
En cierto modo mi vida se ha convertido en un “Gran Hermano” donde todo se ve y todo se sabe, donde todo el mundo tiene acceso a mis hábitos, mis horarios, hasta al color de mi barra de labios cada mañana aunque juegue al despiste con los nuevos colores de temporada.
En mi corta experiencia, apenas tres meses viviendo en República Dominicana, empiezo a entender algunas cosas, como su sentido del humor. Por mucho que me digan que Bávaro no representa el país, yo sigo considerándome afortunada al vivir rodeada de la clase trabajadora que vive, como yo, dentro del mismo complejo. Al fin y al cabo, no es tan fácil para mí conocer dominicanos fuera de esta ámbito, así que aprovecho la convivencia para seguir recopilando datos y anécdotas. Soy consciente de que la única manera de conocer la cultura local cuando llegas a un lugar nuevo es convivir con ellos. Y es lo que, a mi modo, hago en mi nuevo hogar, donde mi casa es como el camarote de los hermanos Marx, siempre lleno de gente que entra y sale.

Afortunadamente, de entre toda la gente local que tengo por vecina, puedo presumir de poder disfrutar de entretenidas charlas acompañadas de rico café dominicano para ir conociéndonos mejor. Tanta risa les da a ellos las extrañas costumbres españolas como a mí las suyas. Un clásico son los besos, les digo que son unos tacaños por dar sólo uno mientras me quedo esperando con mi otra mejilla el retorno. Porque si una cosa es cierta es que se ríen con todo. Como cuando les cuento que los franceses no dan dos sino tres, o que los italianos dan dos pero en sentido inverso sólo para confundir.
Poco a poco voy incorporando a mi diccionario nuevas palabras justo cuando ya me había acostumbrado a la variante mexicana. Así, he aprendido que el vigilante dominicano es el guachimán y procuro no decirle guapa a ninguna chica, pues aquí significa enojada. Sin duda, como dice la desternillante canción, qué difícil es hablar español (video).
Y así se suceden las confusiones y las risas en este país. Me ha pasado justo esta mañana cuando viene a visitarme Yoselin y tiene la mala fortuna de encontrar en mi puerta el cartel de “No molestar”. Al terminar la sesión que estaba teniendo con un cliente la llamo a su oficina y nada más decir mi nombre empieza a reír a carcajada limpia. He aprendido a esperar y no preguntar de qué o de quién se ríe, pues inmediatamente me explica que vino a visitarme y encontró un cartel en la puerta que decía “no me jodas”. Por supuesto no entiendo nada de lo que me está diciendo, de modo que disimulo y le digo que puede pasar por casa cuando quiera. Mientras espero su visita me voy corriendo a la puerta, fuera el caso que el cartel esté equivocado o alguien me lo haya cambiado para gastarme una broma. Tal vez algún vecino gracioso, acostumbrado a ver el cartel en mi puerta haya decidido dar el cambiazo. Pero nada de eso, ahí está bien claro “por favor, no molesten”.
Es entonces cuando llega Yoselin y se sienta directamente en la mesa de la cocina donde nos tomamos un café. Tras los saludos de rigor le pregunto por el tema en cuestión, a lo que me responde que los españoles siempre utilizamos la expresión “anda, no me jodas” y que entendió que debía volver más tarde, pues no le pareció razonable joderme si estaba ocupada. Entonces la que no puede parar de reír soy yo. Más tarde mi marido me explica que no sólo eso, sino que la mayoría de los dominicanos no entienden que alguien solicite expresamente no ser molestado. Lo dice por experiencia, la puerta de su despacho se abre y se cierra sin ningún tipo de orden ni concierto, nadie parece comprender que es de mala educación irrumpir sin avisar, interrumpir una conversación o nadie sabe lo que es eso de esperar su turno; además, la máxima es cuantos más seamos más reiremos.
A mí me pasa a menudo cuando voy, por ejemplo, a dejar mi coche en el taller. Ya he aprendido que nada de dejar el coche y salir corriendo, ni mucho menos esperar a que el mecánico acabe lo que esté haciendo. Irrumpes como si no hubiera nadie más importante que tú, y como te encuentras con el jardinero pues echas un rato con él, entonces aparece alguien de mantenimiento quien se une a la conversación, se nos ocurre tomarnos un café y nos trasladamos a la oficina de Wilma quien siempre tiene la taza preparada. Y así pasan las horas en este país, entrando unos y saliendo otros en una nueva función. Sociables, buenos anfitriones, divertidos y alegres, no me extraña que muchos acaben echando raíces aquí o que este país sea considerado uno de los mejores del Caribe para trabajar. No creo que sea por salario ni por la eficiencia, pero sí en calidad de ambiente laboral.
De entre las muchas conversaciones surrealistas, la última ha sido una de las inspiradoras.
No consigo recordar cómo pero hemos acabado hablando sobre este “Gran Hermano” en el que nos encontramos y de la importancia de llevarnos todos muy bien, les digo bromeando. Es entonces cuando Julissa me explica cómo al principio muchos españoles que llegan sienten amenazada su privacidad. Es un rasgo cultural preguntar a alguien “cómo está” esperando -más que una respuesta automática- un informe detallado de cómo te encuentras. Si alguien te pregunta cómo has pasado el fin de semana esperan que saques las cien fotos del móvil. Si alguien llega tarde se le pregunta qué ha pasado, si no ven a un compañero durante el día se le llama o se va a su casa para saber si está bien. De hecho, uno de los jefes se ha quedado solo porque su mujer está de vacaciones en España. Su secretaria se preocupa por él si un día llega tarde porque piensa que al estar solo le puede haber pasado algo y lo llama sin dudar aunque sólo se haya retrasado un minuto. Así funcionan las cosas -me cuentan- la gente no pregunta por chismorrear, sino porque de verdad se preocupan. Que entren en mi casa Julissa y Siara, se acomoden en mi sofá y me hagan mil preguntas sobre mi último viaje no es cotilleo –“bueno, sólo un poco”- de verdad les interesa, igual que me siguen preguntando cómo llevo la adaptación en su país, de verdad se preocupan por mí, me aclaran, aunque “sí –dice Siara- soy chismosa ciento por ciento”.
Cuando por fin dejan hueco para que hable –y ellas aprovechan para respirar-, les digo que no podría encontrarme mejor, su hospitalidad no tiene precio y admiro su carácter. Les confieso que tengo mucho que aprender de ellas. Julissa es trabajadora, tiene esposo y tres hijos, sale de su casa a las ocho de la mañana y regresa a las siete de la tarde, aún así nunca la he oído quejarse, llega siempre puntual y bien arreglada, con su ligero maquillaje, siempre impecable. Y aunque me explica que es ella la que se encarga de las comidas y tareas de los niños cuando regresa del trabajo, nunca ha salido de ella queja alguna. Su compañera me revela que es gracias a Dios, el Señor es quien –una vez más- les indica el camino a seguir y les da fuerza para continuar. Creo que, llegados a este punto, saben que me provocan, por lo que yo decido seguir el juego.
A raíz de mi reciente viaje a Nueva York sale el tema de un amigo homosexual que estuvo recientemente en la Gran Manzana. Empiezan a aclararme que ellas, vaya por delante dicen, no tienen nada en contra de él por su orientación sexual, a lo que les pregunto por qué iban a tener algún problema. Me miran ojipláticas y cantan al unísono “porque Dios no lo quiere”, y por qué Dios tendría algo en contra de un homosexual, les pregunto, “porque Dios hizo a un hombre y a una mujer, si hubiera querido dos hombres los hubiera hecho, obviamente”. Pero he aquí la belleza de estas gentes, que aún yendo en contra de sus creencias, aceptan y toleran los renglones torcidos de Dios. Algo de lo que muchas sociedades deberían tomar nota.

Para reafirmar su tolerancia hacia el mundo homosexual me cuentan que su amigo es fabuloso porque con sólo entrar en una tienda sabe qué vestido regalar a una amiga, mientras que «a un hombre de verdad no se le puede encargar nada«.
Aunque hablando de estilismos, hay algo a lo que aún no me acostumbro, como ir a la peluquería y que me pidan si quiero que me hagan unas “anchoas”, una técnica para ondularme el pelo me explican ante mi cara de asombro. O ver cómo muchas señoras se van del salón con los rulos puestos para al día siguiente lucir mejor. Pero lo más de lo más es averiguar las extrañas redecillas con las que se envuelven la cabeza muchas mujeres, el famoso tubi, la técnica dominicana para alisar el cabello. Por mucho que la famosa Rihanna se presentara recientemente en los American Music Adwards luciendo el peinado tubi, una no deja de sorprenderse. Pero muchas son las que prefieren lucir una cabellera lacia y sedosa y no dudan acudir a su puesto de trabajo con la protección del tubi, porque sin duda son ellas las que eligen dónde y cuándo lucir su cuidada melena. Me pregunto si tener el aire acondicionado de la oficina a diez grados bajo cero no será para congelar el alisado.
Y la guinda la pone hoy Evan, el guachimán de casa, con quien entablo una amena conversación. Tras un tiempo observándome me pregunta si tengo hijos. Mi experiencia me dice que me relaje y me disponga a pasar un buen rato debatiendo. Ante mi negativa su cara de sorpresa es mayúscula, afirmando que aún estoy a tiempo para tenerlos en un futuro. “no es nooooo” me apetece decirle, entonces le pregunto por las ventajas de tener un hijo. Enumera el amor incondicional, la necesidad de perpetuar la especie, pero más importante, para que no me sienta sola en casa esperando a mi marido. No veo oportuno explicarle que no me aburro en absoluto, ni mucho menos estoy en casa esperando a que regrese mi marido, así que le digo que en ese caso adoptaré un perro para que me haga compañía. Tras varios minutos de divertido debate argumentando y contra argumentando siento que Evan me mira como el torero a punto de darme la estocada final: «aquí se tienen hijos para mantener a nuestros mayores». Entonces es cuando me pregunta quién me cuidará a mí, si mi perro me dará de comer. Ante mi más absoluta despreocupación sobre el tema, me pregunta de qué vive mi mamá: «de la pensión que cobra del Estado», le contesto. Parece quedarse sin palabras. Incrédulo me pregunta si mi madre dispone de una paga para toda la vida. Aún a sabiendas que pronto se acabará la hucha de las pensiones, le explico que en España hay una edad de jubilación, y que al margen de los ahorros que uno pueda tener, el sistema está diseñado para que uno pueda retirarse y disfrutar de una vejez digna. No es que no existan las pensiones en Dominicana, pero son tan miserables que no es posible vivir pensando en la paga gubernamental. Por supuesto tampoco entro en el debate de lo que se considera digno en España.
Conclusión, tener o no tener hijos no es una cuestión de realización personal ni de sentimiento de perpetuar la especie, es una cuestión de supervivencia, pero también de cómo el sistema condiciona el concepto de familia. Sin duda Evan y yo nos despedimos sabiendo que ni mis explicaciones ni las suyas no han servido de nada, pues tanto él como yo sentimos que ninguno de los dos tiene los mismos valores.
Por más anécdotas que pueda escribir, éste es un curioso país lleno de contrastes, realmente único. Como reza el título del post, Duck soup, nada con lo que no se pueda lidiar. O como dice el jardinero, «somos una vela en el desierto, expuestos a su brisa, en cualquier momento puede apagarse«. Ahora entiendo por qué les gustan tanto las bachatas.
De verdad no hay mejor manera de definir al dominicano, y en mi caso el entrar y salí de mi casa sobre todo es a la hora de la comida, porque según ellos, la española cocina diferente y muy rico,jajajaja o que el café cono lo cuelo yo no lo cuela nadie, es acostumbrarse, la intimidad en el país no existe, porque en mi casa hasta a la hora de hacer un «chin» como aqui se dice, más de una vez me han interrumpido y se lo dices y te dicen que no es momento jajajajaja, yo llevo cinco años viviendo con ellos, en un barrio pobre y casada con un chico dominicano y te digo que aún tienes mucho que ver.
Ahh y al final te acostumbras al solo beso y cuando vas a Barcelona de vacaciones no veas lo mal que lo pasas jajaja
Gracias Mar, la verdad es que sé que estoy en un nivel muy superficial de inmersión cultural, especialmente teniendo en cuenta la cantidad de parejas mixtas que hay aquí en RD. Sin embargo, para mí (casada con un español) mi situación es ideal para conocer dominicanos, tanto fuera como dentro de su trabajo. De otro modo me sería muy difícil estar en contacto con ellos.
Sé que mi perspectiva es parcial, pero al haber tantos dominicanos -y de todo el país aquí en Bávaro- interacciono mucho con ellos y ellos me cuentan sus vidas.
Lo de la intimidad lo voy manejando con el «no me jodas», jajajajajajaja, y ellos también ya me van conociendo, una no siempre está dispuesta para la charla interminable, pero diez minutos con ellos me da para un blog, como puedes ver.
También me dicen que la comida española es buenísima, y que el café que yo tomo es el café «puro», me encantan sus expresiones y su espontaneidad, su agilidad mental y su sentido del humor. Lo único es que, a su lado, debo resultar más seca que la mojama, jajajajajajajaja!!!!
Y ciertamente, cada vez que vuelves a casa de vacaciones te sorprendes con la cantidad de costumbres que has ido adoptando sin darte cuenta, es genial 😉
Besines y gracias por compartir.
Suena todo como una comedia! Eso es por el buen humor con el qué te tomas la vida. Me encanta leerte. Sigue disfrutando de la vida Laurita. Un beso bella! Xx
Flora, y la de anécdotas que me quedan por contar, esto es un no acabar. Este país tiene mucha guasa a la par que muchas miserias, pero jamás había vivido una experiencia así. La manera de encarar la vida y las dificultades, es un paradigma nuevo para mí de lo que hay mucho por aprender.
Keep going, sure!!!!!!
¡Besines guapa!
Genial post Cosmic! Me ha encantado!! Btw, trabajas como personal coach???? Muaksss!!!
Rachel, muchas gracias, me alegra que te haya gustado 😉
Pues sí, por fin he empezado como Personal Coach, espero pronto poder darte más info y darle forma al proyecto. Como verás, una vez al mes habrá un post dedicado al Coaching, para ir calentando motores. Pero sí, ya he empezado, así que ya sabes 😉
Cosmic kisses my dear!!!!
xx
Dominicana, ya estas en ello, me alegro, se ve que disfrutas y sabes gozar, como dicen ellos,como verás son gentes encantadoras y aunque alguno de nosotros haya tenido malas experiencias con ellos, tambien hay que valorar las situaciones de ellos y ponernos en su lugar, quizá nosotros actuaramos de peor forma que ellos, cuando llegué al país los veía como niños grandes y me trasladaban a los años 50 de España, que por mi edad los viví; compartir todo, preocuparse por el vecino, hablar sentados en la calle tomando el fresquito, eso siguen conservandolo y que por Dios no lo pierdan; les hace más humanos.
Sigue buceando en las vidas dominicanas son una lección de vida y subsistencia, hay situaciones en cuanto a como pagan sus cosas con los sueldos tan bajos que tienen que aun sigo sin encontrar la solución, son [email protected] grandes economistas.
Ellos sí aplican el Carpe Diem, como guía en sus vidas.
Saludos desde la capital.
¡Qué alegría verte por aquí, Jesús!
Como una nunca sabe cuánto tiempo va a estar en cada lugar, intento aprovechar cada minuto y cada momento. He de confesar que la más chismosa de todas soy yo, entro en sus vidas sin que se den cuenta (o quizás se dejen), y aprendo con ellas. Es lo que me ofrecen y yo lo aprovecho, no creo que pudiera haber otra manera de acercarme más a los dominicanos (puesto que ya estoy casada, tú ya me entiendes).
No me cabe duda que no vale la pena comparar, sólo entender que malas experiencias o mala gente hay en todo el mundo, no es una cuestión de nacionalidad, sino de vivencias. Me atraen más, como sabes, los rasgos culturales que definen la población dominicana, tan peculiar (a mi modo de ver). Se trata de apreciar valores que quizás ya se han perdido (atento a un próximo post), de cómo afrontar el presente y las adversidades, cómo resolver el día a día. Un misterio, efectivamente. Si tú no lo has descubierto, ¿qué esperas que encuentre yo? 😉
Es todo un lujo poder contagiarse de todo ello ¡y de tus aportaciones también!
Saludos desde Bávaro.
Lauri!!! Leer este post ha sido divertido y muy cultural.
Tomo nota del vocabulario nuevo.
Tengo que decir que mientras te leía recordaba la famosa frase del anuncio:
«…me estas estresando…»
me imagino que sales de casa para hacer cualquier gestión para la que tienes media horita, no solo corres el riesgo de toparte y saludarte con el jardinero o alguna conocida sino que sabes de antemano que te va a parar, darte conversación de no menos de veinte minutos y que además, seguro que te pregunta por tu vida privada… ffff…
Creo que en tu situación trataría de aprenderme los horarios, por lo menos del jardinero, para decirdir a que hora salgo de casa…
Cualquiera diría Condessita que la que está observando a través del ojo de Gran Hermano eres tú, no podría haberlo explicado mejor.
El problema es que el «todo incluido» es literal, las 24 horas hay gente, vayas donde vayas, no hay escapatoria posible, jajajajajajaja!
Por cierto, besos caribeños dobles 😉