
Una de las cosas más maravillosas cuando inicias un nuevo proyecto es la recompensa. Todo empieza con mucho esfuerzo para construir desde cero. Pasas meses o años imaginando cómo será tu proyecto y qué forma tendrá. Después pasas etapas de incertidumbre, miedos, pensamientos negativos en torno a si estás en el buen camino, con obstáculos que superar, imprevistos y dudas, sobretodo muchas dudas sobre si estás haciendo lo correcto. Hasta que llega un día en que de repente lo ves todo claro.
Es como darse un golpe en la cabeza y despertar en un nuevo lugar. Es una sensación que un día llega sin avisar pero que te dice que lo has conseguido, que has alcanzado tu meta.
El ser humano se descubre y conoce a través de la comunicación con los demás

Si tuviera que describir esta sensación físicamente, si pudiera apretar el botón de la Polaroid para hacerme un retrato al instante éste sería una enorme sonrisa y la cara de satisfacción, puede que incluso una lagrimilla se asomara por la emoción, porque soy una sentimental y me emociono con facilidad. Pero la verdad es que cada vez que un cliente acaba un proceso de coaching sé que todo el esfuerzo ha valido la pena.
Cuando me agradecen toda la ayuda que les he prestado, siempre contesto lo mismo: por mucho que eche de comer, si no hay alguien receptivo al otro lado, mi ayuda cae en saco roto. Y además, su felicidad es la mía, porque cuando alguien consigue alcanzar sus objetivos significa que yo he alcanzado el mío. Me siento orgullosa por ellos, por mí y de paso mi vanidad engorda un poco más.
Lógicamente el Coaching no hace que te toque la lotería ni te lleva a la luna, pero te ayuda a saber quién eres y quién quieres ser. El coach sólo te orienta a conseguirlo con las herramientas que cada uno tenga en sus manos. Como me decía hace unas horas Raquel, “has sido como un clic en mi cabeza, me has hecho sacar una decisión maravillosa”.

Lo mejor que puedes hacer por los demás no es enseñarle tus riquezas, sino hacerles ver las suyas, Goethe.
No hay milagros, no hay magia, no hay trucos. Sólo hay motivación por sacar lo mejor de uno mismo, reflexión autocrítica sobre quienes somos, quienes queremos ser o hacer y constancia. Los nuevos hábitos o la toma de consciencia de ciertas decisiones necesitan su tiempo.
En sociología estos procesos se estudian como socialización primaria y secundaria. La primaria corresponde a aquellos hábitos y costumbres que aprendemos durante nuestra infancia inculcada por nuestros padres, entorno y escuela, es decir, aprendemos a través de lo que nos enseñan. Mientras que la socialización secundaria es aquel proceso que se da a partir de la edad adulta en la que tomamos nuestras propias decisiones, sin olvidar el impacto que tiene nuestro entorno sobre nosotros.

Y aún hay más, si llegas a los 40 como yo y te das cuenta de que no haces lo que deseas ni eres la persona que quieres ser, aún tienes la posibilidad de resocializarte y cambiar tu vida.
Me decía Raquel que lo único que le daba miedo era no reunir valor suficiente para dar el paso definitivo ¿quién no tiene miedo de dar la estocada final? Que levante la mano quien haya dado el paso hacia algo nuevo sin mirar antes si hay agua en la piscina.
El miedo es una emoción natural, innata y necesaria que nos previene de los peligros. Sólo los tontos no tienen miedo, pero el mundo está lleno de gente amargada que por miedo prefiere no tomar decisiones ¿en qué equipo estás tú?
Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que hagan cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y lo hace, Mario Benedetti.
Mario Benedetti escribió lo que para mí es la mejor definición que he leído para explicar de qué va esto del Coaching: «me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que hagan cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y lo hace».
El Coach no te empuja a hacer cosas, ni te dice lo que tienes que hacer, ni cuándo ni cómo. Sólo ilumina tu camino para que recuperes el sentido.
Y el proceso de coaching consiste en precisamente esto, explorar todas las opciones para valorar qué deseamos, cómo conseguir nuestras metas, qué nos aportarán, qué nos puede impedir alcanzarlas, qué sentiremos al conseguirlas y qué va a representar para nosotros lograr nuestros objetivos.
Por ello es muy importante explorar si nuestros objetivos son coherentes con nuestros valores, con nuestra forma de ser, si son realistas y qué consecuencias pueden tener para otras personas, ya sea en nuestro entorno laboral, familiar o personal.

Hay procesos más o menos fáciles, todo depende de la voluntad del cliente y de tener un buen guía.
Como suele pasar, la primera vez nunca se olvida, y así es como recuerdo a Susana, la primera persona que consiguió su objetivo: publicar su propio blog. Su problema, decía, es que tenía el síndrome de la página en blanco, sentía un bloqueo constante a la hora de escribir. Recuerdo una cosa que me impactó mucho el primer día que hablé con ella “no sé qué contar, a mí nunca me pasa nada”. Como primer ejercicio acordamos algo muy simple: aprender a mirar a su alrededor. En dos meses no sólo había diseñado ella solita su propia página web y publicado su primer post, sino que confesaba tener muchas ideas, recordaba anécdotas divertidísimas del pasado, nunca más volvió a sentir bloqueo y, al contrario, las palabras le salían solas porque le estaban pasando cosas.
La moraleja de esta primera victoria es que las creencias del tipo “no puedo”, “jamás lo voy a lograr” o “no sirvo para esto” suelen ser fácilmente desmontables (según la habilidad del coach, claro).
A veces es tan simple, y a la vez tan complejo -dependiendo de la predisposición que uno tenga- de preguntarse qué pruebas hay de que ese pensamiento es cierto, si hay alguien que en tu misma situación lo haya conseguido antes, o incluso qué piensan los demás de tu propia creencia.
A veces hay que hacerse preguntas para hallar respuestas. No es magia, es voluntad.
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