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LAURA SARGANTANA

Coach Personal y Profesional, Equipos y Liderazgo

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Parecidos razonables

24 marzo, 2016 / by Sargantana / 4 comentarios

“Cancún es como vivir en Catar pero en modo caribeño”. Es una de las frases que más he repetido últimamente cuando me preguntan “¿Y cómo es Cancún?”.

Me recuerda mucho a mis comienzos en Catar, hace ya más de dos años, aunque el paisaje árido de Medio Oriente nada tiene que ver con la densidad tropical de los manglares de la Rivera Maya. También advierto una estructura social compleja, jerarquizada, machista y clasista en un lugar donde la población autóctona es minoritaria. Es curioso que Doha y Cancún, dos culturas tan diferentes entre sí, puedan tener tanto en común. Deberían hermanarse. 

Uno de los parecidos que más me exasperan son los ritmos. El concepto de tiempo aparentemente no existe, las jornadas laborales parecen nunca acabar y suele ser habitual estar disponible a cualquier hora del día y de la noche por salarios que no se podrían considerar medio dignos. Hasta puedes ir al médico a las nueve de la tarde sin problema, aunque te expones a que tu doctora te dé plantón dos veces seguidas sin que se le haya ocurrido avisarte. También suele ocurrir que no se apunten las citas, así que es probable que llegues sin que nadie esté esperando tu presencia.

Hay mucha vida en los malls, y no es de extrañar, pues hasta en el clima se parecen Catar y la península de Yucatán: sólo hay dos estaciones, verano e infierno. La diferencia, es que estamos en el trópico y se alternan los aires acondicionados a 18 grados con gigantescos ventiladores que mueven el aire y milagrosamente refrescan, amén de las lluvias tropicales que dejan un paisaje verde, verde. No obstante, ya me he equipado con una manta para las tardes de cine.

Verano o infierno.
Verano o infierno.

Tampoco hay aceras para pasear, sin vehículo es imposible salir de casa y agarrar un taxi sigue siendo una calamidad. Cancún es un lugar donde es una utopía intentar razonar y es que las palabras no valen nada porque sólo cuando pones dinero encima de la mesa te empiezan a escuchar. Dos lugares donde la figura de la mujer está en otra dimensión, donde los paradigmas son diferentes, donde uno no sobrevive si no realiza el ejercicio diario de relativizar. Todas las mañanas me propongo observar el entorno desde otra perspectiva, su perspectiva.

Mi nueva camioneta.
Mi nueva camioneta.

Otra curiosa -aunque nada sorprendente- similitud, es la conducción agresiva pero hábil de los cancunenses. Es curioso que aún no haya tenido un solo rasguño a tenor de la conducción temeraria en Cancún como tampoco lo tuve en Doha. Se sustituye el modelo Land Cruiser v8 de color blanco por una camioneta cualquiera siempre que sea americana o japonesa, eso sí, cuanto más grande mejor. Conducir un turismo es un deporte de riesgo en ambas ciudades, así que no he dudado en comprarme una Ford Escape que hoy estreno para desafiar cara a cara a los energúmenos conductores. Por supuesto, se desconoce la existencia de los intermitentes y del significado “ceder el paso”. Sería toda una traición a sus principios y una herida en su orgullo testosterónico. Al contrario, si vas demasiado despacio te pitan y te meten las largas, se cuelan en las intersecciones y nunca conduces al gusto de ningún taxista. Todo resulta excesivamente familiar. La única novedad son los “topes” repartidos por toda la ciudad, los llamados “policías tumbados” o “speed bumps”, como dicen los gringos. Hay quien ha contado hasta 20 topes para llegar a su trabajo, así que una camioneta es lo más acertado en estos casos. Como también para las tormentas tropicales que dejan metro y medio de agua en la calzada porque aquí no se drena nada. Sin embargo, aún no he encontrado a nadie que salte las medianas, uno de mis entretenimientos favoritos en Doha. Punto a favor para para los cataris.

Tope en Cancún
Tope en Cancún

Otra semejanza que exaspera -y que nada tiene que ver con el idioma- es la falta de entendimiento. Los lugares que imitan el estilo de vida occidental hacen que los demás suframos las consecuencias. Es decir, si aplicas precios europeos a tus productos, esperas servicio europeo, igual ocurre con el precio de los alquileres o ciertos restaurantes. Sin embargo, copiar un modelo no significa entenderlo. Así pues, he tardado tres semanas en tener mi nuevo apartamento en condiciones aceptables a pesar del precio de la renta esperando a Pepe Gotera y Otilo durante horas, días, incluso semanas, porque los chapuzas a domicilio nunca tienen horario. Demasiado tarde me he enterado que cuando confirman cita sólo es una posibilidad que vayan a aparecer, mientras que si te dicen que quizás mañana, puedes dar por sentado que no vendrán. En cualquier restaurante es costumbre que tenga que pedir la cuenta una docena de veces a cada uno de los camareros porque se les olvida nada más darse la vuelta o porque tienen la irritante costumbre de atender a tres personas al mismo tiempo sin que resuelvan nada a nadie. En el último restaurante -uno de los mejores de la zona hotelera de Cancún- me soplaron nada más y nada menos que 150 euros por un servicio cansino y mediocre acompañado de un solomillo nada sabroso y por una botella de vino que llegó casi con los postres. Para rematar la comida, una tormenta tropical nos dejó los pies empapados sin que nadie se preocupara de que nuestra mesa se hubiera convertido en la Venecia del Caribe. Todo un sinsentido.

Restaurate de lujo (Quino)
Restaurate de lujo (Quino)

Siempre me pregunto si el problema de este gran país no será una falta de organización. Estoy segura que podrían ser más eficientes e irse antes a casa si se planificaran un poco mejor. En la heladería Häagen-Dazs de la zona hotelera (es decir, donde se alojan los turistas), conté hasta nueve camareros/dependientes para dos clientes. Lo más asombroso es que tuve que hacer cola porque cada uno de ellos tiene una tarea asignada y no pueden (o no quieren) salirse de sus obligaciones. Así que a esperar por una bola de macadamia y cola para pagar, y todo a su debido ritmo. Más gracioso fue hace unas semanas al pedir un helado en el parque de Xcaret. Mi marido -el de los helados- dudó entre dos sabores de chocolate, así que pidió probarlos para decidirse. El astuto dependiente quedó desencajado cuando solicitó probar el sabor chocolate negro, exclamando «chocolate sabe a chocolate, Señor«. Al solicitar probar el segundo, el sostenible camarero lo consideró un abuso, así que pidió que se le retornara la cucharita de plástico que ya había sido utilizada con la sana intención de mezclar las babas del caprichoso cliente en el sabor Ferrero Rocher.

Al final, lo más sano para mí, que sufro de los nervios, es acudir a los restaurantes locales donde sirven comida corrida, menos sano y menos glamuroso, pero mucho más económico y eficiente.

Comida corrida
Comida corrida

La sensación de pérdida de tiempo se ha convertido en una constante. La penúltima anécdota la de ayer. Me armé de valor para ir a correos, pues una caja que me auto envié desde Sydney el pasado mes de Diciembre aún no me ha sido entregada. Según sus datos, está en alguna oficina de Cancún desde el día 17 de febrero. Sin embargo, su sistema informático lleva un mes suspendido y deben tramitar todos los envíos a mano. Después de dos horas de cola, de pie y a pleno sol, consigo que me atienda Rosita. Muy amablemente me explica el lío organizativo que tienen: “ahora a la gente le ha dado por comprarlo todo en China, que si una pinza para depilarse, que si una brochita de maquillaje… y todo ese tipo de cosas, que llegan de una en una, han saturado el sistema”. Me quedo sonriendo por su amable explicación apretando los dientes mientras me pregunto si sabe a qué se dedica en realidad Correos de México. Puede que la equivocada sea yo y que no se ocupen realmente de los envíos y sea simplemente una tapadera del narcotráfico. Quién sabe, ese logo con la paloma mensajera y el eslógan «todo llega«. Para demostrarme lo equivocada que estoy, me entrega un archivo de treinta páginas grapadas y manuscritas por delante y por detrás: «busque si está ahí su caja«. Como me duelen los pies por haber estado tanto tiempo esperando, decido sentarme en la silla de Rosita aprovechando que el aire acondicionado está prendido a sabiendas que la búsqueda va a ser inútil. 

"Busque aquí su caja" (Correos de México)
«Busque si está ahí su caja» (Correos de México)

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Como me aconseja mi compañera de estudios Mayte, “a ver si se te contagia un poco su pachorra, su tranquilidad, su filosofía o lo que sea, no te desesperes”. El problema es que los europeos llevamos un ritmo difícil de seguir y como estamos metidos en nuestra frenética rueda no nos damos cuenta. Sin duda me recuerda al sentimiento que tenía en Catar, intentar razonar con ellos era entrar en un bucle sin salida. Todo es una cuestión de perspectiva, simplemente vivimos en dimensiones paralelas.

Cierto que al llegar a Cancún no tenía ninguna idea concreta de lo que me iba a encontrar, ningún prejuicio, sólo interés, curiosidad y mucha ilusión por empezar de cero y conocer nuevas costumbres. Sin embargo, he de decir que este lugar no me lo está poniendo fácil, pues choca de frente con mi personalidad y mi mente cuadriculada. ¿Qué ocurre cuando a pesar de los intentos por incorporar las nuevas pautas sociales no cuadran con tu manera de entender la vida, tu ética o tus valores?

Objetivamente soy consciente de que debo cambiar mis premisas o de lo contrario me quedaré con la sensación de haber elegido mal mis destinos. Doha y Cancún tienen en común ser dos ciudades demasiado jóvenes, demasiado inexpertas que juegan a ser lo que no son. Mi error ha sido pensar que iba a conocer la cultura árabe o la riqueza de México. En un caso y en otro tengo la impresión de quedarme a medio camino, pues representan las nuevas ciudades del siglo XXI under construction, multiculturales pero no integradas, modernas pero antiguas, que quieren mirar hacia el futuro pero siguen teniendo los dos pies en el pasado.

A veces quizás sólo es una cuestión de fe.
A veces quizás sólo sea una cuestión de fe.

Desde mi humilde opinión, son dos productos de marketing que encajan en su propia existencia, una queriendo convertirse en una ciudad global y otra en un destino turístico de referencia mundial, mientras yo me empeño en ver más allá de esa fachada comercial, que existe y es real. Pero insisto en encontrar algo más cuando puede que el problema es que falte una variable. De nada sirve albergar grandes hoteles, arquitectura vanguardista o redes de transporte y comunicación si no hay implicación social. Cancún, como observé en Doha, es una amalgama de culturas y diferentes nacionalidades que parecen ir cada una por su lado, y donde la población local se aliena abriendo una brecha cada vez mayor entre ellos y los “otros”.

Doha y Cancún, como la cuadratura del círculo. Ambas ofrecen muchas realidades, tantas como estemos dispuestos a experimentar. Pero yo aquí no escribo la realidad, sino la interpretación que hago de la mía. Al fin y al cabo, cada uno cuenta las cosas tal y como las siente. 

Publicado en: Expatriados Etiquetado como: Cancún, Costumbres, cultura, Doha, expatriados, perspectiva, Vivir en México, Vivir en Qatar

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Comentarios

  1. Izel dice

    24 marzo, 2016 a las 05:34

    Hola Laura,
    Con todas tus chocoaventuras en Cancun me has hecho recordar mis primeros meses viviendo en España, sale a flote de como uno no es turista y/o extranjero en su propio país, como uno no se percata de esa realidad Recordé las malas caras de los meseros, la cara de amargura de las dependientas en las tiendas, de como los propios de la ciudad donde vivíamos se indignaban por que nosotros, latinos, vivíamos en Sarria San Gervasi y ellos nop, de como nos dejaban colgados las chicas de las limpiezas que contratábamos, o como nos cobraba de mas el sr que iba a hacer algún apañito al departamento, etc… de la sorpresa para mi del machismo que había en Espana, creía yo que eran mas modernos, por decirlo de alguna manera, pero aun aquí en Doha sigo constatando de donde viene el machismo de los mexicanos, de como los árabes les dejaron muchas de sus costumbres…
    Por lo que cuentas existe una gran similitud entre Cancun y Doha, nunca he vivido en Cancun, aunque es relativo, sobre la ciudad a lo mejor sip, pero sobre los qataris o sobre los mex creo que nop, estas conociendo solo una parte o un sector, así como aquí, por lo que cuentas en tu blog, no te toco convivir el día a día con los qataris..
    Solo una recomendación, el que se enoja pierde, y tu ya empezaste a enojarte, se nota en tus tres últimos blog.
    Serenidad y paciencia, mucha paciencia, quien domina la mente lo domina todo (Kaliman).
    Saludos

    Responder
    • sargantana dice

      24 marzo, 2016 a las 13:22

      Hola Izel, enojada pero con sentido del humor. Es mi espíritu crítico, ya me pasó con Catar, todo son ciclos. Las adversidades, como suele decirse, me hacen más fuerte. Estas experiencias son las que nos marcan en la vida, seguramente más que la paz que viví en Nueva Zelanda, seguro.
      En este blog ya ves que vomito lo que me sienta mal, para generar envidia del lado bueno de las cosas utilizo otras redes sociales, ¡jajajajajaja!
      Pero mira, me acabas de dar una idea, escribir sobre todo aquello que hace de este lugar tan especial. Prometido, porque hay muchas cosas buenas que contar 😉

      Un abrazo,
      Laura.

      Responder
  2. Angela dice

    30 marzo, 2016 a las 16:26

    Hola Laura, ya veo que aún te estas intentando adaptar a las nuevas costumbres de Cancún y los mejicanos, yo solo estuve de vacaciones y me desesperaba la actitud de los camareros en los restaurantes (algunas veces hasta en 6 ocasiones teniamos que pedir una cerveza que nunca llegaba o que de repente llegaban las 6 juntas ya calentorras y sin un ápice de espuma…) y de las gentes cuando les preguntabas algo y no te respondían por este sitio, por aquel otro, sino hay delante….., pero al final le cogimos el truquillo y lo cierto es que me vine con buen sabor de boca, así que ánimo que todo llegará.
    Todas las adaptaciones son malas, acabo de cambiarme de casa y tú de esto sabes mucho y me ha costado muchísimo adaptarme a las nuevas circunstancias y el nuevo piso por diferentes problemas (que en todos los sitios cuecen habas…), pero al final el ser humano se caracteriza por esto por la adaptación al medio aunque este le sea desfavorable.Ahora desde la tranquilidad de nuevo de la mente y del cuerpo pienso si merece la pena tanto desgaste y tantas horas pensando en como acabará todo si al final acaba mas o menos bien, si al fin y al cabo como dice el refrán vivimos 4 y algunos de nosotros ya llevamos 2 y medio. Así que animo y disfruta de lo positivo, que los días perdidos ya no volverán y los momentos tampoco y el tiempo pasa inexorablemente.
    Mil besos desde esta islita que te echa tanto de menos.Siempre nos quedará el Trebol….

    Responder
    • sargantana dice

      31 marzo, 2016 a las 13:16

      Hola Ángela, todos los comienzos son duros, pero es la sazón de la vida, como dicen por aquí. Por supuesto no es lo mismo estar de vacaciones que vivir el día a día, pero te aseguro que tiene su lado bueno también.
      Esta es la vida que he decidido llevar y no la cambio por nada del mundo 😉
      Lo que sí he aprendido es que, efectivamente, no hay que intentar cambiar a los demás nunca, somos nosotros los que debemos adaptarnos al medio, que por algo soy una invitada en este precioso país. Eso sí, espero jamás perder el espíritu crítico porque entonces dejaría de ser yo.

      Cómo echo de menos ver una puesta de sol con una cerveza bien fría en la islita… ¡Gracias guapa!

      Laura.

      Responder

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