
Yo tenía 30 años e iba lanzada en mi carrera profesional trabajando en la mayor compañía farmacéutica del mundo cuando mi jefa, mentora y amiga me preguntó “Oye Laura, si no estuvieras trabajando aquí y pudieras elegir ¿a qué te dedicarías?”. Mi mente se quedó completamente en blanco porque ésa era una pregunta que jamás me había planteado. Y me avergoncé. Muchísimo.
Había estudiado Filología por vocación en la universidad de mi ciudad, y salvo algunas traducciones, jamás ejercí como tal. Había empezado a trabajar desde muy joven para costearme los estudios y mi vida laboral acabó en el mundo comercial y en el marketing.
Ocho años después de la premonitoria pregunta, le di un giro inesperado (para algunos) a mi vida. Lo dejé todo: casa, trabajo, familia, amistades y la seguridad de un entorno conocido por la aventura de la reinvención personal y profesional.
Las palabras de Teresa retumbaron en mi cabeza prácticamente todos los días ¿qué quieres ser de mayor?. Pasé los seis peores meses de mi vida en lo referente a lo laboral. Había trabajado durante 20 años sin descanso y me encontraba en una ciudad desconocida, polvorienta y culturalmente muy distinta a la mía, sin saber hacia dónde tirar.

“Puedes elegir qué hacer con tu vida ¿vas a desaprovechar la ocasión?”.
Tener un referente en mi vida fue lo que me impulsó a buscar lo mejor dentro de mí para no decepcionarla a ella ni a mí. Me obligó a no aceptar trabajos para los que estaba sobradamente cualificada y «no aceptar trabajos solo por el hecho de mantenerme ocupada».
Vamos, piensa, qué se te da bien, qué elogia la gente de ti, qué harías aunque no te pagaran. Todos tenemos pasiones, talentos y habilidades naturales. El problema es que la rutina y las obligaciones del día a día te impiden ver lo que tienes delante de tus narices, nunca miras por el retrovisor ni sabes lo que tienes al lado.

Pero si tuvieras la oportunidad o te dieras el gusto de pararte un día y preguntarte ¿qué te hace vibrar? ¿qué sería?
Por supuesto que soñar es gratis y que el trabajo requiere esfuerzo ¿quién dijo que ser talentoso en algo es suficiente? Rafa Nadal puede que sea un portento de la naturaleza, pero sus victorias requieren mucho entrenamiento, mucho sudor y estoy segura que más de una lágrima.
Me vienen a la mente las palabras de Pepa Cobos en este post donde reflexiona sobre si no estaremos viviendo la burbuja del emprendimiento ahora que está tan de moda. Creo que más bien el emprendimiento fue fruto de la crisis económica y que nos ha dado la falsa impresión que cualquiera puede montar su propio negocio, de éxito.
Si eres expatriado como yo, sabrás que es una moda con más motivo: quienes llevamos una vida nómada, soñamos con tener nuestro trabajo deslocalizado o nuestro propio negocio online. Así cada mudanza sólo es eso, una mudanza física.
Emprender es fácil: tienes una idea, algunos conocimientos y un poco dinero ahorrado. Te tiras a la piscina y ya eres emprendedor ¿verdad?

¿Sabes cuántos emprendedores fracasan? No lo sabes porque sólo conocemos los casos que triunfan.
A lo que voy, si te das la oportunidad de reflexionar sobre quién eres, qué haces y quién quieres ser, mi experiencia es positiva, aunque llena de miedos, incertidumbre y angustias.
Probé absolutamente de todo tras seis meses de comerme el coco pensando qué hacer con mi vida mientras buscaba empleo en un país extraño. Pero tomé la segunda decisión vital tras mudarme al extranjero: empecé a estudiar.
Me encontraba sola en un lugar singular y apenas conocía a nadie pero con mucho tiempo libre una vez instalada. Así que me apunté a mil cursos, me matriculé en la universidad a distancia y leí mil blogs sobre reinvención laboral. Se me ocurrieron mil proyectos que iba desechando a medida que los planeaba.

Me creí eso de que todos podemos triunfar porque sí, que sólo era cuestión de echarle horas y algo de suerte.
Como dice Pepa, mucha gente emprende con expectativas irreales. Eso lo he visto yo misma con el coaching, con amigos y con clientes. Vamos de un lado a otro, de un proyecto a otro sin saber lo que queremos o sin estar preparados para ello.
Y esto es porque nos dejamos llevar por las modas y esas frases inspiradoras tipo “si quieres, puedes”. Pero no nos paramos a pensar si nuestros objetivos son realistas, medibles y lo suficientemente retadores para estar dispuestos a dejarnos la piel en ello.
Porque una cosa es querer emprender y otra cosa es que tengamos las habilidades para ello.
Por eso, y te lo cuento por experiencia, si alguna vez te planteas qué quieres ser de mayor, si llegas a los 30, a los 40, a los 50 y piensas “esta no es la vida que quiero para mí”, bájate del tren y toma aire. Siéntate y tómate un café contigo misma, piensa qué quieres y cómo te gustaría sentirte. Qué te hace sentir bien, qué te pone a cien, qué te hace latir fuerte el corazón.
No se trata de que tires todo por la borda sin ton ni son, pero no, como dice Sol en su post “fracasar es quedarse quieto por los siglos de los siglos”. Amén.
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