
De los muchos consejos que me dieron al iniciar mi penúltima aventura en tierras yucatecas hubo uno que me llamó especialmente la atención y fue la frase de Miguel: “lleva dinero en efectivo encima porque la policía te va a parar sí o sí, y siempre hay que darle la mordida”. Efectivamente, la policía ha acabado por pararme pero por motivos muy diferentes a los previstos. Y sí, hoy he pagado mi primera mordida y me siento excitadísima, tengo la adrenalina por la nubes. Por un momento he creído ser la camarera Bonnie Parker aunque en ausencia de mi pareja de aventuras, el intrépido Clyde Barrow.
Cruzar los límites de la ley no es algo que ocurra todos los días, pero siempre hay una primera vez para todo, y en este caso puedo afirmar que he perdido mi virginidad. En un país donde la corrupción es un elemento cultural a la altura de las quesadillas y el tequila, qué menos que estrenarme en las calles de Cancún, donde un suceso como este no llama la atención.
Todo empieza una soleada mañana de febrero, una de tantas en las que me paseo coche arriba coche abajo intentando cumplir con todos los trámites burocráticos pendientes hasta que, cansada, decido que ya es hora de volver. La orientación no es mi fuerte. Aunque sé que estoy a poco menos de un kilómetro del Malecón Américas, prefiero seguir utilizando Google Maps y llegar a mi destino sana y salva antes de perderme por enésima vez. La importancia de saber cómo se llaman los lugares lo aprendes cuando pones Cancún Mall Américas y de repente te encuentras en un barrio bastante sospechoso y a 5 kilómetros de tu destino. Bloqueo las puertas del coche y rectifico la dirección. Como por entonces no me acuerdo del nombre del centro comercial donde voy todos los días a comprar, tecleo el nombre de un restaurante que tengo identificado. Miro mi ubicación en el mapa y me doy cuenta que un poco más y acabo en Belice. Decido que es hora de volver, ahora sí, por el camino correcto. Me entra el agobio por haberme perdido -otra vez- y porque no soy muy hábil interpretando las indicaciones del GPS. Salgo de un semáforo en línea recta cuando advierto que la gente me está increpando. Aparto la vista del teléfono y upsssss, efectivamente me he metido en dirección contraria.
Afortunadamente los coches que vienen de frente consiguen esquivarme. Veo de reojo a un policía junto a su moto que, supuestamente, está vigilando el tráfico. Pero en ese preciso momento él también está más atento al móvil que a la circulación y no me ha visto. Sin embargo, me es imposible dar la vuelta y desaparecer, por lo que al final los pitidos de los nerviosos y poco comprensivos conductores acaban por llamar su atención y sí, ahora sí me ve. Muy amablemente se dirige hacia mí y detiene el tráfico para que pueda dar la vuelta. Me indica que debo detenerme a un lado de la calzada mientras me avisa que se va a ver obligado a multarme, muy a su pesar.
Todo ocurre tan rápido que no tengo tiempo para ponerme nerviosa. En lo único que pienso es en cómo salir airosa de tal situación teniendo en cuenta que llevo un vehículo de alquiler y mi licencia de conducir está caducada. “Señorita, ¿sabe usted que ha entrado en la glorieta en dirección contraria?”. Podría mentirle y decirle que aún tengo la costumbre de conducir por el lado contrario debido a los cinco meses que he pasado en tierras australes, que a menudo sigo buscando el volante en el lado derecho y que pongo el parabrisas en lugar de las luces intermitentes. Pero cambio de táctica a tiempo. “Sinceramente Señor policía, me he perdido, soy nueva aquí y no entiendo mi GPS. Doy gracias a Dios que no ha pasado ninguna desgracia”. Lo mío tampoco es actuar, pero interpreto el mejor papel –impostadísimo- de mi vida: mujer tonta al volante. Sin bajarme del coche respiro con dificultad, repitiendo una y otra vez que podría haber causado un grave accidente, dando gracias una y otra vez al Señor por haber salido ilesa de mi estúpido despiste, maldiciendo los mapas y las glorietas. No obstante me pide la licencia de conducir, así que se la entrego sin parar de hablar, intentando –con mi conversación de histérica suicida- distraerle para que no se fije en la fecha de caducidad del documento. Empieza a explicarme las reglas de conducción en México, me explica cómo se toman las rotondas en Cancún, y que debe multarme, de manera que tendré que ir a tráfico y pagar nada más y nada menos que 1300 pesos, unos 65 euros al cambio.
Me entra el pánico sólo de pensar que corre en peligro mi visado y mi coche de alquiler, ¡no más taxis! pienso. Así que metiendo una mano en mi bolso, lo miro fijamente y pongo mi voz más melancólica: “Señor policía, no es por el dinero, pero si mi marido se entera que en mi primer día me he metido en dirección contraria, se va a enfadar muchísimo ¿No cree Usted que hay alguna manera de solucionarlo?” Le pido por favor que no me haga pasar por la vergüenza de pertenecer al club de mujeres que no saben conducir, por favor se lo ruego. Con el dinero ya en la mano percibo –o creo percibir- una ligera sonrisa en sus labios. Hasta incluso juraría haber visto ladear su redonda cabeza. Al tiempo que acerco mi mano a la ventanilla la suya se abre sin mucho pudor, más bien con absoluta naturalidad.
Sin lugar a dudas el momento más emocionante desde mi llegada a tierras cancunenses. Dudo que lo vaya a olvidar jamás.
Cuando creo haberme librado del “asunto”, el motorizado policía me pregunta hacia dónde voy. Balbuceo el nombre de cierto centro comercial, allá en el centro y del cual estoy tan lejos. “Ningún problema Señorita, yo la guiaré para que no se vuelva a perder. Sígame”. Y así es como ese hombre de dos metros de alto y de al menos doscientos kilos de peso se coloca el casco y me encuentro escoltada por un policía que ha puesto las luces rojas y azules abriéndome paso entre el denso tráfico. En el primer semáforo me señala que me pare a su lado y que baje la ventanilla: “Comandante Echevarría Señorita, para servirle”.
Después de un recorrido por la ciudad guiada por el Comandante Echevarría nos detenemos en el centro comercial. Creo oportuno bajarme del coche para mostrar mi agradecimiento y mi gratitud, especialmente por no haberme hecho pasar por la vergüenza de la denuncia. Entonces me estrecha la mano y me responde “A mandar Señora. Apunte mi número de teléfono y no dude en contactar conmigo a cualquier hora del día o de la noche, cualquier cosa que Usted o su esposo necesiten. Apunte bien, Comandante Echevarría 998… a sus órdenes”.
En ese preciso instante sé que me he excedido con la mordida, pero que me quiten lo bailado, ahora sé que estoy protegida ante cualquier obstáculo que se me presente porque «la realidad no se imita, se reinventa», (Montserrat Roig).
Recuerdo las primeras mordidas… Al principio excitantes, luego um coñazo!! Pero no deja de ser una experiencia exotica!!!
Yo creo que con esta primera mordida me dejarán tranquila una temporada. Eso sí, cada vez que patrulla un coche de policía a mi lado ¡¡¡¡tiemblo!!!!
Hola!! No contaba con leerte hoy, menuda sorpresa!! Por un momento he creído que era jueves y que, a pocas horas del vuelo, no tenía las maletas listas…!!!!!
Rápidamente, he repasado el día de ayer y sí, todo coincidía con lo programado para el martes, no podía haberme equivocado…
En unos días os contaremos nuestras vivencias. La tuya es genial! Probablemente le diste el equivalente a una mensualidad, puede que más….
Qué ganas de veros!!!
Muchos besos para los dos!!!!!
He jugado al despiste para comprobar si estabas atenta 😉
Este fin de semana nos ponemos al día, ¡qué emoción!!!!!!
Hola Laura,
Sobre la corrupcion en Mexico tampoco puedo opinar, no me ha tocado, tengo casi 20 anos fuera de Mexico, tu describes un pais que no me toco vivir, o que desconozco, sera por el tiempo, sera por la zona geografica, o por las zonas sociales en que tu estas viviendo. No se si me sorprende o me da tristeza lo que cuentas, pero la corrupcion no es solo en un sentido, tu sin darte cuenta o queriendo, mo se, has entrado en ese circulo… seria por lo que te contaron pero antes de que te dijeran algo ya estabas preparada con el dinero para darselo al transito. Yo creo que fomentar la corrupcion es lo que hace que sea un pais mas corrupto. Pero bueno cada quien actua de acuerdo a sus principios.
Es muy interesante ver la perspectiva que la gente de fuera tiene del pais de uno, y como varia enormemente con la percepcion que nosotros tenemos de el, creo que nos pasa a todos, si nos preguntan como es tu pais? uno solo recuerda lo bueno que ha vivido, lo que extrana, etc.
Un abrazo y que Viva Mexico…
Hola Izel, interesante reflexión la que haces en torno a quienes entramos en el círculo, en este caso, de la corrupción. Sin lugar a dudas sólo es posible cuando las dos partes colaboran en que siga su curso. Ciertamente no se me habría pasado por la cabeza dar una mordida a un policía si no me lo hubieran contado previamente, así que estaba predispuesta a hacerlo en el momento oportuno. Por otro lado, reconozco haberlo vivido como una anécdota en ese momento.
Por otra parte, fíjate que sólo hablo de Cancún o de la península de Yucatán. México es mucho más, es demasiado grande y diverso como para generalizar. Yucatán tiene sus particularidades, y no lo digo yo. Aquí los yucatecos son una minoría, pues el grueso son mexicanos procedentes de otras regiones, mayoritariamente de Ciudad de México, Campeche y extranjeros. Es una percepción general hables con quien hables que son muy «diferentes». Y en ello estoy, intentando aprender cómo son, qué les motiva, cómo viven.
Volviendo a la corrupción, otra percepción es que forma parte de su día a día, y sin ella cualquier trámite se vuelve tedioso como que ayer me montaran el lavavajillas («under the table») que compré mientras que el servicio técnico no me lo iba a instalar hasta 20 días después de la compra (con el electrodoméstico en casa). O que los conductores de Radio Taxi Cancún (servicio mucho más caro que un taxi convencional porque no hacen paradas para compartir carrera), todos sin excepción, te den su teléfono para que los llames a ellos fuera del circuito de la empresa, de particular a particular. Todo funciona así. Pagando serás feliz. Y yo me pregunto si debo adaptarme a un hecho que parece ser cultural o si evito entrar en este círculo vicioso. Así que gracias por la reflexión 😉
Como dices, cada uno tiene percepciones diferentes porque son vivencias subjetivas, para muestra la imagen que los alemanes tiene de los mallorquines, ¡¡¡jajajajajajajaja!!!!
Por cierto, cada día más adaptada, ¡¡¡Viva México, sus colores, su música y su gastronomía!!!!