
Qatar es una península del Golfo Pérsico, un estado independiente con línea terrestre fronteriza con Arabia Saudí. Islamizado en el siglo VII, tiene su propia monarquía desde el siglo XIX. Fue un país que originariamente se dedicó a la pesca, al cultivo de las perlas y al comercio marítimo, y fue nido de piratas durante el siglo XIX.
Qatar estuvo durante siglos en manos persas, posteriormente sometida a los turcos otomanos, y finalmente se convirtió en protectorado británico hasta su independencia en 1971.
La economía de Qatar siempre fue débil y precaria. Hasta el descubrimiento de petróleo y de reservas de gas hacia 1940. Fuente: Wikipedia
Ahora Qatar es un país en construcción. Y así lo defino yo, es un país donde está todo por hacer. Un país y una sociedad que se desvive por estar a la última y construir más alto y más fabuloso. Los mejores hospitales, las mejores universidades, el mejor aeropuerto, los mejores hoteles, todo a lo grande. Todo sobredimensionado. Y todo sin alma. Por muy bonito que sea su skyline de lejos, a medida que te acercas bordeando el paseo marítimo Al Corniche, te das cuenta que no hay vida. Que los fabulosos rascacielos que ves a lo lejos, están casi todos vacíos, algunos pocos son oficinas de los numerosos bancos del país y de los países del Golfo, compañías de seguros y las fabulosas instalaciones de Qatar Petroleum. Otras torres pertenecen a carísimas y prestigiosas cadenas hoteleras internacionales, y otras pocas son lujosos aparta-hoteles a disposición de los expatriados occidentales que puedan pagar los desorbitados precios del área de West Bay, el downtown de Doha. Pero a pesar de ello asombra la falta de aceras en sus calles, la ausencia de cafeterías, la cantidad de solares con una cantidad ingente de grúas, la cantidad de polvo y arena que se levanta con una suave brisa, la falta de vida. Nadie paseando, ni tan siquiera veo a los oficinistas con sus maletines. La primera vez que pisé West Bay en busca de un apartamento donde vivir esperaba encontrarme el ambiente de Wall Street de NY. Y lo único que encontré fue polvo y esqueletos arquitectónicos.

Podría contar tantas anécdotas sobre la ciudad de Doha que acabaría por ser una saga más larga que la de Harry Potter.
Poder entender cómo funcionan las cosas aquí puede ser desesperante. Muchos expatriados me han aconsejado que no busque respuestas, las cosas son como son y punto. Yo lo definiría como que no se utiliza el sentido común. Por lo tanto, es imposible razonar con ellos. Y con ellos me refiero a todos aquellos que ofrecen servicios.
Por supuesto los qatarís no trabajan, y si lo hacen es en calidad de funcionarios. El concepto «funcionario» y su definición diría que es exactamente igual al nuestro. Así pues, los pocos qatarís que trabajan lo hacen en un 86% para empresas públicas del emirato y sólo el 8,4% lo hacen en el sector privado. Es curioso, además, que por género, son las mujeres las que trabajan en un 16,4% por sólo un 4,4% de los hombres. Pero estos datos no deberían extrañar si consideramos lo que la publicación Qatar Population Status del año 2012 del Permanent Population Committe establece como objetivos para la sociedad qatarí: anima a sus ciudadanos, especialmente a los jóvenes, a casarse y a reproducirse, a trabajar en el sector privado y desarrollar centros urbanos lejos de la Gran Doha para que se instalen ciudadanos y residentes. Y todo ello en ese orden. (Population status)
Los filipinos son los que se dedican a la atención al público. Mejor dicho, las mujeres filipinas son las dependientas en cualquier tienda de ropa, en los supermercados, salones de belleza, restaurantes, etc. Tienen muy buena presencia física, hablan un perfecto inglés y son educadas en el trato con el cliente. Sin embargo, les gusta más parlotear entre ellas que atender, y tampoco les puedes pedir cosas muy complicadas porque se bloquean. Sin embargo, son de lo mejor que hay, siempre sonríen.

Después están los indios, que fuera de su país mantienen su sistema de castas. El hinduísmo enseña que los seres humanos fueron creados de las diferentes partes del cuerpo de un Dios llamado Brahmá. Así pues, se pueden ver vaishias, la casta que salió de las caderas de Brahmá. Los vaishias se corresponderían con los comerciantes, ingenieros y directivos de grandes empresas. Que los hay. Una anécdota muy divertida que me contaron es que un directivo de una compañía muy importante aquí en Doha se compró un Land Cruiser V8 color blanco, que es el coche que todo qatarí presume tener. Cansado de que lo confundieran con el chófer de este vehículo tan sagrado, acabó cambiándolo por otro para no tener que sufrir la humillación diaria.

Pero lo que más abundan aquí son los shudrás, los hombres que provienen de los pies de Brahmá, los esclavos, los siervos, los obreros. Representan junto a los nepalís el 44% de la población total del estado de Qatar, y a su vez la gran (por tamaño) mano de obra de este país under construction. Pero en ningún caso puede llamarse “mano de obra cualificada”. Es obvio que la mayoría de los obreros que construyen con sus manos las obras de la ciudad y que se suben a los andamios de los magníficos rascacielos son en su mayoría indios sin estudios, posiblemente analfabetos y procedentes de la miseria. Viven en los llamados camps. Naturalmente no he entrado en ninguno de estos camps repartidos por todo el país, siempre cerca de sus puestos de trabajo. Pero verlos desde la carretera te da una idea de cómo malviven y no creo que se aleje mucho de cómo la prensa crítica los describe: sórdidas estructuras abarrotadas de trabajadores, en condiciones higiénicas reprobables, hileras de camas estrechas y un aseo por cada diez hombres. (AlJazeera America, octubre 2013).
Muchos trabajadores posiblemente acepten vivir en estas condiciones, con un salario ridículo, siete días a la semana, porque aún así tienen algo que enviar a sus familias. Sin embargo, corre el rumor cada vez más sostenible que llegan a la tierra prometida buscando algo mejor totalmente engañados (y que conste que no sólo ocurre con los indios). Son mafias organizadas que cobran a los ciudadanos que deseen trabajar en este emirato. Dichas mafias “venden” paquetes de trabajadores a las empresas instaladas en Qatar como mano de obra supuestamente cualificada. El resultado es un auténtico caos: por una parte porque además de desembolsar una gran cantidad de dinero para poder trabajar se encuentran con la pesadilla de vivir en barracones y trabajar a 50 grados en pleno agosto. Pero por otro lado están las grandes empresas, la mayoría de construcción o de servicios, que se encuentran con 2000 empleados que no saben hacer su trabajo. Así pues, no es de extrañar todo lo que ocurre en este país. Que los housekeepers del hotel donde me alojo no sepan limpiar, o que la señora británica de esta mañana vaya a ducharse en el gimnasio de un fabuloso hotel de cinco estrellas y no haya toallas. O que nuestros maridos ingenieros tengan plantillas de 200 empleados indios que no saben cambiar ni una bombilla.
Es entonces cuando puedes fácilmente entrar en el bucle del dilema moral. Procedo de un lugar estable donde la mayor preocupación era la corrupción de la clase política. Pero en estos momentos relativizo muchas cosas, no porque no sean importantes, sino porque me parece que aún hoy hay situaciones deshonrosas para el ser humano por resolver. Porque una cosa es vivir el modelo americano, competitivo, donde tanto vales tanto ganas, y otra muy diferente es contemplar cómo se abusa de los no derechos de los trabajadores.

Qatar es un país de contrastes. Te encuentras ante lo mejor y a la vez lo peor. De noche dicen que todas las ciudades ganan, pero Doha en especial puede parecer hasta glamourosa, con su skyline iluminado, el fabuloso Museo Islámico, el paseo de Al Corniche… pero de día permanece presa del tráfico y de la conducción agresiva de los qatarís. No en vano es el mayor miedo de los expatriados occidentales cuando llegamos a Oriente Medio. Se dice que el origen de esta conducción tan agresiva son los coches que eligen para conducir por las dunas del desierto: fabulosos todo terrenos, a cual más grande, más alto, más potente. Pero aplicada tal conducción sobre el asfalto de la ciudad se convierte en un querer pilotar un deportivo con un tanque. Siniestro total. De hecho, no es extraño ver a diario en los arcenes de las carreteras coches carísimos destrozados por brutales impactos. ¿Y por qué todos los Land Cruiser V8 son de color blanco? Porque en caso de colisión menor es el color más barato de pintar y pulir.
Hay otra versión para explicar esta conducción tan agresiva: han pasado de llevar camellos a conducir Land Cruiser V8 de un día para otro. La polémica está servida.
Lo cierto es que conducen tan mal que han quitado todas las rotondas de la ciudad, porque no saben utilizarlas, y las han sustituido por semáforos. Y la multa por saltarte un semáforo en rojo ronda los mil euros.

Como decía al principio, la lista de anécdotas es tan larga que no acabaría nunca, así que mejor las voy escupiendo una tras otra, sin prisa pero sin pausa.
Y mientras tanto, mejor será sentarse, ponerse el cinturón y disfrutar de esta loca carrera.
Porque en un país under construction lo que no pueden faltar son oportunidades.
Moltes gracis a tots els qui heu dedicat uns minuts del vostro temps a llegir aquestes paraules. Escriure i saber que hem llegiu ens fa estar més a prop l´un de l´altre.
Hola, Laureta!
Estàs donant tants de detalls, que m’entren ganes de tornar a llegir-ho. I això he fet… Sa veritat, és que tens una redacció tan pulcra que dona gust. Molt, molt il·lustratiu de sa realitat que estau visquent. Record molt bé quant xerravem, “in situ”, de sa teva primera “passejada” per aceres inexistents, trescant per baix de gratacels enmig de descampats i amb una polsada per posar-se mascareta.
Ses dades demogràfiques, m’han atret especialment. I ses dels inmigrants, mos fan ressò de tot lo que s’està parlant als medis mundials damunt aquest país “Under construction”. I, sobre tot, de ses condicions de vida que comentes, molt particularment amb es futur mundial de futbol 2022, i que fa estona se varen denunciar, i segueixen fent-ho, a moltes bandes del món, :
http://www.theguardian.com/world/2014/feb/13/fifa-labour-conditions-qatar-world-cup
Ja vorem com acaba tot plegat…
Bono, ja te vaig comentar que era “massa fàcil” de llegir. I això que aquest segment és prou llarg… Segur que és per ses ganes de tenir noves entrades que, a l’instant, se mos fa curt. Ah, i m’apunt a lo d’En Harry!!
Per cert, una pregunta tècnica: Els ressaltats en blau, han d’estar tots enllaçats, o no tenen res a veure?
Estam encantats de tot lo que mos expliques; mos fa sentir com si te tenguessim just devora. Tu ja saps lo que te vull dir…
Segueix, nina, segueix!!
Xavito, ara veig que me va servir de qualque cosa estudiar tanta filologia i llegir tants i tants de llibres…
Aquest post era més descriptiu i podria haver estat més avorrit, així que estic ben contenta que t´hagi agradat. Vaig haver de trescar molt per tenir dades, contrastar-les i fer un esquema fàcil d´entendre.
Evidentment no tots els inmigrants viuen en sa mateixa situació. He de dir que els que fan feina per En Gabi estan prou bé. Però en general sí que és un tema que deixa molt que desitjar.
Ves amb compte amb «The Guardian», perquè des de UK varen començar a boicotejar es Mundial de futbol perque sembla que volien passar-ho a s´hivern per sa calor. I això, clar, fotia totes ses lligues europees. Així que Anglaterra va començar a tirar merda.
Tenc moltes més historietes, però no totes seran com aquestes dues primeres, poc a poc…
Els enllaços hi han de ser, però ja saps que no som una artista com tu amb aquestes coses i se van polint cosetes.
Si he aconseguit que me sentiu a prop ja me donc per satisfeta, ja te vaig dir que no volia que vos perdéssiu res de res!!!!
Besades i aferrades ben grosses!