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LAURA SARGANTANA

Coach Personal y Profesional, Equipos y Liderazgo

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Mujer expat: el poder de la transformación

27 noviembre, 2019 / by Sargantana / 2 comentarios

Casi seis años desde que me bajé de mis tacones y empecé a recorrer el mundo haciendo y deshaciendo maletas. Creando un hogar para volver a empaquetarlo todo. Las mujeres somos mayoritariamente las que abandonamos nuestras carreras por nuestra familia o por las carreras de nuestras parejas, me dicen con frecuencia.

Y así es, para qué nos vamos a engañar. Estamos lejos aún de la utópica igualdad. Sin embargo, no me lo tomo nunca como un reproche, respondo, sino como un suerte poder tener la opción de tomar esta decisión de manera consciente y libre. En mi caso no fue una necesidad, sino una elección.

Eso sí, el precio que he pagado ha sido llevarme la banda a Miss Florero como si dejar mi carrera profesional, cuidar de mi familia y adaptarme a todos y cada uno de los cambios de un continente a otro fuera la peor de todas las deshonras para la condición femenina.

No defiendo el heteropatriarcado, ni es antifeminismo. Sólo pueden pensar algo así quienes no se han puesto en la piel de las miles de mujeres que nos hemos apuntado a este carrusel de emociones y aventuras sin fin. Sencillamente, ante los escenarios que a cada una se le presentan, hemos elegido renunciar a nuestras carreras para empezar otras. Unas tan loables como criar hijos en lugar de dedicarles cinco minutos al final del día porque hemos llegado destrozadas de nuestra jornada laboral.

Otras mujeres hemos tomado la decisión porque no hemos tenido muchas facilidades para encontrar un trabajo acorde con nuestros conocimientos y experiencia. Otras porque no hemos querido aceptar un trabajo muy por debajo de nuestras aptitudes y otras, sencillamente, porque hemos preferido reinventarnos y nos hemos creído que es posible desarrollar nuestra carrera en un mundo virtual para que cada mudanza no suponga empezar de cero.

Todas tenemos nuestra historia. La mía la he contado muchas veces. El shock de no seguir con mi carrera en un país muy diferente al mío donde la barrera del idioma y del género fue algo inesperado. Después de la frustración vino un periodo de autocoaching donde llegué a la conclusión de que, mientras aclaraba mis dudas y pensamientos, me podía permitir el lujo de ponerme a estudiar mientras compaginaba mi papel de esposa perfecta y ama de casa.

Descubrí entonces que dedicaba las mismas horas de estudio que a mi jornada laboral anterior, y que además me ocupaba no sólo de las labores domésticas sino que tuve que aprender a cocinar. En mi etapa de ejecutiva nunca me tuve que preocupar de estas cosas. Podía pagar a alguien para se ocupara de mi casa y comía cada día en los mejores restaurantes.

Entonces, con el paso del tiempo, llegué a entender lo que había pasado mi madre, quien tuvo que abandonar la escuela a los 12 años para colaborar económicamente en una familia humilde y numerosa. Que se casó a los 23 años y se deslomó para criar a seis hijos mientras mi padre trabajaba de sol a sol.

Si algo me ha ayudado a sobrellevar cada adjetivo con connotaciones claramente negativas a mi supuesta condición de mujer florero (aún hoy) es recordar que el trabajo de muchas mujeres dentro de casa es tan o más importante como el que hacen nuestros maridos fuera de ella. Sin hablar de cuando a la ecuación se le suman los hijos.

Porque no, la igualdad no ha llegado, no tenemos las mismas oportunidades laborales y son pocos los hombres que llevan con dignidad que sea la mujer la que trabaje más horas o gane más dinero. Vivido en mis carnes en el pasado. Obviamente, ese hombre no estuvo nunca a mi altura.

Pero esta mujer florero, después de seis años, tiene su propia empresa, su propio blog y sus clientes con los que ganarse humildemente la vida. Eso sí, con mucho esfuerzo y con la condición favorable de no tener la presión económica para llegar a fin de mes. A estas alturas ya nos conocemos y yo soy de hablar muy clarito. Me siento una privilegiada, a pesar de todo.

En mis años de expatriada por el mundo he visto de todo: desde quienes han huido de su país por motivos políticos a otros por motivos que prefiero no airear. Gente que llega con una mano delante y otra detrás. Quienes han llegado con contratos millonarios y todos los “calambres” y quienes se han buscado la vida de manera más honrada unos y más dudosa otros.

Mi marido y yo hemos pasado por fases diferentes aunque se crea que siempre he llegado a los lugares con un pan debajo del brazo. Pero eso no es lo que importa.

Lo importante aquí es que la mayoría somos mujeres que dejamos todo para empezar de cero con nuestras parejas (al menos de ellas quiero hablar hoy si no me sigo enrollando). Y en mi experiencia, las mujeres son las que nos ocupamos generalmente de la logística familiar. Para cuando está todo colocado y en su sitio es cuando nos ocupamos de nosotras ¿y ahora qué?

Hay mujeres que por orgullo o autoestima actuamos como decía Linda Evangelista: “no me levanto de la cama por menos de 10 mil dólares” aunque no seamos Linda Evangelista ni me hayan pagado jamás tal cantidad de dinero por levantarme de la cama.

Con el tiempo tuve claro que mis conocimientos y mi experiencia debían canalizarse mejor que aceptar cualquier trabajo por un mísero salario. Así que emprendí lo que se llama el suicidio de montar un empresa propia.

El objetivo es trabajar por tu cuenta y deslocalizar tu negocio, porque si mañana te toca hacer las maletas y empezar de cero en la otra punta del planeta no quieres sentir que has perdido el tiempo, la energía ni el dinero.

A estas alturas ya sabrás el por qué del título. Mientras nos siguen llamando mujeres florero, nosotras somos unas hormiguitas que mientras hacemos un cocido seguimos trabajando con los contenidos, con los blogs, los podcast y las rrss desde el móvil.

No nos importa estar tendiendo la ropa mientras tenemos una conversación con un posible cliente. Trabajamos incansablemente desde casa o desde donde haya una señal wifi para conectarnos a internet mientras la gente te pregunta sarcásticamente por qué no te compras un perrito que te haga compañía o si no te aburres todo el día sola en casa.

Las mujeres florero somos mayoría en las redes y en el mundo online. Pero no porque tengamos más tiempo libre para perderlo delante de la pantalla, sino porque hemos pensado que es una manera inteligente para reinventarnos, para aplicar todo nuestro know-how al servicio de los que nos critican o menosprecian.

– Porque así somos, súper monas y súper solidarias 😉

— Porque así no nos da un ataque de pánico cuando nos dicen “cariño, haz las maletas que nos vamos”.

— Porque aumenta nuestra autoestima al mirar hacia atrás y ver todo lo que hemos construido, so-li-tas.

— Porque es un modo de vida sacrificado en el que no hay horarios, pero eres tu propia jefa.

— Porque si tienes hijos te permite estar en casa y volverte menos majareta sin quitarte el pijama.

— Porque das rienda suelta a tu creatividad: o espabilas o te espabilan.

— Porque te pone cachonda aprender todos los días algo nuevo a pesar de los tropezones.

— Porque cada pequeña victoria sabe mucho mejor que la nómina fija de todos los meses.

Así que quien te diga que has elegido el camino fácil, la suerte que tienes o qué bien vives, no lo dudes, di que sí. Total, quien no está dispuesto a entenderte no va a necesitar ninguna explicación.

Publicado en: Expatriados, Mi vida Etiquetado como: adaptación, aprendizaje, cambio, expatriados, expectativas, experiencias, reinventarse, superación, valores

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Comentarios

  1. Ana dice

    28 noviembre, 2019 a las 07:23

    Siempre digo que sí. Sobretodo por esa pregunta que le sigue, y va con segunda intención, que me hacen siempre, ¿Pero entonces, cuéntame lo que haces un día normal? Jajaja
    Gracias Laura

    Responder
    • Sargantana dice

      28 noviembre, 2019 a las 20:56

      Jajajajajaja ¡cuántas veces me habrán hecho la misma pregunta!!!
      A más de uno (y de una) querría ver yo en la India, en Qatar o en la conchinchina sudando la gota gorda en nuestro lugar 😀

      Besosssss,
      Laura.

      P.D. ¿Te dijo Ana que el mes pasado nos cruzamos en el Museo Thyssen???? No sabía que era nuestro nexo común :O

      Responder

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