
Hoy cumplo tres meses en tierra hostil.
Durante este tiempo he pasado por toda suerte de etapas: optimismo, tristeza, euforia, esperanza, desesperación, morriña… He recorrido los barrios auténticos de la antigua Doha y los de la moderna downtown buscando un hogar, incluso me he paseado por la noche fiestera de Doha y he de decir que no es tan glamorosa, bien porque:
a) tengo el listón demasiado alto si comparo este secarral con el verano mallorquín,
b) me hago mayor y ya se me ha pasado la edad de salir.
Aunque me declaro una persona altamente optimista, ahora mismo estoy en la fase de tolerancia cero. Para ser honesta diré que estoy en la fase de odio, todo me molesta: el tráfico, la mala educación, el acento de los indios, la humedad, la hora de los rezos… Y en particular tengo un cacao mental con el Islam.
Hace un par de semanas escribí un blog sobre un tema que me viene rondando hace tiempo por la cabeza: escribí acerca de la religión. Últimamente mi sentimiento exacerbado en contra de algunas apologías, tradiciones e imposiciones me están llevando por un camino que, aunque sé que es cíclico, resulta totalmente insano mentalmente hablando.
Sin embargo hace que me plantee muchas cosas. Y eso no puedo ser malo. Lo siento si ofendo a alguien. Cuando deje de tener inquietudes entonces me preocuparé.
Cuando deje de tener inquietudes entonces me preocuparé
Nada más leer las primeras líneas del post «Religión versus Ciencia» mi marido, muy educadamente, me comentó que era devastador, que él no lo publicaría. Jamás, de los jamasesen un país como este. Las redes son públicas e incendiarias, y yo no querría morir lapidada. A pesar de lo orgullosa que me sentía, dejé pasar unos días para reflexionar. Sin duda era lo mejor que había escrito, en mi opinión, pues me había obligado a reflexionar mucho acerca del tema y había llegado a conclusiones que satisfacían mi curiosidad.

Llegué a la conclusión de que las religiones viven ancladas en el pasado, son estáticas, eternas, y lo que realmente mueve el mundo hacia adelante es la ciencia. La religión vive enquistada y no evoluciona, mientras que la ciencia se cuestiona cosas, tiene inquietudes, es progreso.
Mi círculo vicioso ético y moral iba in crescendo, y, consecuentemente, también mi malestar general con esta ciudad. Sin embargo, en las últimas 24 horas he tenido dos conversaciones que me han despertado de mi letargo emocional.
La primera, anoche en compañía de unos amigos. Un par de cervezas y un plato de jamón ibérico (todo como si fuera de estraperlo, claro, pero que no lo es). Y con este panorama encima de la mesa mi predisposición al open mind es buena. Mary, con una sencillez aplastante me abre los ojos ante lo que no quiero ver.
No es una cuestión de religión, sino de las personas como individuos. La educación, o la falta de ella, está presente en nosotros independientemente de nuestra religión, lo que ocurre aquí, ¿acaso no sucede en cualquier otro país?, ¿no pasan las mismas cosas en nuestro lugar de origen?

Es un hecho generalizado que el Islam no se entiende especialmente bien en Occidente. Pero ese es otro tema del cual no hablaré, de momento, porque es un capítulo aparte.
Catar en particular vive muy volcado en su religión. Ellas visten envueltas en sus elegantes abayas, rigurosamente de negro de arriba abajo, y ellos con sus pijamas blancos también llamados thobes.
¿Costumbre o religión? En mi opinión, el uso de las abayas y de los thobes en Catar tiene una connotación más allá de la puramente religiosa y cultural, opino que es una connotación clasista.
El uso de la abaya ¿costumbre o religión?
Los catarís sólo representan un 15% de la población, es decir, que si este pequeño país tiene poco más de dos millones de habitantes, sólo 250.000 son autóctonos, son una minoría. Y aunque ellos son los que poseen la riqueza de los petrodólares, son tan poquitos que tienen que hacerse notar. Y lo hacen con esmero: sus caras vestimentas bajo las abayas, sus relojes, sus bolsos y zapatos de suela roja y sus Land Cruiser v8 blancos son más que un símbolo de fervor religioso, son símbolos de poder. Marcan la diferencia.

Lo que todavía no sé qué representa es la falta de educación, no dar los buenos días en un ascensor y vivir pegados a un iPhone último modelo para hacer ver que están muy ocupados y evitar cruzar su mirada con alguien de clase inferior.
Pero como me insiste Mary, eso pasa en cualquier sitio. Y es cierto, hay muchos occidentales que tampoco me saludan en el ascensor de mi hotel. La mala educación es generalizada independientemente de que lleven o no pijama.
La mala educación es generalizada independientemente de que lleven o no pijama
Aunque volviendo al jamón y a la cerveza que nos han ofrecido Mary y su marido José Antonio, ¿es ilegal? No Señor, puedes comprar alcohol, jamón e incluso Quelitas (la galleta mallorquina del siglo XXI con manteca de cerdo en su receta) si tienes la suerte de que tu empresa te haya proporcionado una licencia que te autoriza a comprar en la única licorería existente del país (donde Cristo perdió la sandalia) pero con todo lo que puedas necesitar para montar una buena juerga. Eso sí, sólo puede ir a comprar el titular de dicha licencia y es para su uso personal. Vaya, que no es para compartir.
Un apunte más, sólo por curiosidad, pensemos en quién es el propietario de la licorería, mmmmm….

Así que sigo juzgándolos sólo por lo que observo, y espero equivocarme.
Me escandalizo cuando observo a las mujeres locales con su prole y a la filipina de turno, siguiendo a una distancia prudencial, al cuidado de sus hijos cuyos nombres no recuerdan porque apenas los miran. Y viendo las caras tristes de las filipinas pienso que ellas han dejado desatendidos muy lejos de aquí a sus propios hijos.
¿Pero eso acaso no ocurre también en España? Cuántas mujeres, mayoritariamente del Este de Europa o de América Latina no llegan buscando un trabajo mejor (cuidar a nuestros hijos o a limpiar escaleras sin contrato laboral) para poder mandar a casa (a sus hijos) una parte de su sueldo.
Y así muchas cosas más que no tolero, pero que en cierto modo no difieren tanto de otras sociedades:
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la obesidad va en aumento,
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la conducción es terrible,
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en los cines hablan, atienden sus móviles y comen sin parar,
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tiran la porquería al suelo porque saben que habrá un indio detrás para recogerlo,
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te tragas los cinco rezos diarios,
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a medido día la ciudad se para rezar, con lo que la mayoría de las tiendas, los bancos y oficinas permanecen cerradas de 12 a 16h.

Los viernes son el día de rezo, así que hasta las 13h como pronto está todo cerrado, centros comerciales, restaurantes, museos… por eso todos los hoteles organizan un brunch para que los expatriados estén entretenidos y gasten su dinero. Son lugares para comer, beber y, sobretodo, para ser visto. Los brunch son lo más.
Y cuando llego a casa me doy cuenta que he estado confundiendo religión con educación, de manera inconsciente, pero condicionada por mi subconsciente.

He estado confundiendo religión con educación, de manera inconsciente, pero condicionada por mi subconsciente
Lo más inteligente es adaptarse al medio, así que es hora de empezar a separar lo que representa Catar como país musulmán de la propia sociedad catarí que aún no tengo el gusto de conocer.
Y como me considero empírica, no hablaré de lo que no conozco. Continuará…
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