Si algún lugar de Colombia ha sufrido la huella y devastación del narcotráfico y del terrorismo, éste ha sido Medellín. Pero es a la vez la ciudad del milagro de la transformación.
Medellín es una ciudad verde, llena de parques y sorprendentemente moderna donde abundan las bibliotecas, los museos, las esculturas de Botero y los restaurantes más exquisitos. He encontrado mi oasis.
Es en Medellín donde más disfruto de las conversaciones con los taxistas, como con Alberto, quien tiene a su hermana viviendo en Alicante con su esposo español. Le pregunto si ha ido a visitarlos alguna vez y me cuenta que su hermana le habla de Alicante como el lugar donde no se siente la vida, donde nunca pasa nada. Donde por no pasar no pasa ni el tiempo.
No hay “trancones” (atascos) y la gente no “friega” (pelea). Teme aburrirse allí. En el asiento de atrás me río a carcajadas ante sus palabras, lo cual le da motivos para continuar como si de un monologuista se tratara. En Medellín, prosigue el taxista, los peatones tienen que correr para que los carros no se les monten encima. Pero a pesar de ello, el riesgo de Colombia no es el tráfico, es el riesgo de que te quieras quedar. Porque aquí nadie se complica la existencia, la vida es ya demasiado complicada de por sí.
Graffiti Comuna 13, Medellín
El riesgo de Colombia es que te quieras quedar
Le pregunto qué tipo de cosas le gusta hacer en su tiempo libre: aficionados al billar y a tomar cerveza, pero sobre todas las cosas, hablar. Hablamos con todo el mundo -me dice- parecemos parlanchines.
Y bailadores, muy bailadores. Hacemos fiesta todo el año, somos adrenalíticos con la fiesta. Por eso vienen los gringos acá, esos descerebrados que siguen llamando a nuestro país Columbia. Vienen tantos que hasta ya me parecen feos, pero ellos siguen viniendo para que las mujeres les enseñen el vallenato, para pasarlo bien rico.
Sin duda la noche de Medellín sorprende. Más allá de la zona turística del Parque Lleras, el barrio El Poblado ofrece un ambiente desenfadado, sofisticado, estético, lujoso o exclusivo según los gustos. Calles llenas de locales al aire libre, repletos de gente con ganas de pasarlo bien donde nunca falta la música. Sorprende, a gente como yo que llega sin expectativas, el buen gusto por la decoración y donde la vegetación está siempre presente en la ciudad de la eterna primavera.
La noche de Medellín en el barrio El Poblado.
Cuando ya no puedo más de tantas risas, de repente se hace un silencio sepulcral y observo cómo Alberto se santigua tres veces seguidas. Miro por la ventanilla hacia mi lado derecho: pasamos por delante del cementerio de San Pedro. De pronto, camino del Jardín Botánico de Medellín, Alberto cambia su tono de voz. Nos explica que allá está enterrada una familia de mafiosos. A los difuntos les acompaña un estéreo que durante las 24 horas del día no deja de sonar: música salsa para los narcotraficantes.
Recuerda esos días en los que el dinero “fácil” parecía caer del cielo pero ¿a qué precio? parece preguntarse a sí mismo. Yo tuve -nos cuenta- tres comiditas al día y estudios, porque mis padres se preocuparon de que no me faltara nada. Me recordaron todos los días que no tenía nada que buscar allá afuera. Ellos no me dejaron caer en la tentación y me dieron todo para que no me faltara nunca nada. Cuánto daño nos hizo ese hijueputa.
Barrio Pablo Escobar, Medellín
Recuerda esos días en los que el dinero “fácil” parecía caer del cielo en Medellín pero ¿a qué precio?
Hasta una turista mexicana un día le pidió desesperadamente que la llevara a visitar la tumba de Pablo Escobar. Era más que su ídolo, estaba profundamente enamorada de él y quería ir a su tumba para adorarlo. Yo viví toda la “épica” de Pablo Escobar que acabó con todos mis amigos, todos muertos -confiesa- no era Robin Hood, era malo malísimo.
Pablo Escobar no era Robin Hood. Era malo, malísimo
Nos cuenta cómo sus amigos menos favorecidos o con menos presión familiar se dejaron tentar por chaquetas de cuero y zapatillas nuevas. Pero ¿a qué precio? Vuelve a preguntar. Todos los días muertos, caían como moscas dejando toda una generación perdida.
Toque de queda a las siete de la tarde, todo Medellín bajo sus órdenes, Don Pablo.
Y aún hoy, detrás del orgullo de la gran transformación de Medellín, el problema es el microtráfico. Ahora es un negocio más discreto mientras que el gobierno parece hacer la vista gorda a cambio de la paz. En el parqueadero del Jardín Botánico, donde hace un buen rato que llegamos, el taxista dice estar ya muy mayor para aguantar tanta pelea y para sobrevivir al volante de su carro. Quizás se retire a Alicante donde vive su hermana, donde nunca pasa nada.
Metrocable de Medellín. Fuente: Book fotográfico de Medellín 2016 / Medellin Convention and Visitors Bureau
Toque de queda a las siete de la tarde, todo Medellín bajo sus órdenes, Don Pablo
Sorprendentemente, al día siguiente, en nuestra ruta hacia el Parque Arví, el taxista nos habla en otro tono de Don Pablo alabando el bien que hizo por la población más marginal, construyendo todo un barrio para ellos.
Minutos después, nuestra compañera de cabina en el Metrocable hacia lo alto del Parque, habla de él con respeto y con una veneración mal disimulada.
Como reza la presentación del Museo Casa de la Memoria de Medellín, memorias de violencia y resistencia:
No existe una verdad. No hay una historia completa. Cada uno narra, desde su punto de vista, el rol que ha desempeñado en el entramado. Y al entrecruzarse, los relatos se transforman, se enriquecen, se complejizan. Historias incompletas, subjetivas, imperfectas donde cada relato es una voz, una víctima.
Comuna 13, Medellín, con nuestro guía Yarleison
Medellín se ocupa y se preocupa por entender su historia y aprender de ella
Medellín se me antoja un ejemplo de cómo se puede utilizar bien la cultura. Como cuando escucho en la Casa de la Memoria a los maestros preguntar a sus alumnos, invitándoles a la reflexión sobre el pasado y el presente de su ciudad.
Porque Medellín vive con la lacra del narcotráfico y la (pesada) fama de su serie en Netflix. Pero es mucho más que eso. Cansados de que los turistas quieran visitar la casa y hasta la tumba de Pablo Escobar, estos centros se ocupan y se preocupan de entender su historia y aprender de ella.
Tampoco se puede uno perder una visita guiada por la Comuna 13, un ejemplo del trabajo de todo un barrio por revertir una situación dramática por culpa del narcotráfico.
Comuna 13, Medellín.
En Colombia hay suficiente plata para que todo el mundo tenga calidad de vida, e incluso para que los ricos sigan siendo ricos, Gabriel García Márquez.
Gracias a una gente cansada de la muerte y la violencia, la Comuna 13 aprovechó los proyectos de cooperación de diversas fundaciones y ayudas gubernamentales para formar a jóvenes y sobre todo a mujeres en riesgo de exclusión social dándoles las herramientas necesarias para crear empresas y sacar adelante a sus familias.
Quienes participaron de estos proyectos solidarios recuerdan que fue una etapa de sus vidas muy bonita. Me cuentan cómo formaron a más de 50.000 mujeres en esos años y muchas de las empresas que se crearon siguen existiendo hoy y han dado oportunidades a mucha gente.
Un pequeño granito de arena, como dice mi amigo y cooperante Pau, quien ha sido testigo del milagro de la transformación: «es parte de la razón del cariño inmenso que acabas teniendo a Colombia y en especial a su gente».
Así que gracias Pau por enseñarme a querer y conocer este rincón Paisa tan maravilloso y especial.
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