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LAURA SARGANTANA

Coach Personal y Profesional, Equipos y Liderazgo

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En buenas manos

2 octubre, 2014 / by Sargantana / 10 comentarios

Durante doce años trabajé visitando todos y cada uno de los hospitales y ambulatorios de las islas, y desde mi perspectiva dentro de la industria farmacéutica he tenido la oportunidad de conocer los entresijos de la sanidad española. Y afirmo contundentemente que tenemos un sistema envidiable, y que debemos cuidarlo entre todos aunque los políticos se empeñen en destrozarlo, aunque éste es otro tema. La curiosidad era saber cómo iba a funcionar la sanidad en Doha. En algún post anterior ya hablé sobre las dicotomías que pueden surgir en ciertas circunstancias, y desgraciadamente no siempre con buen resultado. Sin embargo, mi deformación profesional hizo que en lugar de acudir a un centro privado, entre los cientos que hay aquí, quisiera probar la seguridad social catarí.

Símbolo de la Seguridad Social catarí
Símbolo de la Seguridad Social catarí

Nos quieren vender Catar como el futuro país puntero en sanidad, tanto en medicina pública con el nuevo y flamante HAMAD, como en medicina privada con el apabullante Sidra Hospital. Sin embargo, en un país tan consumista que funciona a golpe de talonario sorprende que la sanidad sea gratuita para todo el mundo desde 1954. Hay que tener en cuenta que todo inmigrante entra con un contrato de trabajo debajo del brazo, pues de otro modo no puedes residir en el país a no ser que tengas un espónsor. Esto quiere decir que, en principio, todo el mundo tiene este derecho asistencial. Para más información: Primary Health Care Corporation 

Quizás lo que realmente sorprende, en positivo, es que exista un país que en lugar de recaudar riqueza para unos pocos reparta entre sus ciudadanos, aunque a unos más que a otros. Pero siendo honesta, y a pesar de las desigualdades sociales, podría ser muchísimo peor. Basta con mirar un poco hacia los lados y ver qué está ocurriendo en Irán, Irak, Egipto, Yemen, etc. O, por poner un ejemplo concreto, Libia, un país con menos de cinco millones de personas, que produce al día tantos barriles como Catar y que podría hacer millonarios a todos sus habitantes si hubiera un reparto equitativo. Pero esto también es harina de otro costal. 

Mi Centro de Salud en Doha
Mi Centro de Salud en Doha

Sé que no todo el mundo ha tenido buenas experiencias con la sanidad en este país, pero siendo crítica como soy, por una vez he de reconocer que la mía, hasta el momento, no ha sido mala.

Cuál fue mi sorpresa al descubrir que la Seguridad Social catarí no es tan diferente a la nuestra, en algunos aspectos, claro. El procedimiento inicial es averiguar qué centro de salud te corresponde según donde vivas. Esta tarea de por sí ya puede resultar bastante ardua, pues todo dependerá de a quién preguntes. Me consta quien ha tardado días o semanas en llegar a averiguarlo. Yo tuve suerte, encontré casualmente a un funcionario que de pura chiripa lo supo: Umm Ghuwailina Health Center, a cinco minutos de casa. Actualmente hay 21 centros de atención primaria en todo el país, repartidos por zonas, y los que he visitado son muy ochenteros, ya que se empezaron a construir en 1978. Para quien no lo haya hecho todavía: para poder tener acceso a la tarjeta sanitaria hay que llevar algún documento que demuestre dónde vives, así determinan qué ambulatorio por zona te corresponde. Y así fue, es como llevar un certificado de empadronamiento. En mi caso llevé el contrato de alquiler, pero puede ser también una factura de luz o de agua, por ejemplo. Una foto para la tarjeta, pagar 100QR que equivalen a unos 20 euros y en una semana la puedes recoger en el mismo centro.

Qué es lo primero que me llama la atención: pues que los ambulatorios tienen su propio aparcamiento, al sol. Y que cada médico tiene su propia plaza, con una placa muy mona que indica el nombre y la especialidad del mismo. Sé que los médicos que me leéis estáis flipando, ¿verdad? Pues en los hospitales públicos y centros de salud que he visitado hasta la fecha, todos lucen sus placas rojas sobre cada plaza de estacionamiento, y a la sombra, todo un lujo. Eso sí, si te has escaqueado todos nos daremos cuenta.

Lo segundo que hay que aplaudir es que siempre hay alguien capacitado para atenderte en inglés, lo cual se agradece, porque no me arranco con el árabe. 

Por supuesto, mostradores para hombres y para mujeres separados, y nada de las interminables colas para que te atiendan. Aunque eso sí, en la cultura árabe eso de coger número y esperar tu turno no existe. Absolutamente todo el mundo te pasa por encima hagas lo que hagas, y a grito pelado. Y a nadie parece importarle, salvo a mí, naturalmente.

Enfermera vestida con el uniforme completamente de rosa
Enfermera vestida con el uniforme completamente de rosa

Si millones de veces me he quejado de las funcionarias españolas que no te atienden hasta que han terminado su conversación privada delante de tus narices, aquí nada que ver, porque es muchísimo peor. No sueltan el móvil ni te miran a la cara, o parlotean entre ellas sin que les importe tu mirada inquisitiva. Eso si no están rezando, que es el equivalente al «ha salido a tomar un café». Aunque ya he aprendido la técnica, hay que llegar y empezar a hablar como si estuvieras enfadada para que te atiendan, y lo hacen sin resentimiento. Es su forma de ser, nada más. Por supuesto, es casi seguro que todo el mundo te mirará de arriba abajo, porque todas las veces que he ido siempre he sido la única occidental entre tanta cucaracha. No se explican que una pobre blanquita no se pueda pagar un seguro médico privado. Y yo tan feliz.

La primera vez que fui a mi centro de salud tras obtener mi flamante tarjeta sanitaria, fui para pedir una cita. Llegué al mostrador, se colaron dos cucarachas y después me atendieron. Me rellenaron una ficha, y directamente me dieron un número al tiempo que dos enfermeras me llevaron a una sala y me tomaron la tensión sin yo haberlo solicitado y sin ser el tema de mi visita.

Auxiliar en el Centro de Salud
Auxiliar en el Centro de Salud

Otra cosa que me parece encantadora es que todas las enfermeras y auxiliares van de rosa. La mayoría son mujeres indias que, debo decir, me tratan siempre maravillosamente. Algo tendrá que ver que siempre les muestre mi sonrisa, dicen que las sonrisas atraen sonrisas.

Así pues, me preguntan el motivo de la visita y me llevan a la consulta de la doctora. Sin cita previa.

El motivo de mi visita, entre otras cosas, es que necesito el volante, aquí llamado Referral Form, para que me remita al especialista: no veo un carajo y mis gafas están mal graduadas, un incordio para leer, escribir y estudiar, y un peligro para conducir. Me atiende una señora de mediana edad, egipcia, bastante seca. Por comentarios del tipo “qué suerte tienes de tener dinero para haberte comprado un coche” sé que me ha juzgado nada más entrar por la puerta. Le pregunto de qué parte de Egipto es, Alejandría me contesta. Para suavizar su actitud hacia mi le sonrío y le digo que ambas somos mediterráneas, que no somos tan distintas. Y añado que la semana pasada vi el sobrecogedor documental The Square y le pregunto si la situación en Egipto es tan cruel y sanguinaria como la describe. Entonces me mira sorprendida, me pregunta que qué estoy estudiando y entonces me responde que si me gustan las Humanidades tal vez me gustará oír su versión.

Estamos más de media hora hablando de Mubarak, de Morsi, de los Hermanos Musulmanes y hasta del actual gobierno de Al Sisi, y me da su punto de vista sobre cada uno de ellos. Maldice a los radicales islamistas por hacer una libre interpretación política de su religión. Afirma que se resigna a tener que llevar el velo, pero que le gustaba ir a nadar e ir a la playa, ir al cine, que quiere poder sentirse libre. Hablamos de cómo puede haber acabado Egipto, la madre de una de las más importantes civilizaciones del mundo y tan rica en recursos, a esta situación sangrienta. Hablamos de la maldición que rodea Oriente Medio. Ella lo tiene muy claro, y yo también, pero nos sorprendemos al no coincidir en nuestra perspectiva. Para ella el origen de todos los males es Israel y para mi el oro negro.

Aquí termina nuestra apasionada conversación, quizás un tema delicado para ella y, obviamente, totalmente desconocido para mí.

Me hace el volante para el oculista y me da la dirección del centro de salud donde me podrán vacunar de todo lo que necesite para mi próximo viaje.

Me subo al coche satisfecha por haber tenido la oportunidad de interactuar con alguien con quien poder hablar de estos temas que tanto me interesan. Y suena mi móvil, es la doctora, me dice que consulte la web de la CDC, Centers of Disease Control and Prevention, para informarme de las precauciones y vacunas que voy a necesitar. Adjunto el enlace porque es realmente interesante y muy útil para los que nos gusta viajar: CDC

Así que pido hora para el oculista, me la dan para dentro de un mes exactamente, no está nada mal. Allí vivo una situación curiosa y cómica. La sala de espera es un cubículo de dos metros de ancho y largo, con cuatro sillas, tres de las cuales están ocupadas por dos señoras rigurosamente cubiertas de negro, una niña y la cuarta silla ocupada por una alfombra. Así que como nadie me cede el asiento, me quedo de pie. A los pocos minutos se levanta una cucaracha, extiende la alfombra entre nuestras piernas, y se pone a rezar. Por suerte es mi turno y les dejo espacio. Al salir de mi visita la señora sigue con su oración.

La siguiente visita es al Hospital Cubano, en el extremo occidental de la península de Catar. La visita vale la pena, se respira un ambiente más distendido y alegre. Y es curioso cómo me sobresaltan los diferentes acentos: cubanos, mexicanos, españoles, etc. Pero lo que más me pilla por sorpresa es que me pidan el certificado de matrimonio antes que la tarjeta sanitaria. Pero qué obsesión, por Dios. Pero aún hay más, en lugar de esperar la llamada de la enfermera, me entregan un aparato que vibrará y se encenderá para avisarme de que ha llegado mi turno, ¿acaso me entregarán una hamburguesa y un refresco?

Hospital Cubano de Catar
Hospital Cubano de Catar
Último grito tecnológico para aguardar mi turno

Y al día siguiente, y a falta de dos semanas para irnos a nuestro nuevo destino, mi marido y yo vamos a pedir hora para vacunarnos. Salimos a las siete de la mañana concienciándonos en el coche de camino al ambulatorio que igual nos ha pillado el toro y que no nos esperemos salir de ahí con las vacunas puestas. Pero como mi doctora me recomendó, nos personamos con nuestra cartilla internacional. Nos atienden por separado, hombres por un lado y mujeres por otro, en la unidad de vacunas. Nos dan un numerito y tras diez minutos de espera nos atiende, a los dos juntos certificando que estamos casados, un médico pakistaní que me dice que tengo un acento muy dulce. Es el médico equivalente en España de Sanidad Exterior. Y sin cita previa. Muy amablemente nos aconseja sobre todo lo que concierne al viaje, revisa nuestras cartilla, apunta la vacuna que nos falta a cada uno y nos extiende la receta del tratamiento para la malaria. Nos dice que a la salida nos dispensarán todo lo necesario. Nos estrechamos la mano con una amplia sonrisa y una auxiliar nos entrega los blísters para los 24 días de tratamiento. Nos llevan a cada uno a una sala, por separado, para vacunarnos. Y todo esto sin tiempo ni para ir a miccionar, claro. Y aprovecho la vacuna para charlar con mi enfermera de turno, quien me habla maravillas de su ciudad natal.

Antes de salir pregunto a dónde debo ir a pagar todo esto, y me responde sonriente que aquí no se paga nada, es gratuito.

Nada más salir le digo a mi marido que tenemos que ir a Kerala, que me han dicho que es muy verde y está a sólo cuatro horas de Doha.

Y como respuesta recibo un, ¿y con quién has estado hablando ahora?

Publicado en: Expatriados Etiquetado como: Costumbres, cultura, Doha, experiencias, viajar, Vivir en Qatar

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Comentarios

  1. Raquel dice

    2 octubre, 2014 a las 06:17

    Fantástico relato cósmic!

    Responder
    • sargantana dice

      2 octubre, 2014 a las 08:58

      Ya ves, no todo iba a ser malo, quién me lo iba a mí a decir…
      Gracias 😉

      Responder
  2. pepe dice

    2 octubre, 2014 a las 08:52

    como siempre estupendo…pero yo no veo claro eso de poner aquí una placa con mi nombre y dejar el coche, la de pinchazo de ruedas que iba a tener que soportar…

    Responder
    • sargantana dice

      2 octubre, 2014 a las 08:57

      ¿No será más bien que NUNCA veríamos su coche bajo la placa con su nombre, Doctor??? 😉

      Responder
  3. Xavi Riera dice

    5 octubre, 2014 a las 09:59

    Bon post, Laureta!

    Molt descriptiu del teu conegut, i reconegut, tarannà.
    Com sempre «enrollan-te» amb tothom i amb aquesta curiositat i empatia innata. Però, segur que no els parlares de Pregabalina?… Com diria un castís: «Dame tiempo» o aquell tan conegut de: «Si et deixen xerrar, no et penjen».

    Tan immediata ets, que crec que ja has confós a qualcún dels teus seguidors que en el teu darrer viatge (02/10/14) ja et feia per la capital de Kerala. (Ej que é un no paráh!!)

    Amb relaciò al comentari que has fet de «The Square», l’he vist un parell de vegades ja. Una per veure’l en conjunt i l’altra per fixar-me en els detalls, tant del contingut com de la música. Gran reportatje, on es mostren les diverses realitats i opinions de les diferentes corrents d’opinió, i els ideals pels quals lluiten els uns i els altres. Tot plegat d’una complexitat inabastable, al manco per mi.
    Tanmateix, i ha una cançó que dona nom al reportatge, «Ya El Medan”, que em va semblar preciosa. Supòs que la coneixes, però per si de cas, aquí hi ha l’enllaç: http://www.youtube.com/watch?v=uB1DN6cHWr0

    Per altra banda, i amb relació a la situació de l’Orient Mitjà, ja saps que l’opinió d’aquesta metgessa alexandrina, no és la primera vegada que l’hem escoltat. El nostre efímer guia a El Caire, Mohamed -ja en varem tenir prou amb el recorregut pel Nil- abans d’acomiadar-nos d’ell va fer un comentari dins el bus -molt vehement- que era exactament el mateix que deia aquesta metgessa, no sé si amb tanta vehemència.

    Tendràn raó?… O també hi podem aplicar un dit molt mallorquí: «Amb sos collons d’un poden penjar s’altre” ☺️

    Encara estic riguent de la darrera línia: «¿Y con quién has estado hablando ahora?» Només li ha faltat un «però»!!

    Responder
    • sargantana dice

      9 octubre, 2014 a las 13:48

      Per on començar, Xavito?

      Te diria «mira qui xerra d´empatia i curiositat innata», tu i jo els tornariem boiets a tots!
      Però tens raó, no me puc estar callada, me pot aquesta curiositat per saber més i més, i si no aprofit aquesta oportunitat que tenc aquí, ja me diràs, tot lo que me perdria!

      Sí, ja em vaig donar compte que un lector va creure que era per Kerala, no m´estranya ben pensat, jajajajajaja… m´ha agradat això «tan inmediata ets». Però ja va córrer en llevar-me sa idea des cap: «Kerala es muy bonito, pero apestoso y mugriente como un campamento gitano…! «El trafico es lo peor…todo el mundo pita y se quiere colar…es el ejemplo del paraíso convertido en el infierno por la mano del hombre…»

      No t´ho creuràs, però me va deixar tan impactada es documental «The Square» que ara estic en un projecte a sa UOC envers aquest tema, ses xarxes socials, ses revolucions socials i ses censures. Així que estic fent un intesiu d´investigació, això si no em censuren per aquí primer 😉

      No recordava aquesta conversa amb En Mohamed a El Caire, què curiós, hi ha coses que no canvien… Qui té raó? tots i cap de noltros, mai hi ha un únic culpable. Però si una cosa estic aprenent aquí és que una única perspectiva del món no és saludable.

      Més aviat va ser un «¿sabes a dónde tenemos que ir, però?», i ell va bufar… 😉

      Responder
  4. condesita dice

    16 octubre, 2014 a las 18:48

    Mira per on!!
    Y… Habiendo visitado medicos… Cómo se percibe por ahí la crisis de ébola?
    Besines!

    Responder
    • sargantana dice

      18 octubre, 2014 a las 06:29

      Hola Evita, pues aquí se percibe el ébola como la gran amenaza en África. Cuando fui de visita a Sanidad Exterior para repasar mi cartilla de vacunas con motivo de nuestro viaje a Uganda, los dos médicos que nos atendieron dijeron lo mismo: «por qué arriesgarse a ir a Uganda, si en África hay ébola». Es decir, que no se molestaron en examinar qué zonas eran de riesgo y cuales no.
      Y lo más sorprendente, es que hace sólo dos semanas nos enteramos en Singapur (a través de una notificación del Ministerio de Sanidad de este país) que en los países de Oriente Medio hay riesgo de contraer el «Respiratory Syndrome Coronavirus». Enfermedad ésta que se contrae por contacto o consumo de camellos, leche no pasteurizada o carne cruda.

      Así que ya ves qué panorama, desconocimiento absoluto, a saber de qué nos moriremos antes…

      Un beso.

      Responder
  5. condesita dice

    20 octubre, 2014 a las 20:54

    De algo hay que morir… Es una frase típica que suelen decir los hombres mayores para justificar el gusto por beber vino en todas las comidas, coñac y puro y todos los vicios que toquen…
    Si seguimos asi la frasecita acabara con connotaciones menos placenteras..

    Responder
    • sargantana dice

      21 octubre, 2014 a las 04:11

      Evita, yo ya estoy en la fase de disfrutar de todo lo que me toque. Los días, de repente, me parecen más cortos…

      Responder

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