
Cualquier trámite burocrático requiere paciencia, en algunos lugares es toda una aventura pero, concretamente en este país, es un acto de Fe. Porque la primera palabra que he aprendido al poco de llegar aquí es insha´allah, un término árabe que se utiliza con más frecuencia de la que quisiera para indicar la esperanza en que un acontecimiento ocurra en el futuro si tal es la voluntad de Dios. De hecho, yo creo que es una especie de muletilla, es como nuestro “si Dios quiere” o el “ja te diré coses” mallorquín, aunque este último tiene más mala leche, porque ya no depende de la voluntad divina, sino de que a uno le salga de los cataplines, vulgarmente hablando.

El tema es que mi primera experiencia burocrática no tiene nada de excepcional salvo que la primera vez es la que nunca olvidas. Aunque desde luego no estuvo exenta de anécdotas.
Mi primera vez viviendo en un país extranjero. Mi primera vez realizando un proceso burocrático. Mi primera vez en un país tan diferente, tan extraño a mis ojos, tan diverso, con tanta mezcla de culturas y lenguas.
Cuando entré en las nuevas oficinas de tráfico me sentí completamente perdida, yo que odio el papeleo. Por suerte encontré el mostrador de información y me explicaron, más o menos, el proceso para conseguir un permiso temporal para conducir, ya que aún no tengo Qatar ID.
El primer paso es acudir a una de las muchas oficinas repartidas en los alrededores del antiguo departamento de tráfico, donde se dedican a rellenar los formularios oficiales en árabe para los expatriados. Así que salgo a la calle, y me dirijo hacia allí, donde veo unos chiringuitos bastante cutres, y claro, dudo si a eso le llaman oficinas. No me da tiempo a pensar mucho más, porque un señor enorme se acerca y me pregunta si necesito los papeles de tráfico. Aturdida le digo que sí, y enseguida me mete en su chiringuito, donde hay cuatro mesas llenas de polvo, con otras tantas sillas destrozadas y máquinas de escribir con teclado árabe de la época de María Castaña. Así que le entrego mi pasaporte y un chaval empieza a rellenar los formularios con mis datos, supongo, porque es una acto de Fe que esté haciendo lo que realmente necesito.

El tema es que disfruto viendo todo este panorama. Lo bonito de estas experiencias es que todo te llama la atención.
Cuando el formulario está rellenado, el señor grande que me recogió en la calle me dice que antes de volver a tráfico tengo que hacerme un eyes test, pero que ya está cerrado, tendré que volver por la tarde, abren a las tres. Pienso, vaya marrón, esto no lo saco sola ni de coña, soy muy pero que muy torpe. Y como si me hubiera leído el pensamiento, el señor grande me dice que me lleve los formularios y que a las tres en punto esté de vuelta en su oficina, que me llevará a hacerme la revisión de la vista. Me mete en un taxi y me dice, Laura, no te olvides el pasaporte, mientras me lo pasa por la ventanilla. Me llamo Mustafá, te espero a las tres. Mustafá confía en que a las tres volveré, y eso que no le he pagado el trabajo realizado, y yo me voy confiando que a las tres estará esperándome. Todo es, como digo, un acto de Fe.
Pero efectivamente a las tres en punto el taxi me deja en la puerta de su oficina, y así como abro la puerta para bajarme, Mustafá me empuja hacia adentro, cierra la puerta y se sube en el asiento delantero. Da órdenes al conductor y yo sigo queriendo tener Fe en que no me va a llevar al lugar equivocado. Soy una miedica, qué le vamos a hacer, leo demasiados periódicos y siempre voy acojonada a todas partes.
Al rato nos bajamos en una auto escuela, me dice que hay un puesto de revisiones. Entramos en un cuartito, previo pago, donde un señor muy amable me pide que le cante las letras de un cartel colgado en la pared. Con el ojo izquierdo ningún problema, pero con el ojo derecho no veo un carajo. Entonces repite la prueba, me dice que cómo es posible que no vea nada. Memorizo las letras con el ojo izquierdo, pero con el derecho vuelvo a equivocarme. Entonces me pregunta si no llevo gafas. Ahí va, hace apenas tres semanas que llevo gafas, pero por falta de costumbre ni las llevo encima ni me acuerdo de ponérmelas, qué torpe. Pero mi mayor torpeza ha sido contárselo, haciéndole creer que con mis gafas nuevas veré perfectamente. Fallo, el señor me dice que sin gafas no puedo pasar la prueba, que no me puede dar su visto bueno. Entonces Mustafá me mira con cara asesina y empieza a discutir acaloradamente con el señor encargado de las revisiones. No entiendo nada porque hablan en árabe, pero está claro que Mustafá me está defendiendo. De repente el señor me mira sonriendo, y yo le digo que es que ya me hago mayor, que es normal que la vista me empiece a fallar. Todo ello sonriendo, claro. Y me pregunta si soy italiana, no, no lo soy, pero igualmente me empieza a hablar en italiano, algo así como “tu sei una bella giovane”, a lo que yo, recurriendo a mis conocimientos lingüísticos de la lengua romana aprendidos durante los veranos en Formentera, le intento seguir el rollo. Funciona, me sella el formulario y listo.
Nos subimos Mustafá y yo a otro taxi y de camino a tráfico me suelta una bronca monumental, cómo se me había olvidado decir que llevo gafas, que por qué no las llevo encima. Lo considera una mentira imperdonable. Le digo que me hago mayor, que pierdo la vista y por lo visto también la memoria, que no ha sido mi intención mentir.

Entramos en el impresionante edificio de tráfico y pienso que voy a pasar la noche ahí. Hay más gente que el día de nochevieja en la Puerta del Sol madrileña. Pero una vez más, Mustafá me demuestra su poder de persuasión en estos lares. Habla con un policía, habla con gente variopinta, y en un momento estamos en una ventanilla tramitando mi licencia. En todo el proceso Mustafá está serio y vigilando cada movimiento. Me dice que anteriormente había trabajado ahí y que tiene muchos contactos. Le digo shukran, y por primera vez sonríe. Salimos del edificio con mi flamante carnet temporal, así da gusto.
A la salida me presenta a su hijo, que nos espera con un coche destartalado. Me dice que me suba, que me lleva de vuelta a su oficina, donde tengo que ir a pagar. A regañadientes me subo. Volante forrado con piel de camello, así como una especie de estola que cubre el salpicadero, restos de envases de McDonald´s en el suelo… indescriptible. De repente Mustafá está hablador y me cuenta su vida. Es sudanés, tiene cinco hijos varones, los mayores viven con él pero los más pequeños en Sudán con su mujer. Le pregunto si están seguros ahí, y me dice que sí, alejados de la zona de conflicto.
Pero entonces me acribilla a preguntas, qué hago aquí, si trabajo, si estoy casada, si tengo hijos, qué cómo no tengo hijos a mi edad… Antes de que pueda responder me pregunta si es que no puedo tenerlos. Bueno, no creo que sea de la incumbencia de nadie y menos de Mustafá, pero al negar que no es que no pueda tenerlos se queda tieso, y vuelve a preguntarme que por qué no tengo hijos a mi edad. Pero vamos a ver, qué manía con la preguntita. Le digo que aún no estoy preparada, que eso es mucha responsabilidad, que las mujeres en Europa trabajamos mucho y que cada vez los tenemos más tarde, que es normal, que no soy un bicho raro.
Pero entonces a mi me da que empieza a flirtear, y yo sólo quiero pagar y bajarme del coche. Prefiero al Mustafá serio y seco que me bronqueaba hace un rato que a Mustafá El Conquistador. Así que le pregunto qué le debo y me cobra la mitad de lo acordado por la mañana. Yo insisto en pagarle la totalidad, pues me ha sido de gran ayuda hoy, pero me responde que me hace un precio especial, que así volveré a contratarlo para futuros trámites.
Le pago , le doy las gracias y me bajo en el primer semáforo en rojo.
Estoy en medio de la nada y acabo esperando una hora en la calle hasta que pasa un taxi, pero toda prudencia es poca.
¿De verdad confundió mi pierna con el cambio de marchas?
¡Pero si aquí todos los coches son automáticos!
Molt bo laura, si es que hasta alli y tapada hasta las cejas eres irresistible
JA jaja!! que bo Laura!! sempre t’he dit que estás molt bona i tu no a ho creus!!
M’encantan es teus relats i a ho fas benissim!
Això va per ses dues Antònies: aquí no se tracta de si estàs bona o no, és que aquí van molt fooooorts!!!!
Una abraçada a ses dues, a sa terremoto i a sa bruixeta 😉
Ay Laura, me troncho!!! Que peligro el Mustafa, tanto hablar de hijos…le debiste poner como una moto!!!
Si es que con esos ojazos y es sonrisa que tú tienes y despues de un día tan intenso…quien se resiste!!!
Jajaja
Besos
PD ya ves que me ha puesto al día en un plis, ya estoy deseando leer el siguiente post, el jueves ¿no?
Loli, pues sí que eres aplicada, sí, jajajajajaja… El jueves tienes el siguiente 😉
Yo lo que creo es que hay tanta represión en esta parte del mundo que nos miran a las expatriadas con otros ojos, tú ya sabes… ¡si es que tanta contención no puede ser buena de ninguna manera!
Besos.
Mustafá El Conquistador, quin Pàcaro!!
Poor!? Tu pooor!? M’ha vengut a sa memòria aquell paio pesadíssim que se mos va enrollar a El Cairo. O aquell cambrer des Rest. Falafel, que mos va dur per aquells carrerons a fumar xixa autòctona. Allà no tenies por, Laureta!! O sí…?
Home Xavi, a El Cairo anava ben acompanyada, com havia de tenir por? Però aquí me passen coses anant tota sola tot es sant dia, tu que hi trobes, idò?
Y… No te pidió el numero de teléfono de tu marido para ofrecerle una dote. ? A cuantos camellos te cotizas en estos momentos ?
🙂
Besos a los 2
Dice Gabi que de momento no estoy en venta 😉
Besos a las dos xx