
Hay cosas a las que nunca me voy a acostumbrar, y es a recibir tanta generosidad. Quizás me cueste apreciar las cosas buenas que me rodean porque no es precisamente lo más habitual en este mundo del que a veces apetece bajarse, como diría Mafalda. Pero lo cierto es que nuestro casero, Anthony, es una de estas personas tremendamente generosas que tengo la suerte de tener a mi alrededor. De hecho, las dos primeras semanas estuve en un sin vivir pensando que su amabilidad tenía intenciones perversas. Soñaba con un posible parentesco con el psicópata Hannibal Lecter, y mi miedo fue en aumento cuando encontré una pala en nuestro jardín. No podía concebir un trato tan cordial, pero como él mismo me sigue recordando, somos sus huéspedes y nosotros le estamos pagando un buen dinero a cambio de hacernos sentir como en casa. Mi incredulidad proceda quizás de mis últimas experiencias como inquilina que no han sido, ni de lejos, tan acogedoras.


También me sorprendí ayer cuando, al salir de la piscina, mi marido me cuenta la conversación que ha mantenido con nuestro compañero de largos en el vestuario masculino. Hablando de una entrevista de trabajo que va a tener hoy, este señor kiwi que lo ha visto dos veces en su vida -y en paños menores-, le dice que si no consigue el trabajo hará algunas llamadas a sus contactos. Me quedo atónita. Pero mi asombro va en aumento cuando mi marido me dice que es lo normal, que aquí la gente es así de amable. Insisto, no quiero acostumbrarme a lo bueno, quiero seguir apreciando cada gesto de generosidad.

Hablando de entrevistas de trabajo, no es una leyenda urbana que te pregunten por tu vida personal. No sólo insisten en por qué has elegido Nueva Zelanda como destino, sino que preguntan por tu pareja y por sus inquietudes, por tus aficiones y si tienes intenciones de quedarte a vivir en este país o, como hacen muchos -especialmente los chinos- vienes sólo a coger experiencia uno o dos años y después te irás. Al parecer, los empresarios temen al tipo de gente que sólo está de paso, como si para ellos la fidelidad en este mundo global y tan competitivo fuera objeto de deseo. Y yo que pensaba que lo que estaba de moda era saltar de un lado a otro.

La verdad es que sí, se respira buen rollo, no ves a la gente andando estresada por la calle, ni al volante. Nadie te hace largas para que le dejes pasar, ni te inoportuna con pitidos molestos, ni te adelantan haciéndote un interior. No te sientes inseguro en tu utilitario y no te amedrentas ante un todoterreno. Todo parece ir a un ritmo pausado, todos llegan a la hora, o no, pero sin prisas. Cuando te presentas por primera vez en esta época del año tan lluviosa, la gente se disculpa por el mal tiempo, como si realmente hubieran querido desearnos una bienvenida más cálida. También sorprende la capacidad que tienen para sonreír, y es que aquí es gratis, y no hay nada como una sonrisa para seguir el día de buen humor. No hay cajero de supermercado que no te atienda sonriente preguntándote qué tal te ha ido el día. Pero aún mejor, como te crees que te lo preguntan porque de verdad les importa, les haces la misma pregunta ¡y te contestan! Sé que lo hacen con todos los clientes, pero qué poco cuesta ser amable y con qué sonrisa sales por la puerta. ¿Estrategia de marketing o educación?
Es fácil idealizar los lugares cuando los visitas por primera vez. Pero en mi caso soy repetidora en este país. Cierto que la primera fue como turista, y que sólo llevo un mes aquí en calidad de inmigrante pero yo reivindico todos los días afrontar los contratiempos con optimismo y en este país es fácil, porque hay un montón de imputs positivos, como cuando vas a tomar un café y te encuentras un autobús reconvertido en biblioteca, o una biblioteca con salas para los más jóvenes.


O salir del centro comercial y de repente encontrarte dando un paseo en una playa kilométrica digna de cualquier película de Hollywood. Playa desierta, algunos vecinos paseando a sus perros que corren como locos por la arena sin collar y devolviendo la pelota a su dueño. Alguna que otra pareja de enamorados y como siempre, algún que otro jubilado dando solitarios pero saludables paseos por la arena. Casas de madera a cual más bonita y más grande, todas perfectamente diseñadas, perfectamente cuidadas, pintadas y decoradas. Una se pregunta si en un país que vive básicamente de su ganadería se puede permitir el lujo de tener tantas y tan bonitas casas en la playa. Por no hablar de los barcos. No en vano es el país que más barcos por habitante tiene, y no hablo de barcos que sólo salen a navegar una vez al año.


Una de las señales inequívocas de que te has adaptado a tu nuevo destino y de que lo sientes como tu verdadero hogar, es que no necesitas tomar Kellogg’s para empezar bien el día y que te has apuntado a un gimnasio. Sólo que los kiwis locales (los comestibles) sustituyen a los cereales cumpliendo su función de manera rápida y efectiva, y me he apuntado a una piscina municipal que por la misma cuota da acceso libre a todas las instalaciones: gimnasio, sauna, jacuzzi. Aquí a un centro deportivo se le llama «centro de ocio», aunque es un centro pequeño, sencillo y sin pretensiones.

De momento, ante la falta de obligaciones laborales, nadamos por las mañanas con el grupo de las mamás y de los retirados. Las sorpresas se acumulan. La primera es empezar a nadar equivocadamente por el lado derecho del carril y recibir una sonora pero educada y sonriente advertencia a pesar de los carteles informativos de la entrada. La segunda, descubrir que la piscina no mide ni 25 ni 50 metros, sino 33,3 metros de largo, algo inaudito y que no tiene explicación según el entrenador, por lo que hacer series de 100 meros supone nadar 3 largos y así sucesivamente -se acumulan las dificultades de orientación. La tercera, pensar que será un grupo de entrenamiento tranquilo y suave. Nada más lejos de la realidad, pues dos sexagenarios, hombre y mujer, lideran el entrenamiento de principio a fin dejándome con calambres en los hombros al acabar la sesión. Les pregunto si han sido nadadores olímpicos, pero no, sólo han competido con la selección kiwi, como si eso me tuviera que satisfacer un poco más. No llego a la tercera sesión semanal, el esfuerzo me ha pasado factura y me ha dejado lesionada así que debo contentarme con hacer ejercicio en el gimnasio, una sala contigua a la piscina cubierta, separada sólo por un cristal y con vistas al lago. La sala es realmente pequeña pero tiene las mejores cintas para correr que haya visto jamás. Pero lo mejor viene cuando veo que dos señoras chinas haciendo algún tipo de ejercicio -por decirlo de alguna manera- al aire libre. Pregunto si puedo sacar la esterilla para hacer mis ejercicios, y entonces me parece estar en el limbo. Un perro esperando a su dueña echándose una siesta y las chinas con sus extraños movimientos, y ahí estoy yo, trabajando mis abdominales mientras me pienso si meterme o no en el jacuzzi con vistas al lago Takapuna que se esconde debajo del árbol. Dudo que vuelva a meterme en la piscina.

La gente se sorprende cuando decimos que vivimos en Devonport. En un almuerzo post-natación, nos cuenta la sexagenaria campeona de Nueva Zelanda que nuestro vecindario tiene fama de ser uno de los más bonitos y tranquilos de North Shore (y quizás también de Auckland), pero que en Devonport sólo vive la gente mayor retirada -es decir, los jubilados- y la gente joven que trabaja en la City a golpe de ferry (15 minutos de travesía y te olvidas de aparcar el coche). Es cierto que Devonport es un poco ratonera para ir en coche hasta la ciudad; tal y como nos confirman, el tráfico es horrible en hora punta, puedes tardar hasta 20 minutos para llegar al puente que nos separa del centro. Me río pensando que tienen una mentalidad bien parecida a la mallorquina, para ellos 20 minutos de atasco también es un mundo.

Una de las parejas más mayores nos confiesa que Devonport es muy aburrido, demasiado tranquilo, donde nunca pasa nada. Pero yo les cuento que tiene un cine fabuloso, un antiguo teatro al que fuimos el lunes, The Vic (The Victoria Cinema Cafe and Theatre). Lo cierto es que fue un agradable descubrimiento. Un antiguo teatro construido en 1912, recuperado y reformado por la comunidad y considerado como edificio histórico. La gracia fue comprobar la variedad de películas, pero diferentes todos los días. En una tarde lluviosa que nos apeteció salir de casa, decidimos ir dando un paseo hasta The Vic. Esa tarde echaban Ricky and the Flash, de la incombustible Meryl Streep. Mientras compramos las entradas, sale la única espectadora de la sesión anterior contándonos la película. Tengo que advertirle que vamos a entrar a verla y que por favor no nos cuente el final. Me alegro al ver que venden palomitas, aunque por lo frías que están me temo que llevan ahí desde el día anterior. Tengo una sed tremenda y pido una Ginger Beer. Me apuro para tomármela antes de entrar en la sala, y cuál es mi sorpresa cuando veo a una señora entrar con una copa de vino blanco en la sala. Es genial. Y más fantástico es descubrir una sala pequeña cuya pantalla está cubierta por un telón de teatro de los de toda al vida. Me encanta.

Así que sí, es fácil idealizar los lugares que visitas, pero resulta que aquí llueve casi todos los días, no puedes planear cuándo hacer una excursión o una barbacoa al aire libre, Devonport es un barrio tremendamente tranquilo. Mi marido y yo hemos venido con lo puesto (más la Thermomix), con un deadline para tomar otra decisión importante si no llega pronto un puesto de trabajo. Pero aún así, me siento afortunada. Me emociono a cada instante, tengo unas vistas estupendas y un casero que nos mima. Vine sin expectativas y nada puede defraudarme. Y por si fuera poco, acabo de cumplir mis 40 años en las antípodas ¿se puede ser más afortunada? Como dice la canción, if you start me up, I’ll never stop!
Bon día, bona tarda o bona nit…allà on siguis, m’agrada llegir el teu blog cada dijous. M’anima a apreciar com fas tu i a redescobrir la ciutat, encara que jo no estic a les antipodes 😛 M’imagino el paradis amb piscina i kiwis!!
Sempre m’han portat sort els dies de pluja, aixin’s que et desitjo molta sort a tu també i……FELICITATS, FELICIDADES, HAPPY BIRTHDAY, TANTI AUGURI,…no arribo a dir-t’ho en 40 idiomes pero almenys aquests 4 que et serveixin per donar-te’n una forta abraçada. Ens anem sentint. Baci,
Alicia Sánchez
Quina il·lusió Alica, tante grazie bella!
Però mira que ets maca, no se t’escapa ni una 😉
No cal estar a les antípodes per apreciar el que tenim al nostre voltant, recordes el que ens deia la profe de Geografia Humana? el que sol passar és que apreciam més les coses que no tenim a l’abast, i deixam de banda les que tenim al nostre voltant, pot ser perquè sembla més exòtic quan més lluny, no?
Per cert, crec que aquest semestre donarà per molts posts, farem treballs antropològics al camp, t’animes? 😉
Un bacio!!!!!
Laura.
efectivamente, no se puede ser más afortunada: permanentemente de holidays!!!
Lucky girl! 😉
Nina,trob que és una pasada pareix que estas a un altre mon,no deixi de esser com ets
Una aferrada 😉
Marita, és que ho sembla que estic a un altre món! Sembla mentida, però és tal i com ho cont. I xerres amb altres espanyols que viuen aquí, i l’únic que critiquen dels kiwis és que són cap quadrats, imagina’t!!!!
Una aferrada grossa per tu, guapa!
Laura&Gabi.
Guuuuaaaauuuu, ¡es impresionante todo lo que cuentas (y enseñas)! ¡Aquello debe ser un paraíso! Me gusta todo, todo, todo. Aunque yo, que también soy nadadora, llevaría regular eso de una piscina con unas medidas tan raras… Pero el cine, con la copita de vino, ¡me parece una maravilla!
Me has dejado alucinada con las playas, las de aquí son preciosas también, pero para una mujer no es seguro pasear sola…
Sigue disfrutando de esa fantástica experiencia, no dejes de ser positiva, ¡y sigue compartiendo TODO en tu blog! Estoy segura de que muy pronto encontraréis trabajo: «el que la sigue, ¡la consigue!»
Besos desde el sur del sur.
P.D: Aquí en todos los cines te venden palomitas frías, ¡empiezo a pensar que las palomitas calientes sólo las hay en España!
Si tenía dudas respecto a Nueva Zelanda como paraíso, se han disipado. Estoy recibiendo feedback positivo de este post de gente que lleva viviendo aquí unos años, y todos reconocen que es tal y como lo vivo y cuento, así que ¡¡¡¡no nos hemos equivocado de destino!!!!
Anda, id ahorrando que merece una visita 😉
Lo de las playas es asombroso, estamos realmente rodeados de playas vírgenes y desiertas, vayas donde vayas, sólo que el agua está realmente fría. Y respecto a la seguridad, no comment.
Ya sabes que aquí una nunca se rinde, irás bien sí o sí, no worries 😉
Un beso.
Laura.
PD. lo de las palomitas ya los sospechaba yo, habrá que inventar algo para recalentarlas!
Por cierto, esta semana están visitando el colegio de mis hijas el director y varios trabajadores de un colegio de Nueva Zelanda, concretamente el Endeavour School de Hamilton (está en el suburbio de Flagstaff). Cuando me he enterado, ¡me he acordado de ti!
Besos desde el sur del sur
¿Y qué harán por ahí?
Anyway… Business is business!
Besines.