
Mi experiencia como expat me hace reflexionar sobre todo aquello que he aprendido y ganado personal y profesionalmente. Cumplo cinco años poniéndome a prueba, y no siempre de manera consciente.
Han sido años de adaptación en países y culturas diferentes: Oriente Medio (árabe y musulmán), Nueva Zelanda (anglosajón en las antípodas), México (hispano, en la península de Yucatán y cultura maya) y la República Dominicana (isla de mayoría de ascendencia africana caribeña). Todo ello desde mi educación y paradigma europeo, una verdadera gyncana.
Mi mayor ganancia ha sido una transformación a nivel personal que ha repercutido en todas las áreas de mi vida. Siento que me conozco de verdad, tanto mis miedos como mis fortalezas. He descubierto habilidades emocionales que no sabía que tenía, una gran fuerza de voluntad y de adaptación que jamás había puesto a prueba.
Me he encontrado en situaciones que jamás habría imaginado. Y ahí es donde me he descubierto como una mujer extremadamente fuerte porque es una cuestión de supervivencia emocional: cuando estás sola tienes que aprender a caer y a levantarte. Y más cuando hay una familia detrás que te necesita.
Cuando estás sola tienes que aprender a caer y a levantarte (sin ayuda de nadie)
En mi caso, mi marido me recuerda que sin mí, sin mi apoyo logístico y emocional no habría llegado tan lejos en su profesión. Que su éxito es mi éxito, mérito mío, me dice. De los dos, digo yo, porque sin su apoyo incondicional yo tampoco hubiera sacado la fuerza para mi propia transformación.
También estamos de acuerdo en que una expatriación separa o une a las parejas. En nuestro caso nos ha unido para siempre. Sentimos que somos un equipo indestructible porque hemos dado la vuelta al mundo con todas las alegrías y todas las tristezas posibles. Desde experiencias positivas a otras tan negativas como quedarnos sin trabajo a punto de cumplir los 40.
A nivel económico y material descubres que puedes vivir con cuatro maletas. Que lo realmente importante no es material, es la ilusión y el tenernos a nosotros. Vives con menos y viajas ligero de equipaje. Aprendes a apreciar las experiencias y los momentos compartidos. Aprecias a la gente que vas conociendo por el camino. Valoras lo que realmente importa.
Como me decía Ricardo, otro expatriado por el mundo: «tras ese periodo de dificultades, encontramos a personas extraordinarias en destinos comunes. Creedme. Es como tener la habilidad de ver el espectro ultravioleta cuando antes incluso tenías varias dioptrías».
A nivel profesional se abren otras puertas. No quiere decir que sean mejores o peores, aunque nadie suele emigrar para estar peor. La mayoría de las veces se abren puertas que no sabías que existían, y así se extiende también tu networking en el mundo.
De pronto te das cuenta de que adquieres conocimientos, habilidades y experiencias que te preparan para aceptar nuevas oportunidades y para vivir en cualquier lugar del mundo que te propongas.
Aprendes a apreciar las experiencias y los momentos compartidos
Si sólo pudiera elegir una cosa, diría que la mayor aportación es sentirme segura de mí misma. Me siento verdaderamente orgullosa de lo que he conseguido. De las experiencias que sigo viviendo, ser consciente de lo que me estaba perdiendo.
Que lo que aprendí no necesariamente es lo mejor ni lo correcto. Que hay otras perspectivas de ver y hacer las cosas en el mundo. La oportunidad de haber conocido gente extraordinaria en lugares comunes que de otro modo no hubiera conocido.
Si no me hubiera lanzado a la aventura 5 años atrás jamás habría empezado a escribir este blog personal. Tampoco habría conocido las historias de otros expats. Ni habría dado el paso a reinventarme profesionalmente para ayudar a otras personas en su camino hacia el cambio y la transformación.
Palabra de Expat.
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