
Un niño de tercera cultura (Third Culture Kid) es una persona que ha pasado una parte importante de sus años de desarrollo lejos de la cultura paterna. Y aún se complica más en casos como el de Goya, de madre española, padre inglés, que nació en Qatar, vivió los primeros años de su vida en Singapore y desde los tres años está viviendo en los Emiratos Árabes, actualmente en Abu Dhabi.
Lo que muchos padres no comprenden es que para los niños no existen países ni fronteras, sólo su mundo y lo que les rodea. Así que es importante no anticiparse a los problemas que no existen.
Existe la teoría de la identidad social que habla sobre la falta de arraigo o de identidad en un niño de la tercera cultura. Y lo que hay que entender es que los beneficios superan en muchos casos esa crisis de identidad que en realidad sólo viven (o sufren) los adultos.
Está comprobado a que los niños expatriados que se ven obligados a adaptarse, y por ello ganan seguridad en sí mismos. Se juntan con otros niños que se encuentran en su misma situación de manera totalmente intuitiva. Tienden a formar amistades fuertes y duraderas con compañeros, se acostumbran a las despedidas periódicas y a aceptar las nuevas incorporaciones. Aprenden a valorar culturas distintas y aceptar las diferencias, sin las generalidades y estereotipos que con frecuencia tenemos los adultos.
La vida de los niños expatriados es más colorida, más diversa y con muchos menos prejuicios que los adultos porque crecen en un mundo de contrastes de manera totalmente natural.
Por supuesto los niños no sufren el shock cultural como lo viven los adultos porque no han conocido otra cosa, no vienen con costumbres y hábitos tan arraigados como los nuestros. Las percepciones de los niños respecto a las de sus padres son totalmente diferentes. Los niños no comparan constantemente, no hablan en términos “ellos y nosotros”. No generalizan cuando se refieren a otras nacionalidades o razas porque no distinguen las diferencias.
Los niños que cambian constantemente de país crecen pensando que pertenecen a todas partes, crean su propia cultura. Al contrario que los adultos, no tienen conciencia de pertenencia a una sola cultura aunque tampoco acaben de encajar en ningún sitio. Pero todo ello acaba fluyendo de manera más natural que en los padres porque sus iguales son otros niños acostumbrados a los cambios y a las despedidas. En muchos casos, como es el de Goya, no conoce otra cosa y, por lo tanto, no puede echar de menos lo que no ha conocido.
En definitiva, los niños expatriados suelen ser personas con una mente mucho más abierta y con una gran facilidad de adaptación y comprensión del mundo exterior.
Te habrás cansado de oír que los niños son esponjas, que se adaptan a todo y mucho antes de lo que te vas a adaptar tú ¿verdad? Seguro que lo oyes constantemente. “No te preocupes, todo va a salir bien”. Y piensas, claro, como que no son tus hijos, que fácil se ve todo desde la barrera ¿cómo lo sabes que todo va a ir bien? Ver a tu hijos sufrir puede que sea lo más doloroso en la vida de una madre o de un padre.
Y es que que tener un estilo de vida internacional y tener un niño de la tercera cultura implica que tus hijos necesitarán todo tu apoyo. Y para ello es fundamenta hablar, hablar mucho, como decía Flora, la madre de Goya. Es preciso explicarles las cosas para que las puedan comprender. Los niños sufren, no lo podemos obviar. Sacar a un niño y meterlo en otra cultura, en otro colegio, en otra casa, requiere ayudarle para que se pueda adaptar cuanto antes.
Los niños no son objetos, no son una maleta más de la mudanza. El diálogo con los niños es fundamental. Necesitan entender qué está ocurriendo y mucho más importante, hay que escucharles. Escuchar cuales son sus miedos o preocupaciones. Para ello es útil ponerse en la piel del niño y ver el mundo desde su mirada de 2, 6 ó 10 años.
Los niños sufren pérdidas, desde los amigos del colegio, a los juguetes, la familia, su perro, las costumbres, el idioma. Por ello es importante acompañarlos en todo el proceso porque la dificultad reside en la incapacidad que tienen en expresar sus propios sentimientos. Pueden ser pequeños detalles para hacer la transición más suave, como por ejemplo dejarles que se lleven sus juguetes favoritos, algo que les haga reconocer que siguen en su hogar. Y al igual que nos recuerdan en los aviones, primero debemos adaptarnos y cuidarnos de nosotros mismos para poder ayudar, comprender y atender a tus hijos. De otro modo los niños no van a poder sentirse arropados por sus propios padres.
Para ello resulta conveniente que los niños sepan cómo funciona el proceso de cambio y que entiendan que aquello por lo que están pasando es absolutamente normal.
¿Cómo? Te estarás preguntando… Puedes crear un personaje, implicarles en las actividades o en el proceso de la mudanza (haciendo cajas, por ejemplo) o inventando un juego. Y lo fundamental, escucharles y observarles para saber cómo les puede estar afectando, por ejemplo, estar atentos a si hay cambios en su comportamiento.
Otra cosa a tener en cuenta es el idoma: aprender el idioma local es básico para adaptarse cuanto antes a la cultura. Goya con sólo dos añitos aprendió a hablar chino cuando vivía en Singapore, lo cual la ayudó a comunicarse con sus compañeros del colegio y a hacer amigos cuanto antes. Y es que es a través del idioma que comprendes donde estás, a decir lo que te gusta y lo que no te gusta.
Pero para entenderlo mejor ¿qué tal si escuchamos la experiencia en primera persona de Goya? (entrevista Goya)
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