
Si eres de los que me sigues fielmente cada jueves, puede que te hayas preguntado si me he cansado de escribir, o de hacer entrevistas para mi canal de PodCast Palabra de Expat. Hace tiempo que no publico nada nuevo por aquí ¿acaso estoy pensando en abandonar definitivamente este blog que empecé hace cinco años? te preguntarás, ¿piensas que voy a abandonarte?
Déjame que te cuente algo muy personal hoy. Porque es cierto, he tenido muchas ganas de abandonar este barco, me he sentido muy cansada últimamente. Este último año ha sido muy intenso a muy diferentes niveles, tanto a nivel personal como profesional. Algunos problemas de salud que han minado mi energía en algunos momentos, y el último esfuerzo para terminar los estudios han ocupado gran parte de mi tiempo. Proyectos nuevos que ilusionan, otros que se van cayendo por el camino, alegrías inesperadas y tropiezos también que te pillan con el pie cambiado.
La verdad es que soy tan apasionada con todo lo que hago que todo lo vivo intensamente, por eso estas últimas semanas he necesitado parar y tomarme un respiro. No porque haya perdido la ilusión, sino porque siento que he perdido el foco, no sé si me explico. Se avecinan curvas y voy a tener que estar al cien por cien para disfrutar el camino que tengo por delante.

Es mejor estar equivocado que ser impreciso (Freeman Dyson)
No soy una persona que me bloquee fácilmente, pero me he dado cuenta de que cuando se pierde el foco sobre lo que de verdad importa una se siente perdida, como si estuviera vagando por la vida sin rumbo fijo. Y esa sensación a mí me mata.
Es por eso que ha habido momentos en los que he querido tirarlo todo por la borda, cerrar todas mis redes sociales, dar por amortizado el blog y meterme debajo de las sábanas y olvidarme de que el mundo existe ahí fuera. Hasta que me di cuenta de que lo que necesitaba era tomarme un café conmigo misma, como me enseñó una buena amiga.

Cómo seguir trabajando y cómo seguir creando si no eres capaz de ver todo lo que tienes delante. Por eso, antes de que te llegue el agua al cuello, lo mejor es pararse, o como dice el refrán popular “vísteme despacio, que tengo prisa”. Y eso he estado haciendo estas semanas. Bajar el ritmo y dedicarme ese tiempo que me faltaba para mí, sólo para mí y para todo aquello que me hace sentir bien. He soltado lastre de algunas cosas que me rondaban la cabeza y he dejado de lado todo aquello que ya no me ilusiona o que realmente no me importa.
El bloqueo del flujo socava la capacidad para estar presente, fresco y creativo (David Allen)
No me he estado dando permiso para reconocer que estaba entrando en una dinámica tóxica. Pero no por las personas que me rodean, sino por mi exigencia en querer hacerlo todo para ya y hacerlo bien. Me he agotado, y mi cuerpo me ha dado ya varios avisos.
Así que me he dado permiso para no publicar nada nuevo (si es que en realidad no lo he hecho) en no preocuparme por no respetar los timings de me había propuesto, incluso darme permiso para aburrirme. Ha sido un tiempo para preguntarme cómo me siento y si hay algo que desee cambiar antes de dar otro paso más. Quizás el momento más gratificante de este parón para pensar fue hace unos días, sentada en la playa junto a mi marido, cerveza en mano antes de comer.
Tuve una especie de revelación que me hizo sentir bien cuando la verbalicé. Supe reconocer que muchos de los proyectos que quiero llevar a cabo no van a materializarse, y tengo que aceptarlo. El precio de llevar una vida nómada dando vueltas por el mundo, tal y como siempre había soñado, tiene un precio: no te puedes comprometer a (casi)nada para siempre. He aprendido que tengo que aceptar que hay trenes que voy a tener que dejar pasar.
Porque un día tomé la decisión de salir de mi zona de confort y emprender esta loca aventura sin mirar atrás. Y las condiciones de este pacto incluyen renunciar a algunas cosas. No lo digo con resentimiento, todo lo contrario. Siento un profundo alivio ahora que me lo he recordado y he entendido lo que sigue teniendo más peso en mi balanza. Lo que ocurre, es que cuando estás en tu día a día, casi con el piloto automático, no tienes la claridad ni la distancia suficiente para ver la fotografía en modo panorámico.

Date permiso para escucharte ¿cuánto hace que no hablas contigo?
Así que me he dado un tiempo y un espacio para reconectar. Es decir, tomarme un tiempo para hacer cualquier cosa que no tenga nada que ver con mi trabajo. He dado paseos por la playa, me he ido de compras y hasta he ido a la peluquería (yo, que voy dos veces al año). Creo que necesitaba romper con mi rutina. He logrado estar una semana entera sin sentarme delante del ordenador, hasta lo apagué. Desconecté para volver a conectar conmigo misma ¿sabías que hay vida más allá de tu trabajo?
De pronto me encontré diciendo que no tenía tiempo para escribir, o que no había podido grabar el PodCast o hacer la entrevista pactada. Y no es verdad, hacía tiempo que no disponía de tanto tiempo libre, pero lo que no me quedaban eran energías. Hasta que no me di cuenta lo pasé fatal, preguntándome cada día ¿qué me pasa??? Pues que cuando no tenemos motivación no encontramos tiempo, y al revés, cuando algo nos ilusiona de verdad, sacamos tiempo de donde sea.
Por eso hoy quería compartir todo lo que me ha pasado, porque estoy segura de que te has encontrado así muchas veces en la vida. A veces es tan simple como pararse a pensar cuánto hace que no te das un capricho, o que no haces aquello que tanto te gusta, o cuánto hace que no visitas a tu mejor amiga. Parece mentira, tenemos tiempo para tirarlo delante de la pantalla del móvil o del televisor, pero parece que nunca lo encontramos para lo que nos hace felices de verdad hasta que reconocemos que sólo nos ponemos excusas. ¿Cuánto hace que no lees un libro o que vas al cine?

A veces no avanzamos por miedo, o porque no tenemos claro lo que queremos. Tomar decisiones requiere esfuerzo, porque necesitas pensar qué significa el objetivo que te has puesto, saber para qué lo quieres conseguir, si es realista y cómo te sentirás cuando lo consigas. Porque cuando no sabemos por dónde empezar, la pereza siempre nos gana. Requiere el esfuerzo de pensar cuál es el siguiente paso a dar y reconocer que, a veces, dependemos de terceras personas. También es tremendamente útil cambiar el “tengo que hacer esto y aquello” por el “quiero hacer”.
En mi caso nunca he sentido bloqueos o falta de inspiración, las ideas rebosan en mi cabeza. Pero ese paso de pensar el para qué, el cómo y el cuándo no es tan fácil. Como dicen, la inspiración llega trabajando. Por eso quería compartir contigo estas inquietudes y contarte que todos tenemos picos de actividad y de ánimo, que la motivación es un factor cíclico.
Para hacer las cosas no se necesita mucha fuerza, pero sí que se requiere una buena dosis de fortaleza para decidir qué hacer (Elbert Hubbard)
Cuando una no tiene ganas de trabajar y se le hace todo cuesta arriba, es un buen momento para pararse, analizar, redefinir los objetivos y planificar para volverse a motivar en un futuro inmediato. Conectar con tus emociones y encontrar esos motivos por los que vale la pena esforzarse te devuelven a la vida. Tu motivación y tu confianza crecen si te marcas metas alcanzables y concretas, aunque para ello te tengas que parar para tomarte ese café contigo.
Decía Indira Gandhi que el liderazgo se relacionó en algún momento de la historia con la fuerza, hoy en día tiene más que ver con el diálogo. Y qué mejor que empezar ese diálogo con uno mismo.
Me encanto
Gracias por compartir lo que te pasa. Es interesanten saber que los Coaches seguimos siendo personas que muchas veces nos encontramos con quiebres en el
Camino. Fui mamá hace poco y estoy retomando el entrenamiento en el gym así que retomaré también tus audios del podcast. Gracias
Hola Antonia,
¡enhorabuena por el nuevo miembro de la familia!!!!
Te sigo y no puedo ver más que felicidad en tu cara, aunque nadie dijo que sería fácil ¿verdad? Somos humanas ante todo, y pensé que era importante compartir que no somos perfectas. Sabemos la teoría, pero también aprendemos a aplicarla. Felices e imperfectas, como dice otra compañera.
Gracias por tus palabras y te deseo un feliz camino lleno de cambios ¡más si cabe!!!!
Un beso,
Laura.