
Cada vez que llega el sábado me estrujo la cabeza y acabo haciendo haciendo encaje de bolillos para realizar alguna escapada desde Bávaro ¿qué hacemos este fin de semana? Si buscas, siempre encuentras la manera de hacer turismo alternativo en República Dominicana.
Trabajar y vivir en el mismo lugar es realmente cómodo, pero tras casi año y medio sin mudanza necesito como el respirar descubrir lugares nuevos. Así es como sigo elaborando mi propia guía «All Planet» de lugares alejados de los hoteles todo incluido.
Y otra vez acerté, vaya que sí -y lo digo sin modestia alguna- con la visita al P.N. Los Haitises. Este precioso parque se encuentra a sólo 3 horas en coche desde Bávaro, y se ubica entre las provincias de Samaná, Hato Mayor y Monte Plata.
Ante la ineludible pregunta ¿aún no has ido a Los Haitises? Pues he de decir, una vez más, que estaba muy mal asesorada. Como suele ser frecuente en este país, cuando preguntas a la gente cada uno responde una cosa diferente: que si sólo se puede visitar desde Samaná, que si desde Bávaro no hay carretera para acceder al parque.
Pero ya me conozco la táctica, hay que seguir preguntando hasta que encuentres la respuesta que quieres oír: sí es posible, sí existe carretera, y sí tiene acceso al Parque Nacional, voilà!

Esta es una excursión que no puedo más que recomendar encarecidamente a todos los que nos visitan. Y aún más especialmente a gente que llevando muchos años viviendo en el país aún no lo han visitado. Si no os da pereza conducir, puede realizarse en el mismo día. Aunque yo, como buena mallorquina, me niego a realizar tantos kilómetros en una misma jornada porque es el equivalente a hacer un viaje de los largos.
Otra advertencia para los más novatos: aunque la carretera parezca buena y nueva sobre el mapa -que lo es- hay que tener en cuenta la variable de cómo se conduce en este país. Así que cuatro ojos ven mejor que dos, y a pesar de la belleza del paisaje, mejor estar atentos a los vehículos que no ponen intermitentes, a aquellos descerebrados que no respetan las señales de tráfico y obvian los «ceda al paso», los «stop» y adelantan en línea continua mientras hablan por el móvil o beben a morro de su botella de ron.
Atención también a aquellos que se paran literalmente en medio de la calzada cuando reciben un whatsapp mientras conducen y a los que se paran sin avisar porque les ha pegado un apretón.
A los que van en sus motillos en dirección contraria y a los camiones de octava mano cargados de trabajadores saliendo de la obra, del batey o de familiares que van a misa. Tampoco se tiene uno que escandalizar si ve a los motoristas con una Presidente o un Brugal en la mano mientras conduce o le hablan al móvil. Todo esto, Señores y Señoras, aquí es lo normal.
Aunque de lo que se trata es de llegar al destino sanos y a salvo, ciertamente se debe disfrutar del camino porque ofrece una visión de lo que es este país fuera de los resorts.
Mi propuesta sale redonda. Sábado a media mañana salimos de Bávaro y como coincide con la hora de comer, nos paramos en Uvero Alto para llenar el depósito. Arrasada la playa y los chiringuitos que conocíamos, decidimos comer en Coco Tropical, un restaurante de comida caribeña para los trabajadores de la zona a precio europeo (10$ por persona). Es decir, que no es el clásico picapollo dominicano, pues consta de sala V.I.P con aire acondicionado. Aún así elijo terraza al aire libre para comer deliciosos platos criollos.

Seguimos la ruta dirección Miches, un buen lugar para pararse a comer también, esta vez en verdaderos picapollos y a precios dominicanos. Igualmente es un buena opción para visitar la dominicana auténtica, un pueblo de pescadores ideal para degustar buenos pescados y mariscos.
Otra alternativa es pararse en Montaña Redonda, para quienes aún no hayan subido a disfrutar de sus fantásticas panorámicas, o bien pegarse un baño en Playa Esmeralda, la típica (y auténtica) playa de postal.

Desde Miches, en tan solo 45 minutos se llega a Sabana de la Mar, desde donde salen los ferries hacia Samaná. Muchas son las historias que me han contado sobre los peligros de llegar a Samaná cruzando la bahía, pero lo cierto es que nos informan en el pueblo que hay varias salidas al día si el tiempo lo permite. Al parecer, la leyenda urbana se basa en la pillería de algunos pescadores que se atreven a llevar a los turistas despistados en sus yolas de pesca y con mal tiempo por unos chelitos, y entonces, a veces, pasa lo que pasa.
Leyendas a parte, comprobamos que es posible llegar al parque en tan solo tres horas y media. Los últimos treinta minutos son los que tardamos en llegar a nuestro alojamiento, Paraíso Caño Hondo, pues la carreteras tras los huracanes y las intensas lluvias está algo perjudicada.

Aún así, es posible llegar con luz solar y disfrutar de una siesta en nuestro alojamiento dentro del P.N., un lugar peculiar lleno de pequeños saltos de agua, cuyo propietario es un amable lugareño de Sabana de la Mar que da trabajo a mucha gente del pueblo. Entre ellos, la encargada del hotel y de organizar las excursiones, una chica de lo más profesional que nos explica la implicación en proyectos de limpieza de las playas, conservación de la zona y del medio ambiente.
Nos lo cuenta entre resentida y orgullosa porque, a diferencia de los que se fueron a los Estados Unidos a ganar plata y no volvieron -dice-, aquí el dueño de este lugar lo reinvierte todo en seguir protegiendo el parque. Y efectivamente, cuando le conocemos nos damos cuenta de que es alguien que cree y ama lo que hace.
Tras una buena siesta para no perder las buenas costumbres, cenamos ahí mismo gastronomía local rodeados de turistas dominicanos. Conocemos a un peculiar grupo de universitarios americanos voluntarios en la limpieza de las playas a cambio de algunas clases de español y unas fantásticas vacaciones en el Caribe.
Al día siguiente, tras un descanso reparador y un buen desayuno, visitamos el P.N. Los Haitises. Las opciones son varias: contratar una salida en grupo, alquilar un tour privado o llegar al pueblo de Sabana de la Mar y contratar a algún pescador de turistas.

En nuestro caso, contratamos una visita privada y recomiendo hacerla cuanto antes mejor para no coincidir con las docenas de barcas a ritmo de reggaeton que llegan a media mañana.
Los manglares del parque son realmente espectaculares, y ya llevo vistos unos cuantos. Lo mas característico es la roca cárstica, lo cual me recuerda a Mallorca, aunque aquí mucho más verde por la densa vegetación. Es posible ver cangrejos gigantes con patas rojas, pelícanos, tijeretas, garzas y cotorras, todo ello sin necesidad de prismáticos.
Visitamos dos cuevas taínas con petroglifos y pictografías originales (y muchas falsas) y docenas de murciélagos, de los pocos animales que detesto y que me recuerdan otra casualidad: el escudo de mi ciudad está coronado por un murciélago, casualmente.

Recomiendo contratar a un guía experto porque es interesante conocer la especies endémicas de la zona, así como la historia del ferrocarril que construyeron los ingleses a finales del siglo XIX para transportar la producción agrícola de la zona, lo cual cuesta creer viendo los restos de las vías.
Una ruta de dos horas porque el paso del huracán Irma parece que dejó las playas en mal estado, así que decidimos regresar a Sabana de la Mar y disfrutar de otro festival culinario criollo en el restaurante de playa Caney mis platos favoritos: camarones y pescado al coco con arroz y tostones, nunca falla. Sin duda he encontrado mi paraíso gastronómico.

Para quienes quieran aprovechar al máximo el domingo y de regreso a Bávaro, hacer una parada técnica en playa Macao y ver cómo sigue la fiesta dominical. No deja indiferente a nadie.
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