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LAURA SARGANTANA

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La Habana

13 julio, 2016 / by Sargantana / 2 comentarios

Ventajas de vivir en el Caribe, poder visitar una de las muchas islas a menos de dos horas de vuelo. Y La Habana no iba a ser una excepción, uno de esos destinos que se resisten en el tiempo por motivos diversos. Apenas una hora desde Cancún, ideal para pasar un fantástico fin de semana con guía incluido, nada mejor que la hospitalidad de Pepe, amigo y residente en la isla durante este último año y que nos brinda la oportunidad de visitar los lugares que frecuentan los locales para poder ver más allá de la capa superficial de los espacios turísticos por antonomasia.

En el siglo XIX escribió Marx su «Manifiesto Comunista» en el que definía el socialismo como un sistema de productores asociados libres e iguales en beneficio del bien común para acabar con los modelos de producción capitalistas que incentivan la desigualdad social. Un sistema en el cual no hubiera clases sociales, ni propiedad privada y donde el pueblo participara de las decisiones del Estado. Parece ser que Marx fue el culpable de los males del siglo XX cuando la realidad es que los dirigentes de algunos países interpretaron sus palabras a su conveniencia, sin duda. La revolución obrera puede que fuera utópica en su objetivo de acabar con la lucha de clases, pero acabó dándose la vuelta con el final de la libertad de elección.

Libros usados en Plaza de Armas (imagen propia)
Libros usados en Plaza de Armas (imagen propia)

Muchos cubanos no desean dejar la isla, tienen seguridad, comida, sanidad y educación garantizada, lo único que no tienen es libertad. Para unos sin la premisa de la libertad todo lo demás carece de sentido. Para otros la libertad es sinónimo de desigualdad y terror capitalista. Hay quien se siente orgulloso de ser autosuficiente fuera del sistema capitalista, pero eso es una verdad a medias. La Habana vive entre los dos mundos desde la hipocresía más absoluta de sus dirigentes. No hay más ciego que el que no quiere ver.

La Habana Vieja (Imagen propia)
La Habana Vieja (Imagen propia)

El primer ejemplo es el hecho de manejar dos monedas. Si lo entendí bien, ninguna de las dos son divisas extranjeras: los pesos cubanos (CUP), carentes de valor adquisitivo, es la moneda con la que los locales cobran su salario -uno de los más bajos del mundo- y pagan el menudeo de su día a día entre ellos, y los pesos convertibles (CUC), la moneda con la que cobran a los turistas su “otra” tarifa o se adquieren bienes no tan básicos, equivalente más o menos al dólar americano. Es como ser un agente secreto con calculadora, con una doble vida pero bastante más descarado. Al fin y al cabo, la doble moneda es precisamente el símbolo de la dualidad de este país, dualidad económica y social en una isla que se adjetiva como «socialista».

Los cubanos son funcionarios del Estado, trabajos por los que cobran una media de 26 dólares al mes al cambio. No se les exige demasiado, por lo que dedican la mayor parte del tiempo a “resolver” que es como en realidad se ganan la vida, una vida nada económica. Sin embargo, esta necesidad de “resolver” para poder vivir dignamente más allá de la cartilla de racionamiento discrimina a modo de darwinismo social a los más mayores o a los menos hábiles a la hora de trapichear, por lo que las clases sociales son cada vez más evidentes. Varios ejemplos vividos en apenas 48 horas lo demuestran.

"Almendrón" en La Habana Vieja (Imagen propia)
«Almendrón» en La Habana Vieja (Imagen propia)

Ir al supermercado es una tristeza. Las neveras de la carne o del pescado, vacías. Los estantes repletos de un mismo producto, el que haya llegado esa quincena. No hay huevos desde hace un mes, me comenta Pepe. Sin embargo, acaba de llegar una remesa de leche por lo que es el momento de comprar si no quieres seguir tomando leche en polvo y siempre y cuando te lo puedas permitir porque sale a 2,5 dólares el litro. Otra opción es la nueva remesa de mermeladas, todas del mismo sabor y a siete dólares el tarro. Otra curiosidad es el vecino de su casa, arregla colchones. Cobra 50 dólares por arreglarte el colchón viejo, porque uno nuevo –cuando los hay- cuestan 250.

Otra manera de “resolver” es ir al Teatro Nacional a ver un espectáculo de danza: tarifa local, nunca lo confiesan, precio para extranjeros residentes 5 pesos convertibles, precio para el “yuma” 30. No es una crítica, sino una falta de coherencia con sus pretendidos valores y la sumisión a la que están sometidos sus ciudadanos. La situación se agrava cuando en lugar de pasar por taquilla el guardia de seguridad te vende la entrada y se embolsa el precio del boleto asegurándote un buen asiento. Socialismo individualizado.

Teatro Nacional, La Habana.
Teatro Nacional, La Habana.

Pero lo mejor siempre pasa dentro de un taxi. Después de cuarenta minutos bajo la lluvia tropical en hora punta conseguimos subirnos a un “almendrón”, uno de estos coches reconvertidos en transporte público o taxi compartido que un día vio cómo se congelaba el tiempo, viendo pasar a su vez 57 años en la más absoluta decadencia en su chapa y pintura. Motores de octava mano renqueantes pero que no se resisten a morir. Subimos en la fila delantera de a tres junto al conductor, pues la trasera ya va llena no sólo de seres humanos, sino de cachivaches varios. Sin embargo, el “almendrón” se para en un semáforo y al encenderse la luz verde decide no seguir su marcha. Es entonces cuando debemos bajarnos todos del sufrido automóvil y dedicarle cariñosamente unas  palmaditas en la espalda y unos cuantos empujones para se ponga en circulación de nuevo. A medida que llegamos a nuestro destino se va vaciando quedando sólo un cliente en la parte trasera cuando nos detiene la policía y se baja el conductor a negociar con ella. «¿Por qué nos han parado?» -pregunto ingenuamente al cliente local del asiento trasero- “para joder, nos han parado simplemente para joder”. Y así empieza una apasionada conversación sobre los males del sistema, sin pelos en la lengua. Al cabo de unos quince minutos regresa el taxista previo pago de una mochadita para poder seguir circulando. Mochadita que nos cobra religiosamente a nosotros, puesto que nada tiene que ver nuestra tarifa con la que han ido pagando los demás usuarios. Pagamos sin rechistar. Hay experiencias que no tienen precio.

Taxi "almendronero" (expuesto en la Fábrica de Arte Cubano)
Taxi «almendronero» (expuesto en la Fábrica de Arte Cubano)

Se respira música y cultura por cada poro de la ciudad. Llena de museos, teatros y salones de jazz con los improvisados conciertos del Club La Zorra y el Cuervo. Una ciudad dividida en cuatro plazas según el estilo colonial: Plaza de Armas como centro militar, Plaza de la Catedral como foco religioso, Plaza Vieja como eje comercial y mercado y la Plaza de San Francisco, centro de exportación e importación, puerto donde antiguamente atracaban los barcos españoles.

Músicos en La Habana Vieja (imagen propia)
Músicos en La Habana Vieja (imagen propia)

La Habana es sinónimo de arte, no sólo por la cantidad de museos que alberga, sino por lugares como la Fábrica de Arte Cubano, un espectacular centro cultural en la antigua estación eléctrica de la Compañía de Electricidad de Cuba datado del año 1905 en la zona marginal “El Fanguito” y cuyo objetivo no es sólo la promoción del arte moderno cubano –desde el cine a la moda pasando por la fotografía, literatura, artes plásticas o danza y música- sino la integración social del barrio. Además de talleres, conferencias y salas de exposiciones, de jueves a domingo -de ocho de la tarde a las tres de la mañana- es un punto de reunión de artistas, jóvenes y curiosos como nosotros decididos a conocer otra cara de esta ciudad tan ecléctica, mojito en mano, eso sí.

Fábrica de Arte Cubano
Fábrica de Arte Cubano

La Habana es, sin duda, una ciudad fantástica, donde uno puede disfrutar de su arquitectura haciendo un recorrido por su propia historia desde la época colonial con una arquitectura bajo la influencia española, el barroco de su catedral, el neoclasicismo imperialista, el Art Nouveau y el Modernismo de principios del siglo XX, el Art Decó de los años 20, la influencia de Le Corbusier, Mies Van de Rohe, la obra de Óscar Niemeyer o la gloriosa época americana donde la ciudad estaba destinada a ser Las Vegas del Caribe como lo demuestra el Hotel Habana Riviera (1957). O la huella del comunismo con el edificio de la espectacular embajada de Rusia en La Habana. Un museo urbano en todos los aspectos, arquitectónico pero también humano.

Porque la arquitectura que no resiste el paso del tiempo son los edificios una vez esplendorosos de La Habana Vieja. Falta de recursos y de inversión o, simplemente, lo que el turista quiere ver por lo pintoresco de la escena. Se sabe que los turistas -mayoritariamente canadienses- disfrutan fotografiando los edificios destartalados donde viven familias de verdad, los mismos turistas que pagan sin rechistar cinco dólares por un mojito malo en la famosa Bodeguita del Medio, los mismos que acuden a las diez de la mañana a Floridita a bailar, a beber daiquiris y a hacerse la foto con Hemingway.

Mítico "Floridita" (1817) (Imagen propia)
Mítico «Floridita» (1817) (Imagen propia)

Sin duda los cubanos tienen el arte de vender su propia decadencia para atraer turistas capitalistas para ir “resolviendo” sus asuntos. Nada que objetar. Si acaso lo que me parece más miserable es que un gobierno amparado por un falso socialismo, comunismo o como se quiera llamar, permita que sus ciudadanos vivan en casas podridas por el paso del tiempo y por la salitre del mar y se les siga llenando la boca con su mensaje revolucionario anticapitalista, dejando campos aptos para el cultivo abandonados porque a las familias no les compensa trabajar las tierras para tener que entregarlo todo al Gobierno. Con la misma vara de medir puede criticarse a los países occidentales que bloquean económicamente la isla en aras de los derechos humanos al mismo tiempo que firman contratos millonarios para construir carreteras o remodelar hoteles para explotarlos en su propio beneficio. No es posible comer una lechuga en Cuba, pero americanos y europeos negocian proyectos muy jugosos y bien aderezados con los militares encargados de la gestión hotelera, donde por cierto el Ministerio de Turismo no pinta nada.

"Almendrones" descapotables destinados a los turistas (Imagen propia)
«Almendrones» descapotables destinados a los turistas (Imagen propia)

La Habana no puede dejar indiferente a nadie, y sin duda es un lugar por el que vale la pena hacer una parada al menos una vez en la vida. Puede observarse y puede ser vivida desde muchas perspectivas. Desde el rol del simple turista que va en busca de diversión, desde la mirada sociológica de querer entender las causas y consecuencias de una revolución allá por los años 50, o desde la simple mirada de un ciudadano que se preguntará cuántas realidades puede haber en un mismo mundo, en una misma ciudad.

 

 

Publicado en: Viajes Etiquetado como: Costumbres, crítica, cultura, Libertad, sociedad, turismo, viajar

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Comentarios

  1. Arianna Olmo García dice

    14 julio, 2016 a las 00:50

    Hola Laura, debes estar complacida de haber visitado Cuba. Son fascinantes sus contrastes, verdad? Parece que este ha sido el impetuoso deseo de muchas personas en los últimos tiempos. Y lo cierto es que poder conocer un sistema sin referencias y al ciudadano de todos los días que vive en él, es una experiencia invaluable. Lamento que solo conocieras La Habana porque me parece que te llevas la idea de Cuba por una ciudad, y eso es un error. Existen otros lugares muchos más hermosos y cálidos en la isla, con personas de diferentes tradiciones culturales e ideología, tómate un tiempo para conocerla porque la verdad es que no has visto nada.
    Coincido contigo en los problemas socioeconómicos del país y cómo se han degradado las instituciones estatales. Hay mucho por hacer donde el embargo, el bloqueo económico o la política norteamericana nada tienen que ver, esas cosas que solo dependen de la gestión de la dirección del país.
    Existen dos monedas ciertamente, y esto en su momento tuvo una razón para que sucediera, debes leer. Afortunadamente están en el tránsito de establecer solo el peso cubano, pero eso ya debes saberlo. En cuanto a los almendrones, es un orgullo del cubano. Me atrevería a asegurarte que en ningún país del mundo existe la colección de carros antiguos, por demás funcionales, que hay en Cuba. Es parte del patrimonio y creo que más de uno pagaría un buen precio por muchas de estas joyas. Lamentablemente el cubano no los usa por excentricidad o cultura. Lo usa por necesidad, y resuelve la vida de millones de cubano por toda la isla. Esa vida llena de problemas por resolver, con desabastecimientos, carencias y necesidades. Sin embargo, paradójicamente ningún cubano paga por problema de salud alguno. Cuando tienes hijos, padres ancianos, esto se valora el doble. No importa la hora o el momento, siempre habrá un doctor para atenderte. Quizás no sea el mejor de todos los especialistas, como el que puedes pagar en un país desarrollado, pero no te dejará de atender hasta el último recurso, gratis. Y otro tanto pudiera decirte sobre de la educación donde puedes estudiar hasta un doctorado si lo deseas, de muy buena calidad, también gratis.
    No te pido que lo entiendas, porque no tienes el conocimiento para eso. Sería incapaz de justificaciones. Solo creo que ningún país puede tirar la primera piedra y si algún día encuentras una definición real para “socialismo” házmela saber. Porque te aseguro que comunismo, no es.

    Responder
    • laurasargantana dice

      14 julio, 2016 a las 15:46

      Hola Arianna, ante todo gracias por tu contribución.

      En primer lugar decir que más que fascinantes los contrastes que he percibido son más bien preocupantes, como todos los contrastes que vemos y vivimos en un mundo global y cada vez más polarizado. Precisamente me llama la atención que un lugar que profesa la igualdad de clases viva una pirámide social galopante.
      En segundo lugar, no he pretendido (ni he logrado) conocer el «sistema» cubano ni a sus gentes en 48 horas, es evidente, pero sí que me permito la libertad de expresar mis percepciones. Nada me alegraría más que saber que estoy equivocada en todo. Por otra parte, como bien dice el título del post de esta semana, sólo he visitado La Habana y una ciudad no puede representar a todo un país, obviamente. Ojalá algún día tenga la oportunidad de recorrer toda la isla y que la censura me permita hablar abiertamente con todos los cubanos que se presten sin temor a la represión y a sus consecuencias.
      Como en todos los países del mundo, una sociedad y su cultura no se determinan por las fronteras geográficas. Tenemos ejemplos cercanos como el caso de México, cuya cultura va más allá de los límites estatales, o España, donde conviven cuatro lenguas en un mismo espacio geográfico. Una sociedad no es uniforme en relación al país, sino a sus valores y tradiciones.
      En relación a la gestión del país, para mí es un tema interesante desde el punto de vista sociológico: entender por qué se llegó a esta situación y sus consecuencias, es la única manera de hallar soluciones, todo lo demás es demagogia o curiosidad, nada más. Sucede lo mismo con el tema de la moneda, he leído como me has recomendado, y sigue siendo una intención dejar una sola, pero no se lleva a cabo nunca por la complejidad de la economía cubana, por lo que considero que es un símbolo de la dualidad del país. Una vez más, es una impresión subjetiva, abstracta.
      Hablando de los «almendrones» habrás visto en el post que hablo reiteradamente de ellos, pues me causan admiración y tuve la suerte de poder hablar con varios habaneros que me explicaron que era su sustento, o bien de cara al turista que paga 30 ó 40 dólares por un paseo en los cuidados descapotables, o como taxis compartidos que no dudé en utilizar. No sólo es un orgullo, sino que me parece un símbolo de resistencia. Por otra parte, el gobierno compra modernos vehículos para dar servicio a los acaudalados turistas mientras la población suspira porque no se les pare el motor a sus reliquias.
      En relación a la sanidad y a la educación el parámetro de la calidad es relativo, como todo en esta vida, creo que es opinable, pero no se discute que sea gratuita. Es algo a lo que yo también estoy acostumbrada y creo que es el mejor valor a exportar ahora mismo donde los recortes plantan su mirada a necesidades tan básicas y necesarias.
      La definición que me pides: en origen el «socialismo» -desde el punto de vista histórico- la encuentras en las palabras de Karl Marx que por allá el año 1848 escribía su manifiesto al cual hago referencia. Socialismo, marxismo, comunismo no son más que sinónimos de una misma ideología: sólo el pueblo, a través de una revolución obrera, puede acabar con la lucha de clases, y convivir en un Estado en el cual los ciudadanos formen parte del Gobierno. Lo que se haya tergiversado a lo largo del tiempo desde China, Vietnam, la URSS, Cuba, Korea del Norte, etc. es otro cantar que da para un post monográfico del tema.
      Finalmente, sé que no entiendo el «sistema» cubano sino que sería una utopía comprenderlo sólo por el hecho de haber visitado La Habana, pero ello no significa que haya gente interesada en entenderlo, lo cual me parece muy positivo. Lo más fácil es visitar la isla cual turista que sólo quiere bailar y beber daiquiris. Afortunadamente somos cada vez más los que nos interesamos por las cosas que suceden a nuestro alrededor a la vista que los gobiernos en lugar de ayudar ponen obstáculos a la población.

      Considero muy enriquecedor poder compartir experiencias y perspectivas diferentes, así que muchas gracias por compartir.

      Saludos,
      Laura.

      Responder

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