
Creo que he encontrado un filón para mi inspiración. Cada semana, cuando le doy al botón publicar, me digo a mí misma, vale, este es el último, mejor morir con dignidad que empezar a escribir sandeces que no interesan a nadie. Pero entonces resulta que, tras publicar el post acerca de mi estudio sociológico casero en la piscina del hotel donde me hospedo, voilà! he recibido una docena de mensajes con sugerencias de los más interesante. Aunque he de confesar que la que más me atrae ahora mismo es la que se me acaba de ocurrir viendo la foto que una generosa compatriota ha publicado en el grupo de Españoles en Qatar: ¿cómo se comen los churros con chocolate a la taza con un niqab puesto?

Como iba diciendo, he descubierto un filón en la descripción de fenómenos sociológicos porque, seamos sinceros, es como cotillear por la mirilla de la puerta.
La penúltima anécdota sucedió hace unos días: seis horas rodeada por unos 300 aspirantes decididos a demostrar sus dotes de inglés en el examen del IELTS. Había una mayoría abrumadora de mujeres, como viene siendo habitual. Apenas media docena de occidentales (fáciles de reconocer), un par de filipinas, una servidora y todo lo demás pijamas y cucarachas.
Por supuesto, llegar a las seis y media de la mañana y encontrarse tal marabunta de gente no entraba en mis planes. Tampoco la hora de cola para registrarme, otra hora de espera en la sala del examen y cuatro horas efectivas de evaluación. Por supuesto fue un calvario, pero las dos primeras horas, he de reconocer, me lo pasé en grande, ¿cómo? observando el comportamiento de la gente.
En primer lugar, ¿qué hacía tanto gentío a esas horas de la madrugada? Pues teniendo en cuenta la media de edad, quiero pensar que eran estudiantes que pretenden acceder a las universidades británicas o americanas que hay en Qatar donde te exigen un 7 académico para entrar. Los demás, los más mayores, pues cada uno tendría su motivo particular.

El hecho es que las chicas estamos repartidas entre los mostradores del 1 al 7, y los chicos del 8 al 9. Nada de mezclarse. Una hora de pie aguardando mi turno da para mucho. Una trabajadora de la organización del IELTS no para de repetir que todas nuestras pertenencias deben dejarse en el los lockers. No sólo hay carteles por toda la escuela, sino que repite, micrófono en mano, el mismo mensaje cada minuto, por una hora de espera, eso son sesenta veces repitiendo lo mismo. Resultado: oídos sordos. Todas las ninjas agarradas a sus bolsos y a sus móviles. “Relojes, bolsos, teléfonos móviles y otras pertenencias, are not allowed!”. Entonces me asaltan las dudas. Opción número uno: vienen a hacer un examen de inglés pero no entienden ni una palabra de las instrucciones iniciales, ergo, suplantan su identidad o le ponen precio al resultado. Opción número dos: no suelto mi bolso Michael Kors (la marca de moda este 2015 por estas tierras) porque no estoy acostumbrada a recibir órdenes de una india por muy acento British que tenga. En cualquier caso, Houston, tenemos un problema. Aunque también me admira la capacidad de cierta gente que puede repetir las cosas una y otra vez sin inmutarse y sin convicción alguna porque, vamos a ver, llevar un micro en la mano no te hace perder la vista ¿no? Entonces, igual puedes ahorrarte el discurso cansino y directamente sacar de la cola a todas aquellas que se presentan al examen equipadas como si fueran a pasar el fin de semana en Londres.
Por fin abren el registro después de una hora de espera. Estoy situada en tercera posición del mostrador número 3. Observo cómo se prepara la chica que tiene que hacerme la foto de registro. Prueba la cámara réflex una y otra vez, y se disgusta porque no funciona, y se lo comenta a sus compañeras, y nadie le da una solución, vaya, se habrá estropeado. Las dos cucarachas que tengo delante no pueden registrarse, deben llevar sus bolsos al locker, así que es mi turno. En el momento de la foto me piden que no sonría, y estallo en una sonora carcajada. Le aconsejo que antes de disparar retire la tapa de la cámara.
Por fin entro en la sala de examen. Soy de las primeras, y hay 300 asientos prácticamente libres. Sé que voy a tener que esperar otra hora, pero al menos esta vez esperaré sentada. Horror, como viene siendo habitual, la sala está helada. Estamos a cuanto ¿a -30 grados? En fin, que me paso cinco horas encogida como si quisiera convertirme en una bola de lana calentita. Pero asumo mi culpa, después de un año largo aquí ¿aún no he aprendido ha llevar el plumas bajo el brazo cuando salgo de casa? Jamás aprenderé.
Ahora viene la mejor parte. Parece ser que la organización consigue desprender los bolsos de los cuerpos femeninos. Las veo entrar a todas, de una a una, desvalidas, como si les hubieran robado el alma. Sólo se nos está permitido entrar con el pasaporte en el caso de las extranjeras, o con el Qatar ID en el caso de las locales. Así que mi divertimento durante una hora es averiguar la nacionalidad de cada una de ellas. Como el documento tiene que dejarse encima de la mesa y en un lugar visible para la comprobación de nuestra identidad, es una tarea sencilla. Justo a mi lado se sienta una chica con niqab, sólo se le ven los ojos ¿cómo pueden comprobar que no usurpa la identidad de otra persona? No es una pregunta jocosa, de verdad, ¿cómo lo hacen?
Enfrente de mí se sienta una señora con un reloj de lo más ostentoso, casi tanto como sus labios rellenos de bótox. A los pocos minutos un miembro de la organización le solicita muy amablemente que haga entrega del reloj. No es que fuera un iWatch que pueda hacerte el IELTS solito, pero el caso es que los relojes de pulsera están terminantemente prohibidos. Y me pregunto yo, ¿no ha pasado los filtros de seguridad como yo? aunque observando su vestimenta, a saber lo que puede llevar guardado bajo esos ropajes, ¡cabe de todo!!!! Por su puesto, la batalla por el reloj dura el rosario de la aurora, porque siempre hay alguien que cree que ha nacido con derechos divinos. Tampoco creo que susodicha persona necesite esperar el resultado del examen, todo tiene un precio ¿no? Porque no es de recibo que no entendiera absolutamente nada de lo que la organización explicaba en relación a cómo realizar el examen ¡si hasta tenía a una traductora al lado!
Hablando de ropajes. He descubierto porqué hace tanto frío en la sala. Todas llevan abayas de invierno. Podría escribir un post sólo describiendo la cantidad de variantes que pueden lucirse en una abaya, impresionante: infinidad de bordados, piedras, relieves, combinación de tejidos. La que más me gustó fue la de una chica que más que una abaya parecía que llevaba una manta de cachemir, ligera y calentita, con los puños de color gris. Lo que hubiera dado por pedírsela prestada, yo, con mi look primaveral en una sala completamente refrigerada.
Otro aspecto de estar rodeada de ninjas sentadas en sus pupitres, es que dejan sus pies al aire. Imagino que para compensar el negro de las abayas, lucen zapatos de lo más llamativos. Mis finalistas: una joven saudí con bailarinas color fucsia y cubiertas de brillantes Swarovski y una chica catarí con unas sneakers con unas pedazo de incrustaciones brillantes del tamaño del famoso pedrusco que lucía Elizabeth Taylor en sus mejores tiempos.
Y lamento ser tan cínica, pero se me escapa una sonrisa cuando me pregunto cómo van a poder soportar la larga hora de espera sin poder hablar, sin móvil, sin nada. Pues ahí están, unas con la mirada perdida en el infinito y otras durmiendo encima del pupitre. Pero lo más repetido es el gesto de recolocarse el pañuelo una y otra vez, ahora me atuso el pelo ahora me pongo el velo, una y otra vez. Reconozco que es mi debilidad observar la elegancia con la que utilizan sus manos para cubrir sus cabelleras. Por mucho que practique a mí no me sale más que un churro que debo sujetar con horquillas que pierdo a los cinco minutos ¿dónde está el truco? Entiendo que son años de práctica, y me aventuro a afirmar que hasta el movimiento de sus manos está perfectamente estudiado. Me hipnotizan.
Las tres horas de examen las obviaré, ya no sólo porque apenas pude apañármelas para terminarlo a tiempo, sino porque cualquier otra cosa me hubiera distraído.
Lo que no puedo pasar por alto es cómo me dejo arrastrar a la salida por la manada. Tengo cinco minutos para llegar a mi ejercicio final de speaking, pero en lugar de ir directamente al registration desk, me encuentro en los lockers rodeada de cucarachas intentando recuperar lo antes posible su bolso y su teléfono móvil. ¡Pero que hago aquí con ellas si yo lo dejé todo en el coche! Salgo corriendo hacia la sala de la prueba oral.
Cosas del destino, mi examinadora es una inglesa que me saluda con un ¿Hola, cómo estás? Profesora de inglés residente en Gandía hasta que la crisis la obligó a plantarse en Catar, me cuenta con una mueca. Empezamos bien. Me pregunta si llevo el teléfono en el bolsillo What? Of course not! Claro, está acostumbrada a que suenen avisos de whatsapp durante el examen. Y entre todas las cuestiones (evaluables) que me hace durante veinte minutos me pregunta cosas como “¿crees que el dinero da la felicidad?”, “¿crees que los gobiernos deberían hacer algo por la felicidad de su sociedad?”
Debo reconocer que mientras la grabadora estuvo encendida intenté ser lo más comedida posible, pero con el piloto rojo apagado nos echamos unas risas contándonos nuestras experiencias en esta parte del mundo.
Probablemente tendré que volver a pasar por la experiencia del IELTS en breve, pero esta vez me llevo el plumas y las palomitas, porque sarna con gusto no pica.
Que gozada ver el mundo desde un angulo divertido. Y un gusto que ahora existan esta plataformas para poder compartirlo con más gente.
Lo bueno de tener este punto de vista, es que vayas donde vayas… te llevas contigo… jajajaja.
Diego, ya sabes que no hay que tener miedo al sentido del humor, ¡y además es gratis!!!!
Me molan las fotos de este post. Es cierto que no son tan poeticas como laa de otros pero son de lo más descriptivas. Lo que más me llama es imaginarte a ti con la camara en medio de caos pidiendo a un conjunto de «cucarachas» que pose para ti!!
Besotes dobles!!
Condesita, si sacas la cámara entre tanta cucaracha lo único que vas a oír insistentemente es «it’s not allowed!!!».
Besines.
Me parece fenomenal que reflejes tus impresiones, pero una falta de respeto tremenda que llames a esas mujeres «cucarachhas».
Hola Ouassima, lamento que percibas falta de respeto, pues no es la intención. Sólo cuento mis impresiones dando un punto cómico a la vida. «Cucaracha» no es un adjetivo peyorativo, sólo una descripción humorística.
Muchas gracias por compartir.
Un saludo.