
Una pregunta recurrente entre los expatriados es la de ¿cuándo piensas regresar a tu país de origen? Y la más frecuente entre los emigrantes españoles es si piensas algún día regresar a España. Ésta fue la pregunta que planteó Rubén hace unas semanas en el hiperactivo grupo de españoles en Dominicana.
Para algunos resulta un tanto exagerado decir que las cosas ya no son como las dejaron o las conocieron, para otros ya nada es lo mismo, incluso muchos afirman sentirse extranjeros en su propia tierra. Y como lo prometido es deuda, aquí dejo mi propio análisis de todas las respuestas a modo de disección sociológica.
Aviso legal: quien espere encontrar la respuesta acertada puede parar la lectura en este preciso instante, pues parto de la premisa que todo es una cuestión de percepciones, circunstancias y expectativas tanto personales como subjetivas. Pero es lo bueno de compartir experiencias, uno se enriquece y –si se tiene una mente abierta- hasta es posible aprender algo de los demás.
Algunos se declaran a favor de volver a España a pesar de su escepticismo, piensan que nada será como antes. Los lugares y personas habrán cambiado, saben que nada será tal y como lo recuerdan y que nada estará tal y como lo dejaron. Al contrario de lo que cree Rubén, quien a pesar de no haber pisado su país en cinco años opina que nada habrá cambiado realmente.

Otros pocos comentan la necesidad de volver por el alto grado de delincuencia, miseria y corrupción en un país como República Dominicana. Sólo algunas personas -todas ellas mujeres- demuestran tener una perspectiva más amplia y no dudan en afirmar que su hogar está donde ellas y sus familias se encuentren, haciendo el nido en cada nuevo lugar, adaptándose y aprendiendo de las diferentes culturas.
Afirman que nunca es fácil, pero siempre se encuentra la manera de salir adelante, con todo lo bueno y todo lo malo de cada país en el que se vive. «La vida ha cambiado tanto aquí como allá, nada es lo mismo«, confiesan los más viejos del lugar. O como dice Pilar -a modo de síntesis y con una razonamiento aplastante- «uno tiene que estar dónde mejor se sienta«, lo cual depende de la conciencia de cada uno.
Pero lo que me llama la atención es que gana por goleada el “no pienso volver a España”. Y éste es el motivo de este post ¿qué hace que muchos no quieran volver a sus raíces? ¿qué encuentran en otros lugares para que no quieran volver?
Ante esta perspectiva, naturalmente, mi entretenimiento ha sido diseccionar todas y cada una de las respuestas a favor de no volver por muy tentadoras que sean las cañas con tapita gratis en las barras españolas.
Mayoritariamente dos han sido los argumentos por los cuales la mayoría de expatriados (RAE: Que vive fuera de su patria) deciden no regresar: la «falta de libertad» en España y la sensación de que ellos y su gente han evolucionado de manera diferente.
Por un lado, hay una sensación general de absurdidad, una percepción de que la legislación española se ha convertido en un compendio de rígidas y ridículas leyes que coartan la libertad individual y convierten a la sociedad en peones de un tablero de ajedrez a merced de las ideas de unos cuantos iluminados.
Esta sensación de que está todo regulado o prohibido, de la obsesión por lo políticamente correcto se compara con la realidad actual de los que así opinan. La República Dominicana es un país que, a ojos del visitante occidental, se antoja «salvaje», dicen. La sensación más común es la de estar viviendo en una libertad total, donde hablar por teléfono en el coche o no llevar silla para los bebés es de lo más normal. No parece haber reglas sociales, se percibe una visión anárquica de la vida en una sociedad que tiene una habilidad especial para afrontar las adversidades.
Entonces es cuando yo me pregunto si esta libertad y ausencia de normas no se confunden a veces con el caos total. Para mí, que he estado en el país más civilizado del mundo como es Nueva Zelanda, lugares como México o Dominicana se me antojan realmente rudos.
Pero cuando me hablan de la rigidez legislativa española me entra la risa al recordar las prohibiciones a las que fui sometida durante un año y medio en Qatar, entonces la legislación española ya no me parece tan abusiva. Mil veces he contado que un policía me echó del departamento de tráfico de Doha por llevar una blusa que mostraba los antebrazos, un pecado en su mundo.

Por tanto, la pregunta que cada uno puede plantearse es a qué nos referimos cuando hablamos de “libertad”. Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia definición en función de nuestros valores y de la educación recibida, pero no es menos cierto que el significado que damos de manera automática a la libertad puede cambiar de un continente a otro.
Sólo se trata de pensar en estos conceptos desde otra perspectiva, pues el entorno es el que nos condiciona a la hora de decir que en España abundan las leyes más absurdas y ridículas que jamás se hayan visto. Quizás lo que ocurra es que nos hayamos vuelto menos tolerantes, de ahí la necesidad compulsiva de imponer normas.
A mí me ocurrió lo mismo con el tema de la corrupción, uno de los motivos por los que deseé con todas mis fuerzas abandonar España. Me hizo mucha gracia la vez que un neozelandés me contó un día que se percibía un halo de corrupción en su gobierno, casi lloro de la risa.
Y al contrario, cuando llegué a México –y por lo que intuyo me sucederá lo mismo en Dominicana- los españoles son sólo un panda de aficionados en el tema de la apropiación indebida. Todo es relativo.

La segunda creencia que tienen la mayoría de los españoles que viven aquí es que se sienten descastados, sienten que han evolucionado de manera diferente a la gente que dejaron atrás, incluso afirman sentirse extranjeros en su tierra. Aunque no suene políticamente correcto, ciertamente se va perdiendo poco a poco ese feeling del que todos hablan.
Es algo poco discutible que el contacto ocasional vía redes sociales enfría cualquier relación con el paso del tiempo. No es lo mismo hablar con tu madre todos los días que hacerlo una vez a la semana o al mes, no es lo mismo felicitarla por Skype que en persona. No es lo mismo mandarle un regalo por mensajería que dárselo en persona y ver sus ojos de alegría. Y no es lo mismo ver las fotos de la cena de Navidad que estar allí para abrazarla.
Y así ocurre con cada ser querido que dejamos, porque al final ya no te cuentas el día a día, ni te acuerdas del bajón que tuviste, ni de la gripe que te tuvo en cama una semana. Te limitas a contar que estás bien, que comes sano, que el trabajo va estupendamente y que te pones la chaqueta al salir de casa a pesar del calor.
Pero otra perspectiva es pensar que si la distancia hace el olvido es porque las personas que se van alejando poco a poco de ti es porque realmente nunca estuvieron, con lo cual no queda más que alegrarse por ir quedándose con quienes realmente importan. Es como hacer un cambio de armario.

Pero no sólo se pierde el vínculo que se tenía con la gente, sino que se percibe que lo que ha cambiado es la visión del mundo. Quien decide salir de su país de origen -independientemente del motivo y del tiempo que permanezca fuera- tiene una experiencia vital diferente.
Suponer que los que no han tenido tal aventura te puedan comprender es suponer demasiado, especialmente –como dicen algunos- cuando con el paso de los años ni siquiera se han molestado en visitarte.
Pero dejando la acritud a un lado, es como cuando a mí me hablan de la maternidad sin ser madre. Ocurre lo mismo cuando tratas de explicar cómo es tu vida, que vivir en un lugar hermoso o lleno de exotismo no es estar de vacaciones.
No hay lugares mejores ni peores, sólo diferentes. Por mucho que la gente viaje, no es lo mismo empezar de cero en un país con una cultura distinta a la tuya que cambiar de barrio. Y esta falta de empatía hace que para muchos se enfríe una amistad, porque llega un momento en el que uno se siente incomprendido, como si se hablaran dos idiomas diferentes.
Unos no deberían pensar que no se trabaja ni se sufre en el extranjero y los otros no deberían exigir ser comprendidos.
En cualquier caso, es un sentimiento generalizado que se van perdiendo los lazos con los seres queridos especialmente cuando pasa tiempo sin contacto físico. Pero no es menos cierto que los que se han ido tienen las dos caras de la misma moneda porque han estado en las dos situaciones; cargan con cierta responsabilidad a la hora de empatizar.
Lo que parece razonable es pensar que nadie responde igual ante las mismas situaciones, por algo somos seres emocionales, y ello se debe a que cada uno de nosotros procesamos de manera diferente la realidad.
Para unos es una experiencia traumática dejar su país y su familia, mientras que para otros es una oportunidad única para poder vivir y tener experiencias en múltiples países. Para cierta gente el mundo árabe es de lo más exótico, mientras que para otros es una ofensa a los derechos humanos.
Para muchos la idea de vivir en Nueva Zelanda es impensable, mientras que para otros es el súmmum de todos los destinos posibles a pesar de que la distancia geográfica es tan bestia que dificulta la idea de establecerse por un largo período de tiempo, con lo que sabes que te vas a tener que despedir más tarde o más temprano de las personas que acabas de conocer.
Es esa sensación de “temporalidad” de la que hablan muchos, sentir que estamos de paso en lugares donde por un motivo u otro no te acabas de establecer. Me ocurrió en Qatar, donde nadie aguanta más de dos años de media y donde es difícil integrarse en la cultura local. Todo son bienvenidas y despedidas, y se aprovecha el infierno veraniego para huir del calor y marcharse de vacaciones con deseos de no volver.
Vivir en las antípodas lo dificulta todo un poco más, no sólo en horas de vuelo sino en el agujero que deja en el bolsillo un billete de avión. Sin duda el sentimiento de “temporalidad” pesa a la hora de establecer relaciones sólidas.
En el fondo, el ser humano sólo necesita tener cubiertas dos necesidades básicas para sobrevivir: el mayor bienestar con el menos dolor posible. Y cada uno lo encuentra en el lugar donde su balanza de prioridades encaja con sus expectativas.
Pocos españoles han mencionado la inseguridad en Dominicana, ni los bajos salarios en relación a los altísimos precios de las cosas, ni la pobreza, ni la sanidad, ni las desigualdades sociales. Se ha destacado, al contrario, la capacidad que este país tiene para disfrutar de la vida y de la libertad que goza.
Se critica mucho la crisis y la corrupción española como argumento para no volver en un país no menos corrupto y donde los dominicanos no se revelan contra su gobierno ni sus míseros sueldos. Parece una paradoja, lo que es malo para un país parece no cobrar interés en otro.
Hay quien lleva 20 años en un mismo lugar y sigue conservando su acento y sus costumbres, como si no quisieran desprenderse de su identidad pensando que un día regresarán. Otros en cambio se sumergen en la nueva cultura cual antropólogo inocente en busca de nuevos sabores. No siempre es una cuestión de tiempo perder interés por volver a tu país de origen, es una cuestión personal.

Cada opinión y percepción de la realidad depende de nuestras expectativas con las cuales llegamos a un nuevo lugar: hay quien sólo busca un objetivo económico, hay quien llega para establecerse y formar una familia, hay trotamundos que van de aquí para allá, y hay quien no se preocupa por dónde amanecerá mañana y se ocupa de disfrutar el momento. Y siempre están los que afirman haberse ido de su país por obligación cual refugiado sirio en plena guerra o culpan de sus miserias a los que tiene la suerte de encontrar trabajo allá donde van.
No se puede hablar de fracasos ni de errores, sino de resultados no deseados. Pero no hay que olvidar que toda afirmación -incluso las mías- son relativas, porque varían según el ámbito cultural, estrato social y/o económico o del contexto social.
Para no perder la costumbre, el debate está abierto, typical Spanish.
Laura, con el titulo de tu Post «VOLVER» me hiciste buscar la letra del famoso tango de Carlos Gardel:
«Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida.
Tengo miedo de las noches que pobladas de recuerdos encadenen mi soñar.
Pero el viajero que huye tarde o temprano detiene su andar.
Y aunque el olvido que todo destruye haya matado mi vieja ilusión,
guardo escondida una esperanza humilde que es toda la fortuna de mi corazón.
Volver
con la frente marchita las nieves del tiempo platearon mi sien.
Sentir
que es un soplo la vida que veinte años no es nada que febril la mirada
errante en las sombras te busca y te nombra.
Vivir
con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez.»
…Jaja Ya sabes que yo soy de los que no quieren volver de momento a Espana y a Argentina directamente no es una opcion. Me aterroriza pensarlo porque seria incapaz de vivir alli. No sabria trabajar, ni vivir por muchos lazos que me unan a esa tierra y tenga parte de mi corazon.
Yo he vivido por partida doble el sentimiento de expatriado; cuando me fui de Argentina y luego cuando me fui de Espana que para entonces se habia convertido en mi pais. Es mas, aun siento un lazo especial con Espanha y cuando me preguntan respondo que soy de Madrid.
Pero al final, tantos anhos fuera me han convencido que el hogar de cada uno esta donde esta nuestra familia, la familia que hemos creado, que podemos convertir en hogar cualquier sitio del mundo y sentirnos felices si nuestras necesidades de amor y trabajo estan cubiertas.
No he logrado aun el nivel de mi mujer de vivir solo con una maleta, de su necesidad de sentirse libre, sin cosas materiales que la aten a un lugar.
Yo aun tengo ese romanticismo de querer guardar recuerdos en forma de cuadros, objetos, fotos… si pudiera me iria mudando con mis muebles….tengo la necesidad de tener un sitio donde saber que puedo refugiarme. Es contradictorio, pero es asi.
Me da pena el sentimiento de desarraigo que puedan tener nuestros hijos habiendo crecido a caballo de pais en pais… Todo no se puede tener… voy a ver el lado brillante ahora y volver a mi trabajo que como cada jueves lo aparco para leerte.
Gracias Laura.
Qué regalo más maravilloso me acabas de hacer Gabriel, aquí me tienes, con el café de la mañana y escuchando a Carlos Gardel, G R A C I A S !!!
Leyéndote me he trasladado a un restaurante iraní del zoco de Doha, hace un año y medio quizás, hablando sobre ese apego que los románticos tenemos hacia nuestros libros, fotografías, hasta recuerdo cuando me contaste ¡dónde guardabas tus muebles!
Como si fuera hoy, todo lo que hablamos sobre seguir danzando por el mundo, lo mucho que os admiro por darles a vuestros hijos esta oportunidad única -a pesar del desarraigo-, sois un modelo a seguir. En tu caso se puede decir «que 20 años no son nada aunque vivas con el alma aferrada al recuerdo»
Como bien dices, todo no se puede tener, en esta vida todo es una cuestión de establecer preferencias e ir tomando las mejores decisiones posible, porque no hay errores, sólo resultados no deseados 😉
Como dice Gardel, ya si eso nos vemos en España con la frente marchita las nieves del tiempo que platearán nuestras sienes 😉
Un abrazo a toda la familia.
Como en casa en ninguna parte. Para mí, «casa» fue durante 3 años Auckland. El tiempo restante que estuve solo soñaba con volver a Madrid. Y ahora que estoy aqui no puedo estar mas feliz. Se echan de menos cosas de NZ claro, pero las cosas buenas ganan a las malas. Ya veremos que te digo dentro de un año… 🙂
Para mí «casa» fue conocerte en Auckland y que nos hicieras una tortilla de patatas deliciosa, o teneros en la casita de Devonport y que os gustara mi coca de trampó acompañada de tu sangría, estas cosas hacen hogar de verdad, jajajajajaja!!!!
Creo que la clave de volver y sentirse así de feliz es que te has ido, has vivido la aventura, has exprimido la experiencia y vuelves con los deberes hechos. Nunca más pensarás «y si…».
Disfruta el momento, nos vemos pronto 😉
A veces el sentimiento de temporalidad, de estar de paso en un lugar, también se hace latente sin cambiar de país de residencia. La vida es un paseo, unos recorren más lugares y otros permanecen más tiempo en el mismo sitio. Sin embargo, estés donde estés, la vida fluye a nuestro alrededor, todo pasa, nuevas experiencias comienzan y su importancia es relativa. Es inherente al ser humano querer aferrarse a algo «estable» para no sentirse arrastrado por ese fluir, de ahí la sacudida emocional al ver que nuestros pilares de estabilidad también pueden verse arrastrados por la corriente que supone el transcurso del tiempo…
Ay sargantaneta!!! Desde este país sin gobierno en el que vivo, creo que lo que todos necesitamos en un buen traje de submarinismo para meternos en «el fluir» y no perder el aliento.
Besotes dobles
Si lo que necesitas es una buena inmersión, ya estáis tardando en venir a vernos, aguas cálidas todo el año 😉
Respecto a la temporalidad, como bien dices, hasta los más aventureros necesitamos algo a lo que aferrarnos. Si vives lejos de tu casa, de tu entorno, de tu familia y de tus amigos, te aferras a esa gente que vas conociendo por el camino con la que compartes tanto. Cuando lo poco que tienes a lo que aferrarte pasa por tu vida tan intensamente, cuesta despedirse. Sin embargo, no lo cambio por nada del mundo, siento que he compartido más con estas personas que han estado de paso por mi vida que lo que nunca he compartido con gente que conozco de toda la vida.
Ahí está el encanto…
Besines caribeños 😉
Excelente visión y descripción Laura, de una realidad candente entre nosotros los españoles en República Dominicana. Yo soy de los que digo que no volveré, y aunque si bien es cierto hay que decir siempre eso de….. «De este agua no beberé», el agua de volver a España, cada día lo tengo más seguro que no probaré. Evidentemente no puedo afirmar, ni asegurar tal situación, pues la vida da muchas vueltas y nunca se sabe dónde acabará uno. Cuando era muchacho nunca imaginé llegar a estar viviendo aquí en RD, y hoy día pienso que jamás volveré a España. La vida es irónica muchas veces y cuanto más vas contra ella, más realizas las cosas que pensabas que jamás te atreverías ha hacer. Hoy estoy aquí, mañana…… quién sabe, aunque me aferro a quedarme definitivamente aquí el 80% del tiempo 🙂
P.D.: Felicidades por tan bello y transparente relato. Me ha hecho pensar mucho en cuál pueda ser mi próxima decisión a largo plazo al respecto de permanecer por siempre en RD 😉
Esa, y no otra, es la magia de la vida, no poder dar nada por sentado. Las experiencias vitales nos enseñan algo más de nosotros mismos que no podíamos saber hace 5, 10 ó 20 años atrás. Tales experiencias comportan una madurez y un crecimiento personal que si nunca hubieras salido de España ahora no tendrías. y al contrario, lo que has aprendido y quién eres se lo debes a tu paso por Dominicana.
Afortunadamente, yo no soy la misma que salió hace tres años de su isla, con una vida fácil y resuelta, tan cómoda estaba en mi rutina diaria que no me daba cuenta de que no estaba aprendiendo realmente nada. Hoy me siento satisfecha de todo lo que he ido aprendiendo por el camino porque cada día me voy conociendo un poquito mejor, y estoy encantada de haberme conocido por fin ¡jajajajajajajajajaja!!!!
Muchas gracias por compartir tu experiencia, espero que cuentes también tu decisión final, aunque no tiene por qué ser la definitiva 😉
Cualquier cosa que necesites, ya sabes dónde encontrarme.
Por cierto, el relato es tan transparente como honestas fueron vuestras aportaciones en el debate, ¡en realidad soy una ladrona!
Así mismo es, la vida a caDa paso que uno da te enseña nuevas y fascinantes cosas, solo el ser humano decide si son positivas o negativas para sí mismo dependiendo del horizonte de cada uno. En todo lo bueno hay algo malo y en todo lo malo hay algo bueno (el Ying y el Yang tan famosos jeje) Hay que saber sacarle lo positivo a todo y disfrutarlo sea cual sea la situación de cada uno. Siempre es bueno arriesgar y lanzarse, pues uno nunca sabe cuándo y dónde va a aprender una cosa nueva o dónde y cuándo uno puede encontrar la tan nombrada y aclamada «felicidad».
Fíjate tú, yo en España tenía nada de todo y aquí tengo de todo un chin (como se dice aquí), hasta el punto de pasar de no poder tener hijos a tener actualmente una preciosa princesa a la primera de cambio. Cambio de aires, nuevas experiencias, nuevas bendiciones y una mejoría absoluta en mis día a día y en mi vida en general. Un enriquecimiento personal enorme y un aprendizaje más aún respecto a cómo adaptarse a cada minuto a esta forma de vida que el ser humano se esfuerza por crear de forma cambiante a cada gesto que realiza.
En fin…. como digo yo…. COSAS DE LA VIDA 🙂
Prometido que si algún día tomo la decisión de lanzarme hacia otro horizonte, así mismo lo dejaré saber. Eso sí, me echaran del grupo porque ya no seré un Español en República Dominicana jajajaja.
P.D. Se te permite seguir robando experiencias para crear tus excelentes relatos 🙂
Un filósofo en toda regla (si lo prefieres a poeta) 😉
Como decía la canción «la vida es una tómbola» ¿verdad? La vida está llena de opciones, nos pasamos el día tomando decisiones, y las más importantes son las que repercuten en nuestra experiencia vital. Es importante tener la mente abierta y tomar consciencia que no hay caminos acertados, sino resultados diferentes. Y más importante, cada vez que tomamos una decisión renunciamos también a algo.
Yo a veces me pregunto quién sería si no hubiera tomado ciertas decisiones en mi vida… ¿te imaginas?
Enhorabuena por tus decisiones. Como dice mi sociólogo de cabecera, lamentablemente son demasiados los que aceptan la vida tal cual les viene, sin desafiarla, sin cuestionarla, porque es mejor que las cosas sigan su curso…
P.D: si me falla la inspiración entraré en el grupo a saquear comentarios 😉
Me ha encantado este post, realmente me siento muy identificada con el. Tu «casa» es donde eres feliz en ese momento. Y sí, todos necesitamos algo al que aferrarnos, una piedra angular, que se mantenga firme mientras el resto se tambalea. Coincido contigo en 100% del post.
Muchas gracias Belén. Con el tiempo nos vamos desprendiendo de los bienes materiales y nos damos cuenta de que no son los lugares ni las cosas las que nos atan, sino las experiencias y las personas con las que compartimos cada momento. Nuestro hogar depende, efectivamente, de nosotros mismos.
Saludos!