
Una de las conversaciones típicas entre expatriados españoles es el jamón, lo mucho que se echa de menos a la familia y nuestro lugar de origen. En estas situaciones digo que sí, que en España se vive muy bien, y no dejo escapar la oportunidad para decir que en Mallorca se vive aún mejor. Pero entonces desconecto de los tópicos y me centro en apurar la cerveza que siempre tengo a mano.
A veces me pregunto si soy un bicho raro y a qué viene ese poco apego por los lugares. Más aún, me pregunto de dónde sale ese sentimiento que tienen la mayoría de los seres humanos por pertenecer a un grupo, a un lugar, esa vena patriótica y/o nacionalista. Y de pronto me encuentro con un artículo que habla de la Geografía Humanística y, sorprendentemente, me aclara algunas cosas.

La Geografía Humanística se refiere al estudio de las relaciones humanas en este mundo en el que vivimos, es decir, cómo actuamos a través de la observación de las glorias y de las miserias de nuestra existencia (según la definición del geógrafo chino Yi Fu Tuan). Aunque la teoría poco tiene que ver a priori con los nombres de los ríos y sus afluentes, la Geografía Humanística explica conceptos abstractos como el lugar, el espacio y la distancia. Y digo abstractos porque sus definiciones están más cercanas a la filosofía que a la geografía de toda la vida. Define el lugar como un conjunto de significados, el espacio como el movimiento que se requiere para ir de un lugar a otro, y la distancia como una conexión afectiva.
He de reconocer que llegados a este punto tentada estoy de dejar la lectura para otro día menos espeso. Pero sigo adelante.
Los hombres se distinguen de los animales por su capacidad de pensar, de razonar, de comprender y elaborar la realidad de manera simbólica. Es de este modo que somos capaces de experimentar un sentimiento de pertenencia (o de rechazo) hacia un lugar: a través de los lazos afectivos y de las experiencias vividas. Ahora es cuando la cosa empieza a tener sentido, y lo que conocemos como morriña («tristeza o melancolía, especialmente nostalgia de la tierra natal», según la RAE) no es más que la suma de las experiencias personales que hemos vivido en un determinado lugar, sea el de nacimiento o el de acogida. Los lugares son mucho más que un conjunto de coordenadas, más bien son un conjunto de paisajes que se construyen en sociedad y en la que las emociones juegan un papel fundamental. La realidad no es sólo lo que se ve, tal y como afirma el geográfo Joan Nogué, y hay que aprender a mirar lo que no se ve.
Los lazos afectivos con un lugar dependen exclusivamente de nuestras experiencias personales, laborales y afectivas. Dicho de otro modo, de las cosas que vivimos, que nos suceden y de la capacidad que tengamos para empatizar con el entorno, con la cultura y con la sociedad que nos rodea. Y aquí es cuando empiezo a atar cabos. Y vuelvo a la carga con la sociedad que nos rodea, con la pérdida de valores, con la pérdida acentuada de civismo, con la violencia cada vez más presente en nuestro día a día, y así un sin fin de cosas que es como enumerar la página de sucesos del periódico un día cualquiera. Quizás por ello mi poco interés en regresar a mi tierra natal a corto plazo, porque ya no soy capaz de empatizar con lo que ahora mismo se ha convertido Españistán.
Siguiendo con la corriente geográfico humanística, leo que la función de la misma es la de reflexionar y analizar las virtudes y defectos de la cultura que nos rodea. Tuan explica que ello requiere un esfuerzo personal introspectivo y una crítica reflexiva, una actitud poco o nada popular en la cultura occidental. Claro está que él es chino, y quizás no se ha percatado que la cultura mediterránea es muy de criticar. Pero en una cosa le doy la razón, nos cuesta buscar soluciones.
En este caso intento comprender cómo es la sociedad que me rodea y descubro que después de un año y medio en la que yo he bautizado como «tierra hostil», no he sido capaz de empatizar ni con su gente, ni con su cultura, ni con su religión. Con alguna honrosa excepción, mi experiencia personal vivida es que no me he implicado con este país, no hemos congeniado. Si bien es cierto que volvería a repetir una y mil veces la experiencia, nuestra relación está estancada y nuestros lazos afectivos son prácticamente inexistentes. No compartimos ideales, ni valores, ni actitud ante la vida. Pero ello no quiere decir que haya sido todo culpa suya. Por poner algunos ejemplos cercanos, he conocido mujeres que han emprendido negocios aquí y les han funcionado de maravilla. Y no sólo eso, sino que han empatizado con otras mujeres locales y han creado un vínculo afectivo más allá del profesional. Otro caso que siempre me viene a la cabeza es el de una expatriada, Flora, que vivió en Doha por un tiempo, se trasladó unos años a otro país, y recientemente ha regresado con gran alegría por su parte «es que yo en Doha he sido muy feliz, aquí nació mi hija». Este es el mejor ejemplo que cómo las experiencias vitales personales crean el sentimiento de pertenencia a un lugar. Porque cada uno de nosotros experimenta emociones diferentes en lugares distintos que poco o nada tienen que ver con las coordenadas físicas, sino más bien con las emocionales.
Y para finalizar me encuentro con un fenómeno que han definido los geógrafos humanísticos como el «no lugar», que no es más que la ruptura del hombre con el medio, esa tendencia del siglo XXI globalizado por perder el sentido de pertenencia a un lugar. Vamos, lo que los modernetes decimos que somos: «ciudadanos del mundo». Y aunque los especialistas hablen del fenómeno «no lugar» como resultado de una crisis de la sociedad actual, yo me siento del todo identificada. Dicen los que saben que el hombre ha entrado en una relación artificial con objetos falsos que representan lo real. Es decir, que nos hemos inventado todo tipo de artilugios para el consumo de masas. Es el fenómeno Kitsch: copias falsas (que no baratas) de una realidad que anteriormente hemos rechazado. Tratamos los lugares y los paisajes como objetos de consumo. ¿Se referirá a que mi pasión por viajar y conocer lugares nuevos a los que no pertenezco es una obsesión consumista? Es posible, al fin y al cabo es un negocio de lo más lucrativo.
Pero volviendo a las palabras del geógrafo Joan Nogué, vemos lo que queremos ver. Atribuimos significado a lo que nos gusta y creamos así nuestro álbum de lugares. Es fácil para mí idealizar los lugares que he visitado como turista porque despliego todo mi repertorio de emociones. Del mismo modo que olvido fácilmente los «no lugares» que yo defino como aquellos espacios sin personalidad, dibujados todos con el mismo lápiz y coloreados con los mismos plastidecor. Son ciudades, calles, edificios y espacios todos ellos similares. Son pequeños detalles los que consiguen distinguirlos los unos de los otros, como pudiera ser el canto de los versos del Corán a media mañana sonando por los altavoces estratégicamente distribuidos dentro de un centro comercial cuando estás comprando en Zara, en H&M o Carrefour.
Así que ahora me toca debatir las consecuencias de mi poco apego por los lugares y si estoy teniendo una relación artificial con el mundo que me rodea, o si es que estoy viviendo en un mundo artificial con todas sus virtudes y todos sus defectos. En cualquier caso, toda esta teoría humanística gira en torno a las experiencias vividas en nuestro medio y de las relaciones con los que nos rodean. Así que cada uno haga su reflexión crítica (o no) y saque sus propias conclusiones.
Crec que el més important que un s´ha de plantetjar és què falla dins l´entorn de les relacions afectives, familia, amics, que estàn a la roqueta (me pareix)
No té per què necessàriament fallar res, els lligams afectius que cadascú té són els que són, uns més forts que d’altres. I aquests llaços emocionals se’ls porta un dins la seva motxilla, no es deixen a un lloc geogràfic. Tal vegada per això no sento cap lligam als llocs, sinó més aviat a les persones.
Kissets.
Hola! Me llamo Antonia y soy una amiga de Pau Collado, que es amigo de tu marido. Encantada! Antes me ha pasado tu blog y la verdad es que me lo estoy devorando..acabo de llegar a Doha (2 semanitas hará mañana) y lo poco que he visto me ha causado las mismas impresiones que describes tú de esa manera tan irónica, gráfica y aguda. Gracias! Me encantaría conocerte y tomarnos un café, si te parece. Pero sin compromiso. Gracias y fins aviat
Ante todo ¡welcome to Qatar!!!!! 😉
Aunque sea una frase hecha, debo decirlo, ¡el mundo es un pañuelo! Conocí a Pau en Dubai un fin de semana del año pasado, en una de esas escapadas que haces desde aquí.
Como puedes leer, este blog es como una válvula de escape, a veces es necesario vomitar todo lo que te pasa por la cabeza. Aunque eso sí, siempre con sentido del humor.
Te mando un mail y quedamos para ese café. Me das mucha envidia, las primeras impresiones sólo se tienen una vez, así que devora, siente, disfruta (ya tendrás tiempo para quejarte).
Un placer y gracias por leerme xx
Laura.