
Hace unos días alguien preguntaba «si pudieras elegir, dónde te gustaría vivir», cuál es ese lugar ideal soñado, con buen clima y más o menos desarrollado. Poco a poco se fueron descartando destinos por una cuestión de seguridad, otros por falta de libertades, algunos por falta de servicios básicos o aislamiento geográfico, otros por su alto coste de vida. Y así, uno tras otro llegué a la conclusión de que República Dominicana es el mejor lugar del mundo para vivir fuera de España, a pesar de la época de lluvias y de las amenazas de vientos huracanados. Es lo que tiene vivir en el Caribe.
¿Y qué decir de los dominicanos? Como pasa habitualmente, se puede generalizar y decir que los grandes desajustes sociales y económicos dejan dos mundos bien diferenciados. No tan lejos de la realidad española, aunque salvando las distancias, y muchos otros países llamados desarrollados.
Se estima que un veinte por ciento de la población vive en la Dominicana que aún apenas conozco, gente bien formada que ocupa los más altos cargos en las empresas más importantes, profesionales liberales, gente viajada y con alto poder adquisitivo. Pero es bien sabido que son sólo cinco las familias que conforman la élite que controla el país y permiten todas las injusticias, penalidades, sobrecostes y demás barbaridades que se comenten desde la perspectiva europea.
Pero yo convivo con otro tipo de población, la más representativa, más dada al carpe diem y a las bendiciones. Con más ganas de bachata y ron que de trabajar aunque nunca se quejen por hacer horas extras.

Sin duda República Dominicana es el más curioso de todos los países en los que he vivido, Aquí, entrenada por mi experiencia arábico-india en Qatar y por mi paso por Cancún, las cosas van al pasito sin que me estrese demasiado. Como sucedió ayer, un día que era de obligado cumplimiento para mí terminar sí o sí un trabajo para la universidad a sabiendas de que me esperaba una pequeña obra en casa. Pequeña y breve pensé. Mientras yo a las ocho en punto de la mañana ya estaba trabajando, la cuadrilla apareció dos horas más tarde. A las doce pararon a almorzar y regresaron otra vez dos horas más tarde mientras yo comía una ensalada delante del ordenador. Entre idas y venidas, mi casa abierta entrando y saliendo gente como si yo no existiera, por fin vi la luz. “Vaya -dije por cortesía- qué buen trabajo han hecho”, a sabiendas que los dominicanos son muy orgullosos y que mejor tratarlos con mucho mimo. “Sabe, mi doña, no soy profesional ni el trabajo está perfecto, pero lo hice con mucho cariño”. Así se la ganan a una. Qué le voy a hacer, soy muy sensible.

No hay viaje que no te cambie algo, David Mitchell.
Enamorada de México y embajadora oficiosa de la Riviera Maya, recuerdo que mi aterrizaje con la gente local no fue tan armoniosa. De la misma manera que los españoles tenemos el complejo de inferioridad europeo y esa falta de identidad nacional atrapados por lo que fuimos y lo que somos, por la situación geográfica de la península Ibérica que le da la espalda a Europa, mira por encima de los hombros al Norte de África y mira de cara a América con todo un océano por delante, siempre sostuve –como muchos sociólogos- que los mexicanos viven atrapados también en una dualidad entre Latinoamérica y los Estados Unidos. Siendo un país tan desarrollado en algunos aspectos y con tanto potencial por explotar, es una pena la situación de emergencia en la que se encuentra el país, un mal endémico del siglo XXI en los países de América Latina. En el caso de Nueva Zelanda ya es sabido el curioso sentido del humor que se gastan los kiwis y la tremenda barrera cultural a pesar de su hospitalidad. Y qué decir de los qatarís cuya identidad aún está por deformar, aún más.

Pero en Dominicana entra una variable que no conocí en ningún otro país. El mestizaje. Otra de las cosas que me llaman la atención, por novedosa respecto a mi experiencia por el mundo, es la cantidad de matrimonios mixtos que se dan en Dominicana. Algo perfectamente normal cuando te das cuenta de lo mucho que nos entendemos. Salvando las diferencias culturales –que no son pocas-, lo que parece hacer fácil la convivencia es el sentido del humor. Siempre sobrevuela sobre mi cabeza la preocupación por ofender a alguien dada mi incontinencia verbal, especialmente en un país donde muchos españoles se han casado con [email protected], y quién mejor que ellos para compartir experiencias y puntos de vista. Pero es inevitable que siempre ofendamos a alguien. Desde el respeto, no hay que perder el sentido del humor, ni el romanticismo y, sobretodo y más importante, no hay que dejar de pensar diferente.
Los viajes llevan poder y amor a tu vida
Lo más divertido es escuchar las historias de cómo se conocieron las futuras parejas mixtas, pues he escuchado las más diversas e inimaginables maneras. Y lo más triste es que el 85% de las solicitudes para contraer matrimonio en España se rechazan, por lo que muchos son los que están casados en Dominicana pero solteros al otro lado del charco. Por ejemplo, no deja de ser una situación curiosa volar de Santo Domingo a Madrid con pasajeros dominicanos con pasaporte español, y de regreso, encontrarme con los mismos dominicanos nacionalizados como españoles en la cola de «residentes dominicanos» aún habiendo escuchado durante las 8 horas que dura el vuelo que han regresado para visitar a sus parientes. Será por inexperiencia, porque todo me sorprende cuando desconozco las costumbres, pero fue lo que viví hace apenas unas semanas y me entretuvo durante la cola aduanera en el aeropuerto.

Como en ningún otro lugar del mundo en Dominicana encuentras españoles hasta debajo de las piedras. Podrían clasificarse en diversas categorías como me contaba Ramón el otro día. Están los directivos y ejecutivos de las grandes cadenas hoteleras que vienen, están una temporada y van rotando en los diferentes países donde tienen presencia estas grandes empresas, y los que llegaron por un mes y se quedaron toda la vida.
El momento más alegre en la vida humana es en la partida hacia tierras desconocidas, Richard Burton.
Después están los que llegaron en la época de la crisis creyéndose Cristóbal Colón –pasaporte español entre los dientes- con la firme creencia de conquistar la isla de la Española con sólo una mirada.
Otros, un poco más cuerdos y con las míseras indemnizaciones que recibieron al ser despedidos de sus trabajos, pensaron que iban a montar el negocio del siglo y acabaron arruinados, tal y como me cuentan los más viejos del lugar.
Otra categoría, para mí la más interesante, es la de aquellos españoles que por motivos diversos, decidieron hace 15, 20 o hasta 25 años dejarlo todo e instalarse aquí. Unos por amor, algunos por trabajo, otros por necesidad y quizás muchos por curiosidad. Entre esta categoría de españoles aventureros, cuando las infraestructuras de la isla no eran ni de lejos las que son ahora –cosa que prefiero ni imaginar- aún los más veteranos cuentan cómo ya existían los caraduras dispuestos a engañar a sus propios compatriotas. Pero los supervivientes de todas las tormentas y huracanes viven hoy felizmente casados con dominicanos, integrados más o menos en la vida local, participando de sus costumbres y tradiciones, pero nunca –y es un dato que puedo corroborar- olvidando quiénes son y de dónde vienen. Si les preguntas dónde preferirían vivir si pudieran elegir, nadie quiere moverse de aquí.
Al fin y al cabo, esto es Caribe.

Y si tengo que hablar de mi experiencia, pues me queda aún mucho por conocer y aún más kilómetros por andar. He vivido situaciones curiosas, como encontrar un grupo de no pocos mallorquines decididos a conocerse para formar una Penya Mallorquinista con la excusa del fútbol cuando en realidad para lo que me está sirviendo a mí es para descubrir que a pocos metros de mi casa hay un bar que hace arroç brut a medio día o te prepara una porcella para la ocasión. Pero no sólo se me saltan las lágrimas con el exquisito manjar autóctono exportado al Caribe, sino que me quedo extasiada cuando un mañana al ir a la panadería a comprar pan (porque acabo de descubrir un horno sin necesidad de comprarlo ultracongelado en el supermercado) veo en el expositor unas ensaimadas que me pido para llevar inmediatamente. Y no sólo eso, mientras estoy pagando veo de reojo un estante con olives trencades Rosselló. Viva la globalización.

Vivir un verano eterno siempre fue el sueño de mi vida, vivir en la playa otro. Un lugar en el que hay que trabajar duro para ganarse la vida, pero al pasito. Mi marido es el primero en reconocerlo, no le importa echar horas porque le pasan volando, el ambiente laboral es tan bueno que uno no está pendiente de que pasen los minutos en el reloj. Para mí, lo más interesante es conocer gente de otros países y preguntarle cómo demonios acabaron aquí.
Lejos queda la presión y las malas formas de otros lugares, el estrés de que todo era para ayer, que todo sea una cuestión de vida o muerte. La calidad de vida también se mide en la calidad humana, algo que sin duda se respira.
Como en todos lados, Dominicana tiene su lado oscuro, y si existe ese lugar perfecto no creo que sea terrenal.
Muy bueno! Me gusta la afirmación de «el mejor país del mundo para vivir fuera de España». Ahora mismo estoy enamorada de mi país. Pero, anoche estuve con dos amigos kiwis, y mira que echo de menos nuestra NZ eh.. no hacía más que decirles hablad en inglés, que quiero escuchar el acento.
Y con los 2° en Madrid ahora mismo, me iba de cabeza a Dominicana un tiempo.
Conclusión, es muy difícil esto de decidir en qué país se vive mejor, siempre hay matices según lo que vayas buscando en ese momento. Menos mal que siempre se puede viajar..
Un beso guapa!
PD: Me ha encantado también la descripción de España, acertadísima.
Yo aún estoy convencida de que España es el mejor lugar del mundo para vivir, y más concretamente mi isla mágica ¡para mí lo tiene todo!
Ahora bien, como dices, todo depende de tus expectativas, de lo que busques, de tu momento vital… Para mí México fue todo un descubrimiento, pero la experiencia no fue del todo buena. En otras circunstancias creo que nos hubiéramos quedado. No creo que Dominicana sea el mejor lugar del mundo, pero ahora mismo reúne todas las condiciones posibles (no sé hasta cuando). Respecto a NZ, pues qué te voy a contar… la tenía idealizada hasta hace bien poco, pero tampoco tuvimos la oportunidad real para quedarnos, así que… ¡haz las maletas y ven a vernos!!!!!!
Besotes y gracias por compartir Marta 😉
Juju, ya enamorada de la isla y su habitantes. te lo dije, no se porque pero este país engancha.
Bienvenida A República Dominicana y ahora integrada te falta lo mmejor
Déjate llevar
Besos
Mira (con acento dominicano), ¡quién me lo iba a decir! Parece que Dominicana me está dando todo lo que necesito en estos momentos, así que espero poder disfrutar una temporadita de este lugar y de su gente. Todo tiene su lado positivo, y creo que me queda un «chin» más por descubrir.
Besos y gracias por tus siempre sabios consejos, Jesús 😉