
Sin duda el privilegio de vivir en lugares tan diferentes -culturalmente hablando- es que te pregunten cosas del estilo «¿y cómo es Europa?». Fue ayer, en la consulta de mi ginecóloga, una pizpireta cubana afincada en Cancún desde hace 17 años. Semidesnuda aún en la camilla empezamos a hablar sobre cómo es la vida en Cancún y lo complicados que son los yucatecos. Coincidimos en la percepción de una sociedad compleja a la que le falta algo de alegría, hablamos del clima (a veces realmente hostil y aleatorio) y de las absurdas jornadas laborales maratonianas. Me desahogo diciendo que, aún habiendo aterrizado sin ideas preconcebidas, me ha sorprendido descubrir lo diferentes que somos. Te acostumbrarás, es la frase que más me repiten. Sin prisa por dar por terminada la consulta -ya que debe permanecer en su puesto de trabajo hasta las nueve de la noche- me pregunta ¿y cómo es Europa?

En una semana en la que he estado atenta a los medios de comunicación sobre la futura (e incierta) gobernabilidad de España, a la desconexión de Cataluña del Estado español y a las condiciones de Gran Bretaña para seguir (o salir) de la Unión Europea, me pregunto en qué se ha convertido Europa, hacia dónde nos ha llevado el capitalismo que rige el mundo y cuáles son las reglas del juego de este tablero llamado planeta Tierra. Qué extraña relación hay hoy en día entre este capitalismo, la religión y el fanatismo etiquetado como “religioso”, porque no existe ningún credo que defienda el terror ni el derramamiento de sangre. Pero se me antoja un rompecabezas tan complejo que no sabría por dónde empezar a analizarlo. Sin embargo, creo tener una responsabilidad personal como ciudadana europea que tiene voz y voto. Qué es Europa y hacia dónde nos dirigimos.

Hace unos días escuché un interesante debate radiofónico a raíz del referéndum al cual los británicos se someterán para seguir dentro o fuera de la Unión Europea y en torno a lo que significa Europa y sentirse europeo. Lo más interesante del tema fue escuchar dos puntos de vista tan interesantes y a la vez tan diferentes. La postura más romántica e idealista, la imagen de una Europa unida en un proyecto común después de un periodo -relativo- de paz tras las dos guerras mundiales para que la barbarie no se repita en el viejo continente. Un proyecto basado en la herencia cultural grecorromana y de raíces cristianas. Sí, cristianas, porque la religión forma parte de nuestra cultura aunque no la profesemos. Somos hijos de la Ilustración y resultado del triunfo de la ciencia, el progreso, la libertad, la democracia y la tolerancia religiosa tal y como explica el antropólogo Josep Llobera. Sin embargo, los más escépticos y los más pragmáticos sólo ven en Europa un proyecto político y económico como herencia directa del capitalismo puro y duro, como si ambas perspectivas -la romántica y la pragmática- no pudieran convivir.
Antropólogos, historiadores y sociólogos no dudan en afirmar que el mundo cambia rápidamente, incluso -afirman- sus propias teorías caducan antes de ser publicadas. La pregunta es si de verdad estamos unidos en este proyecto llamado Europa para combatir, por ejemplo, el terrorismo, y si de verdad alguien se ha preocupado en confeccionar un plan para que dentro de la globalidad no se pierda la cultura y la identidad específica que nos caracteriza y que al final, parece ser, nos separa.
Desde el colonialismo europeo y el intento por dominar territorios llamados “salvajes”, pasando por la distribución de África dividida con escuadra y cartabón, la explotación de seres humanos, el exterminio de pueblos colonizados, hasta la ambición por controlar el mundo, todo ello se basó en la creencia de la superioridad, dominación y arrogancia de la mentalidad imperialista europea. Y esa soberbia y orgullo ha pasado a una parte -fanática- del mundo islámico que quiere venganza y confecciona su propio proceso inverso de colonización.

Pero más importante que seguir tejiendo la identidad europea, me parece prioritario hacer autocrítica y pensar cómo hemos llegado hasta el punto de ser objetivo de los recientes atentados terroristas. Por supuesto, ni tengo la respuesta ni creo que haya sólo una, sin embargo siento la necesidad de hacer una reflexión muy simple y que no se enseña en los colegios: no existe la supremacía europea, no hay una superioridad de la raza blanca, y aunque el capitalismo y la civilización occidental se hayan impuesto en casi todos los ámbitos de nuestra vida y en casi todos los rincones del planeta, no significa que por ser mayoritario sea el acertado o deba ser simplemente aceptado por todos. Siguiendo el ejemplo de Maquiavelo, estoy completamente de acuerdo en la afirmación de que las minorías no tienen sitio cuando la mayoría tiene dónde apoyarse. Y es que el proyecto de Europa tiene muchos agujeros por donde su plan hace aguas, como la dificultad en aceptar a las minorías étnicas o estar contando el número de refugiados sirios que podemos acoger sin que nuestra economía se vea muy afectada. Por cierto, refugiados que huyen de los mismos asesinos que golpearon París hace unos meses.

Las sociedades -ahora capitalistas- sometidas a la industrialización han dejado sus valores y su moral a un lado ante la insaciable sed de enriquecerse a toda costa, mientras que otras sociedades no democráticas se han atrincherado tras el amparo de la religión hasta extremos cuyas consecuencias padecemos todos. En palabras de Churchill, “la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás”.
Mucho más interesantes y actuales son las palabras del sabio Fernando Savater, quien argumenta que Europa hace la vista gorda a cambio de cheques substanciosos ante países y dictadores que no tienen ningún reparo en colgar a los homosexuales de las grúas y cometen todo tipo de aberraciones. Por esta razón, se olvidan los derechos humanos, la ética y los valores de la democracia como la igualdad. Europa intenta agradar a toda costa, aunque no recibe de la misma forma a los poderosos mandatarios que a sus propios ciudadanos, ahora llamados refugiados que llegan (si es que llegan con vida) en patera a nuestras costas. Es la genuflexión de Europa ante los intereses capitalistas. Cubrir esculturas desnudas en Roma para evitar el cruce de miradas entre un líder musulmán y el arte, ¿gesto de cortesía y tolerancia o sumisión?

Por mucho que Europa haya cambiado y por bonito que sea el proyecto del nuevo “viejo continente”, no puedo evitar pensar que el dominio europeo no es siempre aceptado, y lo que es más preocupante, no es tolerado en ciertas sociedades como es el caso de algunos sectores del mundo árabe. Como avanzó en 1996 el politólogo Samuel Huntington, los conflictos y las divisiones entre la humanidad derivarán de las diferencias entre las civilizaciones. Touché!
Y me encuentro ahora en México hablando con una mujer cubana exiliada: dudo entre criticar la deriva del modelo europeo y la corrupción de mi país o ensalzar los derechos humanos, la libertad, la tolerancia, los beneficios sociales, los intentos por conciliar la vida laboral y la familiar o la libertad de expresión. Porque de pronto me doy cuenta que Europa ha llegado muy lejos a pesar de sus pecados. Está bien hacer autocrítica, pero igual o más importante es tener perspectiva para valorar todo lo conseguido.