
A 24 horas de mi primer examen, aún sin casa, sin coche, con la mudanza retenida en Aduanas y sin ver apenas a mi marido, me escribe Juan, mi más fiel seguidor: “pero qué viva estás, mi alma, me encanta”. Y yo respondo con una frase que he leído esta misma tarde de la escritora francesa Muriel Barbery: “posiblemente estar vivo sea esto, atrapar instantes que mueren”. Y no puedo estar más de acuerdo.
Durante el día recibimos miles de impactos que inciden sobre nuestras emociones, porque sentir significa que estamos vivos. Cada momento es único, irrepetible, personal e intransferible, como ese instante en el que lees algo que te gusta, o cuando recibes la sonrisa de quien te atiende, o las gracias de la persona a la que has ayudado o un simple gesto, por mínimo que sea. A mí, estos instantes que duran un segundo me llenan de optimismo. Porque la vida, como decía Sylvain Tesson en su novela, es simple.

Siendo una persona tremendamente organizada y meticulosa como soy, he estado al borde de un ataque de nervios en un lugar donde se cumplen todos los tópicos caribeños. La prisa mata amigo y a este mundo no hemos venido a sufrir, me repito constantemente. Mi marido me regaló hace un tiempo una herramienta para que me relajara, una App que no había tenido oportunidad de desempolvar hasta ahora porque, sinceramente, creía que no me hacía falta. Pero he de reconocer que ha cambiado mis mañanas: Headspace, treat your head right. Nada más y nada menos que diez sesiones gratuitas de meditación on line. Y funciona. Mejor que los cereales o el ginseng con jalea real, es un chute de energía que aporta calma durante, al menos, diez minutos al día.

Pero volviendo a la vida simple, será la meditación o que ya han pasado doce días desde mi llegada, empiezo a disfrutar de los pequeños momentos que mueren al instante, pero que en ese preciso momento y lugar me dan la vida.
Uno de los que no olvidaré nunca fue cuando hace unos días, tras haberme quedado dormida en el sofá viendo mi serie favorita subo las escaleras, me siento en la cama y al poner el despertador para el día siguiente leo en la pantalla de mi móvil el mensaje de Amparita. Ha visto una foto mía colgada en Instagram y escribe que casualmente ella y toda su familia están en ese mismo lugar pasando el último día de sus vacaciones navideñas. No pude parar de reír durante un buen rato, quizás porque había llorado durante el día después de una semana dura y estresante. Quedamos al día siguiente a las diez de la mañana en la playa, en la misma en la que el día que llegué a Cancún había sacado una foto del que es ya mi lugar favorito, Punta Sam. Como me dijo mi marido al salir por la puerta, te hará bien, desahógate.

Y fue una auténtica terapia de choque. Aunque lo más curioso de la situación fue reunirme con la familia Podadera-Romero (y uno más) pasados cuatro años desde el día que nos conocimos en un safari y donde compartimos doce días de confidencias, aventuras y polvo a lomos de un camión por tierras africanas. Cuatro años sin vernos y como si no hubiera pasado nada. Las redes sociales son geniales. Fue mucho mejor, como me comentaba Amparita días después, fue un subidón de fin de viaje para ellos y un subidón de adrenalina para mí. Volvimos a reír y a brindar con una cerveza, aunque esta vez sustituimos la Tusker kenyata y calentorra por una mexicana Modelo Especial bien fresquita mientras Reme me decía emocionada que esto no había sido casualidad sino causalidad.
Otro momento zen del día es precisamente el lugar donde me tomé la cerveza con mi “familia” malagueña. El patriarca, Pepe, nos llevó esa mañana al Restaurante Las Jaibas, donde afirman que en el mar la vida es más sabrosa, pero en Las Jaibas hacen la vida más rica. No sé si rica, pero me a mí me hace más feliz, porque desde entonces se ha convertido en mi cuartel general, donde casi todas las mañanas me acerco para leer, para escribir o sencillamente para tomar (porque aquí se toma, no se bebe) y por qué no, también para comer, y es que “camarón que se duerme lo cocinan en La Jaiba”. El mesero, Javier, me trata como a una reina a la que sólo le falta caminar sobre una alfombra roja, me sirve la cerveza antes de que se la pida porque nunca es demasiado pronto ni se está demasiado sola, y al que cuido con mimo y con buenas propinas porque hace que me sienta como en casa. Gracias a él empiezo a sentir que tengo un nuevo hogar.
No creo que sea ni de lejos el mejor restaurante –de hecho su insistencia en poner de fondo la música de José Luís Perales no sé si lo hace más entrañable o más detestable- pero es como la Modelo Especial, puede que no sea la mejor cerveza del mundo, pero siempre será la primera.

¿Ya me he adaptado al ritmo caribeño de Cancún? Por supuesto que no, pero hay momentos en los que no sabes muy bien por qué pero percibes que algo está cambiando. Aprendes que el servicio se paga con dinero pero también que hay gente amable y, como me dijo Ramiro -el que es ya mi taxista de confianza- la playa y el mar recargan energía y aportan tranquilidad. Nos reímos de aquellos que, como me sucedía en Mallorca, se creen que por vivir en Cancún estás en unas eternas vacaciones cuando en realidad las jornadas laborales son más largas que un día sin pan, por no hablar de los miserables sueldos que cobran los locales por trabajar más horas que un reloj. De ahí las generosas propinas. Pero como afirmaba mi buena y caritativa amiga Carla, aunque trabajes todo el día te parecerá que vives como si estuvieras de vacaciones. Será por la “sazón”, ese toque que le dan a la vida, ese algo que estoy en vías de descubrir.

Así que sí, estoy viva y llena de curiosidad por seguir descubriendo este nuevo rincón del mundo para mí, nada más y nada menos que la península de Yucatán, topónimo de origen incierto pero que puede significar en lengua maya “no te comprendo”.
Quizás sea otro augurio de los que me hablaba Carla cuando me decía que no me desgastara aplicando mi sentido común a las cosas porque, una vez más, aquí todo tiene su ritmo: no intentes cambiarlo, relájate y disfruta.
Tú nos escribes desde el pasado antes de acostarte y yo te leo cuando me levanto 🙂 me encanta! verás como en no time estás súper instalada… Tú te adaptas a todo! Después de Qatar seguro Cancun te da la risa! 🙂 entiendo perfectamente eso de llorar por puro desahogo. Somos fuertes, pero no de piedra! Y qué bien se queda uno después de una buena llorera! No desespéres, es absolutamente normal y lo extraño sería qué con esta vida nómada qué llevamos que no nos pasara de vez en cuando… Y eso de estar sola todo el día tampoco ayuda.
Tú sonríe a la vida y la vida te sonreirá a ti!!! Sal, Conoce gente y tómate muchas cervezas y tequilas con los nuevos amigos! Eso también te salva la vida 😉 Un abrazo enorme mi Laurita linda! Muchos abrazos ciberespaciales! Xxx
Flora, ¡me has pillado!!!! Llevo un descontrol total con los horarios, desde NZ era más fácil porque vivía en el futuro, pero ahora que vivo en el pasado debo cambiar mis pautas. Para que os llegue el blog a la hora del desayuno (especialmente para madrugadores como tú) decidí publicar al acostarme, pues yo me levanto a tu hora de comer ¡¡jajajajajajaja!!!!
Tú me comprendes mejor que nadie porque has pasado lo mismo que yo (y aún seguimos), así que ya ves que no me avergüenza decirlo, llorar es bueno y terapéutico. Especialmente cuando estás sola, aún no conoces a nadie, todo es nuevo y diferente (y no siempre bueno). Es fácil idealizar, pero lo mejor de tener este tipo de vida es que en el camino aprendes a marchas forzadas, y yo esto no lo cambio por nada del mundo. Nos hace mejores y más fuertes 🙂
Cada día me lo repito, si pude con Qatar, esto será pan comido, pero te sorprenderías de la cantidad de cosas en las que se parecen Doha y Cancún, ¡¡¡ver para creer!!!!
A mí la sonrisa no me la quita nadie, viene de serie 😉 y con los margaritas ya estoy haciendo un máster, ¡qué vicio tengo!!!
Y ya sabes, si os apetece un poco de ritmo caribeño, aquí estaremos, ¡a mandar! como dicen por aquí.
xx
Laura.
Bon dia!! Entre sueños de mariachis y margaritas me encontraba esta mañana y no quería despertar cuando el despertador ha sonado… En mis sueños aparecíais tú y Gabi, los niños, pasajes y lugares de mi anterior vida en México y otros que nunca han existido, pero maravillosos en mi imaginación….
Cuando por fin me he obligado a levantarme y he ido como un zombie a la cafetera… Qué alegría encontrar tu nuevo post!!!! Me ha ayudado a empezar el día con una sonrisa que aún no me he quitado.
La cuenta atrás ha empezado. En 29 días estaremos allí. Entre la emoción del viaje. El primer gran viaje con los niños. Volver a dónde todo empezó. La cercanía con Cancún que vuelvo a sentir cada vez que te leo o nos escribimos y en revivir los inicios a través de tus ojos…. Qué emoción!!!
GRACIAS Laura, en la distancia y a través de tu blog, nuestros poquitos encuentros este verano y los whatsapps, siento una conexión inesperada y genial contigo. Seguro que sólo es el inicio. Acaba tus exámenes con éxito y nos vemos en nada…
Muchísimos besos para ti y para Gabi, qué ganas de veros!!!!
Como escribí hace unos pocos posts, los lugares físicos no son los que nos enamoran, sino lo que vivimos en ellos, y tu experiencia fue absolutamente mágica. A mí me pasa con Catar, por muchas pestes que eche del país, fue donde Gabi y yo dimos contenido y forma a nuestra relación de pareja, por eso será siempre tan especial.
Me alegra saber que mi estrategia de publicar cuando aquí todavía es miércoles por la noche, funcione y puedas desayunar con el blog, touché!!!! yo sí que estaba zombie anoche…
It’s the final countdown! yo también cuento los días para veros llegar, qué ganitas, y sobretodo para que me cuentes ¡todo, todo, todo! Aunque igual te acabo sorprendiendo y te enseño alguna cosa nueva que hay por aquí 😉
Ya sabes, maleta ligera que aquí aprieta el calor, muchos bañadores y protección solar. Espero que les contagies a los peques la misma energía e ilusión que trasmites tú y que se lo pasen genial, creo que el mayor sentirá que tiene raíces puestas ahí, no? ;p
Un beso y muchas gracias por tus palabras, me has emocionado (por eso he tardado en contestar, me habías dejado sin palabras).
xx
Laura.
Laura,
Quan puguis has de fer la ruta de Yucatan: Celestun, Uxmal, Merida, Izamal, Chichen-Itza, Valladolid… crec que ho pots fer en autobus per mes inri. Nosaltres ho vam fer en familia i vam contractar un mini-bus amb guia privat que no ens va costar mes car que un «package» de turista del montó i ens va permetre visitar tot com uns senyorets amb un guia licenciat en història, segurament de una Universitat online que no existeix, però que ens va fer riure molt. Encara ara surt a les converses, imitant el seu accent i expressions «para nada de naaaada».
Quan hagis visitat aquestes ruines i si es possible et temple del sol a la ciutat de Mèxic, ves al museu d´història de Mèxic. Allí tenen totes les peces que falten a totes les ruines del país. És increible. Jo em vaig comprar el llibre per tenir les fotos i poguer mirar i llegir amb mes calma a casa, perquè és impossible assimilar tan de cultura en una visita.
…. i tot el que ens va quedar per veure!
A Mèxic hi han moltes rutes, a quina la més atractiva. Qui va dir que Colom va descobrir Amèrica, està ben equivocat quan veus les cultures mil.lenàries dels maies, asteques i altres d´un país tan gran en extensió i diversitat, per no parlar d´altres temes, com la ruta actual del tequila.
En fi, suposo que tindràs una mina per explorar i escriure, inacabable, per contrast a la vida austera i plena de pols del desert de Catar… aprofíta-la bé!
Senyora! Tens molta sort!
Petons,
Sara.
Sara, acabo d’arribar i ja penso que em faltarà una vida per conèixer aquest país, és tan gran i té tantíssima història… T’han aviat m’hagi instal·lat començaré a fer carretera per visitar les restes arqueològiques maies i la península de Yucatán. Com bé dius, tot el contrari que a Doha, aquí hi ha tot un món per a explorar, el que em faltarà és temps!!!
Sí, em considero realment afortunada, i m’ho repeteixo cada dia 😉
I tu tanca les finestres, que entra pols!!!!
Kissets,
Laura.