
En la era de la inmediatez y de la saturación de información ¿sabes cómo poner atención en las personas y en las cosas que de verdad te importan? Escribo esto después de haberme puesto a prueba durante diez minutos mientras desayunaba. Es domingo y mi marido sigue en la cama. Llevo dos horas despierta leyendo a su lado, pero el café me llama. Bajo las escaleras, pongo la cafetera, me preparo una tostada y decido salir al jardín a pesar del riesgo de que los mosquitos me saboteen el mejor momento del día.
Silencio.
Corre una brisa que hace agradable estar aquí fuera a pesar de estar en pleno verano. Pero no quiero desaprovechar la oportunidad de tomarme el café sin prisas. Oigo de fondo el sonido del mar. Y me sorprendo, creo que en dos años en esta casa no me había dado cuenta de que pudiera llegar hasta aquí.
Ahora caigo que aunque por las mañanas no somos muy habladores mi marido y yo, desayunamos con las noticias de la radio. Nos gusta empezar el día sabiendo que ha pasado en España y seguir de algún modo conectados con nuestro lugar de origen. Pero no esta mañana de domingo. Me propongo poner atención en todo lo que me rodea, sin distracciones. Dejo a propósito el móvil cargando, quiero ser capaz de no necesitarlo hoy.
Me siento extraña, no estoy acostumbrada. Siempre conectada, contestando mails, mensajes de whatsapp que leo nada más abrir el ojo por aquello de que a los amigos no hay que descuidarlos. Leyendo el periódico, artículos pendientes, escuchando la radio, malgastando el tiempo en las diferentes redes sociales, etc., etc., etc.
¿Seré capaz de desayunar con la única compañía de mí misma y de mis pensamientos?
Dice Daniel Goleman en su libro Focus que dejar vagar la mente es un ejercicio de lo más sano. Sin embargo, dice también que estamos perdiendo la capacidad de prestar atención. Porque la atención es como la memoria, un músculo que hay que seguir ejercitando para que no se acabe atrofiando.
Un café y una tostada ¿podré aguantar sin mirar el móvil? Miro a mi alrededor, y me siento ridícula por haber deseado vivir siempre en un espacio abierto, y ahora que lo tengo me cuesta disfrutarlo. Observo mi entorno, los colibrís viniendo a por su ración de azúcar y los pájaros carpinteros en los troncos de los árboles. Qué lujazo.
Mi mente va de un lado a otro siendo consciente del esfuerzo que debo hacer por mantener la mente ocupada con todo tipo de pensamientos.
Como dice Goleman, la atención es necesaria para nuestra supervivencia. Y aquí estoy yo con mi diálogo interno, hablando conmigo misma. Si no me presto atención cómo voy a reconocer mis valores, mis necesidades, mis deseos. Pero también tengo un diálogo externo, con la naturaleza que me rodea, a estas horas de la mañana sin distorsiones ni distracciones.
Y para cuando escribo estas últimas líneas, me doy cuenta de la importancia de poner foco en las relaciones con los demás cuando mi marido, recién levantado, me acompaña en silencio mientras sabe reconocer mi momento con el teclado. Nos miramos y es suficiente para entendernos. Probablemente porque durante años nos hemos prestado la atención necesaria para que la nuestra sea una relación sana, equilibrada y perfectamente consolidada.
Si perdemos nuestra capacidad de prestar atención a las personas y a las cosas que realmente nos importan, perdemos también la facultad para tomar las mejores decisiones posibles. Perdemos la capacidad para disfrutar del placer de las pequeñas cosas como tomar un café contigo mismo.
Son momentos como este, efímeros pero reales, que nos recuerdan el ruido que nos rodea en nuestro día a día. Las notificaciones, las llamadas, las urgencias, las necesidades de los demás.
¿Cuándo fue la última vez que pusiste foco en ti? Haz la prueba, ¿eres capaz de poner tu atención en algo o en alguien que de verdad te importe?
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