
Dicen que la primavera la sangre altera. Y algo de eso, digo yo, será verdad. O será que he pasado mala noche y me pilla cansada hoy el teclado. O que me he enamorado, sí, enamorada estoy de Tal Ben-Shahar. O mejor dicho, de la entrevista de este escritor, profesor y estudioso de la felicidad ¿se puede aprender a ser feliz?
Sin duda, claro que se aprende. Aunque como dice mi Romeo, la ciencia no hace más que demostrar todo aquello que decían nuestras abuelas. Así, sin más.

La felicidad depende, principalmente, de las decisiones que tomamos
Históricamente la felicidad se ha medido en función del éxito, del dinero y de la acumulación de bienes materiales. Hubo una época de mi vida en que yo también lo pensé y me lo creí.
El resultado fue que me sentí completamente perdida y desilusionada porque mis expectativas se habían ido hasta las nubes y más allá. No había felicidad allí, sólo había frustración ¿en qué me había equivocado?
El error está en los dichosos objetivos, que una vez los alcanzas duran lo mismo que un orgasmo ¿y después qué?
La felicidad está en el sentido común
Para Tel Ben-Shahar la felicidad está en el sentido común, así que llevo un tiempo practicando religiosamente algunos trucos para focalizarme en el aquí y ahora. Para disfrutar del camino en lugar de obsesionarme con la meta. Me detengo a observar los resultados y mis progresos en lugar de poner todo mi foco en el futuro.
En primer lugar practico la gratitud. No hay día que no de las gracias por lo que tengo, por quien soy, por tener salud, por tener un marido maravilloso (y nada celoso), por hacer y deshacer lo que quiero, por poder tener mis momentos de yoga en la playa o para, sencillamente leer.
Para ser feliz practico a diario la gratitud
Por supuesto tengo obligaciones, como tenemos todos. Pero incluso en esos momentos en los que voy a hacer la compra, me toca cocinar, lavar los platos y tender la ropa agradezco poder hacerlo mientras escucho mi programa favorito de la radio y por vivir cerca del mar en un lugar donde todo el año luce el sol.
Todo lo que podría sentir como una carga o como una obligación me digo a mí misma que es puro egoísmo. Es decir, que he aprendido a darle la vuelta a la tortilla.
Odio cocinar pero me gusta saber lo que como porque quiero llevar una alimentación sana y equilibrada. Además resulta más económico que comer siempre fuera de casa. Y aunque sea una lata lavar, tender y planchar me evito los berrinches cuando me llega mi ropa encogida de la lavandería.

¿Qué si soy una Happy? Bueno, cada uno puede ponerme la etiqueta que quiera. Yo sólo soy una mujer en un mundo superpoblado que vive lo más felizmente que sabe. Por supuesto que no todos los días son de color de rosa. Incluso a veces discuto con mi marido, el mismo a quien adoro y me hace reír a todas horas.
Pero como dice mi otro chico “el matrimonio, como cualquier otra relación larga, es una máquina de crecimiento. Crecemos a través del conflicto, a través del desacuerdo, a través de un hermoso enemigo”.
Crecemos a través del conflicto y del desacuerdo
Y sí, hay días en los que me pongo triste, especialmente en primavera, cuando de repente me siento sola y me pregunto qué demonios tiene una que hacer para tener amigos en cada nuevo destino. Necesito el contacto físico de la gente, poder mirar a los ojos y sonreír sin necesidad de hablar.
Pero hacer nuevas amistades requiere tiempo, y tiempo es lo que una vida nómada como la mía no acumula. Cuando por fin has conseguido conectar con alguien y sin darte cuenta le estás confesando tus miedos o tu última locura, llega la despedida. Y así una y otra vez.

Y es que yo me permito estar triste de vez en cuando. Porque sentir la pérdida de algo o de alguien me recuerda que estoy viva y no impide que sea feliz. Y me lo reafirma mi nuevo autor favorito: “Sólo hay dos tipos de personas que no sienten emociones dolorosas: los psicópatas y los muertos”. Así que no soy una psicópata y estoy viva.
Las relaciones son lo más importante para una vida feliz
Por eso Tel Ben-Shahar ha llegado esta primavera para recordarme que la felicidad depende de las decisiones que tomamos. Y si echo un vistazo hacia atrás, no veo ningún fracaso. Sólo veo una cadena de acción-reacción que me ha llevado hasta mi presente: feliz, exploradora, curiosa, con más energía que nunca y con ganas de seguir experimentando.
Cada pequeña decisión que tomamos trae consigo un resultado, y pasito a pasito acabamos recorriendo el camino de la vida. Como que hoy decidiera comer por primera vez en el pica-pollo de mi barrio por el que habré pasado un millón de veces desde hace dos años y descubro un lugar auténtico, donde me he sentido como en casa charlando con la dueña, una murciana afincada en el país hace ya 12 años y que me ha servido un delicioso plato de lentejas a pesar del calor. Y además me ha conseguido el contacto de una pollería para que pueda, por fin, comer pollo de verdad.
Una simple pregunta me ha retrotraído a un momento de felicidad: mi infancia
El simple acto de preguntarle dónde conseguía esos pollos tan jugosos me ha retrotraído a mi infancia cuando mi tía, en el pueblo de mi padre, desplumaba las gallinas en el mismo corral mientras yo me escondía tras la puerta huyendo de la invitación de trabajar con ella pero sin poder apartar la vista de tan laboriosa tarea.
Un simple gesto, una charla amena, una sonrisa. A veces no hace falta mucho más para levantarse y sentir que la vida es realmente bonita. Pero ¿qué es lo que nos impide disfrutar de estos momentos?

Como dice mi científico favorito, lo que ocurre es que cada vez más gente deja de estar en el presente. No son conscientes de lo que están haciendo cuando comen con una mano y hablan por el teléfono con la otra. O cuando hablan con sus hijos mientras ven el partido de fútbol por el televisor. O cuando conducimos mientras nos maquillamos en el espejo retrovisor porque llegamos tarde a una cena.
La gente no es capaz de disfrutar de su presente porque, sencillamente, no están. Su yo está en la pantalla del móvil, porque parece ser que la amistad virtual llena más que la carnal.
Cada vez pasamos más horas en la “burbuja digital de la felicidad”
Cada vez pasamos más horas en la “burbuja digital de la felicidad” para estar cada vez más solos y más aislados de la realidad analógica ¿no suena paradójico?
La felicidad se entrena, claro que sí, es una cuestión de práctica. Me gusta que Tal Ben-Shahar ponga el ejemplo de Thomas Edison, quien dijo una vez que para alcanzar el éxito primero tuvo que fracasar.
A mí me gusta recordar que para que la primera bombilla se encendiera tuvo que haber antes diez mil bombillas que no lo hicieron. Cuando alguien le preguntó de donde había sacado la motivación para seguir intentándolo después de diez mil fracasos, Edison dijo que no había fracasado ni una sola vez. Lo que había aprendido eran diez mil motivos por los que la bombilla no se encendía, razón por la cual sabía que cada vez estaba más cerca del éxito.
Y así contemplo mi vida, especialmente cuando llega la primavera. Cada tropiezo es una oportunidad para recordar o aprender lo que no voy a volver a hacer.
La felicidad se entrena, es sólo una cuestión de práctica

Ya lo dice mi amado líder, “no se puede nadar sólo con la teoría, hay que practicar”.
¿Acaso Rafa Nadal no repite cada día durante horas y horas el mismo golpe? “Esculpimos el cerebro a través de rituales. Y si repetimos una acción positiva, lo esculpimos de forma positiva”.
Así es como pienso en mi manzana de mediodía en lugar del bocadillo con chorizo que me comería como la repetición de un gesto que ayudará a esculpir mi figura y a sentirme mejor conmigo misma. O en la repetición de pensamientos positivos para evitar envenenarme con ciertas situaciones y/o personas. Todos los días practico mis rituales para ser un poco más feliz.
El hombre lleva siglos repitiendo rituales para alcanzar la felicidad
Aunque pueda parecer banal, lo cierto es que el hombre lleva siglos repitiendo rituales para alcanzar la felicidad. Utiliza la existencia de Dioses para explicar el funcionamiento del mundo. La religión es la teoría y los rezos el ritual práctico para recordarnos qué debemos hacer y cómo lo debemos hacer para llevar una vida dichosa.
Así que propongo que cada uno lleve su rosario con su mantra, porque sí, la felicidad sí puede entrenarse.

Tal Ben-Shahar es autor y profesor de Psicología Positiva y de La Psicología del Liderazgo en la Universidad de Harvard. Su compromiso es estudiar el campo de la felicidad. Además es emprendedor y cofundador de la Academia de los Estudios de la Felicidad. Doctor en Comportamiento Organizacional y Licenciado en Filosofía y Psicología por la Universidad de Harvard.
Para leer o escuchar la entrevista completa pincha aquí.
Laura! Me ha gustado mucho tu post de esta semana. Hace poco leí la contra de el Mundo (creo) sobre un tío que hablaba de lo que uno necesita para vivir y ser feliz. Te la voy a mandar porque me pareció super interesante! Creo que muchas veces perdemos el fin verdadero de las cosas… hoy estaba intentando dormir a Candela, que tiene ya 3 meses! La tenia en la hamaquita y con un pie la iba meciendo… y ella, que no tenía ningunas ganas de dormirse, sólo me miraba. Yo, en la otra mano, tenía el móvil… y de golpe me di cuenta que estaba dedicando ese tiempo a ver jilipolleces en lugar de disfrutar de las sonrisas de mi hija de 3 meses. Así que deje el móvil, y no te puedo decir las risas que nos hemos pegado las 2! Creo que vuestro último destino os está aportando una visión de la VIDA mucho más verdadera. Ojalá puedas seguir contagiándonos de positivismo. Un beso!
Sofía, qué bueno leerte de nuevo, y enhorabuena por Candela ¡y ya van dos!!!!
Por cierto, si no has leído o escuchado la entrevista a Tal-Ben Shashar, tiene un capítulo final dedicado a los hijos muy interesante.
Como ya intuyes, en poco tiempo he pasado por varios estadios y diferentes contextos culturales. Y sí, este último me está dando una perspectiva de la vida aún más «natural» y «ligera»: poco o nada que hacer salvo vivir en plena naturaleza y con pocos recursos ¡y eso que a mí no me falta nada!
Me encanta el ejemplo que pones de tu hija Candela, porque todos caemos en lo mismo, nos pegamos tanto a la pantalla del móvil que se nos olvida que tenemos a alguien frente a nuestras narices. No creas que no tengo que recordármelo de vez en cuando 🙁
Mándame, por favor, el artículo que comentas.
Un beso y quién sabe si pronto unas vacaciones caribeñas 😉
Laura.
Me quedo con que la felicidad son pequeños momentos del presente casi siempre relacionados con el tiempo o las conversaciones compartidas con otras personas…Algo que se aprende cuando estás muy lejos de tu zona de confort y cualquier nueva amistad es un tesoro que nos hace sentir vivas.
Mmmmmm…. sin duda esos momentos para compartir con otras personas, cuánta razón tienes. Es algo que también he aprendido viviendo fuera, ahora valoro mucho más cualquier encuentro, cualquier conversación, cualquier gesto 😉
Gracias por compartir Bárbara, un abrazo.
Laura.