
Ocurre con frecuencia que asumimos como normales las cosas del día a día, y que por volverse cotidianas ya no nos sorprenden. Hace días entré en pánico. Por primera vez en cuatro años me encontré con el síndrome de la página en blanco ¿me habré quedado sin vivécdotas que contar?
¿Será que he perdido la capacidad de asombro? ¿Ya no siento curiosidad por observar lo que pasa a mi alrededor? ¿Será que me he aplatanado? ¿Voy a tener que abandonar el Blog? No, ni hablar, si presto atención encontraré un montón de vivécdotas propias de una expat.

Recuerdo de mis días en España que a nadie le sorprendía que se nos ofreciera pagar un trabajito con factura o sin factura. Que la corrupción de nuestros políticos formara parte de su currículum. Que dormir la siesta ni que fueran diez minutos en la oficina se viera normal. O que se pudiera comer pan con cualquier plato.
Costumbres españolas que escandalizan a muchos extranjeros
Se normaliza que el consumo normal de alcohol diario supere de largo lo recomendable por la OMS. Que se pueda comer a las tres de la tarde o que quedemos con los amigos para cenar a las diez de la noche en cualquier restaurante.

Y cuando llevas años fuera de tu país también ocurre que llegas a normalizar situaciones que años atrás te asombrarían. He pasado por fases tipo «locura de expat» o por las cosas que aprendes cuando vives fuera de España.
Cuando llevas años fuera de tu país, llegas a normalizar situaciones que años atrás te asombrarían
Justo hoy hablaba con una recién llegada a República Dominicana. Decía estar escandalizada por ver a tres personas subidas a una moto. Por supuesto, sin casco y con los bebés entre los brazos “que apetece cogerlos para que no se caigan”, me decía. O que comprar en Ikea o en Zara cueste el triple que en España y acabes siendo clienta Premium de Amazon.
Otra cosa que llevo observando desde que emigré hace cuatro años y medio es la prepotencia de algunas reinas sin castillo. La mayoría son las mujeres de abnegados maridos que trabajan de sol a sol mientras ellas sienten que por su nacionalidad o color de piel son alguien importante.
En realidad me he construido la teoría de que no eran nadie en su lugar de origen y que aquí pueden representar el papel de reinonas creyendo que dan el pego sin dar un palo al agua.
Me pone enferma cuando exigen mejor trato que a los propios clientes, esos que pagan un pastizal por disfrutar de unas maravillosas vacaciones en el Caribe. Las que entran en los restaurantes cuando ya están a punto de cerrar y se fuman un puro. Las que tratan a los empleados como si fueran sus esclavos.
En el mundo de las expats a las reinas sin castillo se las reconoce de lejos
¿Dónde quedó la humildad? exclaman las más enojadas. Yo siempre les recuerdo que cuando regresen a España y no se puedan permitir tener tres niñeras, ni ir al salón todas las semanas y tengan que volver a cocinar ya se darán de bruces con la realidad. Tiempo al tiempo, que es el encargado de poner a cada uno en su lugar.

Otras dudas que te asaltan cuando llegas a zonas del Caribe es si el trato que te ofrecen es sincero o interesado. Personalmente soy muy ingenua y me dejo convencer muy fácilmente, pero dura lo que dura un suspiro. A mí me podrían sacar lo que quisieran si me conocieran.
Pero se equivocan en una cosa: me enseñaron a ser agradecida. Ver cómo me sacan los cuartos y si te he visto no me acuerdo, conmigo no funciona. Saben lo que quieres oír, saben lo que te gusta y saben cómo hacerte reír. Pero una y no más, Santo Tomás.

Como le sucedió a Ana, recién llegada a Bávaro con dos niños. Le invitan a una fiesta de cumpleaños sin conocer a nadie. Se sorprendió y aceptó encantada hasta que se dio cuenta de que lo que esperaban de ella era un buen regalo de cumpleaños. Al principio no ves este tipo de cosas, pero cuando te das cuenta cierras el grifo más rápido que deprisa.
Otra cosa a la que te acostumbras es a que no haya policía. En México era la mochadita, pero en zona Bávaro-Punta Cana ni está ni se la espera. Al preguntar si no han pensado en el dineral que el gobierno recaudaría poniendo multas, la mayoría opina que no hay dinero para un cuerpo de policía y que de nada serviría poner multas. Jamás las cobrarían.
La anarquía reina en las carreteras dominicanas
Y claro, así va la gente en sus motos con la cerveza en la mano o su botellita de ron. Otros vamos hablando por el móvil y nada de sillitas de bebé. Tampoco pasa nada si tiras por la ventana envases y enseres que ya no necesitas ¡es la ciudad sin ley!!!!

Otra de las cosas que me enojan, y que curiosamente ya viví en Qatar, es la manía de las limpiadoras en dejar el aire acondicionado prendido a todas horas aunque no estés en casa: “es que así se seca antes el suelo, mi Doña».
Jodía, como que no lo pagas tú, y de paso que se joda el medio ambiente. Así que puedo irme de vacaciones un mes y el aire va a estar encendido hasta que vuelva porque, de paso hacen la siesta más fresquitas en mi propia casa. El housekeeping de Doha decía lo mismo, con la salvedad de que no había suelo que fregar, era todo moqueta.

Por suerte una no deja de sorprenderse, a pesar de todo. Y como me dijeron el otro día cuando me hacía la escandalizada contando lo que significa para mí vivir Puro Caribe. Es bueno no acostumbrarse a todo esto porque significa que no has perdido tu esencia.
Es bueno no acostumbrarse a todo esto porque significa que no has perdido tu esencia
Como cuando voy a depilarme y la chica, después de un tiempo sin verme por el salón, me dice que he engordado. En realidad es un piropo, porque estar delgada aquí no gusta. Pero tremendo enfado, me arruinó el día y ella perdió una clienta.
Los hombres se llaman entre sí “mi príncipe”. Quien más quien menos lleva una pipa encima. Los guachimanes van con su recortada y pienso que pocas desgracias suceden por lo que podría pasar cuando los hombres van armados y borrachos.
Tienen una isla preciosa hecha una pocilga y el sentido común brilla por su ausencia. Los dominicanos bromean diciendo que trabajan como negros para poder vivir como los blancos, y oyes frases estelares como “tan estresado no puede estar si Usted vive en un resort”. Genial.
«Tan estresado no puede estar si Usted vive en un resort”
Pero cada mañana me despiertan preciosas y charlatanas lapas verdes (cotorras, ahora ya sí me explico su nombre). Voy a la playa a darme un baño antes de empezar la jornada y me digo a mí misma «paciencia» porque vivo en un paraíso y sólo por ello debo estar agradecida.
Y hay muchas otras cosas que aportan y que forman parte de mi cuaderno de aprendizaje. En mi primer año -en Qatar- aprendí que es importante tener un círculo de amigos en el que apoyarte. Nunca van a sustituir a los amigos de toda la vida, pero necesitas un salvavidas al que agarrarte.
Porque al fin y al cabo es la gente con la que compartes tus alegrías y tus penas del día a día. Con quienes te abrazas, celebras, te emborrachas. A quienes confiesas tus miedos y tus alegrías. Porque a pesar de las nuevas tecnologías nos hace falta el contacto físico, el contacto visual, el mirar a la cara a alguien y saber que te comprenden porque esa otra persona está viviendo lo mismo que tú.
Necesitas crear ese círculo de personas que están en tu onda
También he aprendido que la edad no importa. No es un tema generacional. Cuando llegas a un país nuevo necesitas crear ese círculo de personas que están en tu onda. Necesitas poder quedar con alguien para cenar, para tener una charla o aunque sea sólo para tomar.
Es la necesidad de compartir experiencias. Todos lejos de nuestras familias, lejos de nuestros amigos y lejos de todas nuestras tradiciones. Así que cuanto antes mejor. No importa si le doblo la edad a alguien o me la doblan a mí, porque de todos se aprende.
No es un tema generacional, es la necesidad de compartir experiencias
También me han ocurrido cosas curiosas en en mi paso por las antípodas. Como conocer a un grupo de argentinos que no dudan en meterse 400 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para ir a esquiar un fin de semana.
O que nuestro casero en Auckland nos invitara a ver la final de la Copa del Mundo de Rugby entre Nueva Zelanda y Australia y nos estuviera esperando en su casa con una cena “francesa” a base de queso y vino.
Eso sí, también nos esperaba con un Power Point muy currado para que consiguiéramos entender de qué va este deporte. Claro que él no contó con que los españoles llegamos tarde a todas partes y con el partido empezado.

Quizás como venganza, cuando le comenté que había chinches en la casa. Desapareció poniendo rumbo a su Australia natal mientras fumigaban su casa -que no la nuestra- después de haberse hecho el ofendido preguntando si me estaba quejando de la limpieza. Eso sí, me dejó una nota donde me pedía que, por favor, diera de comer a su gato.
Difícilmente cosas así podrían haberme sucedido dentro de mi zona de confort
Quizás lo más bonito que me haya sucedido últimamente fue hace sólo unos días. Por fin me animé a organizar una cena en casa. Siempre me ha gustado el papel de anfitriona, reunir a gente para comer y pasarla bien, como dicen por aquí.
La excusa fue reunir a un grupo de gente lo más variado posible con quienes me une las ganas de disfrutar y devorar la vida intensamente.

Nada podía salir mal. Un cubano preparando mojitos. Una mexicana con sus deliciosas enchiladas. Una californiana de ascendencia japonesa que llegó con la especialidad de su casa. Una española con su tortilla de patatas. Un alemán con una considerable carga de cervezas. Tres ticos que aportaron gastronomía propia: gallo pinto y plátano maduro con queso.
¿Algo más? La anfitriona puso un plato típico mallorquín, música y ron, mucho ron.
Vivir fuera es la mejor manera de abrir la mente, descubrirte y reinventar tu vida
Adaptarse a los cambios en una cultura diferente supone una nueva forma de relacionarse con los demás. Sin duda te obliga a conectar con tus emociones y a relacionarte con tus propios miedos. Es atreverse a dar un salto, a mirar el mundo con otros ojos y aprender otra forma de hacer las cosas.
Si tuviera que resumir en una frase lo que me está aportando la experiencia de vivir fuera de mi país, sin duda sería esta: es la mejor manera de abrir la mente, descubrirte y reinventar tu vida. En una palabra: aprendizaje.
Y si me arrepiento de algo es de no haberlo probado antes 😉

*Vivécdotas, término acuñado por Andreu Buenafuente y Berto Romero en su programa de radio Nadie Sabe Nada de la Cadena Ser.
Mil gracias una vez más por compartir tus vivécdotas ! Me quedo con “ te obliga a conectar con tus emociones y a relacionarte con tus propios miedos.” Pero qué bueno que cada día es diferente a los demás y la sorpresa te invade a cada momento, el miedo cada vez es más efímero y en su lugar afloran la felicidad y otras buenas sensaciones, pero siempre distintas, nunca un día igual al anterior, es lo que más valoro de ser un expat. Saludos y nuevamente gracias !!
Qué bueno, Bárbara, ningún día es igual al anterior, así es. Es lo que más aprecio de esta vida loca que llevamos. Muchas veces hablamos mi marido y yo sobre lo que nos impulsó a dar el salto. Yo no sabía qué había ahí fuera, no tenía ni idea. Pero sabía una cosa, no quería que todos mis días fueran iguales. Volià!
Como cantaba Marisol, «la vida es una tómbola, tom-tom-tómbola, de luz y de color, de luz y de color….» 😉
Un abrazo y gracias por compartir.