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LAURA SARGANTANA

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Cuando vivir (y disfrutar) en el Caribe es una cuestión de expectativas

31 julio, 2017 / by Sargantana / 4 comentarios

Muchos de los turistas que llegan a lugares como Bávaro esperan encontrar las playas desiertas y sombras bajo los cocoteros como en las postales de los folletos publicitarios. Y ciertamente existen estas paradisíacas playas, si madrugas en un resort antes de que llegue la marabunta o, mucho mejor, si sales de ellos y aterrizas en playas como Limón, Playa Esmeralda o, una de mis favoritas, Los Corbanitos.

Mucho peor -en cuanto a expectativas- si eres un extranjero que has soñado toda la vida con vivir en el Caribe para gozar y disfrutar y, ya de paso, generar envidia máxima entre tu círculo de amigos y conocidos. De hecho, una buena amiga de la universidad ya me ha amenazado con borrarme de las redes sociales si cuelgo una foto más con una piña colada en la mano.

Tomándome una piña colada en Bayahibe
Tomándome una piña colada en Bayahibe

Lo cierto es que muchos son los que se decepcionan cuando llegan a este llamado paraíso y descubren lo que se esconde tras la fachada de los fabulosos hoteles resorts. Yo la primera, porque durante los primeros meses ninguna playa me parecía lo suficientemente bonita, ni suficientemente limpia, ni suficientemente solitaria hasta que me di cuenta de que la que andaba equivocada era yo. Así, un buen día dejé de comparar y aprendí a ver mi entorno con otras gafas y distinta graduación.

Para empezar, Bávaro no es Caribe. Lamentablemente sus playas descansan sobre el Océano, aunque sus aguas son más templadas que las costas gallegas, la arena es blanca y fina y están repletas de palmeras. Idílico.

Estas tierras, como explican muchos de los españoles que viven en el país, fueron abandonadas antiguamente a las gentes más pobres de la zona y resultó ser la gallina de los huevos de oro cuando los grandes hoteleros (mallorquines en su mayoría) vieron el negocio. Las costas del Mediterráneo ya estaban construidas (o destruidas) y saturadas, así que hicieron las Américas en el Caribe de manera exitosa.

Playa Bávaro
Playa Bávaro

A diferencia de las playas mexicanas (por poner un ejemplo conocido), aquí todas son públicas. Ningún hotel puede prohibirte la entrada para dar largos paseos por su costa. Lo que se me antoja más difícil es encontrar el acceso público (ese es otro tema y requiere investigación de campo), pero quien busca encuentra. Porque hasta la ley –por una vez- es firme: las playas son públicas y los hoteles deben respetar los primeros 60 metros de arena (aunque no todos lo hagan).

Y por supuesto, ningún wachimán puede prohibirte acceder a la playa donde se aloja el resort, lo que el wachimán vigila es que no utilices sus instalaciones como hacen algunos “despistados” que, cuando se cansan de andar, eligen un par de hamacas y tan panchos. Cualquiera puede plantar su sombrilla y montar hasta un camping-gas para hacerse una tortilla. Aunque teniendo miles de kilómetros de playa virgen yo elegiría montar mi tienda de campaña cuanto más lejos de un resort, mejor. Lo que no se puede (ni aquí ni en Pekín) es utilizar las hamacas y otras facilities de los hoteles y restaurantes que, digo yo, habrán pagado su licencia y su mobiliario.

Vista aérea de Playa Bávaro
Vista aérea de Playa Bávaro

Asombran reacciones y comentarios de algunos que ponen el grito en el cielo porque las playas están lejos, que sólo puedes ir a la playa si pasas por el restaurante de turno, que si se vive de espaldas al mar, que ir a ver el mar es toda una excursión o que es surrealista vivir en una isla y no poder acceder al mar.

He vivido 38 años de mi vida en Mallorca, una isla pequeña, muy pequeña e insignificante comparada con la isla de La Española, pero rodeada, efectivamente, de mar. Y jamás tuve la playa a mis pies. En cualquier lugar de costa sólo los más privilegiados (o los humildes pescadores que no se dejaron arrastrar por la especulación inmobiliaria) gozan del privilegio de saltar de la cama al mar. Hasta ciudades como Barcelona nacieron de espaldas al mar porque no sólo era de pobres oscurecer la piel en la playa, sino porque la rentabilidad se encontraba en las zonas de cultivo.

Salvo ricachones, intrépidos empresarios venidos a más o gentes humildes que jamás quisieron abandonar sus casas, sí, para ir a la playa hay que desplazarse, aunque sean diez minutos.

Playa Bonita (Samaná)
Playa Bonita (Samaná)

Y si algo tiene República Dominicana son playas kilométricas y muchas de ellas desiertas ¿alguien puede decirme si existe en todo el inmenso Mediterráneo una sola playa donde pasar un caluroso día de agosto bajo una sombra natural completamente solo? Si existe, no se lo cuenten a nadie porque yo no lo diría jamás. Casualmente el fin de semana pasado tuve la oportunidad –y no es la primera vez- de disfrutar una playa paradisíaca –sí, como las de los folletos- para mí sola en pleno domingo un mes de julio.

Playa Los Corbanitos
Playa Los Corbanitos

Como mallorquina que ha veraneado en Formentera durante 13 años, acabé por tirar la toalla por la pena que me producía ver mi isla mágica convertida en un hormiguero infernal. Igual me ocurrió en Mallorca, huía de la isla en verano porque era imposible encontrar un lugar donde plantar la toalla. Hasta mi playa favorita, Es Trenc, se convirtió en una playa de segunda donde había que luchar primero por aparcar el coche y, segundo, para evitar quedarse dormido en el hombro del vecino.

Por no halar de los chiringuitos “careros” donde por una pseudo paella o unos “cutre huevos con salchicha y pan de goma” te cobran el salario del mes y, algunos, hasta el hielo de la Coca-Cola.

Amo Mallorca pero odio y me avergüenzo de los ladrones que sólo viven de la caja del día suponiendo que el turista al que le acaban de tomar el pelo no va a regresar nunca más. Más vale pájaro en mano que ciento volando.

Playa Limón
Playa Limón

Vivir en República Dominicana -y aunque Bávaro no sea exactamente el Caribe- me ha dado la posibilidad de vivir un sueño. Tengo la suerte de tener todos los días del año -y a sólo cien metros de mi casa- la tan ansiada playa, aunque para eso tenga que vivir dentro del resort que nos da de comer y donde -a modo Gran Hermano-  si te tiras un pedo, por el olor y consistencia del mismo todo el mundo sabe quién ha sido. A cambio, puedo gozar de mis paseos matinales a las 7 de la mañana sin apenas turistas en la playa o nadar cuando el mar está como un plato. O salir a correr a las 7 de la tarde y disfrutar de una puesta de sol que me deja más relajada que una clase de yoga.

Playa Los Corbanitos
Playa Los Corbanitos

Poco dada a quedarme encerrada donde vivo, trabajo, como y duermo -aunque tenga que agarrar el coche- tengo la posibilidad de irme hasta Macao a surfear y degustar después el pescado fresco y de confianza de “La Tetas”, a quien adoro. Prefiero ir tempranito por la mañana, un domingo cualquiera, para cuando empieza el recital de merengue y bachata regresar a casa y acabar de disfrutar el fin de semana con una buena peli en el sofá.

Otra opción es llegar hasta Uvero Alto, Playa Limón o Playa Esmeralda y tirarme bajo un cocotero y dormir la siesta, porque lo grande es que aquí las playas están equipadas con palmeras para que no tengas que llevarte la sombrilla a cuestas.

Playa Macao
Playa Macao

A una hora de Bávaro (y a sólo 30’ de Punta Cana), el verdadero Caribe se llama Bayahíbe, donde tanto puedes darte un baño en aguas tan cristalinas como las del Mediterráneo (lo he comprobado yo misma) como salir a bucear y regresar en una hora para volver a descansar sin hacer más traslado que de la playa a la barca y de la barca a la playa. En menos de cinco minutos hay multitud de spots para ver corales y peces de todos los colores y tamaños, ahora una raya, ahora un caballito de mar, ahora encuentro a Nemo, ahora saludo a Dori aunque al momento me olvide.

Hasta en Bávaro puedes escaparte a la hora de comer y dar un salto a cualquiera de los pecios a un minuto exacto de la costa. Saltar, hacer una inmersión, salir, comer algo y regresar al puesto de trabajo ¿dónde hacía yo eso antes? Ya recuerdo, nunca lo hice.

Y si uno quiere salir del trabajo una tarde y simplemente pasear, Playa Bávaro ofrece 40 kilómetros de arena fina (yo aún no los he recorrido todos). Ya sea desde El Cortecito, Los Corales, Bibijagua, Matilda o desde cualquier entrada pública (se me ocurre la entrada donde se encuentra el chiringuito Canoa por citar mi favorito), imposible llegar hasta el final por más que lo intente. La Costa del Coco parece no tener fin y sin duda mis glúteos me lo agradecen ¡y sin pasar por el gimnasio!

Playa Uvero Alto
Playa Uvero Alto

Muchas son las críticas que todos hemos hecho alguna vez de los empresarios -la mayoría españoles- que se han asentado en las costas dominicanas obviando que son las leyes y gobiernos dominicanos quienes firman los suculentos contratos sin repartir beneficio alguno entre sus ciudadanos. Sin embargo, algo que me pregunto todos los días es por qué tienen las playas públicas hechos unos zorros. Las papeleras y contenedores brillan por su ausencia, y las montañas de plásticos y botellas vacías de ron o cerveza constituyen por sí solas núcleos urbanos independientes. Como dicen algunos compatriotas “cada cosa tiene su encanto” y esto debe formar parte también del paquete.

Después de un año (y aunque algunos días me apetece empaquetar mis cosas y largarme de aquí para no volver jamás mientras blasfemo en arameo) puedo afirmar que la calidad de vida en este país es difícilmente superable, especialmente si lo comparo con el Benidorm style.

Playa de Benidorm (Alicante)
Playa de Benidorm (Alicante)

Claro que echo de menos la vida de barrio, pues aquí hasta para comprar pan debo agarrar el coche e irme al cruce de Friusa. Pero también esto tiene su encanto cuando me saludan en mallorquín y me dicen que tienen ensaimadas recién hechas. Vivir en Bávaro, a pesar de sus carencias, supera con creces otras cosas que nunca tuve.

Puedo acceder a multitud de playas desiertas, es posible encontrar chiringuitos (mi preferido es por todos conocido, Canoa de día/Balicana de noche) donde te atienden siempre con una sonrisa, puedes comer a mediodía un plato dominicano como el chillo en salsa de coco para chuparse literalmente los dedos (y si es con yuca frita y una Presidente vestidita de novia mejor) y por la noche te puedes tomar un ron después de un Green Curry Seafood o un PadThai a un precio insuperable. Y si tienes morriña puedes tomarte una fideuà con allioli en el Tronco Beach y después acercarte a la playa Los Corales para dar un paseo y bajar así la comida. Me parece alucinante aún poder ir a Juan Dolio (Il Gemelli) o a Boca Chica (Puerco Rosado) y comerme un suculento plato de pasta en la playa por 5 dólares.

Sinceramente –y lo digo sin acritud- jamás encontré lugares como estos en Mallorca y no lo cambio por nada del mundo.

Chiringuito Canoa (El Cortecito)
Chiringuito Canoa (El Cortecito)

Nada es perfecto y todo siempre es una cuestión de expectativas. El turismo deja huella, pero es gracias a él que viven miles de dominicanos que pueden acceder a una vida digna y dar un futuro mejor a sus hijos. Cada uno por sus razones personales y/o profesionales, la mayoría de los españoles que nos hemos asentado en tierras dominicanas estamos aquí gracias, precisamente, al turismo. Desde electricistas, arquitectos, ingenieros, comerciales, ejecutivos, cocineros, chef y tantas otras profesiones.

El turismo permite el crecimiento económico de la zona, aunque ahora mismo no todos lo puedan apreciar. No creo que Bávaro y el resto del país (salvando las diferencias) sea más diferente de lo que eran las costas andaluzas, el levante español o las islas Baleares hace 50 años. Éramos gente de campo o pescadores, sin apenas educación ni grandes recursos. Hoy somos primer mundo, tenemos escuelas, universidades y sanidad pública de calidad a los que todos hemos tenido acceso y una calidad de vida que no tuvieron la mayoría de nuestros abuelos y muchos de nuestros padres.

Playa en Isla Saona
Playa en Isla Saona

Después de reflexionar sobre las playas de República Dominicana, he de confesar que jamás había sentido estar tan cerca del mar. No sólo es posible ir a la playa los 365 días del año -si los huracanes lo permiten- sino que es posible disfrutar de playas vírgenes, paradisíacas, desiertas y repletas de matas de coco (las palmeras de toda la vida) cualquier día que se me antoje, algo que ya no se encuentra en el Mediterráneo.

 

 

 

Publicado en: Expatriados Etiquetado como: aventura, Bávaro, Caribe, Costumbres, cultura, Españoles en República Dominicana, experiencias, turismo en Dominicana, viajar, Vivir en República Dominicana

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Comentarios

  1. Albert dice

    3 agosto, 2017 a las 04:04

    Collons!!!! Aconseguiràs que no vulgui marxar!!!!

    Responder
    • sargantana dice

      3 agosto, 2017 a las 21:38

      Sol passar Albert, ja passa ja… Quan li pegau a Bàvaro???

      Responder
  2. Patri dice

    3 agosto, 2017 a las 09:11

    Estaba convencida que las fotos sin personas con palmeras en la arena blanca y aguas azules de fondo estaban retocadísimas……hasta que pisé República y pude comprobar con mis ojitos que las playas paradisíacas existen y están en R.D. A pesar de algunas incomodidades (coche para todo) realmente en R.D encuentras lo que uno imagina que es el Caribe……Fdo. Una Enamorada de Dominicana

    Responder
    • sargantana dice

      3 agosto, 2017 a las 21:41

      Ahhhhh pero mira que eres bonica… Las playas paradisíacas existen sin necesidad de recurrir a Photoshop, ya lo sabes bien. Y lo de estar sola en pleno verano bajo una palmera era el sueño de mi vida, así que ¡cumplido! Estos pequeños placeres compensan todo lo demás…
      Besossssssss.

      Responder

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