
Día 1 de enero de 2016.
Son las doce del medio día y sigo con resaca. A mis 40 años es evidente que mi cuerpo ya no es el de antes y los excesos se pagan.
Sigo en la cama a pesar de mis incursiones al baño, del baño a la cama, de la cama a la cocina, de la cocina a la cama, de la cama a la ventana intentando no pensar en nada. Pero no encuentro remedio para recuperarme en una mañana soleada en la ciudad de Sydney desde la que anoche despedí el año 2015.
Decido empezar a escribir por aquello de que quizás, si me distraigo, el dolor de cabeza desaparecerá milagrosamente ya que los ibuprofenos del antes y del después no hacen efecto.
Ayer me encontré con Pepe, un buen amigo y viajero empedernido. Era cuestión de tiempo que nos encontráramos en algún lugar del mundo desde que nos conocimos en Mallorca. Siete años después volvemos a compartir una Nochevieja juntos. Me preguntó si había dejado de escribir. No, respondí, pero al igual que él, después de un duro año de trabajo -le expliqué-, me había tomado unas merecidas vacaciones 😉
Quizás por sus palabras de ayer, hoy estoy en la cama dando vueltas a éste, mi primer blog del año. Repaso cuántos jueves llevo sin escribir y siento que se me acumula el trabajo. Tres semanas y se amontonan tantas experiencias que si no las escribo tengo la sensación de que se quedarán en saco roto. Aunque puede que sea culpa del vodka que no me deja recordar con claridad.
Es curioso que haya tenido que ser en Melbourne donde -hace para mí ya una eternidad- topé con un restaurante ruso –Nevsky– que, a la vez, me descubrió el placer de beber vodka, así a palo seco. Pero quizás no sea lo mismo tomar un poco de licor con la cena que emular a los protagonistas de la película Leviathan y beberse una botella entera, aunque sea Nochevieja.

Todos nos ponemos estupendos para despedir el año, pero nadie nos prepara para recibirlo glamurosamente. Mi despertar hoy ha sido más parecido al de Bridget Jones después de una de sus memorables borracheras, sólo que en lugar de mi apartamento estoy en la cama de Alex, una chica australiana que ayer se alejó de la ciudad y de las multitudes y con la que hice un intercambio de llaves y maletas a primera hora de la mañana. Curiosamente en el portal contiguo del apartamento de Gin, en cuya casa me alojé hace tres meses y con el que ahora mismo estoy chateando y posponiendo nuestra cita porque ambos estamos en estado comatoso. «Will check in with you guys later!»
Quizás no sea mi momento más lúcido para escribir un buen post, ni para contar mis vacaciones, y mucho menos para hacer balance de mi año o pensar en mis propósitos de año nuevo.

Sin embargo me siento bien pensando que hace exactamente un año recibí el 2015 en una jaima del desierto catarí con un amanecer espectacular, sin rastro de resaca y muy temprano puesto que mi marido tenía que ir a trabajar. Dimos por finalizada la etapa en Doha y disfrutamos de tres maravillosos meses en nuestra tierra rodeados de nuestra gente y de la buena comida (aunque suene a tópico es lo que más se echa en falta, tanto lo primero como lo segundo). En agosto pusimos rumbo a Nueva Zelanda, uno de mis sueños infantiles, vivir en las antípodas, es decir, justo al otro lado del globo. Y tras cuatro meses de ensueño en el mejor lugar del mundo a pesar de su clima adverso, un recorrido por tierras australianas.
Todos tenemos nuestra lista de deseos, y aunque hay quienes disfrutan tachando los que han alcanzado, yo prefiero reescribir en mayúsculas cada uno de los sueños cumplidos porque me recuerda el camino que he tomado para llegar a ellos, normalmente más apasionante que el objetivo en sí. Entre ellos figura este año el haberme tirado en paracaídas después de un intento fallido hace cinco o seis años. Una experiencia del todo recomendable salvo que sufras de vértigo.

Y justo ayer cumplí mi deseo de comer las uvas de fin de año contemplando los fuegos artificiales del Harbour Bridge en Sydney. Por fin he salido en el telediario de las tres, y sé que mi madre estuvo ayer buscándome en la pantalla. ¿Quién no recuerda la imagen repetitiva del “primer” lugar del mundo donde se festeja la entrada del nuevo año? ¿Y quién no ha querido formar parte de la noticia alguna vez?

Primera vez en mi vida he pasado las navidades en pleno verano austral, en lugares donde la gente lleva gorros de Santa Claus a conjunto con el bañador y las chanclas ya sea en la playa, en los bares o en los restaurantes. Incluso las azafatas de las compañías aéreas australianas te reciben con gorros navideños y cuernos de reno en la cabeza y decoran con guirnaldas los pasillos de los aviones.
La navidad austral me inspiró para regalar un momento de ilusión a mis seres queridos: decidí mandar postales navideñas con mensajes escritos a mano, cerrando los sobres con saliva y poniendo sellos de toda la vida, algo que había olvidado que existía. Pasé toda una tarde buscando las postales más adecuadas para cada uno de ellos y haciendo cola en el Post Office. Y puede que fuera un acto de puro egoísmo porque disfruté más que si las hubiera recibido yo misma.
Pasé el día de Nochebuena bajo la lluvia tropical de Cairns –en la Gran Barrera de Coral- y al día siguiente madrugué para volar a las Whitsundays Islands. Mal día el de Navidad para improvisar, pues pasé una jornada tan inolvidable como esperpéntica: comida en el único restaurante abierto a mediodía -un McDonald’s-, siesta en la exótica playa de Airlie Beach bajo la sombra de una palmera, y cena en un restaurante japonés atestado de aquellos que no quisimos repetir fast food y cuyos platos de la cinta giratoria volaban antes de llegar a mi asiento en la barra circular, peleándome por conseguir un niguiri mientras observaba los diferentes especímenes humanos a mi alrededor.
Creo que –con ayuda del sake- ha sido una de las cenas más divertidas de estas fiestas.

Para anécdota de las vacaciones me quedo con la conversación que mantuvimos con una de las camareras del restaurante Nobu de Melbourne, ya de pie y en posición de salida. Siendo ya los últimos clientes, charlamos sobre España y de lo mucho que le gustaba a la pizpireta australiana nuestra gastronomía. Sin embargo, preguntó por qué la paella era tan mala en Barcelona y dónde se podían encontrar los paisajes y las viñas de las que hace gala Woody Allen en Vicky, Cristina, Barcelona. Se sentía decepcionada tras dos visitas a Barcelona porque no encontraba lo que andaba buscando. La película la había inspirado a viajar, pero no sabía dónde buscar. Tras apuntarse los nombres de los mejores restaurantes valencianos para comer una paella de verdad, nos preguntó si Javier Bardem era realmente el prototipo de hombre ibérico: inteligente, artista y liberal. Para no confundirla –y decepcionarla aún más- no quise recomendarle que viera Jamón, Jamón.

Por supuesto, he aprovechando las horas de carretera de la Grand Ocean Road o de las Blue Mountains para escuchar los podcasts de mi programa radiofónico favorito, La Cultureta, los monólogos de Carlos Alsina y el culebrón de las elecciones españolas que sigo y seguiré en la distancia con ilusión a pesar de las decepciones de nuestros políticos y de nuestro pésimo sistema electoral.
Hoy necesito –como todos los que tuvimos la fortuna de poder celebrar nuestras tradiciones- descansar y recargar baterías. En cuanto pueda levantarme, cerraré maletas y me despediré de este maravilloso rincón austral no sin antes publicar este post porque mañana emprendo –según veo en la notificación del cuadrante superior derecho de la pantalla- una nueva vida a miles de kilómetros de aquí.
A dónde os vais ahora?
¿Has mirado tu agenda Ana?
Bucear en los cenotes no pinta mal…
xx
Eso…después de tantas experiencias, a dónde ponéis rumbo?? Saludos desde otro primero de año qatari…para mi!
Queda tanto por explorar Juan Pablo… de momento te escribo desde la escala en Los Angeles, digamos que echaba de menos el buen tiempo y nos dirigimos a algo más tropical. Ni la lluvia de NZ ni el socarral de Qatar, más bien algo intermedio 😉
¿Te gusta el tequila?
Un abrazo,
Laura.
Me ha encantado! Uno de los mejores post que te he leido! Bebiendo vodka a palo seco?? Quien eres y que has hecho con mi aniga? Se os echa de menos en NZ, pero me alegro de ver que os siguen saliendo las cosas! Alojamiento en sydney en fin de año, ya me contareis!
Un besazo pareja
Australia me ha desmelenado del todo, o mejor dicho, he intentato revivir mis años mozos, pero llevo heridas de guerra por todo el cuerpo, buahhhhh…. Aunque eso sí, si no he dicho veinte veces al día lo mucho que echo de menos NZ…
Lo del vodka es culpa del Nevsky de Melbourne, tienes que probarlo!
A veces improvisar tiene cosas buenas, en el último minuto hubo suerte en Sydney, vistas privilegiadas para ver los fuegos de Harbour Bridge ;p
Mucha suerte para vuestra nueva aventura, os esperamos!!!!
xx
Vagetar en la cama en dia siguiente de fin de año no se debe a los efectos perversos del vodka. Es una tradición del primer día del año. Independientemente se beba o no. Suerte en el nuevo destino.
Totalmente de acuerdo, qué suerte he tenido (otra vez) este año de poder seguir celebrando las tradiciones más ancestrales 😉
Eso sí, veo el vodka del duty-free y me entran arcadas, será psicológico…
¡Feliz 16!!!
Bon Any 2016 senyora Sargantana!
M’alegro que t’hagis posat ha escriure un altre cop.
Ah… i per la resaca, el millor es no beure!
Doncs un 2016 saludable!
Sara.
Bon dia i bon any Sara!
Sí, sí, no tenia pensat deixar d’escriure, només eren unes vacances!!!! Però ja veig que els seguidors fidels em fan comptes i no deixen escapar ni una, així m’agrada! 😉
De moment he de dir que la meva nova llar no és la més indicada per fer vida saludable, el primer que m´han dit és que per integrar-me a la vida mexicana he de començar per les «micheladas», axí que… igual ho deixo per l’any que ve!
Feliç 2016!!!
Laura.