
Algunas personas transmiten optimismo, dicen que son optimistas por naturaleza, pero yo creo, además, que el pensamiento positivo se entrena: todo es una cuestión de enfoque.
Más allá de las frases hechas y libros de autoayuda, hay algo que no falla: la reflexión. Todos tenemos alguna creencia limitante fruto de experiencias pasadas. Si desde pequeña has oído -como yo- que cantas fatal, es probable que jamás te arranques a cantar ni en un karaoke ni con algunos gin&tonics de más.
Porque has crecido creyendo que, de verdad, eres un dolor para los oídos ajenos. Pero ¿qué hay de cierto en ello? Y aunque sea cierto ¿qué te impide realmente cantar? ¿todos los que se ponen a cantar lo hacen bien? Otra vez, es una cuestión de enfoque.
Lo que ocurre es tan natural como que hacemos nuestras propias interpretaciones, cada uno se toma de una manera las críticas y somos el resultado de la ecuación. De nosotros depende responder de una manera u otra ante las críticas o las diferentes situaciones de la vida. Lo que nos marca en la edad adulta es cómo interpretamos lo que nos pasa, cómo nos tomamos las cosas y, en consecuencia, los resultados que obtenemos en nuestra vida.

Nuestra manera de mirar condiciona lo que vemos
Cuando tenía sólo 15 años acudí a mi primer y último campeonato de España de atletismo. La inexperiencia y los nervios me jugaron una mala pasada: tres nulos en mi primera competición importante. Nunca lo superé. La vergüenza, la rabia y tantas horas de entrenamiento en vano pudieron conmigo y pocos años después me retiré. Me dije a mí misma que no servía para nada.
Este ejemplo vivido en mis carnes pone de manifiesto lo que ocurre cuando pones el foco en tus inseguridades das por hecho que eres una persona insegura, como si por el hecho de serlo hoy tuvieras que serlo el resto tu vida.
El cambio más importante empieza dentro de ti: cuando cambias lo que piensas, lo que esperas y lo que te dices sobre lo que va a pasar
No sólo puse el foco en lo que había ido mal obviando la fantástica experiencia que viví con sólo 15 años fuera de casa, sino que me juzgué de la peor manera posible: sin piedad. Me dije que no servía para nada cuando en realidad, visto ahora, le podría haber pasado a cualquiera.
El enfoque es vital para no arrastrar juicios de valor que nos pueden marcar para siempre. La consecuencia es que evito la competición por la frustración que me provocó esta primera experiencia.
Afortunadamente, considero que en mi madurez he conseguido traer todos los traumas del pasado para hacerles frente, sentarme con ellos y llegar sino a un acuerdo de paz, sí a una tregua. He aprendido que el foco de atención no puede ponerse exclusivamente en aquello que nos duele o nos molesta. Es mucho más útil enfocar de manera positiva en aquellas cosas que aportan, que nos enseñan, que nos satisfacen,
Justo hoy una amiga que pasa por una mala racha de salud me agradecía haber pensado en ella. “Personas que esperaba se preocuparan de mi, no lo hicieron”, me decía. Intentaba hacerle ver que poner el foco en quienes no pensaron en ella sólo hacía sino ponerla triste. ¿No es mejor poner la atención y agradecimiento en aquellas personas que sí se acordaron de ti?

La felicidad no está al lado de alguien, sino dentro de uno
Para ejercitar el pensamiento positivo prueba a poner en práctica una serie de preguntas cada vez que algo te incomode, cuando alguien te haga sentir mal o cuando seas tú quien te boicotee por algo que no ha salido como esperabas:
¿Qué pruebas hay de ese pensamiento negativo? ¿es cierto al 100%?
¿Es así para todo el mundo?
¿En qué ocasiones ese pensamiento ha resultado ser cierto?
¿He olvidado información relevante o he tenido en cuenta el contexto?
¿Qué me aporta este modo de pensamiento negativo? ¿me ayuda a sentirme mejor o a solucionar mi problema?
¿Merece la pena pensar de otra manera?
¿Hay otra manera de ver o de interpretar las cosas?
¿Qué le diría a otra persona que se encontrara en mi misma situación? (esta nunca falla)
Todo depende de cómo respondas ante lo que te pasa y de cómo juzgas a los demás y a ti misma
Y es que casi todo cambia cuando aprendes a tener un enfoque positivo y a poner tu atención en lo que te es útil. Otro ejemplo, cuando alguien te critica, ¿te pones a la defensiva, lo ignoras o reflexionas sobre si hay algo de cierto en esa crítica?
La verdad es que sólo el 10% de las personas reaccionan de manera positiva preguntándose si podría haber hecho las cosas de otra manera. El resto, asumimos que todo lo hacemos bien y que la crítica responde a la mala baba de los demás.
Y hay aún otra manera de enfocar las críticas. Decía mi amigo y psiquiatra Miguel Lázaro que “es mucho más peligrosa la envida de los amigos que el odio de los enemigos”. Y es que los logros ajenos producen resentimiento y celos como respuesta a su incapacidad para conseguir tus logros o superar los obstáculos. El triunfo de los demás se convierte en resentimiento, por eso hay amigos que a veces son incapaces de alegrarse por tus logros.

Es mejor que actúes para sentirte mejor que esperar a estar mejor para actuar (O.H. Mowrer)
El pensamiento positivo, pues, no se reduce a estas frase hechas que leemos todos los días en un azucarillo o en las redes sociales. Para mí, el enfoque en positivo es un modo de vida, de otro modo no hubiera podido lograr tantas cosas en tan poco tiempo.
Miro hacia atrás, hace sólo 10 años y apenas me reconozco. Trato de reflexionar sobre la frase diaria que aparece en mi navegador todas la mañanas. No me limito a leerla y pasar de largo. Es como tomarme el café de la mañana: la saboreo, la leo y la vuelvo a leer, me pregunto por su significado y qué impacto puede tener en mí en el día de hoy. Como la de esta mañana que me ha inspirado, nada más y nada menos, que a escribir el post de hoy:
El ser humano es el producto de nuestros pensamientos, nos convertimos en lo que pensamos (Ghandi)
Los seres humanos tenemos la facultad de transformanos a nosotros mismos, las carencias que uno tiene se superan ejercitándolas y no se logra de un día para totro, sino a lo largo de un tiempo, es necesaria la perseverancia, un valor que en la sociedad actual está infravalorado debido a los constantes cambios de insustancialidad en la sociedad posmoderna.