
Vivir en diferentes países y viajar te abre la visión del mundo y también la mente. Leonel dice haber madurado mucho en estos ocho años porque se ha tenido que enfrentar a todo solo, ha tenido que crecer.
Lo que antes le parecía que podía ser malo o bueno ahora ya no lo es tanto. Ni blanco ni negro, ha logrado ver los grises. Muchas veces las cosas malas que te pasan te hacen ser más fuerte y ver el mundo desde otra perspectiva. Todo forma parte de madurar.
«Somos ciudadanos del mundo», dice, no le preocupa el desarraigo. Su hija recién nacida tiene que aprender a bailar salsa, bachata y merengue. La madre de Leonel le enseñó a bailar y a marcar sus primeros pasos de salsa. Porque el baile es la mejor arma contra la timidez: «se ligaba más fácil cuando sabías bailar en las fiestecitas. Si sabes bailar es más fácil que te vean».
Tiene claro que hoy por hoy no volverá a Cuba porque hay muchas limitaciones a nivel laboral y cree que a Cuba le hace falta abrir un poco la mente: bajo la situación actual no regresaría. Todavía hay mucho por crecer profesionalmente fuera de Cuba, dice.
«Muchos de los que estamos fuera, cuando cambie Cuba, podremos ejercer sin ser cuestionados en muchos sentidos. Hay mucha gente fuera, cubanos y cubanas que podrán aportar mucho. A largo plazo hay que ver cómo está el mundo».
El cubano es muy curioso, «nos gusta innovar, nos creemos que lo sabemos todo. Pero cuando te limitan la visión del mundo quieres salir adelante y el cubano es el vivo ejemplo de un pueblo que le gusta sobresalir».

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