
¿Quién no ha pasado alguna vez por momentos de bajón en su vida de pareja, en el trabajo, incluso con uno mismo?
La motivación no es realmente un estado de ánimo, sino es tener motivos para hacer algo. Es lo que en Coaching siempre pregunto ¿para qué haces tal o cual cosa? ¿para qué quieres alcanzar este objetivo? ¿qué esperas conseguir? El “para qué” es muy diferente al “por qué”. Si no nos preguntamos el para qué queremos conseguir tal cosa lo más seguro es que vayamos por la vida corriendo como pollo sin cabeza.

Hacer algo para qué:
- para sentirnos más felices,
- para estar más tranquilos,
- para sentir que hacemos el bien,
- para satisfacer nuestra curiosidad,
- para conciliar nuestra vida personal con la laboral,
- para sentirnos mejor.
El por qué suele ir acompañado de obligaciones o de justificaciones, la mayor parte de ellas sin entender qué van a aportar a nuestra felicidad.
Hace poco vi una imagen en LinkedIn en referencia a la falta de motivación en el trabajo: “si tu trabajo ya no te motiva, déjalo, cambia”. Y los comentarios que acompañaban la imagen eran todas de afirmación alentando a «si no te gusta lo que haces, déjalo». Como si fuera tan fácil dejar tu trabajo de la noche a la mañana sólo porque no estás motivado.
Con esta premisa, la regla de tres para cualquier situación que ya no nos motive es cambiar. No me motiva mi pareja en la cama, la cambio por otra. No me motiva salir a correr, dejo de correr. Ya no me motiva quedar con mis amigas, dejo de verlas. No me motiva mi trabajo, lo dejo y punto.
Me da la impresión de que se ha abusado tanto de la famosa zona de confort que ya es imperativo moral salir de ella para ser feliz.
Me da la impresión de que se ha abusado tanto de la famosa zona de confort que ya es imperativo moral salir de ella para ser feliz. Cambio, sólo se habla de cambio. ¿Por qué no hablamos de transformación?
El no querer es la causa, el no poder el pretexto, Séneca.
Transformar algo no significa cambiar una cosa por otra. Transformar puede referirse a hacer las cosas de otra manera, adquirir otro punto de vista, pararse a pensar ¿cómo puedo hacerlo para que me vuelva a motivar acudir a mi puesto de trabajo o que en mi relación de pareja vuelvan a aparecer fuegos artificiales?

Ciertamente vivimos en una sociedad líquida en la que aquello que se estropea se cambia por otra cosa. Pero no podemos aplicar el reduccionismo tan a la ligera.
Hay cosas que motivan más que otras, como tener responsabilidad sobre nuestras tareas, tener autonomía y cierta libertad para tomar decisiones, que se nos valore, sentir que somos útiles o tener objetivos.
Pero también hay muchas cosas que nos desmotivan en el día a día, como que se nos imponga todo sin que a nadie le interese nuestra opinión, que coarten nuestra creatividad, que nos controlen, que no confíen en nosotros, que no nos informen, que no se nos pague o no se nos valore en función de nuestro esfuerzo y nuestra valía. Y todo ello es aplicable en cualquier aspecto de nuestra vida, tanto en casa como en el trabajo.
Hay tres tipos de personas. Los que hacen que las cosas pasen, los que miran las cosas que pasan y los que se preguntan qué pasó, Nicholas Murray Butler.
Entonces ¿qué hacer cuando hemos perdido la motivación? Buscar motivos para reenganchar antes de tirar la toalla. Porque nuestros seres queridos, nuestra pareja o nuestro puesto de trabajo no son de usar y tirar, y no siempre son reemplazables.
Cuando hablamos de la falta de motivación en el trabajo el problema es que no siempre depende de nosotros mismos. Si tenemos un jefe déspota que no escucha o una jerarquía férrea donde te dicen que no te pagan para que pienses, será difícil encontrar motivaciones, así que lo primero es preguntarse ¿para qué quiero conservar mi puesto de trabajo y qué me haría sentir mejor en él? Lo primero es analizar de dónde viene esta falta de comunicación.
Sólo hay una persona que puede decidir lo que voy a hacer, y soy yo mismo, Orson Welles.
La motivación es un factor cíclico, así que es normal pasar por picos de actividad y estados de ánimo dispares. A mí me pasa, no siempre estoy motivada para escribir o ir al gimnasio, pero entonces pienso para qué lo hago y lo importante que es para mí. Hoy mismo una clienta me ha preguntado cómo puedo hacer mi trabajo cuando tengo un mal día. La respuesta ha sido simple: antepongo mis clientes a mi estado de ánimo porque disfruto haciendo lo que hago.
A veces puede ser tan sencillo como hablar con nuestro superior y explicarle nuestra situación, y a veces podrá tratarse de definir nuestro puesto de trabajo, planificar nuestro día a día, sacar provecho de nuestro talento, dar valor a nuestro trabajo, desarrollar nuestras habilidades, definir nuestras responsabilidades y objetivos o aprender a gestionar los errores y a manejar el estrés.
Y así se aplica en la vida de pareja. Antes de cambiar a nuestro marido o esposa ¿no vale la pena sentarse a reflexionar?
Como todo en esta vida al final es una cuestión de actitud. Somos muy dados a quejarnos siempre y por cualquier cosa, es el derecho al pataleo.
Cuanto más alto coloque el hombre su meta, tanto más crecerá, Friedrich Schiller.
Pero esta dinámica de quejarse de todo es contagiosa, yo misma la viví en mis últimos tres años de trabajo en una compañía farmacéutica en la que la crisis hizo mella. Las quejas venían de arriba, de abajo y del costado. No tomé una decisión el primer día, de hecho fueron tres años de mucha reflexión que acabaron con la decisión de salir de la empresa donde había trabajado diez años. Y aún más, decidí que no volvería a realizar ese trabajo en ningún otro lugar. Me di cuenta de lo que era realmente importante para mí.
Ya que daba el paso, decidí transformarme en lo que soy ahora: trabajo por mi cuenta, me apasiona lo que hago porque ayudo a la gente a alcanzar sus sueños, a hacer posible lo imposible, siento que hago felices a las personas que depositan su confianza en mí y sus éxitos son mis éxitos.
Además, escribo semanalmente, que es una de mis pasiones que sigue funcionando como higiene mental y que me da la oportunidad de compartir experiencias con gente repartida por todo el mundo. Dedico mi tiempo libre a estudiar por afición en lugar de por obligación, y siempre busco el equilibrio entre mi vida profesional, académica y personal. Todo depende de los motivos que tengamos cada uno para hacer lo que hacemos. Si los motivos se acaban y no hay manera de recuperarlos, el siguiente paso puede ser plantearse:
- Hacer lo mismo pero de una manera diferente. Cuando me desmotivé para hacer deporte al final de mi jornada, decidí cambiar el horario. Ahora me levanto a las seis de la mañana y hago deporte matutino, lo cual me sienta fenomenal porque es un chute de energía extra a la que no estoy acostumbrada. He salido ganando en otra cosa, cuando se acercan las seis de la tarde ya no me agobio pensando que es hora de calzarme las zapatillas y tengo que dejar de hacer lo que estoy haciendo y que nunca termino a tiempo. He matado dos pájaros de un tiro, la desmotivación y el estrés.
- Otra opción es utilizar los recursos que tenemos y transformarlos en otra cosa. Por ejemplo, yo empecé con un blog personal para contar a mis amigos y familiares mi nueva vida en el extranjero y hoy lo leen miles de personas desconocidas para mí, así que he acabado cambiando el objetivo de mis escritos. Ahora lo que busco es compartir experiencias y ofrecer las mías para ayudar a otras personas, con lo que aquello que empezó como una terapia para mí se ha convertido en mi trabajo: ayudar a los demás, altruistamente a través de mis escritos o como Coach Personal.
- Siempre me he quejado de que no soy una persona creativa, hasta hoy. Al parecer, la creatividad depende de una cosa (al margen de la inspiración de los grandes genios), y es pararse a pensar: si tengo mi blog, trabajo como Coach y quiero desarrollar mi marca personal, lo único que tengo que hacer es poner sobre la mesa mis objetivos y valores y diseñar mi estrategia, desde el que será mi nuevo logo, mi manera de escribir para acercarme a la gente, que mis historias normales sean compartidas por gente normal como yo y, por supuesto, rodearme de gente creativa para aprender de los mejores.
- Y la última opción, y no por ello la menos importante, es tan sencilla como mejorar lo que ya existe. Otra vez, sólo es cuestión de observar y pensar qué tenemos a nuestro alcance para mejorar nuestra situación. Es como cuando no llegamos a final de mes y tenemos que ingeniárnoslas para salir adelante. Yo siempre pienso en los cubanos, cómo el hambre agudiza el ingenio, o cómo los niños de lugares menos favorecido fabrican juguetes con los deshechos del Primer Mundo. Así pues ¿qué o quién te lo impide?
Innovar sólo requiere pensar en cómo aplicar una idea y llevarla a la práctica, nada más.
Como dicen los expertos, innovar sólo requiere pensar en cómo aplicar una idea y llevarla a la práctica, nada más.
Aún así, si has llegado hasta aquí y sigues sin estar convencido de que puedas motivarte de nuevo, coge papel y lápiz y escribe diez cosas que te hagan feliz. A veces, sólo es una cuestión de actitud.
Las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas, Woody Allen.
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