
Si algo he aprendido en mi vuelta al mundo como expat, es que aún no he perdido la capacidad de sorprenderme. Lo cual es importante a medida que me hago mayor. Por eso me alegra cuando Gabriel, que lleva 38 años fuera de su Argentina natal y con quien coincidí en Qatar, me dice que cada cambio le provoca un chute de adrenalina e ilusión. Cada paso que ha dado le ha proporcionado más seguridad y confianza, y que ya no se reconoce en aquel joven que dejó su tierra de origen.
He aprendido que la felicidad no está en los lugares en los que te instalas, sino lo que vives en ellos y en las personas con las que te rodeas. Que la mayoría de las veces depende de nosotros mismos salir con éxito de cada mudanza. Son nuestras creencias, limitaciones, prejuicios o estereotipos los que nos impiden avanzar y a no apreciar lo que tenemos a nuestro alrededor.
La felicidad no está en los lugares en los que te instalas, sino por lo que vives en ellos y de las personas que te rodees
Siguiendo con Gabriel, quien siempre me habló maravillas de su paso por Arabia Saudí y de lo feliz que llegó a ser allí, también reconoce que la experiencia puso a prueba su capacidad de adaptación. Allí se dio cuenta de su fortaleza para adaptarse al entorno y ser feliz. Porque no se trata del lugar, sino de disfrutar donde sea.
Los mayores obstáculos a los que nos enfrentamos son, en realidad, nuestras propias emociones. Porque vamos a encontrarnos en situaciones completamente nuevas y diferentes. Y para superarlas es más útil pensar en ellas como oportunidades para aprender y ponernos a prueba. Y eso es buena noticia, porque significa que la mayoría de los retos dependen de ti.
Vivir una experiencia en el extranjero es una oportunidad para explorar el mundo que te rodea, pero también para conocerte a ti mismo. Adaptarte a un entorno cultural diferente significa buscar la armonía y el sentido entre tus deseos, tus objetivos y valores con el lugar que te acoge.
La mejor inversión es la que haces en ti
Aunque sea un secreto a voces, no todo el mundo se atreve a reconocer que hay momentos en los que sientes que has fracasado. Y nos ha pasado a muchos. Programas como «Españoles por el mundo», la manida frase «crisis es sinónimo de oportunidad» o la moda de «tú puedes ser un emprendedor de éxito» no ha hecho más que idealizar la imagen de la emigración. Irte a vivir al extranjero es empezar de cero, no es un viaje más. Es un choque emocional a todos los niveles. Y una vez más, es una cuestión de expectativas.
Vivir una experiencia en el extranjero es una oportunidad para explorar el mundo que te rodea, pero también para conocerte a ti mismo
La realidad es que una expatriación, solo o acompañado, trae implícitos cambios vitales. Eso lo he aprendido yo. Las presuposiciones, los prejuicios y las generalidades se desmontan rápidamente si aprendes a observar el mundo con otra mirada y a pensar diferente. Y cuanto antes desmontes los estereotipos antes llegará tu adaptación y serás capaz de disfrutar lo que tu nueva vida te ofrece.
Otra cosa que he aprendido a la fuerza es que la generosidad de los que vivimos en el extranjero no tiene límite. Siempre dije que no quería juntarme con otros españoles por aquello de aprender mejor el idioma, para adaptarme cuanto antes al entorno y de paso evitar caer en los tópicos y las comparaciones.
Pero lo cierto es que la mejor terapia es crear lo antes posible ese círculo de amigos con los tuyos. No sólo porque aporta cierta familiaridad en un entorno que puede ser hostil al principio, sino porque es una ayuda que no tiene precio cuando te asientas en el nuevo país. Y porque siempre vas a tener la necesidad de desahogarte en un momento dado.
Desde el momento que te fuiste ya nunca has vuelto a ser el de antes
Tampoco es un secreto que llega un momento que te sientes extranjero en el lugar donde resides pero también cuando regresas a casa. Desde el momento que te fuiste ya nunca has vuelto a ser el de antes. Tu manera de ver el mundo ha cambiado. Por ello, cada vez que regreses a tu lugar de origen de costará sentirte cómodo, y no acabarás de encontrar tu lugar.
Y de la misma manera, aunque lleves años residiendo en el mismo país, nunca vas a dejar de ser un extranjero, y no sólo por tu pasaporte. En estos años he aprendido que es algo que se puede llevar fácilmente si lo asumes con un modo de vida elegido. Somos personas que disfrutamos con los cambios y no sentimos especialmente la necesidad de sentir que pertenecemos a un lugar.
Y al contrario, pueden surgir dificultades cuando se tienen hijos. He sido testigo muchas veces de la presión que ejercen los familiares de los niños y las críticas a sus padres por hacer creer que educar a un niño en estas condiciones es criarlo sin arraigo, como si se tratara de un pecado mortal.
Apostar por una vida nómada es apostar por un proyecto de vida lleno de incertidumbre y de autoconocimiento que me ha hecho crecer como persona hasta límites insospechados
Y si tuviera que resumir en una frase todo lo que he aprendido en esta experiencia que no acaba es que apostar por una vida nómada es apostar por un proyecto de vida lleno de incertidumbre y de autoconocimiento que me ha hecho crecer como persona hasta límites insospechados.
Como ves el éxito está en tener los pies en la tierra, aplicar sentido común y la actitud positiva de querer aprovechar el mundo de posibilidades que este cambio te ofrece.
Y no te hablo desde la teoría, te lo cuento por experiencia. Se trata de buscar el equilibrio en nuestras vidas porque al final no son los lugares, sino lo que vivimos en ellos lo que nos deja huella.
Palabra de Expat.
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