
“Todo el mundo se casa y sube fotos de su boda y yo pensando en hacer la mochila, pillar aviones y viajar a mi próximo destino”, escribía hace unos días Nelly, una joven inquieta, curiosa y empedernida viajera (blog).
Los mejores viajes que he hecho en la vida han sido precisamente después de haberme casado, sin desmerecer los que hice antes o los que se hacen después aunque viajes sin tu pareja. Precisamente porque viajar acompañada suele ser una fuente de conflictos cuando los compañeros de viaje no se conocen, o peor aún, jugártela cuando viajas con amigos porque la convivencia 24h genera una fuente inagotable de pequeños incidentes en la misma proporción que generan también los momentos más inolvidables.

Por ejemplo, la docena de escapadas que he hecho a Formentera siempre ha sido con mis mejores amigos, nunca con mi pareja. Para mí Formentera va unida a la amistad, a las risas, a las horas inagotables de playa, a las comidas en los chiringuitos, las puestas de sol, a las confidencias y a tantos recuerdos que siempre me ha dado miedo repetir escapada con mi marido por miedo a romper la magia. Al contrario, ya me cuesta imaginar un viaje sin mi compañero de aventuras, pues es quien mejor me conoce y es con la única persona con la que sé que puedo pasar un mes lejos de casa sin sentir morriña. Todo es más fácil, nunca vamos a discutir, y un día malo dura un suspiro, porque nos entendemos, nos conocemos y somos nuestro mejor coach. Creo que la clave del éxito de nuestras aventuras es que no necesitamos a nadie, no buscamos socializarnos para pasarlo bien, sino que lo pasamos igual de bien cuando nos socializamos sin buscarlo porque la soledad en los viajes no permite distracciones y, al contrario, nos da la oportunidad única de fijarnos en todo lo que nos rodea. La multitud genera conversaciones, y éstas impiden concentrarse en los caminos que piso, en los ruidos que me acompañan o en los paisajes que aparecen ante mis ojos sin que muchas veces los vea tan absorta en la socialización con otros seres humanos. Si viajo a los lugares más remotos del mundo no es para seguir conociendo españoles, sino para conocer otras culturas.
Uno de los viajes que recuerdo con más cariño es el de Uganda en el verano de 2014, el viaje de la introspección. Un viaje de apenas dos semanas con la única compañía de Fred, nuestro chofer local. Doce días recorriendo a lomos de un jeep de octava mano la mayor parte del país a lo largo de caminos sin fin. Pasamos muchas horas en silencio no porque no tuviéramos nada que decirnos (lo cual no suele pasar) sino porque fue un viaje a nuestro interior. Todo lo que observábamos a lo largo de jornadas kilométricas nos estaba diciendo algo estableciendo un profundo diálogo entre nuestra realidad y la realidad de los “otros”. Una gran dosis de humildad.
No obstante, nada puede generalizarse ni simplificarse. Un ejemplo de viaje inolvidable fue también Indonesia en el 2012, el primer viaje que hice con el que hoy es mi marido acompañados por Mariel y Víctor, una pareja estupenda de aventuras con los que había viajado en dos ocasiones anteriores por tierras africanas. No sólo vivimos la pasión por la naturaleza y por los animales en perfecta sintonía en uno de mis destinos favoritos cuando hoy me preguntan qué viaje me ha marcado más, sino que conocimos y nos unimos a Esther y a Raúl una pareja igual de respetuosa y apasionada como nosotros, capaces de pasar horas charlando y bebiendo cervezas y de, al mismo tiempo, ausentarse sin pudor en plena cena porque la inspiración llama al poeta, yo escribiendo mi diario de viaje en la proa del bote navegando por en el río Semyac y Raúl trasladándose al suyo porque la puesta de sol le pide que cree bonitos versos.
Otro momento que no olvido es el de Costa Rica un año después. Conocimos a una pareja de Bilbao en el lugar donde nos estábamos alojando en la aislada e inhóspita Bahía Drake, y oyendo nuestros planes para salir a la mañana siguiente de excursión por la costa a lo largo de 12 km de playa sugirieron unirse a nosotros a pesar del riesgo que corríamos: pasar el día en un lugar totalmente paradisíaco y solitario con dos desconocidos. El resultado no podría haber sido mejor, y es que quien llega a lugares como la Península de Osa no puede ser tan diferente.
La experiencia social más reciente fue sumarnos a un fin de semana de esquí con un grupo de españoles y argentinos que acabamos de conocer al poco de llegar a Nueva Zelanda. Fue un encuentro casual en el que surgió la chispa de inmediato, y así fue que en contra de nuestras costumbres decidimos espontáneamente unirnos al grupo, y no sólo por la anécdota de esquiar en pleno mes de agosto en el hemisferio sur. Es uno de esos viajes que dejan huella por un cúmulo de sucesos, de buena gente, mucho vino y muchas risas.
Sin duda la compañía marca el éxito o el fracaso de un viaje, por lo que nunca debe descartarse decir que no a ciertos aspirantes a compañeros de trayecto, especialmente importante es negarte a las compañías tóxicas que pueden fácilmente arruinarte una aventura. Quién no ha pasado por la amarga experiencia alguna vez. Recuerdo una de mis primeras escapadas, una vuelta a Mallorca en un velero de doce metros para seis personas -más o menos amigas- que nunca más volvieron a serlo. Aún me pregunto qué pudo pasar para renunciar tan sólo en la segunda etapa. Ahora lo recuerdo como un Gran Hermano, es decir, un infierno. Viajar en grupo requiere reglas básicas: educación, respeto y tolerancia, algo que nunca he sabido si depende de la edad o del sentido común.
Sin embargo, viajes improvisados con tus amigos de siempre no siempre tienen que acabar en una batalla campal, eso sí, con los amigos de verdad, con los que sabes que a pesar de que discutas nunca vas a pasar a mayores porque en el fondo la mayoría de las discusiones pasan por tres fases: la de la no-evacuación matinal, el hambre y la puntualidad, irremediablemente unida a la primera. No se me ocurre otro motivo por el que dos amigos puedan discutir.
Después están los viajes con las personas a las que todo les va bien, y dos Margaritas aparecen en mi vida, juntas y por separado, de Nueva York a Londres pasando por Asturias, Ámsterdam y cómo no, Formentera. Delegan la organización a los que controlan y se dejan llevar sin rechistar, y lo más maravilloso, es que siempre parecen ser las personas que mejor se lo pasan.
Sin embargo, un día me casé, y se dio la casualidad de que aumenté la frecuencia de mis viajes. Fue como esa conjunción planetaria en la que de repente todo encaja: ya no tengo que alistarme a los viajes organizados ni subirme a un camión con un grupo de desconocidos a pesar de haber hecho grandes y buenas amistades en los días de ruta por tierras africanas. Ya no me tengo que ir al otro lado del mundo a hacer amigos desde Atacama a China a pesar de ser viajes acompañados inolvidables e irrepetibles. Ya no tengo que elegir mis vacaciones en función de la disponibilidad de los demás y los destinos que vota la mayoría. Ya no tengo que ajustarme a los presupuestos de los demás. Pasados los 40 ya se acabó la experiencia mochilera, aprecio más un colchón y una ducha al acabar el día, y si es con agua caliente mejor. No hago ascos a nada como nunca lo hice, dormir en una habitación compartida con desconocidos y hasta en una tienda de campaña con alguien que siempre ronca. Pero ahora mismo ya no lo cambio por viajar con mi marido, porque me he casado, aunque parezca mentira. Y con él he visitado lugares únicos como Irán, Japón, Maldivas, Singapore, La Habana, Miami, Emiratos Árabes, Boston, Marruecos, Omán, Australia, gran parte de la geografía europea y española, en tan sólo los últimos cuatro años sin contar los lugares en los que hemos vivido, en cuatro de los cinco continentes, y lo que queda.
Así que viajera empedernida, si ya disfrutas viajando sola de un lado a otro, saboréalo porque es una etapa maravillosa de aprendizaje en tu vida, seguro que tanto o más como fue la mía. Los primeros veinte años quizás los pasaste experimentando con los viajes familiares, los siguientes veinte con tus amigos y/o por libre, pero piensa cuántas etapas que te quedan por quemar, como mínimo, otras veinte.
Llegaste a las antípodas justo unos días después de que nos marcháramos nosotros, casualidad sólo superada por haber vivido en la misma isla durante 30 años sin conocernos. Sin embargo, acuérdate de lo que te digo, nada es incompatible. Disfruta tu momento, pero no renuncies a lo que está por venir.
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(*) Gracias a Nelly Viajera por inspirarme 😉 (blog).
Serás capaz de haber recorrido el mundo varias veces y no haber hecho el Camino de Santiago!!!!!
Y lo que es peor: no has dormido en las habitaciones de 20 plazas de mi albergue rodeada de peregrinos roncando, y con la inestimable opción de que te pique alguna chinche!!!!!! (es broma, está limpio, pero da ambiente)
Entonces no tienes ni idea de lo que es un viaje al interior!!!!! (gran sonrisa, que no encuentro el emoti).
Así que ya sabes, a tí te hago descuento, y te invito al desayuno (el mejor de todo el camino excepto paradores).
No tardes.
Con el desayuno ya me has convencido, a mí me conquistas por el estómago 😉
Lo prometido es deuda, y cuando vuelva a EspaÑistán te debo una visita. El Camino de Santiago está en mi lista de deseos ates de los…
Deja que siga dando vueltas por el mundo ahora que aún aguanto las palizas de avión, pronto ya no estaré para meterme 20 horas en un escaso metro cuadrado aguantando los ronquidos del asiento de al lado ;p
Nos vemos pronto, palabrita del Niño Jesús ¡no desesperes!!!!
Besines,
Laura.
Cuando os animéis, y si me consideráis apta como acompañante, contad conmigo!! Llevo un tiempo dándole vueltas a que es algo que debo hacer, tarde o temprano. Soy una carabina respetuosa!!
Besos pareja, tengo ganas de veros!!
Nosotros estamos listos para aceptarte como compañera de viaje, de momento has superado todas las pruebas ;p
Así que no le des más vueltas a tu cabecita loca y ponte en marcha, de entrada te esperamos la próxima temporada por aquí ¡no nos falles, que nos hace mucha ilusión!!!!!
Besines y hasta pronto guapa, que yo estoy tomando nota de todo para vosotros 😉
Para el Camino, me queda un poquito, hasta poder colocar bien a las fieras…. Aunque vosotros tampoco parece que vayáis a hacerlo en breve, así que espero poder unirme, no es algo que Gines vaya a hacer….
Para lo otro… Ya ha empezado la cuenta atrás!! (Aunque aún sea algo larga…). Conocí a Marta el otro día en yoga, su experiencia nos vendrá también muy bien!!!
Besos a los dos!!!!
El Camino ya te digo que cuantos más seamos más reiremos 😉
Es algo que está en mi «bucket list» desde hace años, así que será cuando regresemos a España seguro, es una experiencia que no me quiero perder.
Esta vez la ventaja es que llevaré en Dominicana el tiempo suficiente como para poder prepararte una buena ruta ¡¡¡esto promete!!!
Besines y… ¿nos vemos en Diciembre para los preparativos???
Sólo una nota: la concesión de mi albergue termina en marzo, y no la voy a renovar porque pierdo dinero. (Las experiencias son impagables) En cualquier caso mantengo la invitación, en el municipal de Hontanas o en el que sea con buen desayuno.
(Y que sepas que a mi Gabriela, tan fina ella, la conquisté con una fabada de muerte y viaje astral)
Besos y un muy mallorquín agarrón por el cuello.
Donde haya buenas viandas me encontrarás 😉
Y aunque lamento que no sigas con el albergue, estoy segura que la experiencia ha sido única, espero que me lo cuentes pronto, con fabada, pa amb oli ¡o con lo que toque!
Una aferrada pes coll, jajajajajajaja!!!!