
La expresión carpe diem proviene del latín y significa, literalmente, disfruta del presente. Se utilizó en las mismísimas Odas de Horacio para aconsejarnos que no nos preocupemos por el futuro.
Del latín también nos llega la menos conocida beatus ille, con la que Horacio escribe un elogio a la vida retirada. Nos habla de la sencillez de la vida rural.
Ambos consejos los tomo muy seriamente, especialmente el segundo desde hace unos años puesto que el primero creo que es innato en mí. Para el poeta romano -hablamos del siglo I aC.- el campo era el marco ideal para conseguir la felicidad.
Y no lo decía sólo él, pues ya los griegos de hace dos mil años nos explicaban que el hombre no podía ser completamente feliz ni libre en la ciudad. Y todo porque la vida en sociedad, las normas y las convenciones sociales coartaban la libertad individual de las personas.
¿No resulta curioso que estos postulados de una vida simple sigan de rabiosa actualidad?
¿No resulta curioso que estos postulados de una vida simple sigan de rabiosa actualidad?
Aludían a la vida retirada, a vivir el día a día sin las preocupaciones mundanas. Y el campo era el escenario ideal donde dejarse llevar por el dolce far niente. En estos momentos estoy ya plenamente convencida de que estoy en mi estado ideal.
Sylvain Tesson escribió uno de mis libros favoritos, La vida simple. Este aventurero francés, autor del libro, decidió un buen día retirarse seis meses a una cabaña siberiana. Pero además, coincidiendo con el invierno y la primavera, casi nada.
Sólo acompañado por decenas de libros, kilos de pasta, litros de tabasco (con lo que cualquier comida sabe bien) y no menos litros de vodka. Es un libro que puedo releer sin cansarme año tras año. Uno de sus objetivos, desacelerar el tiempo.
Crítico con el desenfrenado consumismo y en general con el discurso de los políticos, y consciente de que no va a poder salvar el mundo, Sylvain escribe todo un elogio a la simplicidad.
¿Y si la libertad consistiera en adueñarse del tiempo?, S. Tesson
S. Tesson no dice nada diferente a lo que ya decían los griegos: el tópico del beatus ille adquiere vida propia. Se elogia la vida retirada, simple, en un ambiente rural lejos de las ciudades para conseguir la tranquilidad y serenidad. Escenario perfecto para la felicidad.
Obviamente no todo el mundo puede permitirse un retiro espiritual, ni puede dejarlo todo para irse a vivir al campo, aunque la España vacía lo agradecería enormemente. Sin embargo, si eres un urbanita aún hay esperanza para ti. Haz la prueba.
¿Acaso no sientes que tienes demasiados compromisos, demasiadas obligaciones y demasiadas preocupaciones en la cabeza? ¿no sabes por dónde empezar?
Llevar una vida simple es un estilo de vida, una filosofía. Aunque ahora todo lleve etiquetas y envoltorios de marketing llamativos (y muy caros), está todo inventado.
Llevar una vida simple es un estilo de vida, una filosofía
Y escribo sobre la vida simple porque lo llevo experimentado desde hace años, y más intensamente desde los dos últimos. Mi vida como expatriada de un país a otro hizo que un día viera con mis propios ojos cómo se podía pasar de cuatro armarios abarrotados de ropa a dos maletas. Y el mundo no se vino abajo. De vivir sola en un piso de 120 metros cuadrados a compartir un estudio de 50 metros con mi pareja. Nunca había sido tan feliz.
Y es que nos aferramos a los objetos materiales por culpa de ese consumismo desenfrenado que critica S. Tesson. Cuando tienes una vida nómada viajas con lo puesto y poco más, y te das cuenta que sobrevives. Es más, vives más ligero porque los bienes materiales no sólo te ocupan espacio, sino que te hacen esclavos de ellos.
Acumulamos cosas materiales pero también pensamientos, esas obligaciones y compromisos que realmente no necesitamos. No sabemos decir no y nos distraemos gastando tiempo y energía.
Llevar una vida simple sólo requiere tres cosas: claridad, orden y foco. Haz la prueba ¿qué es lo realmente importante para ti? ¿serías capaz ahora mismo de deshacerte de tres cosas de tu casa, de tu oficina o de tu armario?
Llevar una vida simple sólo requiere tres cosas: claridad, orden y foco
Llevar una vida simple consiste en controlar tu mente, en deshacerte del apego emocional a las cosas para quedarte con el recuerdo. Se trata de que te centres en las experiencias y no en los objetos. Que te centres en las relaciones y no tanto en las redes sociales o en la televisión. Se trata de poner foco no en lo que quieren los demás, sino en aquello que te llene a ti, que te aporte valor y que te haga sentir mejor persona.
En mi experiencia personal, vivir con menos me ha ayudado a valorar lo que tengo. Vivir en el campo, alejada de la ciudad y de muchos servicios de consumo me ha reconectado con la naturaleza, con el silencio y conmigo misma.
Vivir en un ambiente rural es vivir sin distracciones, sin tráfico, sin atascos, sin colas. Como avisaron los griegos, vivir en un espacio rural es vivir en libertad, lejos de las ataduras, libre de la presión social y de las leyes que dictan lo que puedes o no puedes hacer. Es renunciar a muchas comodidades, pero es ganar nuestro bien más preciado: el tiempo.
Estoy en total sintonía con lo que dices, llevo ya un tiempo añorando una vida más tranquila, slow life que lo llaman ahora, y un paisaje menos gris. Será la edad, pero ya no veo tan interesante lo de vivir en una gran ciudad, y ahora sólo sueño con una casita cerca del mar y hasta con un huerto jajaj
Me apunto el libro para leerlo 🙂
Un beso Laura
El huerto también está en marcha Carmen 😉
Jamás pensé que lo diría, pero esta vida simple me llena, ¡y he sido una auténtica urbanita en el pasado!
Lee a Tesson, tú puedes hacerlo en francés, no te defraudará
xx
Laura.