
Uno de los temas recurrentes durante las sesiones de coaching es la gestión de las críticas, ya sea en el ámbito familiar o laboral. Pero últimamente, con el aumento del protagonismo de nuestras vidas en las redes sociales, muchos sufrimos las consecuencias de la sobreexposición pública. Lo comentaba con Susana en una sesión a raíz de su recién estrenado blog: publicar en las redes no es sólo una cuestión de trasladar del ámbito privado al público tus pensamientos, conlleva enfrentarse a situaciones a veces incómodas y a críticas constantes. Pero jamás debiera quien escribe o comparte opiniones en las redes responsabilizarse por las reacciones de terceros si se ha actuado de manera respetuosa.
Para entender que no podemos ser responsables de las reacciones de la gente basta con leer los comentarios de cualquier artículo publicado en la red o en un periódico: ante un mismo texto unos perciben agresividad, otros falta de respeto, otros amargura, hay quienes sentencian como si su experiencia fuera prueba evidente de estar en posesión de la verdad absoluta, otros recriminan el contenido mientras el mismo número de personas pueden expresar gratitud, dar la enhorabuena al autor o incluso confesar que se ha sentido identificado con sus palabras. Y aunque todas las frases empiecen por “en mi experiencia…” o “en mi opinión”, hay quienes creen que están leyendo su historia en lugar de la tuya.
Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa, Zygmunt Bauman.
Un ejercicio que he aprendido con el Coaching es a pensar en un referente cuando estoy desanimada al enfrentarme a comentarios ofensivos. Pienso en alguien que haya pasado por lo mismo anteriormente, alguien a quien yo admire. Mi referente es Arturo Pérez Reverte, porque es inteligente, culto, mordaz, sarcástico, auténtico y escribe maravillosamente bien y de manera directa, entre otras muchas cualidades. Precisamente, por su locuacidad y su manera directa de expresar las cosas, es diana de tantas críticas como adulaciones, y no me parece a mí que le afecte ni se despeine.

Este simple ejemplo dice muchas cosas: en primer lugar, que los que opinan son una minoría de la gente que lee lo que se publica en los blogs (se estima que sólo un 1%) por lo que no es representativo de la opinión general ni nadie debiera obsesionarse por ello, ni con los comentarios positivos ni con los negativos. Igual que hacemos con las emociones, es importante gestionar la opinión de terceros. En segundo lugar, es un hecho que no siempre se llega a transmitir lo que uno quiere expresar. Por muy bien que escribas no se puede pretender llegar a todo el mundo porque todas las palabras pasan primero por el filtro de las emociones. En tercer lugar, ocurre que cada lector interpreta lo que lee en función de lo que siente, percibe en base a sus creencias o costumbres. En cuarto lugar, que muchos se quedan en la superficie o en una sola frase sin contemplar el contexto o la intencionalidad, puede que incluso sólo con el título, y muchas veces hay quienes opinan sin tan siquiera leer el contenido, tal y como confirmó un experimento de la NPR: a pesar de la petición del contenido de la noticia ¿Por qué los americanos ya no leen? de no comentar el artículo adjunto, se generaron cientos de comentarios de, obviamente, gente que no se había tomado la molestia de leerlo antes de opinar.

Frecuentemente la mayoría de la gente que critica en las redes sociales suelen ser personas anónimas por la seguridad que da lanzar dardos desde el anonimato aumentando su desinhibición. Las acciones de los haters los desenmascaran a ellos mismos, y aunque pretendan lo contrario, llenan tu publicación de contenido. De hecho, un solo hater puede multiplicar las visitas a un enlace exponencialmente, está demostrado. Es más, no me extrañaría que algún blogger contratara haters para darse más publicidad (sarcasmo modo on). O como el dicho popular, más vale que hablen mal de ti a que no hablen. O como el post de 100grados: «Si tienes haters, algo estás haciendo bien».

Las acciones de los «haters» los desenmascaran a ellos mismos
Todos tenemos identificados, más o menos, a nuestro público: desde el lector fiel al lector esporádico que sólo lee ciertos temas, aquellos que topan con tu contenido por casualidad y nunca más regresan o, el fenómeno más curioso que muchos tenemos, aquel lector que nos sigue cada semana pero con la única intención de criticarnos porque ha creado una relación de odio-dependencia de la cual no se puede desenganchar. Cada uno tiene que establecer qué tipo de relación quiere con su lector y qué quiere provocar. En el caso de Susana me decía tenerlo muy claro: quería llegar a la gente. No le importaba el número de lectores, su mayor satisfacción era simplemente poder despertar algún tipo de sentimiento.

En mi caso, siempre busco incitar a la reflexión. Otros blogueros buscan provocar con temas polémicos, y muchos otros lo utilizan como negocio para vender su producto. Entonces, si cada uno de nosotros tenemos nuestro propósito a la hora de escribir, cada uno tiene que saber cómo manejar los comentarios o reacciones de los lectores. Particularmente, lo que espero es que me hagan reflexionar también a mí y establezco diálogo con los lectores. Después de tres años con mi blog he aprendido a diferenciar entre quienes quieren compartir ideas o experiencias y aquellos que tratan de imponer su «verdad». Lo más gratificante es cuando alguien te hace ver las cosas desde una perspectiva diferente, como si un giro inesperado de la película se tratara. Cuando los lectores aportan nuevas ideas y me hacen pensar desde otro ángulo a partir de sus experiencias sé que he conseguido mi propósito. Han sido muchas las ocasiones en las que sus comentarios me han inspirado para escribir otros artículos a raíz de sus propuestas o puntos de vista. En cambio, quien busca imponer su opinión como la única y verdadera o entra en la intolerancia o falta de respeto, lo mejor es ignorarlo o dar respuestas en un tono totalmente diferente al suyo para que desistan. Cada uno debe gestionar las respuestas en función de hasta dónde se quiera llegar.

Las personas que te conocen o te leen desde hace tiempo lo hacen porque les gusta tu estilo, o porque se sienten identificadas con lo que escribes, o porque pones palabras a sus sentimientos, o porque entienden tu sentido del humor y les divierte o lo comparten. Por algún motivo siguen leyéndote. Por eso hay que entender que cuando te lee alguien por primera vez no llegue a captar tu estilo o tu sarcasmo. A mí me pasa con la saga Star Wars, vea la película que vea no la pillo porque no fui al cine el día del estreno, pero no por ello voy a decir que es mala. Si no me gusta, pues le digo a mi marido que no insista y todos contentos. No hay que perder el tiempo en convencer a quien no quiere ser convencido. También ocurre que cuando alguien no entiende algo echa mano del insulto, en palabras de la profesora en Ciencias de la Comunicación Dominique Brossard, como si “la mala educación y la falta de civismo fueran atajos mentales que nos ayudan a dar sentido a los asuntos complicados”.

No hay que perder el tiempo en convencer a quien no quiere ser convencido
En este caso puede ocurrir lo mismo que con el experimento psicológico de la prisión de Stanford del Profesor Zimbardo: de manera individual, las buenas personas somos incapaces de hacer daño a nadie, pero cuando actuamos en grupo podemos llegar a comportarnos como animales violentos y carentes de moral. Una crítica ofensiva puede enaltecer a otras personas, igual que hay personas que disfrutan dominando las conversaciones de manera obsesiva contaminando al resto de participantes. Este ejemplo lo vemos en nuestra vida diaria, como un hater puede incendiar un foro en las redes sociales, o cómo un hooligan puede provocar graves altercados en un estadio de fútbol. Puede que el resto de las manzanas que hay dentro de un barril estén sanas, pero una manzana podrida puede acabar contagiando al resto.

¿Por qué critica la gente? Considero que habrá tantos motivos como personas dispuestas a generar conflictos: por envidia, por narcisismo, afán de protagonismo para reafirmar su autoestima, psicopatía o incluso sadismo en los casos más graves. Pero lo importante a tener en cuenta es que todas estas críticas pueden ser potencialmente útiles bien manejadas pues son una fuente de información sobre el comportamiento en las redes sociales o el impacto social de algunos temas.
Hace poco leí un post que recomiendo por su sentido del humor y por su sentido común sobre el tema Haters gonna hate que empezaba diciendo: “hagas lo que hagas, alguien te juzgará por ello”. La autora confiesa que gracias a su Coach había conseguido encajar las críticas sobre todo lo que hace y/o escribe argumentando que la gente critica lo que ignora o todo aquello que va en contra de sus creencias o valores. Lo que me hace pensar que esta sociedad está perdiendo el respeto y la tolerancia hacia los demás.

Los expertos recomiendan no obsesionarse con las críticas y asumir que forman parte de tu trabajo. Así que los obstáculos fuera, mejor centrarse en tu trabajo y tratar de hacerlo cada día un poco mejor sin distracciones que no aportan nada a tu meta final. Un truco infalible es desactivar las notificaciones en la pantalla de tu móvil para que una crítica o una ofensa no te estropee la noche cuando por accidente ves un mensaje que empieza por “No me gusta ese artículo, suena muy feo y pareces una amargada…” justo cuando vas a poner el despertador de tu móvil a las once de la noche. Mejor dejar las ofensas para la mañana siguiente con un café en la mano.

Porque no es lo mismo opinar que generar juicios de valor o entrar en la competición de quien tiene la última palabra o quién está en posesión de la verdad. Las opiniones generan diálogo e ideas, lo cual es del todo positivo porque ayudan a aprender y a conectar con otros puntos de vista. En cambio, las discusiones suelen acabar en conflicto cuando no se manejan con propósitos de aprendizaje. Para quienes comparten sus opiniones en las redes sociales o escriben en un blog no debe ser tema de preocupación porque dos personas no entran en conflicto si una no quiere, por lo que prefiero el diálogo a la confrontación que no me aporta nada más que una pérdida de tiempo.
Pero, ¿qué es la verdad? Para un hater o un troll la verdad es todo aquello que “opinen” ellos, y no hay discusión. Para el resto de los mortales, la verdad no tengo ni idea de lo que es. Creo que ni los filósofos clásicos ni los contemporáneos han dado aún con la respuesta.

Siguiendo con mi palabra favorita del 2016 creo que cada uno debe ser coherente con lo que escribe. Por ejemplo, para mí la felicidad está en mi equilibrio entre mis valores y mis actos, pero para quien me lee (y más para quien no me lee) la verdad puede ser otra cosa ¿quién soy yo para juzgar? Que mi experiencia me haya llevado por un camino no quiere decir que a ti te vaya a pasar exactamente igual porque todos somos, a Dios gracias, diferentes. Nos mueven objetivos diferentes, venimos de culturas diferentes, probablemente nos han educado diferente, tenemos expectativas diferentes.

Cómo pretender agradar a todo el mundo y esperar que todos reaccionemos igual ante los mismos estímulos es una utopía del todo inútil. Si algo nos diferencia de los animales es la capacidad para razonar y para controlar nuestras emociones. Por ello es que cada uno de nosotros reaccionamos y razonamos de manera diferente. Qué aburrido sería el mundo de lo contrario.
La persona sensitiva nos dice que algo existe, la racional nos dice lo que es, la emocional nos dice si es agradable o no y la intuitiva nos dice de dónde viene y hacia dónde va.
Ya sabes lo qué dicen… que hablen de ti aunque sea mal 🙂
Eso, eso, y que llenen mi blog de contenidos, jajajajajajajaja!!!!
Besines xx