
Esta semana ha sido una de esas intensas a nivel emocional. En pocos días he conocido a gente nueva. Gente que llega, con la que hablas y entiendes perfectamente lo que te está diciendo. Nuevas llegadas a mi vida y al país.
La primera fue a través de este blog. Lo cual me emociona el doble por el hecho de que una persona entre los siete mil millones de humanos que habitamos el mundo un día leyó un post y sintió que conectábamos. Y lo mejor de todo, es que hace unos días María se atrevió a decírmelo.
De pronto me encontré con otra alma gemela que habita por el planeta pensando y sintiendo las misma cosas que tú y que yo: no somos bichos raros. Simplemente un día decidimos irnos y emprender una nueva aventura y una nueva vida.
Hablamos sobre los tópicos habituales entre expats. Como la incomprensión de quienes se quedaron con sus vidas en el lugar de siempre. La decepción al descubrir que quienes considerabas tus amigas con el tiempo se van olvidando de ti. Se espacian más los tiempos entre charla y charla. Los mensajes escasean cada vez más y de pronto te das cuenta que ya estás fuera de su órbita porque ya no formas parte de su día a día.
Un día comprendes que ya no formas parte de su universo igual que tu centro de gravedad ha cambiado
Lo cierto es que duele, al menos duele hasta que comprendes que ya no formas parte de su universo igual que tu centro de gravedad también ha cambiado.
Porque seamos sinceras, nosotras tampoco nos implicamos tanto en el día a día de sus vidas. Ya no participamos de los cumpleaños, de las cenas de chicas, ni de las reuniones familiares. Nos distanciamos poco a poco, pero nadie se atreve a decirlo. Sencillamente ocurre que nuestras preocupaciones han cambiado. Y es un tema recurrente del que no todo el mundo habla abiertamente por aquello de no herir susceptibilidades.
Mira, quien te quiere hará por entenderte, no lo dudes. Y quien se ofenda quizás no encaje en tu nueva vida. O simplemente hay “amistades” que se quedan aparcadas durante un tiempo hasta que la vida os vuelva a juntar. O no.
Con el tiempo cada uno sigue con su vida, y a veces ya no formamos parte de ella
Lo pensé cuando saludé a mi vecina Alba, recién llegada de sus vacaciones en España. Alba tiene 15 años, y aunque nació en Barcelona lleva seis años viviendo en la República Dominicana. Su acento y sus expresiones son una peculiar y graciosa mezcla cultural. Al preguntarle me dijo -como si necesitara desahogarse con alguien- que se había aburrido muchísimo. Que en tres semanas no salió de la casa familiar después del fracaso del primer día.
Me contaba que salió con quienes habían sido sus amigas seis años atrás. No sólo no se sintió parte del grupo, sino que le costó divertirse como una quinceañera, extraña a las conversaciones y a las referencias que hacían. Se sintió completamente fuera de lugar. Y es lo que ocurre cuando van pasando los años fuera de sus vidas y de tu lugar de origen.
Me contaba María, otra expat por el mundo, que si su mejor amiga se hubiera ido a vivir a Abu Dhabi como hizo ella, la acribillaría a preguntas por todo lo que supone un cambio de vida tan radical. En lugar de compartir todo el impacto cultural que supuso su traslado al emirato, sintió la indiferencia de su grupo más cercano.
Y la entiendo. Porque pasada la novedad de los primeros meses, ya a nadie le importa que poder tomar un cerveza en un país de Oriente Medio suponga toda una odisea. O que saltes de alegría por haber podido colar un sobrecito de ibérico en la maleta entre tu ropa interior. Pero no hay que perder la perspectiva.
Cada vez son menos los amigos que quedan, ya no existe la complicidad de antes
También lo cuenta Luz, quien ya va por su segundo país en poco tiempo. Cada vez son menos los amigos que quedan, ya no existe la complicidad de antes. La relación con las amistades se va enfriando a la vez que va pasando el tiempo y la distancia. Una vuelve de vacaciones y lo hace casi por obligación. En algunas culturas «el que dirán» aún pesa mucho. «Qué dirá la gente si mi hija toma sus vacaciones y en lugar de venir a visitar a la familia se va por ahí».
Este es otro de los temas que tampoco se tocan pero que pesan como una losa. A quienes nos gusta viajar a veces nos supone una obligación dedicar nuestras vacaciones de manera sistemática para regresar a nuestro lugar de origen. Si no vas te acusan de no querer a tu propia familia. Pero cuando llegas a casa de visita te das cuenta de que todo el mundo sigue con su vida sin ti.
Y lo peor de todo es que tú llegas esperando que todos saquen tiempo para estar contigo. Y de pronto tocas con los pies en el suelo: nada ni nadie se detiene por tu llegada. Me pasó a mí recientemente con unas cuantas «amigas». Una me canceló la cita para desayunar porque no quería perderse su clase de pilates. Otra me canceló la cena a última hora porque estaba cansada después de una larga jornada laboral. Y la otra… prefiero olvidarla.
Tras la novedad, te das cuenta de que nada ni nadie se detiene por tu llegada. Sus vidas siguen sin ti
Tus amigos de verdad son los que te esperan en el aeropuerto para darte el primer abrazo. Los que te prestan su coche sin que se lo pidas. Los que te organizan la cena de bienvenida y otra de despedida con toda la ilusión del mundo. Los que se piden el día libre para pasarlo contigo. Los que despejan su agenda porque quieren aprovechar cada minuto de tu compañía. Ellos son tus amigos de verdad. Los demás, meros conocidos.
Porque efectivamente, sus vidas siguen sin ti. Y lo peor de todo es que te enfadas porque piensas que en lugar de estar ahí podrías haber aprovechado las vacaciones para viajar a otros lugares como siempre soñaste. Como Alba, a veces nos sentimos en una jaula de la que no sabemos salir. Y de ahí al resentimiento sólo hay un paso.
La última confesión fue la de ayer. Conocí a Susana a raíz del blog. Me escribió para decirme que me seguía y que se reía mucho con mis anécdotas por el mundo. También es española y somos vecinas en Bávaro sin saberlo. Así que quedamos para tomar un café y la conexión fue inmediata.
Acabamos hablando otra vez de lo mismo. Su período de adaptación en el país fue complicado pero ya está en su tercer año. Está en ese momento en el que ya no le apetece regresar. Siente que su hogar está aquí en Dominicana, que se siente fuera de lugar cuando viaja a casa. Aunque nos reímos intercambiando nuestras anécdotas, lo cierto es que suena triste.
Te sientes tan fuera de lugar que ya sabes que quizás ya nunca quieras regresar
Me explica que no puede contar cómo es su vida aquí porque nadie la cree, y se limita a decir que sí, que todo va bien. Que los comienzos fueron muy duros y el apoyo que recibió fue del tipo «y qué te pensabas ¿que ibas a descubrir América?». Y tras años de duro trabajo y con dos hijos, el negocio familiar les va como un tiro. La diferencia es que ahora los comentarios son «qué suerte habéis tenido».
Nos quedamos pensando por qué hay gente que tiende a buscarte las cosquillas. ¿Es una cuestión de maldad? ¿de envidia? Quizás sea la necesidad de criticar a los demás para justificar sus vidas anodinas. No lo sé, creo que va a ser siempre un misterio para mí.
Lo que me queda claro es que los amigos de verdad se quedan y son los que verdaderamente disfrutan y se sienten cómplices de tu felicidad. Lo que aprendes es que no tenías tantos. Palabra de Expat.
PD. Si quieres saber cómo vencer la frustración de sentirte fuera de lugar, no te pierdas el próximo post 😉
Me quedo con: “Nos quedamos pensando por qué hay gente que tiende a buscarte las cosquillas. ¿Es una cuestión de maldad? ¿de envidia? Quizás sea la necesidad de criticar a los demás para justificar sus vidas anodinas. No lo sé, creo que va a ser siempre un misterio para mí.” En mi opinión la respuesta es “españoles”, creo que como en España no tenemos tan arraigada la cultura de irse a vivir al extranjero y quizás no volver, todos se extrañan y te miran como bicho raro y si te va bien no es que hayas currado mucho, es que has tenido suerte! Lo mejor es hacer caso omiso, sonreir por dentro y pensar: no sabes lo que te pierdes. Un abrazo y gracias por tus confesiones, siempre tan acertadas. Saludos desde La CDMX.
Hola Bárbara, yo suelo decir que la gente habla por no estar callada 😀
Fuera bromas, entiendo que hay una falta de empatía por parte de quienes no han pasado por la experiencia de vivir en el extranjero, es normal. También hay que pensar desde qué plano llega la crítica, si es desde el desconocimiento, desde la envidia, desde la creencia de que todo en esta vida es una cuestión de azar, desde la propia frustración. Pero lo más importante es saber gestionarla: eso es lo que depende de nosotros.
Así que como bien dices, hacer caso omiso y seguir disfrutando de esta maravillosa experiencia que nos cambió la vida y que tanto nos enseña.
Un abrazo y gracias a ti por compartir y formar parte de esto.
Besos caribeños xx
¡Pues yo tengo muchas ganas de veros! Y de irnos de cenita y cotorrear.
Si te digo la verdad, mis mejores amigos los cuento con los dedos de una mano (bueno de dos) y nunca me han fallado aunque viviera en el otro lado del mundo, pero sí que notaba que estaba un poco «out» cuando contaban cosas en los grupos de whatsapp de las que no tenía ni idea. O dolía un poco enterarme la última de buenas noticias, embarazos, bodas, rupturas etc. Pero era algo que tenía asimilado que iba a pasar, así que lo veía por el lado positivo, no todo el mundo se queda despierto un día de diario hasta las 12 de la noche para hacer un skype a la hora que yo puedo, o manda paquetes con cola cao, invitaciones de boda (recibí 4!) hasta NZ, simplemente porque se han acordado de una. Así que tengo que apuntillar, que igual que puede haber gente que te decepciona cuando vives lejos, también hay gente que te sorprende muy gratamente con detalles que no te esperas.
Un beso y sigue disfrutando, que vida solo hay una.
¡Y qué ganitas tenemos nosotros de veros, abrazaros y sentarnos alrededor de una mesa para compartir una buena cena!!!!
Te confieso que nos hizo mucha ilusión veros en Madrid y después recibir vuestra invitación de boda, y ahora esperamos vuestra visita 😀 no hace falta que te diga que aquí tenéis casa.
Dejo para el siguiente post cómo gestionar desde mi perspectiva este sentimiento de estar «fuera de lugar». Creo que es una cuestión de expectativas, creer que tienes más amigos de los que en realidad hay, no tener en cuenta que el desarraigo forma parte del proceso de expatriación. Son muchas variables que no contemplamos cuando te vas y, claro, después duelen. Pero de todo se aprende 😉
En cambio, la mayor alegría es descubrir lo que un amigo de verdad hace por ti (y merece un post aparte, porque es lo más grande) y la gente extraordinaria que conoces por el camino.
Besos caribeños xx
Laura.
Los que quedamos, aunque la vida sigue (y menos mal que sigue) nos enrriquecemos con cada experiencia, exito o fracaso, de los que habeis emprendido la aventura de volar lejos. Espero que me dejes ir a esperarte al aeropuerto aun muuuuchos años.
Una de las cosas más bonitas al escribir este post ha sido recordar lo que los amigos hacéis por mi aunque sólo os vea una vez al año: recordar ese primer abrazo al aterrizar me pone la «gallina de piel» 😀
Creo que os debo un post a todos los que salís en mi calendario, me pongo a ello ahora mismo.
No creo que pueda encontrar palabras para agradeceros todo lo que significáis para mí, pero lo voy a intentar 😉
Un beso.
PD. lo de que la vida sigue igual para los que se quedan, hay que hacérselo mirar, porque algunas vidas dan más vueltas que la mía 😉
Toda la razon.. me siento identificada totalmente,en las primeras vacaciones yo hacía por ver a todo el mundo..y luego comprendo que quienes nos quiere ver.. aparecen sin llamarlos ,son pocos 4 o 5, mis mejores amigos..y en cuanto a lo de volver siempre a casa por vacaciones, me he sorprendido…porque este año,llevo 8 en República dominicana.. es el primero que me da pereza..
Hola Ana, muchas gracias por compartir tus experiencias 😉
Sin duda los amigos de verdad siempre están y en cualquier circunstancia, les debemos un post ¿no te parece?
Respecto a las vacaciones, se complica aún más cuando se trata de una pareja y cada uno viene de un lugar diferente. Y si hay niños ya no te digo. La mayoría de las veces escucho aquello de «ya tenía ganas de regresar, mi casa está aquí». Pero forma parte del proceso, sólo que las visitas a casa se convierten en una gyncana!!!!
Un abrazo ¡y espero conocerte pronto!
Laura.
La verdad es que una se siente expat a veces en su propio país me sucede cuando voy al pueblo de mis padres en Guadalajara de España después de irnos a vivir a Tarragona hace 39 años ya.el reencuentro con mis amigas ya no es como yo pensaba la mayoría vivían en Madrid y se ven casi cada fin de semana y yo voy al pueblo con mucho 1 o veces al año si voy.me siento fuera de lugar.
Hola Isabel, muchas gracias por compartir tu experiencia.
Llevo tiempo buscando una palabra que nos represente a todos, porque emigrar no es sólo cambiar de país, se puede ser «emigrante de realidades y de sentimientos».
Al final se trata de entender que nuestras decisiones comportan cambios, y cada cambio nos hace evolucionar de una manera u otra. Y como dice una amiga que también se trasladó del pueblo a Madrid: el desarraigo forma parte del proceso. Y no puedo estar más de acuerdo.
En el próximo post seguimos hablando de ello 😉
Un abrazo,
Laura.
¡Hola Laura!
He encontrado este post por casualidad y me ha encantado. Me siento muy identificada con lo que cuentas (soy española expat en Alemania desde 2016) y creo que la pandemia, de alguna manera, ha acelerado ese proceso que describes de separación con tu antigua vida. Ahora mismo, no hablo con ninguna de las amistades que dejé en España y algunos familiares, realmente no están interesados en mi nueva vida. También he vivido lo de la gente que no para su agenda y la «obligatoriedad» de volver a casa en determinadas fechas. Pero, poco a poco, he aprendido a priorizar y valorar lo que es mejor para mi familia y mi propio bienestar. Y al que no le guste, ¡que se aguante!
He visto que tienes un podcast y más artículos así que, me suscribo y te sigo la pista 🙂
Hola Montse,
Muchas gracias, me alegra saber que compartes las mismas experiencias (así me siento un poco menos «bicho raro») 😉
Con el tiempo aprendemos a priorizar, tal y como dices, y a dejar de satisfacer a los demás «por el qué dirán» para pensar más en nosotras mismas.
Del mismo modo, el tiempo también me ha dado la perspectiva para entender que las que nos vamos, somos las únicas que hemos vivido «ambos lados» y, por lo tanto, las únicas que podemos entender los que es quedarse y lo que significa marcharse. Así duele un poco menos esa ruptura o esa distancia física y emocional.
Espero y deseo que te vaya fenomenal.
¡Muchas gracias por compartir!
Un abrazo. Laura.