
Conocí al grupo “Manel” con una canción que rezaba “els guapos són els raros, ho sap tothom però ningú ho diu” / «los guapos son los raros, lo saben todos pero nadie lo dice». Magnífica frase para entender que los «otros», todos los que no son como tú son los “raros”. Y es lo que tiene la mirada del expat: ¿quien es el raro aquí?
La alteridad es muy antigua. Ya en latín se utilizaba esta palabra para referirse a la condición de “los otros”. El mismísimo Donald Trump la practica diariamente. Porque en su mundo, donde no ve más allá de su propio ombligo, “los otros” somos el enemigo.
Pero no hace falta irse tan lejos ni ponerse tan estupendos. Todos hemos practicado alguna vez el etnocentrismo. Es un concepto estudiado desde la antropología y la sociología, pero que en realidad ponemos en práctica a diario de manera totalmente natural.
Porque es una tendencia emocional creer que nuestra manera de hacer las cosas, nuestras costumbres y nuestros hábitos son los “buenos”. Incluso nos creemos que la nuestra es la única manera de hacer bien las cosas.
Mirada de Expat: es una tendencia emocional creer que la nuestra es la única manera de hacer bien las cosas
Este comportamiento o creencia da lugar a la intolerancia y al rechazo hacia los que no son como tú. Llevado al extremo es muy peligroso porque conduce al odio y puede que a la violencia. Nada nuevo ¿verdad?
Pero yo quería hablar de la mirada etnocéntrica del expatriado. Porque es algo de lo que no suele hablar pero que causa muchos males tales como la imposibilidad de adaptación al nuevo entorno.
En mi caso he vivido algunas situaciones que han chocado frontalmente con mis valores. Sin ir más lejos, mi primera experiencia como expat fue con algunas costumbres de la cultura árabe musulmana. Con el plus de ser mujer. Y sin hijos.
Pero cuando dejé de lado mi manera de ver las cosas, cuando me tomé la molestia de ponerme en la piel del “otro” descubrí muchas cosas que no sabía. Qué malos son los prejuicios y los estereotipos.
Viví una experiencia única, una experiencia que sin duda me dio amplitud de miras. Ello no significa que tengas que aceptar todo lo que es propio de otra cultura, pues muchas cosas pueden ser difíciles de aceptar e incluso inaceptables desde nuestro paradigma y valores. Pero hay mucho más que ganar.
Sea cual sea el lugar donde hayas elegido o te haya tocado vivir, lo cierto es que todo expat va a tener que lidiar con el cambio a todos los niveles. Cambio de costumbres y hábitos. Cambios en la gastronomía, en el hogar y en la manera de trabajar. Nuevas amistades y diferentes maneras de disfrutar el ocio. En definitiva, no es una simple mudanza. Cambia tu vida y la de tu familia.
Y si aterrizas con la mirada etnocéntrica de que todo lo tuyo es mejor que lo que está por venir, igual no es buena idea empezar esta aventura.
Todo expat va a tener que lidiar con el cambio a todos los niveles
Dice la escritora Marta Rojals que uno no sólo es emigrante de su lugar de origen, que no hace falta irse al otro lado del planeta. Se puede ser emigrante de muchas cosas, de muchas realidades y sentimientos, incluso de tu lengua.
Y me gustó la primera vez que lo leí, porque yo echo de menos hablar mi lengua materna tras cinco años expatriada. Qué tontería ¿verdad? Pero así es, no te das cuenta hasta que te sucede, y para cuando encuentras a alguien que comparte tu idioma aprovechas y hablas sin parar.
Volviendo a los cambios y al proceso de adaptación. Quien inicia un proceso de cambio vital como es una expatriación queriendo llevar la misma vida que en su casa, es probable que las dificultades aumenten.
Un cambio significa precisamente dejar una cosa por otra, y es posible que no se parezcan en nada. Cada uno tiene que buscar su para qué, los motivos por los cuales va a emprender ese cambio. Si no se tiene claro, es posible que la confusión se intensifique.
Nuestra actitud y nuestro pensamiento determinan nuestras acciones
Si se tienen niños, ya se sabe que lo más difícil va a ser separarlos de sus amigos y que hagan otros nuevos. Y puede que además se añada el factor del idioma.
La gastronomía es otro punto que no se puede menospreciar. No he conocido a ningún español que no eche de menos el jamón y la tortilla de patatas, o la paella de su madre.
¿Qué pinta la mirada etnocéntrica en todo esto del cambio y la adaptación? Pinta todo, porque nuestra actitud y nuestro pensamiento determinan nuestras acciones. Y nuestros actos tienen consecuencias.
Echar de menos nuestras costumbres, la gastronomía y nuestras amistades no puede ser obstáculo para despreciar todo lo que nos viene dado como nuevo. Personalmente disfruto como una enana descubriendo los mercados locales y no dudo en probar la gastronomía de la zona. Mis restaurantes favoritos en Doha fueron un thailandés, un iraní y un sirio. Aún hoy viviendo en Dominicana sigo haciendo hummus y como shawarmas una vez al mes.
Y por supuesto, de mi paso por México me he llevado un máster en distinguir la quesadilla del burrito y de los tacos. Mi desayuno favorito son los huevos divorciados. Bebo el tequila reposado en un caballito y los margaritas en las rocas. Aquí en Dominicana el sancocho que cura la resaca, la yuca frita o los tostones para acompañar un chillo en salsa de coco, los camarones y los langostinos. Y, eso sí, un buen mangú para desayunar.
Nuestra educación nos ha hecho creer que la única manera de hacer bien las cosas es la nuestra
Pero que nadie se sienta culpable. Tener una mirada etnocéntrica y hablar en términos de «ellos» y «nosotros» es algo completamente natural. Cada uno de nosotros hemos recibido una educación en un contexto cultural donde nos han hecho creer que la única manera de hacer bien las cosas es la nuestra. Por ello tenemos la tendencia a criticar todo aquello que se sale de nuestras normas de conducta.
Ocurre vayas donde vayas. Tanto si te vas a vivir a un país anglosajón, como si te vas a vivir bajo la estricta cultura árabe o si te trasladas a países del Tercer Mundo. Te enfadas si no encuentras pan para acompañar tus comidas. Te quejas del precio del alcohol. Te molestan los cinco rezos diarios. Te desespera la falta de puntualidad de ciertos países. Y así todo aquello que es diferente a lo “nuestro” provocando una actitud de rechazo frontal.
Como todo en la vida, hay dos maneras de afrontar el cambio
Pero como todo en la vida, hay dos maneras de afrontar el cambio. Vivir eternamente enfadado con el mundo porque tu vida se ha puesto del revés. O disfrutar de todas y cada una de las novedades que aporta vivir en un lugar diferente. Cuantas veces me habrán preguntado cómo una mujer como yo pudo ser feliz en un país como Qatar. La respuesta es sencilla, me metí de lleno en un libro de aventuras.
Cuántas historias leímos de pequeños que nos fascinaban. Quién no quiso surcar los mares o llegar a una isla desierta. Quién no soñó con emular La vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne, las aventuras de Robinson Crusoe, hasta los viajes de Gulliver. Quién no quiso acompañar a El Principito, a Alicia en el país de las maravillas o formar parte de la pandilla de “los cinco”.
La vida del expat es como un libro de aventuras
Salvando las distancias, la vida del expat no deja de ser un libro de aventuras, con un principio y un final que escribimos cada uno de nosotros. Lo que pase en cada capítulo es decisión nuestra como autores de nuestra historia.
¿Vas a dejar que tu vida la escriban los demás?
Fuera de nuestro pequeño territorio o zona de confort hay todo un mundo por descubrir. Existen nuevas formas de vida y diferentes maneras de entender la felicidad. Seguir empeñados en vivir tal y como lo hacíamos antes en otro contexto no hace más que llevarte a la frustración constante.
No está mal tener tu oasis de lo que es “familiar”. Esa reunión con otros españoles para hacer un concurso de paellas o disfrutar del partido de la selección. Pero el día a día es otro. Y no puedes afrontarlo pensando que tú estás en lo cierto y los demás viven permanentemente equivocados.
Puede que no te gusten todas las costumbres y maneras de hacer en tu nuevo hogar. Pero cuanto antes aprendas que una manera no es mejor que la otra sino diferente, antes lo disfrutarás.
A mí misma se me critica mucho por la manera en la que cuento cómo veo los lugares y las gentes de los países en los que me ha tocado vivir. Y mi particular visión del mundo (llámese sentido del humor) se confunde con frecuencia con una falta de adaptación.
Todo lo contrario, me gusta destacar todo lo que es diferente a mi educación y mi cultura, y es lo que me impulsa a querer seguir descubriendo. Soy curiosa e inquieta, me aburriría mortalmente encontrar demasiadas similitudes. A quien corresponda: describirlas no es criticarlas 😉
Soy curiosa e inquieta, me aburriría mortalmente encontrar demasiadas similitudes
Tras la etapa inicial de entusiasmo y chute de adrenalina de llegar a un lugar nuevo, todo expat pasa por la fase de desilusión y sentimiento de fracaso en la que sientes estar peleado con el mundo. Todo lo comparas. Echas de menos a la familia y a los amigos. Rechazas todo lo diferente, haces ascos a todas las propuestas. Nada te parece lo suficientemente bueno.
Esta etapa, cuidado, es muy peligrosa. Así que si te sirve de consuelo, somos muchos quienes hemos pasado por esa fase. Y sí, se supera y te adaptas. Lo único es que llega un momento en el que te sientes tan a gusto que ya no quieres volver.
Como me decía Pilar, una expat con muchos kilómetros en las piernas: uno deja de aprender cuando cierra los ojos para siempre. Cuando seamos viejecitas y contemos nuestras batallitas creerán que nos hemos inventado la mitad.
Palabra de Expat.
https://www.youtube.com/watch?v=m9vBJCMD69w
¿Qué opinas de lo que dice Dinesh D’Souza?
Leyendo tu post se me ha venido a la mente su manera de ver las cosas.
Hola Luli, muchísimas gracias por compartir el video de Dinesh D’Souza ¡estoy segura de que va a ser muy útil para el debate!
Personalmente me gusta su manera de expresarse, siempre es muy didáctico, pero… no estoy muy alineada con su perspectiva un poco «naif» de Occidente (aunque se agradece el alegato).
Estoy de acuerdo en que multiculturalismo NO significa que todas las culturas sean iguales, en absoluto. Lo que añadiría es que hay que tomar conciencia como sociedad de que estamos viviendo en un entorno globalizado y multicultural, esto es, cada cultura tiene sus propios rasgos étnicos, lingüísticos o religiosos, rasgos diferenciales que es necesario mantener pero, a la vez, estamos obligados a convivir y a dialogar con ellos.
Ya lo dice Dinesh en el video: EUA es una sociedad multiétnica (le ha faltado decir, en mi opinión, que también es multicultural pero que no siempre se aceptan las diferencias raciales, por ejemplo). El error al hablar de multiculturalidad es referirse a ella como «diversidad cultural» para marginar a las minorías, a las que no comulgan con nuestros valores o referirse al que no es igual que tú como «los otros» (sinónimo de amenaza).
Estoy de acuerdo en que mucho tiene que ver la manera con la que nos enseñan la historia en los colegios y en los libros, en hacernos creer -como dice Dinesh- que nuestros valores son los buenos y por ello hay que defenderlos.
Quizás sean buenos para ti, pero ¿y para mí? Que sea bueno para mí no significa que sea bueno para los otros. Siempre pongo de ejemplo el significado cultural de los colores: para nosotros los occidentales el negro connota duelo y en Africa el duelo es de color blanco. Seguro que puedes ilustrarnos con un montón de ejemplos 😉
Añadiría también que una cosa es lo que piensa Occidente y los valores que predica y, otra muy diferente, lo que hace: ¿Trump hablando del empoderamiento de las mujeres? ¿la doble vara de medir entre nuestros valores y mirar hacia otro lado con el tema Saudí porque preferimos seguir haciendo negocio con las armas? ¿qué opinas?
Es cierto que el discurso colonialista ha quedado desfasado, pero no tanto. El nuevo colonialismo es económico, basta ver a China en África o cómo Occidente sigue ahogando a los países del Tercer Mundo para que no progresen. No soy de las que piensan que toda la culpa sea de los africanos que no quieren lo mejor para sí mismos; creo más bien que no tienen las mismas oportunidades. Es cierto que los Zulús no han escrito grandes obras literarias ni han llegado a la luna, pero también es cierto que no sabemos nada de ellos.
Y, aunque tu pregunta da para un post, también habría que reflexionar -como sociedad- a qué nos referimos cuando hablamos de civilización ¿democracia, capitalismo y progreso? Estoy metida de lleno en ella, pero me interesan otras culturas que cultivan la felicidad, por ejemplo. No soy muy dada a los reduccionismos.
Pasopalabra, Luli ¿qué opinas tú? ¿estás de acuerdo con el alegato de Dinesh D’Souza?
Un abrazo y gracias,
Laura.
Lo mejor es pensar que si llegas a viejo, como bien dices, tendrás mil y un anécdotas que contar, muchas te hará reir de lo en serio que te tomabas algunas diferencias y lo que podrías haberlo disfrutado y no lo hiciste, pero otras te habrán hecho disfrutar mucho y sobre todo, aprender. Eso es vivir con visión de futuro, hacer cada día cosas que te sumen al final del camino y sientas que has aprovechado la vida. Gracias por tus posts, me siento híper identificada siempre !! Saludos desde México
Hola Bárbara ¡tú sí que sabes disfrutar y saborear la vida!!!!
Me encanta tu manera de entender esta aventura. Y que sepas que me das mucha envidia ¡cuánto echo de menos México lindo!!!!
Por cierto, ya nos pasarás tus recetas 😉
Un beso,
Laura.