
¿Cuántas veces has fracasado? ¿cuántas veces te has sentido un fracasado? Vivimos en una sociedad centrada en los resultados y en el éxito fruto de un sistema capitalista que crea continuas necesidades. Una sociedad basada en objetivos y metas en busca de dinero, poder o bienes materiales oponiendo continuamente el éxito al fracaso.
¿Pero qué entendemos por éxito y qué se considera un fracaso?
En mi opinión el fracaso es inherente al ser humano, además de necesario. Un fracaso es cualquier suceso inesperado, todo aquello que no sale como esperábamos. Por lo tanto, es una respuesta a nuestras propias expectativas no cumplidas.
Si gestionamos bien los fracasos, éstos son una herramienta perfecta para el continuo aprendizaje, nos hace humildes y mejores personas.
Sin embargo, el fracaso está estigmatizado socialmente, y en muchas culturas se tiene miedo al fracaso, y mucho más a reconocer los errores. En las culturas anglosajonas, por ejemplo, se tiene otra actitud frente al fracaso: se utiliza como un elemento de lucha y de superación.
Así que podríamos decir sentirse fracasado es una cuestión de actitud, es no sobreponerse al error, a no encontrar sentido a tu vida, en última instancia.
Decía Charles Dickens que “cada fracaso nos enseña algo que necesitábamos saber”. Sin embargo seguimos penalizándolo ¿por qué?
Sir Ken Robinson (TedTalk) pone de ejemplo a los niños. Ellos se arriesgan cuando no saben algo porque no tienen miedo a equivocarse. Dan rienda suelta a su creatividad. Por ello, afirma, si no estamos dispuestos a equivocarnos, nunca seremos originales.
El motivo de la estigmatización del fracaso puede encontrarse en la religión, en la presión social y, en definitiva, es una cuestión de expectativas.
El fracaso y la religión
La religión, si ponemos atención en los preceptos cristianos, es nuestra herencia cultural. Recuerdo desde pequeña las oraciones que nos obligaban a aprender, todas relacionadas con la culpa y con el pecado desde los orígenes de los tiempos. Y este sentimiento de culpa sigue presente en nuestras vidas.
El fracaso y a la presión social
Desde el punto de vista social, la presión por triunfar es latente. El éxito se relaciona con todos los logros económicos y materiales. Pero también con las convenciones sociales.
Si eres mujer y tienes cuarenta, no estar casada o no tener hijos es considerado un fracaso desde el punto de vista social. Que se lo digan a Jennifer Aniston, la que fue Novia de América. O si tu matrimonio no dura toda la vida se dice “que ha fracasado” en lugar de verlo como una oportunidad de ser feliz con otra persona.
Hay quien puede sentirse fracasado teniéndolo todo y se puede ser feliz sin el éxito marcado por las convenciones sociales. Para muestra un botón.
Porque el fracaso es defraudarse a uno mismo por no intentar lo que deseas. Para mí el éxito es la valentía de intentarlo.
El fracaso y las expectativas
Cuidado con las expectativas. Volvemos a la eterna pregunta, ¿qué es para ti el fracaso? ¿y el éxito? Por ejemplo, para mí el éxito reside en ser mejor persona hoy que cuando llegué a este mundo.
¿Te has planteado alguna vez cuál es tu propósito en la vida? Por si nunca lo has pensado, te recomiendo este vídeo.
Lo importante es que pongas las expectativas en ti y no en las expectativas de los demás. Ni en las expectativas de las convenciones sociales, ni familiares, y ni mucho menos en las expectativas profesionales.
Por ejemplo, la sociedad actual considera un fracaso la vejez o la pérdida de la belleza física. Es un fracaso todo aquello que no siga los estándares sociales.
Pero también están presentes las expectativas de los padres, muchos de los cuales proyectan en sus hijos sus propias expectativas, y puede que incluso sus propios fracasos. En ambos casos, lo que hacen es convertir la vida de estos niños en un continuo fracaso.
¿Crees que puedes conseguir todo aquello que te propongas? Es una frase muy manida sacada de los libros de autoayuda ¿verdad? Pues bien, cuidado con las expectativas porque las carga el diablo. Puedes conseguir todo lo que te propongas siempre y cuando cuentes con los medios, si la meta depende de ti, de si es realizable y con mucho esfuerzo.
En Coaching, por ejemplo, se trabaja precisamente con las expectativas y con las metas para que éstas sean realistas, alcanzables y que dependen de uno mismo porque de lo contrario fomentamos el fracaso. Por eso hay que ir con mucho cuidado con los vendedores de humo.
No puedes conseguir todo lo que te propongas, es como querer ir a la luna sin tener cohete.
Así que deja las recetas de las oraciones religiosas que nos infunden miedos. Prueba de estar por encima de las convenciones sociales y de las presiones familiares. Y, sobre todas las cosas, mide tus expectativas. Como ves, todo depende de ti.
Y ahora dime ¿te consideras un fracasado? 😉
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