La felicidad es contagiosa ¿la compartes?

Se supone que no está bien hablar de uno mismo, sobretodo hablar bien. Pero estas últimas semanas, en plena recta de fin de año, me siento realmente bien. Me siento bien conmigo misma y pienso que a mi manera, estoy poniendo mi granito de arena para hacer felices a las personas que me rodean.

Todos hemos querido en algún momento de nuestra vida hacer de este mundo un lugar mejor para vivir. Todos hemos soñado con dejar nuestra huella en el planeta. Y con frecuencia olvidamos que no es necesario haber inventado nada, ni salir en las portadas de las revistas, ni haber ganado un premio importante.

Las personas normales como tú y como yo somos las que realmente podemos cambiar las cosas sin que nos demos cuenta. Y no he sido plenamente consciente hasta hoy.

Los niños son felices porque no tienen un archivo en sus mentes llamado “todas las cosas que podrían salir mal”. Marianne Williamson

Hoy me he levantado cansada, muy cansada. Mi marido, a quien no se le escapa nada, me ha preguntado qué me preocupa. Nada, de verdad que no me preocupa nada. Creo que estoy exhausta. Así que me he ido al gimnasio con la esperanza de que un poco de actividad física me devolvería la energía que me falta.

Pero no ha funcionado, sólo miraba el reloj para que acabara la clase. De regreso a casa, sin embargo, me he dado cuenta de que estoy simplemente agotada emocionalmente. Porque hacer felices a los demás requiere un esfuerzo. No es broma.

En nuestro día a día ocupamos nuestro tiempo en cumplir con nuestras obligaciones familiares, laborales, domésticas, etc. Pocas veces encontramos tiempo para ocuparnos de nosotros mismos, así que mucho menos encontramos huecos para pensar qué podemos hacer por los demás.

Y es que no sólo necesitamos tiempo sino energía para escuchar lo que les preocupa. Abrir tu casa para compartir una simple cena. Tomar la iniciativa para hacer actividades entre amigos. Compartir tus aficiones, un libro, algo que ya no utilices y pueda ser útil para otra persona. Compartir un café, una charla. Regalar un abrazo.

Decirles a las personas que te rodean algo bonito, prestarles atención. Contagiar tu sonrisa, tu pensamiento positivo ante la vida. Mandar un mensaje a alguien a quien echas de menos y decírselo. Dicen que la felicidad es contagiosa ¿por qué no compartirla?

Dice un proverbio chino «si quieres ser feliz una hora, toma una siesta. Si quieres ser feliz un día, ve a pescar. Si quieres ser feliz un año, hereda una fortuna. Si quieres ser feliz toda la vida, ayuda a los demás«.

Dicen que la felicidad es contagiosa ¿por qué no compartirla?

No soy una persona que adore la navidad especialmente, pero sí que soy de las que cuando acaba el año me gusta reflexionar sobre todo lo que he hecho. Tanto de lo que me ha salido bien como sobre lo que no me ha funcionado. Me gusta ponerme retos y me encanta planificar el año nuevo.

Soy tremendamente metódica, así que disfruto analizando mis acciones y resultados. Me gusta preguntarme cómo puedo hacerlo mejor o qué cosas me pueden ayudar a ser mejor persona. Tomo conciencia de lo que tengo para disfrutarlo intensamente, para sacar provecho a esta vida que me pasa demasiado rápido para todo lo que me queda por conocer.

Me gusta dedicarme unos minutos al día para preguntarme qué he aprendido, qué me ha enseñado la vida durante el año. Qué oportunidad tengo para hacer las cosas de manera diferente. A qué retos (o miedos) me he tenido que enfrentar. Si lo que me propuse era realmente lo que deseaba.

Una de las cosas que he aprendido este año es lo importante que es tener tu círculo de amigos con los que poder compartir. Así que como reto del 2019 me propongo cuidar más a los que me rodean.

La gente feliz planifica acciones, no los resultados del plan. Dennis Waitley

Y si además eres expat y vives a miles de kilómetros de tu familia y de tus amigos, todo se magnifica. Las navidades las pasas con tu familia circunstancial que son otros expatriados en tu misma situación. Unos con pareja, otros con la pareja en otro país. Unos con hijos, otros sin ellos. Unos con más morriña que otros. Diferentes nacionalidades, distintas costumbres y formas de pensar.

Pero a todos nos une el sentimiento de pertenecer a algo más grande que un país o un lugar. Nos une la aventura, el estar lejos de nuestros seres queridos. Nos une querer devorar la vida y no permitir que un día nublado nos arruine el día.

Mi círculo actual es una familia multicultural de hasta nueve nacionalidades distintas con la que puedo sentarme y disfrutar de momentos memorables. Y todos ponemos nuestro granito de arena para compartir nuestras alegrías y también nuestras preocupaciones.

Soy una especie de paranoico a la inversa. Sospecho que las personas conspiran para hacerme feliz, JD Salinger.

Y en esta soledad que el expatriado sufre muchas veces me he dado cuenta hoy que es mucho más sencillo hacer felices a quienes me rodean. Como cuando Jessica me manda un mensaje dándome las gracias por estar presente en un día tan especial para ella, por hacer que su día fuera memorable y hacerles sentir muy queridos. Hace unos días fue la boda de Jessica y Leonel. Una mexicana y un cubano residentes en la República Dominicana, sin que sus familiares ni amigos pudieran acompañarlos.

Y así es como una se pregunta cómo darle la vuelta a la situación y convertir un trámite burocrático en una fría sala en algo verdaderamente especial y hacer que la visita a un juzgado se convierta en un día que los novios no vayan olvidar. Es sólo un ejemplo de lo que podemos hacer por los demás.

La felicidad no es algo confeccionado. Viene de tus propias acciones. Dalai Lama.

Y pienso que es normal que esta semana me encuentre agotada repasando todo el empeño que he puesto por aportar mi granito de arena en regalar cosas que agradecen otras personas. Hacer pequeños favores que te devuelven con un sincero agradecimiento, o una sonrisa. Es puro agotamiento emocional.

Porque la felicidad no es algo que se pueda obtener, para mí la felicidad es una forma de pensar. Algo que el país que me acoge me ha demostrado con creces.

Leí en algún lugar que ser feliz no significa que todo sea perfecto, significa que has decidido ver más allá de las imperfecciones. Y creo que la mayoría de las personas olvidan que son las pequeñas cosas las que cuentan. Como levantarme a las seis de la mañana sólo por el placer de ver salir el sol.

Así que acabando el año, me hago este pequeño regalo que no es más que darme permiso para felicitarme. Y es que la felicidad, dicen, es contagiosa.

Tendemos a olvidar que la felicidad no viene como resultado de obtener algo que no tenemos, sino más bien de reconocer y apreciar lo que tenemos. Frederick Keonig.

Aprovecho para desearte que el 2019 sea un gran año para ti y que sigas acompañándome todas las semanas, porque sin ti al otro lado no tendría ningún sentido escribir. Este año 2018 ha sido un año muy importante a muchos niveles y, como la felicidad, las experiencias que no se comparten, saben más amargas. Gracias.