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LAURA SARGANTANA

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New Zealand

26 febrero, 2015 / by Sargantana / 10 comentarios

No voy a hablar de los maravillosos paisajes de este país en las antípodas, ni de su inabarcable belleza, ni de los colores saturados e intensos que hacen de cada fotografía una postal. Porque ya está muy manido, porque todos lo sabemos, Nueva Zelanda es naturaleza en estado puro y, por supuesto, no decepciona.

Sentido del humor y practicidad kiwi.

Prefiero hablar de lo que no sabía, de lo que no sale en las guías ni en los mapas, de todo aquello que no esperaba y más me ha impactado.

La amabilidad de su gente, el buen rollo, el sentido del humor, el ritmo pausado del tiempo y, especialmente, el civismo. Claro está que todo depende de con qué lo compares, pero si has vivido en España o en Catar en los últimos años, diría que todo aquello que debería ser normal en la sociedad actual en realidad te sorprende porque ya se ha convertido en un bien escaso. Me refiero a la educación.

Para empezar no ves policía. Durante dos semanas, incluida una visita a Auckland, no vi un solo policía en las calles. Apenas algún coche cual lobo solitario en alguna carretera remota. Tampoco radares de velocidad, aunque eso sí, carteles recordando una conducción responsable con mensajes tan contundentes como llamativos: «100km/h is not a target«. Lo que sí me hizo sospechar es la aparición repentina de coches patrulla cuando alguien excedía la velocidad permitida, lo cual me llevó a pensar en la existencia de drones vigilando las carreteras. Bienvenidos a la tecnología del siglo XXI.

Otra cosa que me ha llamado poderosísimamente la atención han sido los baños públicos. No es broma, es algo que me tomo muy en serio, será por la cantidad de veces que los utilizo. Las jornadas de carretera pueden ser todo lo largas que uno se proponga, y nuestra media fue de unos 250 km diarios. Me esfuerzo en hidratarme con 2 litros de agua al día incluso cuando viajo, y nunca falla la cerveza a la hora de comer. De este modo, encontrar un toilette en un país donde (de verdad) hay más vacas y ovejas que personas pues se hace tarea imposible en mi imaginario español-catarí. Sin embargo, las poblaciones neozelandesas no sólo cuentan con servicios más limpios que cualquier restaurante español, sino que siempre los encontrarás con agua, jabón, papel y con la tapa bajada ¿no es ciencia ficción? Por no decir que se encuentran en cualquier lugar imaginable: al inicio y final de cada excursión, en casi cada merendero, en las playas, en cada aldea por pequeña que sea, en carreteras que parecen no tener fin… Por supuesto, son gratuitos, aunque aceptan donaciones, y puedes incluso encontrar un teléfono donde notificar que el aseo no está en buen estado, algo que no sucedió jamás durante mi viaje. ¿Será que los turistas que visitan Nueva Zelanda también son responsables? Afirmo que el civismo es contagioso, y eso que muchos baños poseen contadores y no somos pocos los que hemos pasado por ellos: por ejemplo, en el pueblo de Ross, de poco más de 300 habitantes, fui la usuaria 33.590.

Y sólo como detalle curioso, cada población, por insignificante que parezca, cuenta también con una «library» ¿qué dice este detalle de la población kiwi?

 

Merendero en Drift Bay, en Queenstown road.
Merendero en Drift Bay, en Queenstown road.

Hablando de merenderos, me empeñé en realizar un listado de las mejores zonas de pic-nic visitadas. Misión imposible, demasiado bellas. Ningún restaurante podría ofrecer mejores vistas ni mejor espectáculo. Y es que si hoy crees haber encontrado el merendero más bucólico del viaje, espérate a mañana, seguro que mejorará. Y lo más asombroso de todo, es que a pesar de visitar Nueva Zelanda en plena temporada alta, la posibilidad de tener que compartir mesa es prácticamente nula.

Un pensamiento recurrente es el de cómo esta gente que vive en el culo del mundo (desde nuestro punto de vista eurocentrista) se lo ha podido montar tan bien. La gente parece feliz. Siempre con una sonrisa en la cara, siempre bromeando, siempre tan atentos, tan amables, tan generosos. Y no hablo de los turistas locales que te vas encontrando aquí y allá. Hablo de las camareras, de los guardias de seguridad de los aeropuertos, de los dueños de los alojamientos, de las cajeras de los supermercados, del personal de las gasolineras ¿alguien se imagina en España que la camarera del local de moda se acerque a tu mesa a preguntarte si necesitas algo cada cinco minutos con una sonrisa sincera a pesar de tener el restaurante lleno de gente y una cola que dobla la esquina?

Omahau Downs en Twizel. Momento de reflexión.
Omahau Downs en Twizel. Momento de reflexión.

Pues en Nueva Zelanda el ritmo es pausado, me recuerda a Mallorca, pero sin la mala leche, con un acento aún más raro que el nuestro y, evidentemente, sin ladrones vaciándote los bolsillos. Porque de corrupción, poco o nada. Y llegas a creer que sí, que existe un mundo mejor.

Porque la calidad de vida no la baso en cuánto gano al mes, ni en el número de cosas que poseo, ni en la suma de lugares que puedo visitar. Para mí la calidad de vida se mide en tranquilidad, en educación, en civismo, en buen humor. Como he dicho muchas veces, no es indicio de buena salud estar adaptado a una sociedad enferma. Quizás por ello me empeñe en vivir al otro lado del mundo, como si amanecer antes que nadie en el planeta diera ventaja a la hora de repartir la felicidad.

Si te gusta conducir, éste es el lugar. Ahora creo sin ninguna duda que los creativos de BMW se inspiraron en estas carreteras para su famoso slogan. Es el placer de conducir y todo un lujo para el conductor: uno puede estar atento a la carretera en lugar de tener que prestar atención a los otros vehículos y a los conductores suicidas con dosis extra de testosterona.

¿Te gusta conducir? Lago Pukaki y el monte Cook de fondo.
¿Te gusta conducir? Lago Pukaki y el monte Cook de fondo.

Los días de verano son largos, la luz solar te acompaña hasta pasadas las nueve de la noche. Pero no hay que engañarse, ello implica que al final del día habrás hecho más actividades y el cansancio es acumulativo, así que mejor dosificarse. Como operación mental positiva, aunque Nueva Zelanda sea cara, uno puede contentarse pensando que el precio de la hora sale más barata que en otro destino, así que todo compensa.

Como dato curioso: pocos o más bien nadie sabe de la existencia de un país llamado Catar. En un lugar donde cada población de más de dos habitantes tiene un mínimo de un rebaño de ovejas, una biblioteca y una insignia de los All Black, Catar no existe. Ya pueden gastarse millones en patrocinar al Barça, organizar mundiales diversos o en construir una ciudad nueva a base de petrodólares. Ni que decir tiene que los intereses comerciales de ambos países están en las antípodas, y nunca mejor dicho.

Y para no parecer una happy con cada viaje que hago, resaltar lo más negativo de Nueva Zelanda que son con creces las inoportunas e insaciables sandflies, o rebautizadas por una servidora como las beates mallorquines, insectos minúsculos que te chupan la sangre sin que te des cuenta, pero que sus picaduras instigan hasta hacerte rabiar incluso semanas después del robo. Así que repelente a toneladas. Aunque eso sí, de manera totalmente gratuita regresarás con un recuerdo difícil de olvidar.

Anakiwa 401, nuestra primera noche en Queen Charlotte.
Anakiwa 401, nuestra primera noche en Queen Charlotte.

Las espoleadas de los molestos mosquitos se compensan con la gente que vas encontrando por el camino. Como la familia que conocimos en Anakiwa tras una excursión en Queen Charlotte. Sin darnos tiempo a llegar a nuestra habitación, nos descalzamos y abrimos unas cervezas posponiendo una ducha que llegaría a media noche. Ambos de Auckland disfrutaban de unas merecidas vacaciones en la isla Sur. Ella empleada en una empresa de telefonía y él un emprendedor a punto de lanzar su propia empresa. Invitados estamos en nuestra próxima visita aunque nos recuerdan que viven en un barco, en el mismo Waterfront de Auckland que visitamos días atrás.

Container Mall en Christchurch o sobre cómo reinventarse tras el terremoto.
Container Mall en Christchurch o sobre cómo reinventarse tras el terremoto.

En Wanaka compartimos mesa de desayuno con una pareja de mediana edad que no paraban de bromear con nosotros. Café en mano mantuve una agradable conversación con la pareja de Christchurch. Ella conservaba su trabajo tras el tremendo terremoto del 2011, pero él, jubilado ya, nos explicó que habían pedido su casa y que ahora era voluntario en la reconstrucción de la ciudad. Aún así no habían perdido el buen humor.

De regreso a casa, vuelo Auckland-Brisbane. Tres horas con Ingrid, una australiana de 59 años que me contó su vida tan rápido como pudo, me enseñó las fotos de sus hijos, de sus nietos, de su casa, hasta me contó con brillo en los ojos su nuevo proyecto, montar un pequeño negocio en Nueva Zelanda junto a unos amigos. La ilusión con la que me contaba su nueva vida y su traslado a la isla vecina me produjo mucha envidia, sana, porque nunca es tarde para poner en marcha nuestros sueños.

Kaikoura. ¿No te sientes más pequeño?
Kaikoura. ¿No te sientes más pequeño?

Parafraseando a Love of Lesbian, me pregunto constantemente si rodeada de tanta belleza no es para volverse loco. Y es que durante todo el viaje ha resonado en mi cabeza la canción Universos Infinitos, nada más y nada menos que la banda sonora de este fascinante viaje:

Ahora dicen que hay muchos más universos, infinitos como el nuestro.

Dime si no es para no volverse loco… ¿no te sientes más pequeño?

Puede que alguno de ellos sea el real, lo tendré que investigar.

Que empiece el viaje ya…

 

 

Publicado en: Expatriados, Viajes Etiquetado como: Auckland, civismo, Costumbres, cultura, educación, experiencias, turismo, Vivir en Nueva Zelanda, Vivir en Qatar

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Comentarios

  1. Xavi Riera dice

    26 febrero, 2015 a las 05:38

    «…como si amanecer antes que nadie en el planeta diera ventaja a la hora de repartir la felicidad.»
    Touché, m’ha encantat.
    I el tancament amb LOL… No comment.
    Briliant, as usual.

    Responder
  2. sargantana dice

    26 febrero, 2015 a las 15:00

    Sa inspiració arriba quan menys t’ho esperes…
    I de vegades, quan rellegeix pens: i com se’m va ocòrrer això?

    Merci 😉

    Responder
  3. Carla dice

    26 febrero, 2015 a las 19:36

    Gràcies pels teus retrats de la vida a Nova Zelanda, Laura! M’encanta això que dius que no és un bon senyal estar adaptat a viure en societats malaltes. Quanta raó!
    Amb ganes de llegir-te la setmana vinent 😉
    Carla

    Responder
    • sargantana dice

      27 febrero, 2015 a las 15:01

      Gràcies Carla, quina il.lusió trobar-te per aquí (i quina pressió). Intentaré estar al’alçada la setmana vinent.
      Per cert, aquestes paraules són de Jiddu Krishnamurti, escriptor i filòsof espiritual, i aquesta frase me la repeteixo sovint per no oblidar el meu objectiu a la vida.

      Una abraçada, i fins aviat 😉
      Laura.

      Responder
  4. sandra dice

    26 febrero, 2015 a las 22:15

    Un pais del que aprender, deja huella…
    Habra que volver! :p

    P.D:Ha sigut genial, revivint moments….aiiiixxxx

    Responder
    • sargantana dice

      27 febrero, 2015 a las 15:02

      Gràcies «Sandra» 😉
      No ho dubtis que hi tornarem!!!!

      xx

      Responder
  5. condesita dice

    9 marzo, 2015 a las 20:13

    Enhorabuena! ¡Qué envidia que me dais! Sana, por supuesto. En mo opinión lo peor que tienen los paises que te hacen sentir como Nueva Zelanda es tener que marcharse de ellos. Y es bien cierto eso que dices que el civimos y el buen rollo es contagioso (afortunadamente es mas contagioso que la malsufridura)
    Por cierto, ¿que te pasa en este post con los mallorquines? Que si camareras y acentos, que si beatetes mallorquines…
    Besotes dobles.

    Responder
    • sargantana dice

      10 marzo, 2015 a las 04:45

      Jajajajajajaja, en este viaje pusimos en práctica aquello tan mallorquín de comparar: «¡pero si esto lo tenemos en Mallorca!». Más bien fue tu amigo Gabi quien se empeñó en decir que las playas de Abel Tasman eran como las de Formentor, que los lagos eran como el Gorg Blau o Cúber y que el Puig Major no tiene nada que envidiarle al Mt.Cook. Y por supuesto, las «sand flies» son tan «emprenyoses» como las beates mallorquinas.

      xx
      Laura.

      Responder
  6. Ángela dice

    15 marzo, 2015 a las 18:23

    Me ha encantado tu retrato del paisaje y las gentes que habitan en nuestras antípodas y me quedan unas ganas enormes de irme para allá, porque aquí se ha perdido la educación y el optimismo y es difícil encontrar algo así. Me recuerda mi viaje a Irlanda donde las gentes amables y felices de esa isla esmeralda asolada por los vientos del norte y casi última frontera del oeste europeo te hablaban amigablemente en cualquier pueblecito poblado por mas ovejas que habitantes, donde no encontrabas una sola casa con rejas ni con la llave de la cerradura de la puerta de casa echada pues siempre están esperando que algún vecino o viajero entre a saludarles y claro ni se plantean que alguien entre a robarles.Donde la tranquilidad supera a este caos en el que vivimos es nuestro país donde lo único importante es enriquecerme se pise a quien se pise.
    Pero por otro lado me encanta que aún existan estos paraísos de infinita belleza por su belleza y por sus gentes.

    Ángela

    Responder
    • sargantana dice

      16 marzo, 2015 a las 04:58

      Ángela, ¿a qué esperas para escribir el post de Irlanda? A mí ya me «vendiste» tu viaje, espero que no se haga esperar mucho.
      Sin duda, visitar lugares donde todavía existe el civismo me da esperanzas para el género humano. No lo dudes, haz las maletas, la distancia vale la pena.

      Un beso (y exprime los rincones secretos de Menorca) 😉

      Laura.

      Responder

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