
La mayoría de las veces, cuando sentimos miedo ante la toma de decisiones o miedo antes de iniciar un proyecto, suele ser porque aún no tenemos suficientemente claro lo que queremos o para qué lo queremos.
En el anterior post hablamos de lo importante que es fijar un objetivo y de la necesidad de ser honestos con nosotros mismos antes de pasar a la acción.
Una vez has fijado tu objetivo específico, has dejado de soñar para dar paso a la realidad, y tienes tu para qué lo vas a hacer, pregúntate en qué va a cambiar tu vida cuando consigas tu objetivo y cómo va a afectar tu decisión en la vida de los que están a tu alrededor, tu familia, tus amigos, tu pareja.

Las decisiones que tomamos tienen consecuencias en nuestro entorno. Por ello no está de más saber si nuestro reto va a afectar positiva o negativamente en los demás. Nos sorprenderá darnos cuenta de que nuestra familia o nuestro entorno laboral puede mejorar, que apreciarán nuestro esfuerzo, incluso encontraremos apoyo extra.
Del mismo modo, si detectamos que puede incidir negativamente, podemos buscar la manera de conseguir nuestros objetivos sin perjudicar al prójimo. Es lo que se conoce como ser ecológico.
Otro aspecto a tener en cuenta es que todo tiene un precio, es decir, que para conseguir «A» puede que tengamos que renunciar a «B». Me ha pasado en mis propias carnes.

Quizás lo que más he escuchado en mis cuatro años largos de expatriada haya sido “qué suerte tienes, qué envidia, me cambiaría por ti, bla bla bla”. Pero lo que no se ve es que detrás de una vida -que para algunos es de ensueño- hay muchos sacrificios.
A la constancia le llaman suerte,
a la disciplina le llaman casualidad,
al sacrifico le llaman destino.
O como yo lo suelo explicar, todo no se puede tener. Para estar como estoy hoy aquí he tenido que renunciar y sigo renunciando a muchas cosas.
- Los cambios me han acarreado pérdidas económicas, porque cada nuevo país y cada mudanza cuestan dinero
- Me ha costado noches sin dormir preguntándome ¿y si sale mal?
- Me ha costado estar lejos de mis amigos
- Me ha costado no celebrar las ocasiones especiales con mi familia
- Incluso me ha costado no poder disfrutar de las cosas que me gustan como ir a ver una buena película en el cine, tomarme una caña o tener una vez al mes la cena de chicas.
Pero estos sacrificios los he puesto cada día de mi vida como expat en una balanza y me he preguntado si ha valido la pena.

Sin duda. Porque cada sacrificio me ha regalado algo nuevo.
- He conocido los más diversos y exóticos países por los cinco continentes
- He conocido personas con las que jamás me habría cruzado una palabra
- He crecido como persona al tener que resolver por mí misma los mil y un problemas en lenguas que no eran la mía y en culturas con las que no me unía ni el blanco de los ojos
- He aprendido a ver el mundo desde diferentes perspectivas
- He aprendido que me queda mucho por aprender

Así que es preciso tener en cuenta a qué estás dispuesto a renunciar para conseguir tu sueño. Todos tenemos unos límites y unos valores, unos mínimos sin los cuales no podemos seguir adelante.
Hoy por hoy mi límite es mi pareja, mi compañero de aventuras. Con él me iría a la mierda, pero sin él no me voy ni a la esquina. Y no es dependencia, es que somos un equipo y estamos donde estamos porque hemos caminado juntos por las baldosas amarillas tirando el uno del otro para conseguir un estilo de vida y un objetivo común. Y aún no hemos terminado.
La siguiente pregunta es una de mis favoritas: que estás dispuesto a ganar. Porque no sólo hay renuncias. Recuerda que cuando dices «no» a algo es para ganar algo a cambio. El sacrificio no puede ser gratuito.
Recuerda que cuando dices «no» a algo es para ganar algo a cambio
Un ejemplo cotidiano: la última vez que renuncié a algo fue el fin de semana pasado. Me lo estaba pasando genial en una fiesta después de una buena cena, pero había bebido un par de copas y pasaban dos horas de la media noche. Me costó, pero decidí retirarme con dignidad porque quería estar decente al día siguiente y disfrutar del domingo, como así fue. A mis cuarentaytantos, no hay magia, sólo queda sentido común.

Aún hay más, para vencer el miedo puedes plantearte algunas cuestiones como si hay alguien que anteriormente y en tu misma situación haya logrado dar el salto. Todos conocemos a alguien que conoce a alguien ¿no? ¿no se te ocurre? ¿puede que yo?
Para vencer el miedo pregúntate si conoces a alguien que lo haya hecho antes
O quizás puedas recordar alguna situación de tu vida pasada donde tuvieras que resolver una situación similar ¿cómo lo superaste? Este ejercicio sólo trata de mostrarte que hay cosas en el pasado que te han funcionado y ver que es posible.
Finalmente, es importante ponerse manos a la obra: diseñar un plan de acción y hacer seguimiento. Puedes ponerte pequeños objetivos semanales, quincenales o mensuales. Lo importante es que sean periódicos y no los pierdas de vista. Compártelos con alguien, así te sentirás “obligado” a dar explicaciones y te será más difícil procrastinar.
Un objetivo sin un plan es sólo un deseo
Este sencillo ejercicio de coaching requiere un esfuerzo importante porque no son preguntas que nos hagamos todos los días. Es posible que no nos las hayamos planteado nunca en nuestra vida.
El coaching te ayuda a dar forma a los sueños, a ponerlos sobre la mesa. No te dice lo que tienes que hacer, sólo te recuerda las herramientas que tienes para que lo consigas. Te ayuda a sacar los miedos y a afrontarlos, les pone cara y reconoce los obstáculos que te impiden avanzar.
__________________________
Si quieres que te ayude a dar el salto y a diseñar un plan para alcanzarlo, no dudes en ponerte en contacto conmigo.
Si tienes preguntas, compártelas y estaré encantada de ayudarte 😉
Deja una respuesta