
¿Quién no ha deseado alguna vez tomarse un año sabático? ¿Quién se ha planteado qué hacer si se toma un año sabático? La mayoría de la gente responderá que se tomarían ese tiempo para viajar sin pensar mucho más allá, acompañado de un “ojalá pudiera hacerlo”.
Tomarse un tiempo para desconectar de la rutina o de las obligaciones del día a día no debe ser una cuestión de tiempo, dinero, miedo o pereza. Debería ser una obligación para reencontrarnos con nosotros mismos -si es que alguna vez hemos tenido el privilegio de conocernos- y dialogar con nuestro otro yo, el que metemos en el fondo del armario porque nunca tenemos tiempo para él.
El gap year que dicen los americanos, la OE (Overseas Experience) de las zonas más australes o nuestro año sabático debiera ser una experiencia obligatoria para:

- tomar perspectiva del mundo en el que vivimos,
- descubrir nuestros límites y nuestros valores,
- poner a prueba nuestra paciencia,
- desarrollar nuestras habilidades,
- practicar la tolerancia y la paciencia,
- desarrollar nuestra creatividad,
- aumentar nuestra autoconfianza,
- descubrir nuestra capacidad de adaptación a nuevos entornos,
- aprender a vivir el presente, el aquí y el ahora
¿Para qué? ¿con qué objetivo? Solamente la idea de viajar ya puede ser suficiente puesto que por sí sola esta aventura nos permite conocer otras culturas, otras gentes e, incluso, otras lenguas. En el peor de los casos, nos permitirá apreciar lo que tenemos y todo aquello que disfrutamos en nuestro día a día sin que no le demos ningún valor hasta que lo perdemos.
Me ha ocurrido varias veces durante estos últimos 4 años haberme encontrado con verdaderos cenizos que, teniendo la oportunidad de vivir en países exóticos llenos de oportunidades, no pasaba ni un solo día sin que no oyera sus quejas. Quiero pensar que tras haber regresado a su nido de confort habrán aprendido algo, por lo menos, a valorar lo que dejaron.
Un año sabático es, en origen, un año de descanso según su etimología hebrea shabbat. Un año sabático permite aprender algo que no enseñan los libros ni las mejores universidades del mundo: experimentar en primera persona situaciones y sensaciones jamás antes vividas. Cosas que no se pueden contar porque hay que vivirlas de primera mano. Recuerdo cómo se me caía la baba con las aventuras de Willy Fog cuando era pequeña. Soñé siempre con darle la vuelta al mundo en 80 días en compañía de Rigodón -de hecho nunca deseé ser Romy– y levantarme cada mañana con un nuevo día por delante siempre diferente al anterior.
Cuando viajas no sólo te instruyes en geografía, historia, religión o ciencias sociales, sino que aprendes a valorar tus orígenes, ver en perspectiva de dónde vienes, a ver el mundo desde otra perspectiva mucho más amplia a la vez que compleja, poliédrica y enriquecedora.
¿Año de diversión o de inversión? Pues por qué no las dos cosas a la vez.
Lo más importante es tomarse ese tiempo con la mente abierta y predispuesta a que te sucedan cosas, preguntarse antes de salir por la puerta ¿para qué lo hago?
El para qué es el principio y fin de todas las cosas, es el motivo que nos impulsa a movernos y del que dependen nuestras expectativas y nuestras frustraciones, saber qué estamos dispuestos a ganar y qué estamos dispuestos a sacrificar por el camino. Qué es lo que esperamos de esta aventura, qué es lo realmente importante.
Tu para qué puede ser:
- para aprender y crecer como persona,
- para ser más tolerante con los demás y entender que ninguna cultura es mejor que otra
- para entender que no existen razas primitivas o salvajes y que lo único que nos diferencia es haber nacido en un lugar geográfico o en otro
- para darse cuenta de que que las necesidades básicas siempre son las mismas vayas donde vayas y que el dinero no da la felicidad, pero sin duda ayuda
- para aprender que cuando sales de tu entorno la escala de valores cambia, y que en realidad necesitas muy poco para vivir.
Más aún, al conocer otros lugares y formas de vida a menudo te encuentras dando las gracias por todo lo que tienes, pues la mayor parte del tiempo descubres que hay mucha gente que no tiene acceso muchas de las cosas que para ti resultan naturales como que abras el grifo y salga agua, que puedas encender el aire acondicionado si tienes calor, que puedas ir al médico si te pones malo o puedas tener una nevera llena de alimentos. Incluso en los países menos desarrollados yo misma me he encontrado dando las gracias por haber nacido en un lugar donde no miden mi valía por mi cuenta corriente.
Busca ese tiempo para dialogar y descubrirte a ti mismo.
No son pocos los que argumentan –a modo de excusa- que uno ya no tiene edad para estas cosas, que es para mochileros veinteañeros acomodados, que ya no estoy para dormir en albergues o no me puedo permitir el lujo de estar un año sin trabajar. Vete a hacer el Camino de Santiago o haz un vivac de fin de semana. No hay excusas que valgan. Es la magia de tomarse un día, una semana o un año sabático. Busca ese tiempo para dialogar y descubrirte a ti mismo.
En Nueva Zelanda, por ejemplo, son receptores y emisores de la Overseas Experience, aunque con un toque diferente. En su caso, casi es una obligación salir de las antípodas una vez finalizados los estudios para conocer mundo debido a su aislamiento geográfico. Hasta hace poco, era de obligado cumplimiento moral ir a Londres a hacerse mayores como si tuvieran que demostrar que son más británicos que los propios británicos (una herencia del imperialismo del siglo XIX que ha perdido fuelle). La mayoría de los kiwis ni se sienten británicos ni les apetece trabajar en un pub para pagarse el año sabático, así que últimamente se decantan por países comoCanadá para concluir que en ningún lugar se vive tan bien como en las tierras del Hobbit.
En Japón son muy famosos los Cosplayers, algo que se ha exportado a todo el mundo, la recreación de un personaje de manga o de anime. Sin embargo, en origen, los cosplayers son jóvenes que antes de entrar en el mundo laboral se permiten la licencia de buscar su propia identidad en una sociedad extremadamente encorsetada. Es un ritual pasear los domingos por la tarde por Harajuku o bien en la isla de Obaida y encontrar la tribu de cosplayers con sus mejores galas. Desde el punto de vista sociológico responde no a una moda -tal y como se ha exportado- sino a la identificación de su personalidad a través de un personaje y un disfraz (costume and play) para autorrealizarse de manera segura y en comunidad (cosplay).
Así pues, la búsqueda de la identidad no se encuentra poniendo distancia geográfica, se halla poniendo perspectiva entre tu yo rutinario -el de los roles o personajes sociales- y tu yo real ¿recuerdas quién eres?
Salir de tu zona de confort no requiere dejarlo todo e irte a recorrer mundo, es aislarte de tu entorno y encontrarte a ti mismo, sea disfrazándote, escapando un día a la montaña, recorriendo el camino de Santiago o dándole la vuelta a la manzana.
Deja una respuesta