la Sra. De, porque de repente, para el resto del mundo dejé de tener identidad propia. 

No le importa a nadie que te dediques a formarte, a estudiar otros idiomas, a diseñar tu futura empresa, que hagas voluntariados, que dediques el tiempo a tu familia, que escribas un libro, que te pases las horas haciendo nada. No importa, porque hagas lo que hagas, ya te han juzgado y condenado.

En pleno siglo XXI, la mujer independiente no es lo que yo pensaba: una mujer que toma decisiones sobre cómo llevar su vida y de cómo quiere vivirla. Tonta de mí, para tener identidad propia lo que la sociedad te pregunta es de qué trabajas y cuánto ganas. A nadie le interesa saber quién eres.

En pleno siglo XXI, la mujer independiente no es lo que yo pensaba: una mujer que toma decisiones sobre cómo llevar su vida y sobre cómo quiere vivirla.

Toda mi vida luché literalmente para no depender nunca de nadie para sobrevivir ni para ser feliz. Y lo logré, mi vida llegó hasta donde me había planificado: buen trabajo, una casa preciosa, amigos para toda la vida, y una vida sentimental digna de Sex in the City sin haber caído en la tentación de haberme quedado embarazada sólo por la curiosidad ni de haberme casado con el hombre equivocado. Yo tomé mis propias decisiones y, de pronto, me veo reducida a ser la Sra. De a ojos ajenos (y no tan ajenos).

Debería importarme tres pimientos lo que los demás opinen de mí, pero tardé en darme cuenta. Es lo que me ocurrió los primeros seis meses en los que por primera vez en mi vida veía a mi marido salir a trabajar y yo me quedaba en casa. ¿Y ahora qué? ¿Por dónde empiezo a reinventarme? Fue lo más difícil de todas las decisiones que he tomado en mi vida. Nadie te prepara para algo así, para un cambio tan radical, especialmente cuando te han educado y has vivido para la certidumbre y, además, eres mujer al borde de los 40.

Lo bueno de tomar distancia y perspectiva es que un día te levantas y por fin descubres la respuesta, y no es hasta entonces que puedes volver a centrarte en lo que realmente importa en lugar de seguir machacándote la cabeza intentando descubrir qué está mal.

Lo que está mal es pensar que no tienes derecho a rehacer tu vida. Está mal pensar que te has sacrificado por tu marido. Está mal creer las voces externas en lugar de escuchar tu voz interior. Está mal olvidar que las decisiones las has tomado libremente tú. Está mal oír el discurso feminista de que por mujeres como tú sigue habiendo floreros en todas las casas. No sólo sientes que has perdido tu identidad, sino tu dignidad como mujer,

Las mayores críticas que he recibido siempre (o las que más me han afectado) han sido las de otras mujeres. A veces creo que hay más machismo entre las mujeres que entre los hombres en pleno siglo XXI. Los movimientos feministas, en mi humilde opinión, han logrado muchos derechos para las mujeres, sin lugar a dudas, pero han fracasado en algo igual de importante: cambiar las relaciones entre ambos sexos.

Analicemos un poco la historia. Que la mujer entrara en el mundo laboral no fue tanto por los derechos de la mujer, sino por necesidad.

La primera revolución de la mujer se dio durante el Neolítico

De hecho, la primera revolución de la mujer se dio durante el Neolítico, ni más ni menos. Hace 10.000 años se produjo un cambio climático que convirtió las heladas estepas en bosques verdes como un campo de lechugas. Se transformó el entorno, crecieron los ríos y los hombres se vieron en series dificultades para traer a casa enormes piezas de caza. Fueron las mujeres quienes se las ingeniaron para cazar pequeños animales, empezaron a domesticar algunos de ellos, descubrieron nuevas plantas, aprendieron a recolectar frutas y tubérculos, incluso desarrollaron técnicas para el cultivo. Así es como el paso del paleolítico al neolítico –es decir, el paso de la vida nómada a la vida sedentaria- se considera la primera revolución femenina de la historia.

Desde el punto de vista histórico la mano de obra femenina e infantil siempre ha sido más económica para el empresario. Aún hoy las mujeres cobran menos que los hombres por realizar el mismo trabajo. Además, las mujeres siempre han sido una preferencia para el empresario por ser menos conflictivas.

Siendo objetiva, la mujer no entró de pleno en el mercado laboral hasta la Primera y Segunda Guerra Mundial por una cuestión de necesidad. Los hombres marchaban al frente y pocos regresaban, por lo que las mujeres se convirtieron en responsables de la economía familiar por obligación, no por elección, detalle este de suma importancia.

Ya en la década de los 70, 80 y 90, la incorporación plena de la mujer en el mundo laboral no fue motivada por las guerras sino por la emigración de los hombres, por la pobreza, por el coste de la vida o por el cambio drástico que supuso para la clase obrera la mecanización de la industria con la llegada de las nuevas tecnologías que acabó con muchas profesiones o la descentralización industrial.

Por ello decía sobre el fracaso de los movimientos feministas: la mujer del siglo XXI aún se encuentra con la doble carga familiar y laboral porque lo que no consigue cambiar es el papel del hombre. No se trata, sin embargo, de buscar culpables, sino de pensar si esta situación es justa para la mujer.

El fracaso de los movimientos feministas: la mujer del siglo XXI aún se encuentra con la doble carga familiar y laboral 

Creo que es una dicotomía de la que no se habla pero que toda mujer -en algún momento- se ha planteado, tal y como explica el historiador Eric Hobsbwam: qué esperamos las mujeres de nosotras mismas y qué espera la sociedad, cuál es nuestro papel, ¿nos lo asignan o lo asumimos nosotras?

Porque la sociedad nos pone trampas, como la feminización de ciertos trabajos –léase sector servicios-, que no sirve para otra cosa que para bajar los salarios por el mero hecho de estar desempeñado por mujeres.

 Cuál es nuestro papel en la sociedad, ¿nos lo asignan o lo asumimos nosotras?

Un ejemplo curioso es la situación pública de las mujeres en la época soviética. El comunismo fue, curiosamente, una ideología que otorgó los mismos derechos teóricos a las mujeres, sin embargo, el acceso a las mujeres a la medicina feminizó la profesión, la cual a su vez perdió rango social y económico. Por este motivo las mujeres rusas lo que soñaban era con poder quedarse en casa y tener sólo un trabajo.


Hoy en día el problema radica en que no siempre se puede elegir. Conciliar la vida familiar con la vida profesional sólo está al alcance de unos pocos privilegiados. La mayoría de las familias de clase media sencillamente no se lo pueden permitir, y otras no quieren planteárselo porque no quieren renunciar a ciertos modos de vida. Salvo situaciones de necesidad vital (como es tener alimentos y un techo donde dormir), cada caso se acota a una cuestión de expectativas.

Así que cuidado con las trampas. Hasta que las relaciones entre hombres y mujeres y los roles asumidos en el ámbito privado y público cambien, hasta que no haya una transformación en las instituciones, tradiciones y hábitos culturales, la emancipación de la mujer no es más que una trola de las grandes.

Mujer multitarea
Mujer multitarea

Porque además se cae en el error de confundir la libertad y derechos de la mujer por vivir como un hombre lo cual, desde mi punto de vista, es una grosería. Es como imitar el modelo que hemos criticado toda la vida, o peor aún, es como asumir que la mujer no tiene identidad propia. 

No se puede pretender cambiar la historia de un plumazo, ni incorporar a la mujer al mundo de los hombres como si fuera exclusivamente suyo, ni podemos permitir que sólo se nos carguen obligaciones y no se nos otorguen los mismos derechos.
La emancipación de la mujer siempre ha tenido una carga ideológica acerca de la independencia y libertad, pero lo cierto es que la economía familiar necesita dos sueldos, porque la vida -tal y como está montada- no da para uno.  Por ello es que muchas mujeres decidimos no tener hijos, porque no nos sale a cuenta. Pero resulta que si decides invertir tu sueldo y tu tiempo en ti, de repente eres una egoísta

Afortunadamente, hoy me siento segura de mí misma y satisfecha del trabajo realizado. Sé quién soy y hacia dónde quiero ir a pesar de las dificultades. Queda mucho camino por recorrer como mujer, demasiados prejuicios que superar y con ganas de seguir hacia adelante. No lucho por ser como un hombre ni los hombres son mis enemigos. Mi lucha es por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres como una «womanist» que cree y respeta las habilidades y talentos de las mujeres reconociendo su contribución social.

No voy a cambiar el mundo yo sola, pero mi mundo es cada día más parecido al que quiero porque siempre he tomado las riendas de mi vida.

Mi marido cuenta los días para que mi trabajo actual nos de la solvencia económica para invertir los papeles. Me pregunto a cuántos prejuicios se tendrá que someter si ocurre. A pesar de ello, ambos estamos de acuerdo en lo equilibrada que es nuestra vida, cada uno asumiendo el rol que hemos elegido y consensuado juntos y, sobretodo, porque no ha llegado el día en que un solo hombre haga las mismas cosas que nosotras en el mismo tiempo 😉

Así que todos felices y sin acritud.

Enlace post: What is a womanist

 

Publicado en: Mi vida Etiquetado como: aprendizaje, cultura, educación, expectativas, felicidad, motivación, objetivos, realidad, sociedad, superación, valores

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Comentarios

  1. Yolanda dice

    9 marzo, 2017 a las 10:49

    Gracias por esta estupenda entrada. No te imaginas lo reflejada que me he sentido, especialmente, cuando comentas las críticas recibidas por otras mujeres por realizar una opción de vida diferente a la del resto. A lo largo de los años me he ido dando cuenta que la gente solo ve lo que quiere. Nunca se paran a pensar, antes de criticar u opinar, que ante la elección de un modo de vida suelen descartarse aspectos o situaciones por incompatibilidad de llevarlas a cabo, y no porque no se quieran realizar. En mi caso, demasiadas veces he tenido que escuchar que «vivía como una reina», cuando decidí abandonar momentáneamente mi carrera (siendo yo la que aportaba un sueldo más elevado al presupuesto familiar), y trasladarme a una ciudad donde no tenía a nadie, dejando también amigos, familia, casa, etc., por dedicarme a cuidar de una hija enferma y de un matrimonio que se derrumbaba por la incompatibilidad de horarios laborales. Decidí «sacrificar» una parte de mi vida por la que había luchado (y por la que sigo luchando) cada día: la propia satisfacción personal como profesional y mujer independiente. Pero, como tu dices, fue mi propia elección y no me arrepiento, sobretodo, cuando veo a la fantástica mujer en que se ha convertido mi hija o la complicidad que hemos conseguido tener mi marido y yo, y que ya dura más de 30 años. El caso es que la vida me ha enseñado que, al final, cada uno es dueño de su propio destino y de sus propias decisiones, de sus errores y de sus aciertos, y en esto no importa lo que piensen los demás. Criticar y hablar sin conocer ni hacer el intento de ponerse en la piel del otro, es un deporte que a menudo se realiza para obviar las propias inseguridades y miserias, así que, porqué tenerlas en cuenta?

    Reitero la enhorabuena por la entrada. Estoy deseando leer la pròxima. Un abrazo enorme!

    Responder
    • sargantana dice

      9 marzo, 2017 a las 15:53

      Ante todo muchas gracias por compartir, Yolanda 🙂
      Como ya has experimentado, no es fácil en el siglo XXI tener que encajar aún críticas, etiquetas y condenas por el simple hecho de tomar decisiones en contra de lo «establecido». Lamentablemente creo que las mujeres nos hacemos flaco favor juzgándonos las unas a las otras, lo cual refleja la inseguridad y los temores que aún muchas tienen.
      Es más fácil para los demás ver el resultado que el proceso, como dices, sólo ven lo que quieren ver. Pero como ello no depende de nosotras (y me niego a seguir justificándome) creo que lo más inteligente es preguntarse ¿qué es lo que depende de mí? Tomar mis propias decisiones.
      Me alegra encontrar otra mujer por el camino que tomó su camino al margen del «qué dirán» porque el resultado lo tienes: satisfacción y orgullo.
      Mi vida no es peor por haber dejado mi trabajo. Todo lo contrario, dejar mi trabajo me dio la oportunidad de hacer otras mil cosas, como por ejemplo, trabajar hoy en lo que realmente me gusta, estudiar todo lo que me provoca curiosidad, escribir y compartir experiencias, dedicarle tiempo a mi familia y a mi salud ¿de verdad alguien cree que he perdido? Lo que haya sacrificado por el camino también es una elección personal, y mi balanza está más que equilibrada en estos momentos.
      Soy más feliz que nunca, y animo a todas las mujeres a hacerse una pregunta ¿dónde y cómo quiero estar dentro de diez años? Una mujer a la que admiro muchísimo (la que fue mi jefa y ahora amiga) me hizo esta pregunta hace diez años, y jamás se lo agradeceré lo suficiente.

      Un abrazo y gracias por estar ahí 😉
      Laura Sargantana.

      Responder

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