
Nací en el Mediterráneo, el mar en medio de las tierras, poseedor de las playas y calas más hermosas de este mundo conocido, así que siempre dije que jamás haría un viaje de sol y playa. ¿Para qué, si lo tenía todo a mi alcance?
Pero a veces sucede en la vida que se alinean los astros para que de pronto sucedan cosas como esta, que decida ir de vacaciones a las Maldivas, nada más y nada menos.

Llevo un tiempo residiendo en Doha, estamos en Ramadán y se avecina el Eid por el cual se celebra el fin del mes de ayuno. Alá nos bendice con tres días de fiesta en el último minuto así que debo debatir en cuestión de horas a dónde ir (no concibo vacaciones sin coger un avión a cualquier parte del planeta Tierra). Miramos qué vuelos directos tenemos desde Doha y sorprendentemente mi marido y yo decidimos que tenemos que ir a las Maldivas. No sólo porque no tuvimos luna de miel diez meses atrás cuando nos casamos, sino porque estos meses han sido intensos y duros en muchos aspectos de nuestra vida. Es evidente que necesitamos un descanso, y el verano en Catar supone no pisar la playa a menos que quieras morir abrasado a cincuenta grados a la sombra. Además, para una escapada de cinco días Maldivas está dentro de nuestro radio de acción, apenas cuatro horas y media de vuelo.

El primer contratiempo, obviando que Qatar Airways es una compañía cara donde las haya, es elegir hotel. Maldivas es un archipiélago situado en el océano Indico, a 450km de la costa de India. Está conformado por más de mil islas, de las cuales poco más de 200 están habitadas. Las islas destinadas al turismo están explotadas por un grupo hotelero, es decir, hay un resort por isla salvo en la capital, Malé, que alberga el aeropuerto internacional. Para hacerse una idea de lo que representa este archipiélago, hay que entender que está dividido en el atolón norte y el atolón sur, y que de una punta a otra hay unos 800 kilómetros, distancia equivalente a Bilbao-Sevilla, por ejemplo.
Así pues, como decía, el primer problema es decidir dónde alojarse. Siempre parto de la premisa de que es posible que no vaya a volver nunca más, así que no hay margen de error, siempre voy en busca del mejor hotel en relación a mis necesidades. El abanico de precios es inmenso, así que hay que establecer prioridades.

En mi caso, prioridad número uno, que la isla esté ubicada en una zona óptima para practicar snorkel y submarinismo. Las islas de las Maldivas son atolones que emergen del agua dentro de barreras de coral. Algunas de estas islas están dentro de inmensas lagunas de agua, mientras que otras están rodeadas de arrecifes lo que las hace ideales para los amantes del mundo submarino. Aunque desde cualquier hotel te puedes desplazar en un barca a una zona de buceo, previo pago, lo ideal es ser práctico y decantarse por una isla dentro de un arrecife.
La premisa número dos es que no albergue zonas infantiles, es decir, evitar un hotel de los llamados “familiares” pues no entra dentro de mi esquema de viaje romántico.
Por último, y tras mucho navegar en las webs habituales, decido que tiene que ser un resort pequeño. Que incluya un campo de golf, pistas de tenis, ocho restaurantes o muelle privado sólo quiere decir más gente y menos intimidad.

Otro punto a tener en cuenta es la ubicación de la isla respecto al aeropuerto internacional de Malé, pues es desde la capital donde se accede a las demás islas. En unos casos se accede simplemente en barca, pero en otros requiere el traslado en hidroavión o, como fue nuestro caso, 25 minutos en hidroavión más 10 minutos en lancha. ¿Por qué es importante? En primer lugar porque hay que presupuestar el precio del traslado, en nuestro caso 400$ por persona, y por otro lado porque los hidroaviones operan desde muy temprano por la mañana hasta primera hora de la tarde. Esto significa que hay que informarse bien de los horarios de traslado al resort elegido desde Malé para que coincida con los horarios de los vuelos internacionales. Porque de otro modo te obliga a pasar la noche de llegada o de salida en la capital. Es un detalle que no todos los viajeros tienen en cuenta y puede suponer un desagradable imprevisto.
Por cierto, la primera impresión cuando llegas a la capital puede impactar bastante, es todo lo contrario a cualquier idea preconcebida de una isla paradisíaca en las Maldivas. Un aeropuerto pequeño, abierto al mar, nada lujoso, con ventiladores en cada columna intentando ahuyentar la humedad reinante. A muchos podría decepcionar, a mi me pareció encantador. Sin embargo, el traslado hasta el hidroavión te enseña otra cara que no quieres ver, un terreno posiblemente ganado al mar y en condiciones de mantenimiento y limpieza deplorables.

No obstante, con todos los filtros aplicados en la búsqueda del hotel doy con el lugar ideal, la isla de ensueño que jamás olvidaré, Kandolhu Island. Nuestro particular paraíso terrenal.
Situada a 70 kilómetros de la capital en el llamado North Ari Atoll, es una diminuta isla con sólo 30 villas, puede que una de las más pequeñas del archipiélago.
Cumple con todo lo que alguna vez he soñado: arena fina y blanca y agua turquesa y trasparente, como en los catálogos de viaje trucados con photoshop, pero esta vez de verdad. Respecto a la habitación, reservamos una ocean villa, es decir, una casita en el agua, porque si vas a las Maldivas no puede ser de otra manera. Y supera nuestras expectativas, y no sólo porque es tal y como muestran las fotos de la web del hotel, es mucho mejor. Una casa de madera sobre el mar rodeados de coral y peces de todos los colores, orientado al oeste para poder ver el atardecer cada día.

La habitación y el baño, de dimensiones considerables, completamente acristalados para ver desde casi cualquier ángulo, el mar. Y aunque a ambos lados tenemos sendas villas, la privacidad es absoluta, hasta tal punto que podemos pasearnos desnudos por todo el solarium sin ser vistos. Y aunque el hotel ofrece villas sobre el agua con piscina, mejor ahorrarse el dinero para otras cosas, porque desde el solarium cuelga una escalera para tirarte directamente al mar. Qué mejor que un baño matutino nada más levantarte de la cama para empezar el día con energía.

Para rematar la faena, en la habitación además de un mini bar muy equipado, una pequeña bodega con una selección de vinos blancos, rosados, tintos y champagne por 40$ la botella, cualquiera que elijas. El resto de las instalaciones, villas en la playa con jacuzzi, villas en la playa con piscina, dúplex en la playa con piscina, todas maravillosas, pero con menos intimidad. Como todo en esta vida, la elección depende del gusto del consumidor. La isla alberga un gimnasio, una biblioteca, un spa y algo muy práctico: una plataforma sobre la playa que empieza siendo un bar y le siguen cuatro restaurantes pequeños, íntimos, al aire libre y con vistas maravillosas. Aunque para amantes de la buena cocina decir que es la parte a mejorar de este pequeño resort. De todos modos, teniendo una villa tan espectacular ¿para qué salir a cenar? Lo mejor es tirar del servicio de habitaciones, abrir una botella de vino y cenar con el sonido de las olas rompiendo en la barrera de coral bajo un manto de estrellas. Y si uno no teme a la oscuridad, darse un baño en plena noche.

Materiales naturales integrados en la naturaleza y con un diseño moderno y confortable. Consejo, una bolsa de mano con un par de bañadores es más que suficiente, puedes pasearte descalzo por cualquier instalación.
Otra cosa a tener en cuenta es que los sonidos de la noche pueden perturbar el sueño a los urbanitas. Es como vivir en un barco, así que no hay que sorprenderse si nos despierta el sonido del viento azotando la villa, o la lluvia habitual en los meses de monzón. Dos de las cuatro noches disfrutamos de las tormentas tropicales, y de verdad que las villas en el agua están más expuestas que las de la playa, pero es un espectáculo que hay que vivir con las cristaleras abiertas de par en par, aunque el agua acabe entrando a raudales.

Durante el día, las revoluciones bajan a mínimos históricos. Cuesta levantarse de la cama escuchando las olas y viendo los tonos del azul del mar sin mover la almohada.

Los desayunos se sirven en la playa opuesta de la isla, así que empieza el día con un paseo viendo a los bebés tiburón de punta negra en la orilla, resguardados del oleaje más allá de la barrera de coral. También hay que sortear los cangrejos blancos que inundan la playa y que se apresuran a esconderse en sus agujeros en la arena a medida que notan las vibraciones de las pisadas.
Uno de los mejores momentos del día es tomarme el café en la playa bajo las palmeras, esperando a que la cafeína me active. Eso si no me he dado un baño en mi piscina particular antes de desayunar.
La particularidad de este lugar es la solitud. No apto para personas muy sociables. Perfecto para quienes prefieran disfrutar del silencio a la conversación, al sonido del mar a la música. El plan para escapar del estrés del resto del año. Podría pasarme toda una vida bajo esa palmera observando los tonos del mar y con un café en la mano.

Después, un par de horas para hacer la digestión desde la hamaca del solarium privado, con un buen libro y mucha crema solar. Hasta que llega el momento de elegir arrecife y darse una vuelta haciendo snorkel. La isla está dentro de un arrecife con varios puntos de entrada y de salida para recorrerlo de manera completamente segura, pues el oleaje puede arrastrarte en medio de la nada en cuestión de segundos.
La variedad de peces que se puede ver a un metro de profundidad ya es impresionante, pero adentrarse en la barrera de coral es ya todo un espectáculo, peces payaso, peces león, estrellas de mar, peces murciélago, tortugas, etc. El hotel dispone de un centro de buceo donde también puedes contratar actividades acuáticas. En nuestro caso salimos a bucear con Yvonne, una alemana encantadora que hizo sentirme muy cómoda en mi primera inmersión. Bajamos hasta 18 metros, y pudimos ver aún más variedad de peces, tortugas, una manta y tiburones. Al ser mi primera vez, por supuesto jamás la olvidaré.

Y así pasan los días en Kandolhu Island, tomando el sol, descansando, disfrutando del mar, leyendo, tomado una cerveza a la hora del aperitivo. Es posible no salir de la villa en varios días, pues todo lo que uno pueda necesitar para ser feliz esté en uno mismo, pero Kandolhu te lo pone más a mano.

Y volviendo a que jamás iba a gastar mi dinero y mis vacaciones en un destino de sol y playa, pues decir que hay momentos en la vida en que uno necesita desconectar y descansar, y que puede que me esté haciendo mayor, no lo sé.
Para desconectar unos días en verano echaba mano de mi isla mágica que es Formentera, con las playas y las aguas más espectaculares que haya visto jamás. Pero aunque las comparaciones son odiosas, Maldivas es como la isla Pitiusa pero delicadamente empaquetado con un lazo y a tu nombre, y éste es el precio que hay que pagar.
La exclusividad.
Pero pasar los días en este paraíso bien merece la pena, al menos, una vez en la vida. Y si es en buena compañía, mucho mejor.
Porque si esto no es felicidad, que baje Dios y lo vea.
¡Qué cantidad de recuerdos me has traído con tu post..! Yo fuí a Maldivas de luna de miel, y disfruté dos semanitas de ese paraíso terrenal, ¡recuerdo hasta el olor de la arena mojada cuando iba paseando descalza por la isla (es absurdo llevar zapatos allí)!
Algún día espero volver…
Un saludo, ¡y gracias por traerme tan buenos recuerdos!
Diana, somos almas gemelas, jajajajaja… Jamás pensé que lo diría, pero sí, Maldivas es tal cual lo cuentan y tal y como ves en las fotos, ¡es real!!!!
sólo preocuparte de qué bikini ponerte y dejarte llevar, ir descalza todo el día, ¿qué más puedo decir?
Sin duda repetiría, priceless!!!!!
Besos.
P.D. oye, a medio camino entre tu casa y la mía están las Seychelles, ¿no? 😉
Síííí, ¿te imaginas conocernos algún día en las Seychelles? Jajaja. ¡No se me ocurre un sitio mejor!
A mi Maldivas también me pareció un paraíso, y eso que nací en ciudad costera (Huelva) y, como tú, soy de las que piensan que tenemos las mejores playas del mundo… ¡Qué nadie nos toque lo nuestro!
Besos desde el sur del sur.
Yo de vez en cuando voy mirando billetes, así que no te sorprendas si un día te llamo, jajajajajaja…
Brillant, nina!!
Ha estat com si fos allà mateix, encara que no crec que hi poguem anar mai…
Però, per què no me sorpren?… 🙂
Sempre he dit que tens un do per sa preparació des viatges. A més, ho he pogut comprovar viatjant plegats: és com anar amb una «Lonely Planet» (Loonlyy) just devora. T’ho prepares tan i tan bé, que no deixes quasi res per a sa improvisació, encara que també hi està contemplada. Inclús sa meteorologia, hi has fet molts de comentaris al respecte, «està prevista i contratada», o ho fas venir molt bé… 😉
Bussejant per Webs he trobat una frase que et pot definir molt bé en aquesta faceta teva, i d’altres…: «Estima el que fas, flueix i somia mentre ho fas.”
(Per cert, si li vols pegar una ullada, et veuràs retratada jo diria que al 100% http://www.viajarcomeryamar.com/por-donde-empiezo-a-preparar-mi-viaje )
L’any qui vé, si tot va bé, Formentera! Es nostre paradís -més proper- a la terra.
«Like all drugs, travel requires a steady increase in the dose.»
Brilliant Xavito, brilliant!!!
Sempre seré sa vostra «loooonlyyyy…», ja ho saps 😉
Es tema de sa improvisació és tal vegada sa part a millorar, som massa perfeccionista, però… fins ara m´ha anat la mar de bé. I tanmateix, sempre surten coses inesperades, lo que has d´estar és al tanto per disfrutar-les, o no?
Qui me coneix ja sap que jo disfrut des viatges tant o més preparant-los, i sempre hi haurà un abans i un després d´Escòcia, tu ja m´entens, a ca Na Wendy i es dia que ens va ploure i fins i tot nevar i jo vaig reviscolar amb un parell de Scottish sense gel, jajajajajajajaja…
Totally agree, I´m addicted!
xx
Impresionaaaant Laura!
He pres nota de tooots els consells, aviam si ens trobem i ensenyes fotus 🙂
Un peto!
Ahhhh, a veure si arribam a coincidir, quan tu tornes jo me´n vaig, i així sempre un cop i un altre, jajajajajaja!!!
Ara partim fins a finals de setembre… una altra aventura 😮
He penjat fotos a Flickr, pots entrar-hi fent click a les fotos que hi ha a la dreta del post.
Petonets guapa!
P.D. quan partiu a Maldives dius? 😉
Hola! Tienen sistema all inclusive? En caso de que no… como se organizan para comer? Gracias!
Hola Belén, en el hotel en el que nos alojamos (Kandolhu Island) había varios restaurantes temáticos, por lo que cada noche podías cenar en uno diferente. Creo recordar que había un japonés, un mediterráneo, un italiano… Durante el día había menos variedad en las cartas y no habrían todos los restaurantes. Mucha gente come en la playa o en su propia villa. En este caso particular, y así lo expuse a la dirección del hotel, eché en falta más calidad teniendo en cuenta que las comidas se pagan a parte. Así que en tu presupuesto, si no vas a un «all inclusive» (que suelen ser hoteles más grandes y con menos encanto), tienes que tener en cuenta el coste de comidas y cenas.
Saludos y buen viaje si decides visitar el paraíso 😉