
“No sé cómo lo haces para llevar la vida que llevas, a ver si nos cuentas cuál es el secreto”, me preguntaba Carmen, otra expatriada desde París. Poco después hablaba con mi amiga Marta «cómo llevas esto de empezar de nuevo en otro lugar, otra cultura». Nada mejor que preguntas directas para pararse a pensar y hacer un poco de introspección.
Es curioso cómo a veces nos dejamos llevar por el día a día y perdemos la perspectiva de las cosas. Nos centramos tanto en nuestro propio mundo que dejamos de ver lo que ocurre en nuestro entorno. Por ello, estas dos peguntas formuladas en el mismo día han causado tal impacto en mi caótica rutina que he decidido pararme para levantar la vista y mirar a mi alrededor.
Sin duda este último año ha sido vertiginoso, con varias mudanzas y recorriendo cuatro continentes. Sin embargo, cuando leo acerca de la vida que llevo me pregunto precisamente qué tipo de vida es la que tengo -o proyecto- cuando lo que siento ahora mismo es un caos absoluto. Apenas llevo un mes en mi nuevo destino y son muchas las cosas que me sorprenden, me asombran o me indignan. Conocer una cultura nueva siempre es apasionante, y más aún cuando son tan diferentes entre sí. Cuando Marta, mi amiga del alma, me pregunta esta mañana cómo llevo la adaptación de un país a otro, le digo que nada es de color de rosa, que los comienzos siempre son difíciles. Pero es que parte de la aventura de mi vida es retarme constantemente a pesar de la frustración de ciertos momentos, especialmente después de idealizar la ordenada Nueva Zelanda comparada con la anarquía de Catar y teniendo ahora mi primera experiencia en el Caribe donde todo va a otro ritmo.
Adaptarse a un nuevo entorno significa comprender que nadie es mejor que nadie, que las comparaciones –aunque inevitables- son odiosas, y que muchas de las cosas que nos cuesta entender necesitan perspectiva. Porque lo que para mí es normal, para otros es extraño, y viceversa. En este preciso momento paso por la crisis de no encontrar casa mientras los días pasan como una tormenta que no te deja ver la luz. Esos nubarrones negros parecen anunciar el fin del mundo, pero hablar es sano y me devuelve a la realidad, cada uno en su guerra particular, con sus problemas y sus vidas. Al fin y al cabo, me digo, no puedo dejar que las cuestiones logísticas me impidan disfrutar esta experiencia. Por eso he necesitado un momento de reflexión y he acabado apuntándome a mi primera clase de yoga esta misma mañana. Confieso que me aburre mortalmente, pero creo que me hará bien sentir el “flow”.
Cancún es uno de los destinos turísticos más importantes del mundo, pero como suele pasar, no es lo mismo vivir en un lugar que estar de paso o de vacaciones. Por ello el proceso de adaptación -cuando quieres formar parte de la nueva cultura en un entorno diferente al tuyo- pasa por conocer y aceptar las nuevas pautas de comportamiento.
Mi acento me delata -me dice un taxista esta tarde- tienes la voz de Google Maps: “gire a la izquierda”. Es habitual que te pregunten de qué parte de España eres, pero un día me atreví a decir “soy de Mallorca, ¿lo conoces?” y el bufido que me llevé por parte del camarero (aquí llamado mesonero) era que él era pobre y que jamás podría viajar a Europa: “ustedes son ricos y pueden venir aquí a gastar su dinero”. Es una percepción –generalizada o no- la de que España les roba como afirma Enrique -mi querido “watch man”- hablando de la cantidad de hoteles que hay en Cancún. Sí, me dice, todo el dinero se va para España. Por más que trate de convencerle que el capitalismo y el mundo globalizado en el que vivimos ha acentuado la brecha entre ricos y pobres y que los grandes empresarios no reparten sus riquezas ni aquí ni allí, parece oírme pero no escucharme. Incluso cuando le comento esta mañana que se acabaron los taxis porque pronto tendré mi propio coche me dice “se comprará un Seat, no?”.
Los que más anécdotas me aportan son los taxistas con los que suelo hablar durante las carreras de un lado a otro. Son mi mayor fuente de información, y si no hablan me permiten escuchar los noticieros de la radio para así empezar a relativizar la corrupción que hay España, simples aficionados. Ayer, sin ir más lejos, me río ante la afirmación de un simpático conductor que no sabe cómo llevarme a casa a pesar de haberme aprendido la tediosa dirección “Avenida Las Torres, supermanzana 523, manzana 19, lote 1, casa 43, Residencial Torrecillas”. No hay manera, ni sabe dónde está la supermanzana 523 ni soy capaz de guiarle. Ante mi asombro me responde que los taxistas no tienen por qué saberse las calles de la ciudad, aquí funcionan a base de referencias debido, quizás, al crecimiento caótico de Cancún.
A uno de ellos lo paro in extremis delante de casa porque no distingo si es un vehículo particular o de transporte público. Sin embargo, cuando para veo que lleva a alguien en el asiento delantero. Me habían avisado de la poca conveniencia de subirse a un taxi compartido, así que le digo que no se preocupe, que voy a esperar a otro que esté libre. “No, no, suba, suba”, insiste. Para romper el hielo le pregunto cómo distinguir un taxi de un vehículo particular, puesto que la mayoría no llevan luz en el techo, «muy simple Señora, si se para es que es un taxi». No tengo capacidad de réplica.
En el asiento del copiloto va sentada una mujer y yo tengo mucha prisa. He quedado para pagar la reserva de mi nuevo apartamento, por fin un hogar donde empezar nuestra nueva vida. Me subo en la parte trasera, le doy la dirección “donde el Starbucks”. Le comento que no estoy acostumbrada a los taxis compartidos, que ya sabe, que se recomienda no tomarlos, por aquello de que eres nueva, y tal y tal. De camino a mi cita me da un recital. La copiloto es su mujer, ha ido a recogerla al trabajo para llevarla a casa. Me explica, mientras conduce, que uno no debe prejuzgar ni hacer caso de las cosas que dice la gente, que este tipo de comentarios no hacen más que avivar la mala imagen de la ciudad y provocar más desconfianza. Mientras, yo repaso mentalmente la cantidad de veces que me han recomendado no tomar este tipo de taxis. Continua hablando acerca de la importancia de sentirse seguro y confiado en sí mismo. Como si se tratara de un libro de autoayuda, sigue hablando de que proyectamos lo que sentimos, que si uno se siente seguro de sí mismo sólo le pueden pasar cosas buenas, pero que si uno desconfía es más probable de que le pasen cosas malas. Me despido de él y salgo corriendo hacia el cajero automático para sacar el dinero de la reserva con la ilusión de un niño con zapatos nuevos. Justo cuando estoy tecleando mi número secreto recibo la llamada de mi marido que viene de camino para firmar el contrato: “no hace falta saques nada, la dueña acaba de alquilar la casa a otra persona”. Si proyectamos lo que sentimos, lo que siento en ese momento es salir corriendo en busca del taxista gafe para preguntarle dónde se supone que está mi karma. Cómo es posible que en diez días me cancelen cuatro reservas de cuatro casas sólo porque en esta ciudad parece que la palabra no vale nada. La impotencia y la frustración van de la mano, y lo peor de todo es que te sumergen en una sensación de desamparo total que mina tu estado de ánimo cada día un poquito más.
Quizás me exija demasiado a mí misma, intentando a contrarreloj tener cada cosa en su sitio. Al fin y al cabo sólo me encargo de la logística y, tratando de encontrar el orden lo antes posible, puede que me haya olvidado de que la felicidad está en esta travesía que es la vida y sus avatares. Así que me propongo disfrutar cada momento a pesar de los obstáculos que voy encontrando por el camino, que no son pocos. Porque por esta precisa razón dejé mi acomodada y rutinaria vida atrás en busca de emociones y donde nunca hay dos días iguales.
¿Cuál es el secreto? me preguntaba Carmen: no tener miedo, estar dispuesto a que te pasen cosas y apostar por una vida llena de incertidumbre pero repleta de aventuras.
O en palabras del periodista y químico Xavier Duran, «el azar no favorece a todo el mundo, sino a las mentes preparadas, observadoras y dispuestas a descubrir por qué pasan las cosas».
Yo sin embargo, después de vivir en no sé ni cuantas casas y países estos últimos años, me pregunto como la gente puede siempre vivir en el mismo lugar, viendo siempre las mismas caras y levantándose cada mañana para hacer algo qué odian. Mis amigos siempre me dicen qué soy valiente y tal…. Para mi ser valiente es estar viviendo en casa de tus padres hasta los 40 o vivir de un paro porqué por mucho qué te esfuerces no hay manera de encontrar un trabajo… O no tener como pagar un par de zapatos nuevos para tus niños, porque o comes o le vistes. … Yo no podría… No sin al menos tener un plan B o por lo menos un sueño!
Con los años, cuando la gente me pregunta qué quieres de España? O necesitas qué te lleve algo? La verdad es que me lo tengo qué repensar! Solo necesito un poco de alegría y las ganas de vivir experiencias y los problemas de cada día ( vale…. y conexión a internet para darle a la lengua con mi madre durante cuatro horas por lo menos! Por eso de quitarte la morriña…. ) así qué fuerza Laurita! Que de eso te sobra y lo demás ya viene después… Or tomorrow or after tomorrow como dicen por estos lares 🙂
Flora, a veces pienso que escribo en tu nombre, ¡lo subscribo todo!
Yo entiendo a quienes les aterra la incertidumbre y para quienes la felicidad está en la estabilidad. Lo respeto pero, obviamente, no lo comparto. Afortunadamente no somos todos iguales, debe ser necesario que unos se queden toda la vida en el mismo lugar para mantener este equilibrio cósmico 😉
Yo de España sólo quiero que me traigan unas buenas anchoas y un poquito de jamón del bueno, por lo demás, me conformo con que mis amigos se animen a visitarnos porque me hace mucha ilusión mostrarles todo lo que veo. Nada me haría más ilusión que compartir un restaurante, una playa, un atardecer y una cerveza bien fría. No pido nada más.
Justo estos días acabo de mudarme (por fin encontré apartamento) pero sin Internet, y eso sí que duele… ahora toca perder un par de días en conseguir línea (¿lo conseguiré?). Para que te hagas una idea, todo funciona más o menos como en Catar, no veo la diferencia, jajajajajajajajaja!!!
Benditas redes sociales que nos permiten seguir en contacto y compartir las penas, por lo demás, ¡a seguir disfrutando!
Besines,
Laura.
Hola Laura,
Pues sobre el transporte publico en Mexico no puedo opinar, no lo conozco, nunca lo he usado, ni taxi, ni autobús, menos metro. Pero como sugerencia no uses los taxis compartidos… que bueno que ya tendrás carro.
Me extraña que te extrane la informalidad de las personas o agencias de renta de casas (a personas extranjeras), si en Espana están igual o peor y ademas son super racistas, cuando yo vivía allá, la primera vez que quise rentar, lo primero que me preguntaron al oir por teléfono mi acento fue, de donde eres? yo les dije de Mexico, ah, me dice la chica encargada, entonces si puedes venir a ver el piso (afortunadamente los estudiantes mexicanos en España tienen buena fama, por que la mayoría va con unas super becas, como fue mi caso) pero si hubiera sido de Sur America no me hubieran rentado tan fácilmente como les paso a unos compañeros de Perú y Chile.
Como dices no hay mejor opción que vivir el día a día, enfrentando lo que te vaya poniendo la vida y disfrutando y aprendiendo, ya sean buenas o malas experiencias… ahi sacas a flote tu valentía, que aunque las costumbres sean completamente diferente, tu sales adelante y te adaptas, las sigues o te acostumbras a ellas pero no dejas que esas diferencias te entristezcan o arruinen el día, vivir sin miedo es lo que hace fuerte o mejor dicho vivir con medio (por que solo los tontos no tienen miedo) pero enfrentando lo que venga.
En serio que Cancun es otro Mexico, por algo esta a mas de 2000 km de Sinaloa, es la primera vez que oigo que le dicen mesoneros a los meseros…
Me da la impression que por ahora solo has tenido contacto con la clase obrera de Mexico, mejor dicho de Cancun, y no se puede generalizar, en todos los ámbitos hay gente buena como mala, educada como inculta, etc. pero las actitudes de esas personas es muy diferente a la del resto de la población, esa dizque sumisión, ya con el tiempo te darás cuenta que no es así.. que no son para nada sumisos, sino no te pones aguzada cuando contrates a una chacha (la chica de la limpieza), vas a terminar haciendo y/o comiendo lo que la «felicidad (chacha)» del hogar disponga.
Hasta yo estoy aprendiendo palabras, costumbres de Mexico contigo… Un abrazo… y relax todo pasa por una razón, a la mejor esas casa que habías escogido, no eran las adecuadas para ti… jijiji..
Hola Izel, efectivamente sólo he tenido contacto con la gente que trabaja en servicios pues ya sabes, soy la encargada de la logística familiar. El clasismo al que hago referencia lo percibo más bien entre ellos (no precisamente hacia/contra mí por ser española, aunque ese sería otro tema a tratar más adelante). Quizás me equivoque, pero en Cancún los servicios pertenecen a los mayas de la península de Yucatán, y de ahí para arriba parece que manejan los negocios mexicanos de otras regiones o extranjeros. Especialmente estoy conociendo a muchos procedentes de DF. Y es entre ellos donde veo cosas, lucha de clases, pero como siempre, es mi percepción, lo que veo y lo que escucho. Las fronteras geográficas poco o nada tienen que ver con las fronteras identitarias, y ahí hay todo un campo que explorar.
Cuando digo que soy de Mallorca siempre puntualizo que poco tiene que ver con la idea que se tiene de España, país variado y multicultural de norte a sur. México, aún más grande y poblado, presenta -seguro- aún más variedad cultural, por ello siempre me refiero a mis experiencias en Cancún. Además, como le pasa a Mallorca, la influencia del turismo hace que probablemente la zona sea una «rara avis» respecto al resto del país, con características muy diferentes. Espero tener pronto tiempo para visitar más y más lugares, ¡no sé por dónde empezar!
Mi mente cuadriculada para ciertas cosas hace que pierda la paciencia demasiado rápido, pero estoy trabajando en ello, porque lo que debo hacer es disfrutar es de esta experiencia como si fuera un trabajo de campo antropológico. Si fuéramos todos iguales sería tremendamente aburrido. No sé si es que me he olvidado de cómo se hacen las cosas en España o que nunca pasé por estos trámites allí. Igual he llegado mal acostumbrada de Nueva Zelanda, donde la palabra lo es todo y a nadie se le ocurre incumplir un acuerdo. Pero como dices, es un aprendizaje diario y sólo por ello ya me considero tremendamente afortunada 😉
¿Escribí mesonero? me colé, quise decir mesero, ¡¡¡menos mal que estás atenta a todo!!!
Un abrazo y a seguir disfrutando.
Muchas gracias por compartir.
Hola Laura,
La verdad que la respuesta a mi pregunta no podía ser más simple, y sin embargo al mismo tiempo qué difícil me parece llegar a ese punto de perder el miedo.
Estamos desde pequeñitos condicionados por tantas cosas que solemos seguir el camino marcado, sin darnos cuenta de no es necesariamente lo que nos conviene. Y ese miedo del que hablas nos mantiene tranquilamente «a salvo» en la zona de confort, pero ¡ay! nos aleja de nosotros mismos y de la auténtica felicidad.
PD: Me he reido mucho con lo del Karma XD
Carmen, ya ves, me inspiraste para reflexionar un rato, te lo dije 😉
Si es que la teoría la sabemos todos, lo difícil es pasar a la acción. Por eso me gustó tanto la frase ¿qué harías si no tuvieras miedo?
Creo que el miedo nunca llega a perderse, de hecho es lo que proporciona emoción a nuestras acciones, el sentir hormigueo en el estómago o sudores fríos cuando te enfrentas a situaciones nuevas. Pero esa montaña rusa de emociones es lo que me impulsa a seguir descubriendo el mundo. Sin miedo todo sería tremendamente aburrido.
Das en el clavo, estamos predispuestos a seguir el camino marcado, pero cada vez somos más los que nos levantamos y decimos «no, esto no me da la felicidad». Nos pasa a nivel laboral cuando nuestro trabajo no nos gusta, o cuando estamos con una pareja que ya no nos aporta nada pero seguimos por no estar solos. A partir de ahí sólo hay dos opciones, seguir cómodamente tristes en nuestro día a día o salir a la aventura.
No hay recetas, cada uno es libre de seguir sus instintos 😉
PD: el día del karma salió mi instinto más primitivo y animal. Afortunadamente ya encontré mi hogar, todo era cuestión de tiempo 😉