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LAURA SARGANTANA

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Ser mujer no se nace, se hace

2 noviembre, 2017 por Sargantana Leave a Comment

Siempre quise ser un chico, ya de pequeña así me comportaba y me vestía. El motivo, los niños se divertían, molaba más. Mi hermano, 14 meses menor que yo, era el vivo ejemplo hasta hoy de lo que significaba haber nacido con un sexo diferente. Fui consciente desde la infancia que había nacido, como mínimo, con las mismas cualidades y aún así era un ser inferior. Lo vi reflejado en muchas familias de mi generación y en la separación niños y niñas en la escuela hasta los 15 años, cuando ir a un instituto mixto me abrió los ojos a un mundo nuevo.

Pronto fui consciente el poder del sexo femenino para conseguir ventaja sobre los hombres, pero muy pronto también descubrí que utilizar mi sexualidad no me hacía mejor persona ni era la solución. Mucho más tardé en darme cuenta que la diferencia de género la había alimentado más que cualquier otra persona adquiriendo comportamientos masculinos.
Entonces cometí otro error: tacones cuanto más altos mejor, faldas y vestidos de lo más femenino y maquillaje a tope para reivindicar no sólo la diferencia entre hombre y mujer, sino que elevándome a más de 180cm de altura me sentía superior a cualquier hombre en un mundo, obviamente, masculino.

La mujer es una máquina de sufrir, Picasso.

Enésima equivocación de juventud: pensar que ser feminista era como ser machista, creerme superior a los demás. Aún así, y a pesar de haber conseguido el reconocimiento y respeto en el ámbito laboral -donde jamás se me pagó peor por mi “condición” de mujer- lo cierto es que tuve que esforzarme el triple para demostrar mi profesionalidad detrás de mi apariencia física. Es como participar en una maratón y, por ser mujer, tener que correr 5 kilómetros más para llegar a la meta.
Porque si no eres guapa o atractiva te desprecian, y si lo eres captas la atención de todos y se sientan a esperar a que demuestres tu valía -siendo optimista- o que la cagues directamente.
Porque en una sociedad de dominación masculina, se infravalora de antemano todo lo que hace la mujer. Tanto si trabajas en un ambiente masculino como si trabajas con mujeres estás expuesta al comportamiento estereotipado que se espera como tal, y las críticas de otras mujeres son aún más dolorosas.
Ante semejantes escenarios ¿qué hacer?

Los desnudos eran la muerte a la espera de la belleza, Picasso

Porque nacer mujer, aún hoy, significa la subordinación al género masculino desde la cuna. Se nos etiqueta por la atribución de nuestros genitales sin que nadie nos pregunte cómo nos sentimos. Sólo pocos países como Alemania permiten a los padres registrar a sus recién nacidos con el tercer género, género neutro o tercer sexo.
En cambio, en Francia se ha denegado recientemente a un ciudadano de 65 años el género neutro porque, dicen los franceses, que no se puede prescindir del marco de referencia legal hombre/mujer. Parece ser que acabar con este marco de referencia supondría entrar en el caos social y jurídico.
Por eso son tan peligrosas las revoluciones, ya sean los movimientos feministas, las revoluciones sexuales o el activismo LGTB: ponen en peligro la supremacía del macho y el orden social, económico y político que el mundo aún no está dispuesto a sacrificar.

Los comportamientos y modelos de libertad sexual que exportan mujeres icónicas como Madonna o Miley Cyrus (a quienes separan 34 años de edad) ¿qué suponen para las mujeres? ¿liberación o condena? ¿alimentan los estereotipos o nos despojan de ellos? ¿es otra demostración de cosificación de la mujer? Quizás esta exposición pública de la sexualidad lo que en realidad hace es empoderarlas y defender a la mujer como sujeto y no como objeto sexual.
En cualquier caso, son ellas las que deciden tomar las riendas de lo que significa ser mujer en un mundo misógino, de abuso e intimidación, en palabras de Madonna en su fantástico discurso de 2016 cuando fue galardonada como mujer del año por Billboard (video).

Defender a la mujer como sujeto y no como objeto sexual.

Mujer de éxito incontestable, cuenta que cuando escribía canciones no pensaba en el género, sino en ser artista. Su musa fue David Bowie, encarnación del espíritu femenino y masculino.

Pensó que no había reglas, pero se equivocó: no había reglas para los chicos, pero sí para las chicas, poniendo en evidencia su propia vulnerabilidad al ser violada nada más llegar a Nueva York. Se dio cuenta de que el simple hecho de haber nacido mujer le privaba de la libertad de los hombres. Pone un claro ejemplo, fue acusada desde todos los frentes mientras Prince triunfaba provocando tanto como ella.

Y peor, fue acusada por muchas mujeres. Incluso por grupos feministas por exhibir su sexualidad en público, porque -parece ser- para ser feminista tienes que negar tu sexualidad (y tener poco o nulo sentido del humor).

Madonna&Prince
Madonna&Prince

Ahí va otra vez mi duda:

Que la mujer tome las riendas de su sexualidad y lo haga público ¿es igualdad, es masculinización, es abonar estereotipos, una condena o una liberación?

Creo haber llegado a mi libertad como persona ahora que me siento cómoda vistiendo y haciendo lo que me viene en gana, tanto como cuando cocino como cuando escalo una montaña. Me siento liberada del género institucional y del sexo de libro, que utilizo cuando y como quiero sin pararme a pensar qué papel represento.
Despojada de toda simbología y categorización social, me siento persona, individuo, ser humano a pesar de la masculinización del propio lenguaje.
Y puedo sentirme así porque me quiero, me acepto, porque me siento segura de mí misma y porque me importa un bledo lo que los otros opinen de mí. Sigan con el juicio público y las etiquetas. Dicen más de quienes las ponen que de los etiquetados.

Sigan con el juicio público y las etiquetas. Dicen más de quienes las ponen que de los etiquetados.

La educación, la cultura y las normas sociales con sus categorías y símbolos tradicionales de género me hicieron creer que para demostrar la igualdad de género, las mujeres teníamos que comportarnos como los hombres además de asumir el rol materno. Hasta que descubrí que ser Superwoman era, otra vez, una estafa.

Hemos caído tanto en la trampa de la “superwoman” que nos hemos pasado de vueltas: hay que ser la mejor esposa, madre, profesional, etc. Carmen Posadas.

Ser feminista está mal visto, parece ser que es una amenaza para la mitad de la población y para la mitad de la otra mitad: mujeres que siguen convencidas que debe perpetuarse la visión binaria del mundo de opuestos hombre/mujer. Pero no caen en la cuenta que no habría subordinación universal del género femenino al masculino si no existieran las distinciones de género, tal y como afirma la antropóloga Begonya Enguix.
Simone de Beauvoir
Simone de Beauvoir
Ser mujer no se nace, se llega a serlo, en palabras de Simone de Beauvoir.
Recalca que la identidad debe ser libre, cada individuo debe crearse su propia identidad al margen de sus diferencias fisiológicas al nacer y del género con el cual nos hayan inscrito legalmente para preservar el orden social.
Cuántas veces he sentido el desprecio por no haber tenido hijos, cuántas veces he sentido sobre mis hombros el juicio social, escuchar cuán egoísta soy por no cumplir con mi cometido social reproductor o escuchar la sentencia de que jamás me voy a realizar como mujer por no haber sido madre.
Es una demostración de cómo se ha dividido nuestra existencia en tres segmentos: hombres productores, mujeres reproductoras (no perderse la aterradora serie The Handmaid’s Tale ) y lo más moderno: mujeres reproductoras y también productoras.
The handmaid's tale
The handmaid’s tale

Un mundo mejor nunca significa un mundo mejor para todo el mundo (The Handmaid’s Tale)

Nacemos personas con una diferencia biológica, nada más. No podemos permitir que nadie nos diga a qué género debemos pertenecer ni que nos adjudiquen comportamientos por tener vulva, ni qué tendencia sexual es la que tenemos que practicar.
La diferencia y desigualdad de género sólo existe en un proceso de construcción social que nace en las instituciones como las escuelas, las familias, las religiones, en los grupos de amigos, en el trabajo o en el propio lenguaje que organiza el mundo desde la perspectiva masculina dominante.
Estas instituciones y sus reglas son las que nos han enseñado que las niñas tienen que ir de rosa y los niños de azul. Que los niños de uniforme en las escuelas llevan pantalones y las niñas llevan falda hasta en invierno. Que las niñas promiscuas son unas guarras y los niños unos Don Juanes. Y así un cúmulo de ejemplos que se siguen practicando en pleno siglo XXI.
Y quien se salga de la norma será, inevitablemente, etiquetado de raro.
El fotógrafo Jeong Mee Yoon nos demuestra como es la sociedad la que influye en nosotros desde muy pequeños.
El fotógrafo Jeong Mee Yoon nos demuestra como es la sociedad la que influye en nosotros desde muy pequeños.

La diferencia y desigualdad de género sólo existe en un proceso de construcción social

No solamente esto, sino que los que hemos crecido bajo los estereotipos masculinos de dominio, independencia, fortaleza, autoridad y racionalidad en contraposición a los estereotipos femeninos de sumisión, dependencia, debilidad, miedo, ternura o emocionalidad, nos lo hemos creído y puede que hasta trasmitido. Y no es nada fácil despojarse de lo que se aprendió en la infancia y eso que nací en el año 1975, no en la edad de piedra.
Vivo en un país donde se consume masivamente Viagra porque las mujeres esperan, como han aprendido en las canciones de Malula, que les den toda la noche duro. Ellos crecen con la obligación y responsabilidad de ser viriles las 24h. Vivir esto después de toda una vida luchando internamente por la libertad e igualdad es deprimente. Además, cuanto más pobres y duras son las condiciones de vida, más aumenta la visión machista del mundo y se enfatiza la virilidad como salvación del mundo.
Desde el Mediterráneo hasta tierras caribeñas, pasando por el mundo árabe que he conocido, se mantienen los tres imperativos morales de la virilidad:
  • preñar a la esposa,
  • mantener a los que dependen de uno y
  • proteger a la familia.
Quizás en el fondo de la cuestión debiéramos preguntarnos qué papel tenemos cada uno de nosotros en la sociedad como individuos. Reflexionar sobre qué nos aporta esta manera de clasificar la realidad, de etiquetarnos, de emitir juicios públicos, de entender el género, el sexo y nuestra sexualidad.

Filed Under: Mi vida Tagged With: aprendizaje, crítica, cultura, educación, Libertad, perspectiva, realidad, sociedad, superación, valores

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