
No hay mayor ofensa para un dominicano que confundir la salsa con el merengue o el merengue con la bachata. Y ahí no tengo excusa. No me lo había preparado, mea culpa. Tanto leer y tanto estudiar para al final acudir al concierto de Sergio Vargas pensando que era un bachatero más.
Por suerte Natasha, mi profesora de yoga, advierte mi error garrafal y considera necesario informarme de que no es propio de mí caer en tal error -tan común entre los españoles que aterrizan en Dominicana- así que me sugiere realizar una clase intensiva de baile. Todo es una cuestión de ritmo, me dice.
Para los que no lo llevamos en la sangre nuestra solución siempre ha sido mover las caderas en cualquier caso, pero Natasha me insiste en diferenciar la bachata del merengue porque, sencillamente, no hay color ni tiene perdón. Me mira estupefacta intentando no hacerme sentir más culpable aún, pero percibo su consternación. Empezamos por la bachata ¿cómo reconocerla? Muy fácil, la bachata es triste, melancólica, hasta trágica, y es todo aquello que se pueda bailar en cuatro pasos. Un, dos, tres, cuatro, un, dos, tres, cuatro, así bien pegadita a tu pareja ¿fácil, no? Aunque lo que se me resiste es dar la vuelta en esos cuatro pasos sin perder el ritmo. Cuestión de práctica, me dice. Lección número dos, merengue. El merengue es sin duda un ritmo más rápido y festivo, movimiento de cadera sí pero con control, no se puede bailar un merengue en cuatro pasos, compruébalo. Y para finalizar, la salsa, sin duda aún más rápida y compleja por sus innumerables combinaciones de vueltas, giros y desplazamientos varios. Por suerte soy mujer y por una vez me alegraré de ser la pareja sumisa que se deja llevar.
Pero quizás lo peor no haya sido confundir la bachata con el merengue sino desconocer quién es el gran Sergio Vargas, uno de los referentes del merengue dominicano conocido también como el Negrito de la Villa. Acudí a su concierto sin saber que estaba ante el Alejandro Sanz de la canción dominicana. Ahora entiendo por qué los asistentes aguardaron pacientemente la aparición del divo y por qué en lugar de arrancar a bailar desfilaban las pantallas de los móviles inmortalizando la ocasión. Fue un momento de lo más sagrado.
Otra de las cosas que aprendí en mi primera fiesta dominicana es el arte de beber ron. Mucho cuidado -consejo que a mí no me dieron- al pedir un Cuba Libre porque te llenan el vaso de ron hasta arriba y aún así te preguntan si quieres cola como si quedara de verdad espacio para el refresco. Otra alternativa es pasar la juerga a base de Presidentes para minimizar los efectos del alcohol.
Como no podía ser de otra manera, uno de mis pasatiempos favoritos ante mi incultura musical y mi nefasta coordinación corporal fue la observación del comportamiento de la gente. Posicionada en un lugar privilegiado para ver el desfile de modelos, me he dado cuenta de la importancia que tienen estos eventos. Desprovistos de sus uniformes de trabajo, me costó reconocer a quienes me cruzo a diario. Ellos vestidos con sus pantalones bajos, sus gorras y hasta sus gafas de sol, cadenas al cuello y caras de malote. Ellas con cuidadas melenas al viento, tacones de vértigo y siempre con vestidos ajustados a lo Kim Kardashian, porque aquí complejos ni uno.
Lo cual me recuerda que 24 horas antes del evento pasé por uno de mis berrinches habituales cuando me topo con la incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace. Acudí a la oficina de inmigración de Santo Domingo donde tenía cita a las ocho de la mañana para hacerme la fotografía para mi residencia. Tras una hora de espera –al pasito– me impide el paso el guardia de seguridad por ir en tirantes. Me especifica que vestida así no puedo pasar. De repente tengo un dejà vú catarí. Mi marido, conociéndome, me advierte que no quiere que empiece a discutir, que aparque mis principios porque tras cinco meses de trámites debemos salir con la residencia entre los dientes. Me muerdo la lengua pero mi cara es un poema. Afortunadamente, y tras muchas miradas acusadoras por parte de todo el personal allí presente, una alma caritativa me deja su chaqueta para que me permitan el paso a la área de fotografía, un cubículo de un metro cuadrado a lo sumo. Tras la foto de rigor y hombros cristianamente cubiertos, devuelvo la prenda preguntándome por qué tanto recato moral en una institución pública y tantos embarazos entre las adolescentes. Creo que por el camino me he perdido algo y la foto impresa en mi nueva residencia –dos horas más tarde- lo dice todo.
Y mientras elijo los modelitos para las fiestas navideñas, me pregunto yo qué sorpresas me deparan a partir de ahora los eventos futuros en un lugar donde hay una cadena de televisión llamada NER que emite Noticias En Rap, es decir, donde el presentador y entrevistador, un talentoso dominicano, comunica las noticias en clave rapera (video).
Será difícil superar a los Niños de San Idelfonso, los polvorones, la maratón de comidas navideñas y el consumismo desmesurado en regalos innecesarios perfectamente envueltos. Por el momento, ya ha habido encendido de luces más que generoso teniendo en cuenta lo que cuesta en este país el recibo de la luz. Sorprende también ver los supermercados -mientras empujo el carro en bikini y chanclas- exhibiendo las cestas de navidad con licores varios y surtido de turrones. Se dice que la cesta de navidad nació en sustitución de la paga extra para que los maridos no se bebieran el sueldo antes de llegar a casa dejando así a la familia sin más que pan duro para pasar una noche tan especial. Me ha sorprendido también saber que los dominicanos de mi zona celebran los Reyes Magos para los más pequeños y que sólo se junta la familia en Nochebuena, porque el día de Navidad «si acaso de recalientan las sobras».
Por el momento me huelo que mis cuartas navidades fuera de casa serán de lo más exóticas, así que más vale que siga practicando al son de Romeo Santos y Sergio Vargas, no vaya a ser que la próxima vez no me prohiban la entrada.
El que sabe cuando puede volar y cuando no, será victorioso, Sun Tzu (El arte de la guerra)
JJJJJJ, por fin aterrizaste en el paraiso del caribe, donde fueres haz lo que vieres, ya a partir de ahora la vida sera mas facil, pero no te dejes aplatanar y cumple con todos los requisitos patrios. Feliz Navidad caribeña y mucho lechon. Saludos.
De momento ya me estoy hinchando a polvorones y mazapanes, tengo la bodega a rebosar de buenos Riojas y nunca faltará en la mesa un rico Jabugo. Una cosa es participar de la fiesta caribeña y otra es olvidarse de lo que realmente importa 😉
Felices y cálidas fiestas Jesús.
Un súper abrazo desde Bávaro.
Pero bueno!!! En tirantitos!!! En una institución publica!!!! Con las historias que hemos vivido ya ¿como te siguen pillando con lo mismo?
Je je je
Besotes dobles con mucho cariño
Ya ves, es que no aprendo la lección, pero seguro que tú me entiendes. Cuando algo carece de lógica o es incoherente… ¡es que no puedo!!!!!
Porque tenía a Gabi al lado, que sino la lío «gol-da»! 😉
Besines caribeños.