
Hay canciones que se quedan grabadas en tu cabeza y las tarareas una y otra vez sin descanso en momentos concretos de tu vida. Ahora le ha tocado el turno a la melodía del grupo británico Pulp con su estribillo «I want to live with common people like you». No hace falta psicoanalizarme para saber el por qué de esta pegadiza canción en mi cabeza a todas horas, cuando me despierto, cuando me acuesto y cuando paso horas en el coche admirando el paisaje de esta isla norte. Sonrío al recordar las sabias palabras de la madre de mi amiga Patricia, lo que me dijo hace ya dos años, antes incluso de mi traslado a Qatar: al final, da igual dónde estés, seguirás con tu misma rutina allá donde vayas: irás a trabajar, harás la compra, irás al gimnasio, al cine, quedarás para tomar algo… lo mismo que hacías aquí. Y no pudo tener más razón. Seguimos con nuestra rutina independientemente de que nos encontremos en un lado u otro del hemisferio.

Ciertamente acumulo sensaciones contradictorias dos semanas después de haberme instalado en Auckland, pues nada puede ser más diferente, ¡hasta he ido a esquiar en pleno mes de agosto! Claro que aquí es invierno y es lo que toca. He aprendido a conducir por el lado izquierdo y a poner el intermitente con la mano derecha -esto último lo más complicado pues aún me peleo con el limpiaparabrisas. Me voy acostumbrando a pedir una copa de vino en lugar de una botella, y a degustar una cerveza como si fuera la última. El precio del alcohol es prohibitivo y a mí no me deja de gustar beber. Eso sí, me he aficionado a la Ginger Beer, más barata y sin alcohol, pero con muchos más gramos de azúcar.
Ya no soy primeriza en esto de vivir lejos de mis amigos, así que me apunto a un bombardeo. He aprendido a tener la mente abierta y he comprendido que el networking es importante. Como escribía hace unos días el genio de Diego en su blog: ¿cómo no me voy a apuntar a todos los saraos donde puedo encontrar gente interesante que me aporte? Pues ésa es la actitud, nada de quedarse en casa por pereza o porque es un estrés tener una conversación en inglés. Me anima saber que algunos ingleses (y algunos locales) no entienden a los kiwis cuando hablan, parece ser que su acento es realmente peculiar. Tampoco me dejo amilanar cuando no me entienden al preguntar en la caja del supermercado por la leche porque al parecer «milk» se pronuncia diferente a como lo aprendí, o cuando pronuncian «bed» como «bid». Será una cuestión de paciencia. Si los chinos sobreviven aquí con su paupérrimo inglés, por qué no iba a hacerlo yo.

Es cierto que la prisa apremia cuando te encuentras sin trabajo y tiras de ahorros para hacer realidad el sueño de instalarte en un país como este. Pero en realidad los meses previos de coaching en pareja han dado sus frutos. La premisa máxima es disfrutar de la experiencia, encontremos o no trabajo. Vivimos en una casa maravillosa, con un casero que al parecer nos quiere adoptar, un gato que me saluda cada mañana a través de los cristales del jardín, y mi querido Thermomix, que ha cruzado medio mundo para instalarse en mi cocina. ¿Qué más puedo pedir? Por supuesto hay un deadline en el calendario para poner fin a las vacaciones australes en el caso de seguir sin ingresos y sin visado, pero mientras tanto uno debe disfrutar de cada momento como si fuera el último y no vivir ansiosa y anticipadamente situaciones que no han ocurrido y que puede que no ocurran jamás. Si hay que volver a hacer las maletas, se hacen y tiro porque me toca. Me siento un poco suicida cuando me imagino empacando otra vez y pensando en mi próximo destino cuando todavía no he deshecho las maletas aquí.
Así que dispuesta como estoy a disfrutar de estos meses en las tierras más verdes y lluviosas que el mundo ha conocido, me he apuntado a clases de natación los lunes, miércoles y viernes, tal y como hacía en Palma, en la piscina municipal de mi barrio. Me he registrado para acudir a un workshop acerca del famoso Treaty of Waitangi para empaparme de la cultura neozelandesa como buena estudiante de Humanidades y aprovechando que este año me he matriculado de antropología.

Siguiendo los pasos de Diego desde San Francisco a Auckland, pregunto, pregunto y pregunto. Incluso cuando sé que algunas cuestiones pueden incomodar como la que hice ayer en una granja de ovejas. Aunque no soy carnívora, sentí curiosidad por averiguar qué edad tienen los corderitos cuando en un restaurante te sirven lamb. Nunca los he probado, pero le expliqué a la guía que en España, y en concreto en Castilla y León, se preparan los famosos corderos lechales que no superan las seis semanas de edad. Me miró con mirada recriminatoria a la vez que aterrada diciendo que eran «babies», y que ellos jamás se comerían un animal tan joven, pues sus corderos lechales tienen entre seis meses y un año. Así que de lechales nada, y el crimen cometido no dista tanto el uno del otro. Por supuesto, ésta fue otra actividad realizada con la más sana intención de acercarme a la cultura local: la educación granjera.

A pesar del viento y de la lluvia, decidí pasar el día en una granja en la zona de Rotorua y aprendí que existen hasta diecinueve tipos diferentes de ovejas. La más preciada, la oveja Merino, procedente de España, la cual produce una de las lanas más suaves del mercado y la preferida para confeccionar la ropa técnica de los deportes al aire libre por sus propiedades térmicas y antibacterianas. Venir a Nueva Zelanda para aprender estas cosas. Pero aún hay más. Por culpa de que no me llegaron las maletas con mi ropa de invierno a tiempo para ir a esquiar, en una de las tiendas de Turoa quise comprarme unos calcetines bien calientes para resistir las bajadas -y caídas- en la nieve. Me ofrecieron unos que, obviamente, se salían de mi presupuesto. Al solicitar algo más económico, la amable dependienta me explicó que tales calcetas eran de merino wool y que tenían garantía de por vida en caso de que, por ejemplo, se agujerearan. Palabra mágica, me los llevé. «Awesome!», me contesto con un ceceo que hubiera hecho reír a mis nuevos colegas argentinos de saltos en la nieve. Sin lugar a dudas, a veces es interesante empezar de nuevo para aprenderlo todo.

En definitiva, y volviendo a la canción de Pulp, I want to do whatever common people do. Me sorprendo a mí misma, tras sólo quince días desde mi aterrizaje en el lugar más alejado de la ciudad que me vio crecer, haciendo las mismas cosas que he hecho siempre: me levanto temprano, preparo el desayuno de siempre -adaptándome al medio y a los productos locales-, sigo con mi rutina de escribir, leer y estudiar, sigo en contacto con mis amigos como si nunca me hubiera ido, sigo divirtiéndome cuando hago la compra en el supermercado de la esquina y descubriendo productos nuevos, sigo sorprendiéndome con todo lo desconocido y diferente, y continúo disfrutando de las mismas conversaciones con mi marido con una cerveza en la mano o una copa de vino mientras cenamos y antes de ver nuestra serie favorita. Al fin y al cabo, hago todo lo que se podría hacer en casi cualquier parte del mundo.

Pero en ningún sitio como en este me habían pasado cosas como que el servicio de metereología te informe de cuántas capas de abrigo debes llevar, o que pueda comprarme unas All Star de goma para la lluvia, o que en los formularios para cualquier trámite como sacarme la tarjeta descuento del supermercado encuentre tres opciones para marcar mi género: male, female or indeterminate. O que la camarera de un bar, al otro lado de la barra, interrumpa nuestra conversación para decirnos que nunca había visto a una pareja hablar y reírse tanto el uno con el otro como nosotros. Estaba emocionada por ver a una pareja tan lovely, y eso que no sabía que ya llevamos casi dos años casados. Pensé que iba a saltar la barra para abrazarnos.
Así que siguiendo los consejos de muchos y de Sandra en particular, intentaré no perder de vista mis objetivos cuando las cosas se compliquen, porque parece ser que mi nuevo hogar me inspira para seguir escribiendo.
Muy buen post! A mí de los formularios me «choca» más que te hagan poner tu «raza». De hecho tengo una pequeña batallita con ellos. No sabes la de veces que me han mirado, han tachado «European» y me han puesto «Latin». Y si no es algo muy serio como inmigración, les suelo añadir «Spanish», ¿no tienen German y French muchas veces? Pues eso. Me parece un tanto racista la verdad, pero a todo te acostumbras supongo.
De las caídas en la nieve no veo ninguna mención eh! xD
Jajajajajajaja, me parto… Hoy mismo Gabi me comentaba que le han pedido «ethnicity» para apuntarse en un Workshop, ¡yo no me había dado cuenta! Creo que quedé en shock con lo de «gender». De hecho, el tío que nos vendió las All Star de goma en Dress-Smart tenía pelo en el pecho, pero unas uñas más largas y con mejor manicura que las mías, iba todo enjoyado y una melena que ya quisiera yo. En fin, que sí, que te acostumbras a todo, pero no sabía yo que fueran tan racistas. Y me reitero, con los chinos arrugan la nariz.
Además, ¿latina con esos ojazos? diles que te miren a la cara, que igual se despistan 😉
PD. respecto a las caídas en la nieve… llevaba unos buenos calcetines de lana merina (period).
¡Besos guapa!
Adoro la Ginger Beer!! Da igual el azucar. Girger siempre es lo más!
X
F
Flora, siempre estás en todo 😉
Yo descubrí la Ginger Beer en Qatar, pero ahora he de reconocer que me ha enganchado, especialmente porque vale justo la mitad que una cerveza. ¿Has probado las Ginger Beer Diet? ¿Son buenas?
Un beso y feliz cumpleaños Goya, está para comérsela xx
Laura.
¡Hola Laura! ¡Me encanta leerte! Aunque nuestras vidas son muy diferentes, a veces somos muy, muy parecidas… Aquí estoy viviendo el invierno (aunque ya está terminando y comenzando la primavera); yo también tuve que aprender a conducir por la izquierda, peleándome con las marchas, y con los intermitentes (el problema es que, después de tres años, ¡ya no se conducir por la derecha!); aquí cada uno tiene un acento diferente, y si es difícil entender a un zulú, no te digo a un afrikáans o a un indio, ¡al final me apaño estupendamente con mi nivel de inglés y mi acento! Jajaja; y, por supuesto, ¡no puedo vivir sin mi termomix!
La verdad es que me identifico contigo en muchos aspectos, y te animo a seguir con tu aventura, sigue investigando y preguntando, empápate de esa nueva cultura, disfruta el momento, ¡y no dejes de escribir! Estoy deseando seguir descubriendo tu nuevo destino a través de tu blog.
Besos desde el sur del sur.
Diana
Dianaaaaaaaa, ya puedo saludarte como tú, desde el sur del sur. Aunque aquí en Auckland, el resto de la isla nos considera del norte, jajajajajaja!!!
Has captado la esencia del post, aunque seamos o llevemos vidas completamente diferentes, nuestro día a día, nuestra rutina es la misma. Que si los acentos, que si la conducción, ¡por no hablar de la comida!
Tres años ya… qué envidia tus hijas, deben hablar inglés como tú y yo nunca haremos… pero aquí dicen que el acento español es sexy 😉
Seguiremos informando, ya sabes, never give up!!!
Un beso.
Laura.
Hola Laura, que coincidencias de la vida, hace unos días en Ávila (nada tan diferente y distante y mucho mas cerrado que la muralla que toda la vida nos ha albergado que dónde tú estás), estábamos los amigos celebrando un cumpleaños en un restaurante donde sirven una estupenda carne; había una pareja joven que hablaba en inglés y que no era capaz de entenderse con el camarero ni por señas; me pidió el dueño que les ayudará algo con el inglés ( el dueño es un compañero de instituto y amigo desde hace años) y mira por donde eran de Nueva Zelanda (pero de la isla sur); no sabes cuanto me costó hacerles entender que en Castilla no se servia una o 2 chuletas como en su tierra sino 6-7 pues el tamaño era pequeño ya que era un delicioso cordero lechal y no comprendían como se mataba a los animales tan pequeños y yo empeñada en explicarles que así es mas rico. Al final la chica se atrevió a pedirlo y me reconoció que nunca en su vida había comido algo tan delicioso…..
Esto demuestra que como dice el dicho castellano»allá donde fueres haz lo que vieres» y es que al final hay que eliminar los prejuicios y probar todo lo nuevo que te muestra la vida, al fin y al cabo solo tenemos una y hay que aprovecharla al máximo.
Suerte en tú nueva vida, todos los cambios son difíciles, pero con una mente abierta y sobre todo un gran corazón como el tuyo esto es pan comido….
Qué bueno Ángela, no salgo de mi asombro. Bien podría ser la continuación del post tu historia. Y me pregunto yo ¿qué hacen dos kiwis del sur en Ávila???? Es buenísimo, ¿a qué son difíciles de entender? ese acento a mí me mata, pero ya iré abriendo el oído.
He de decir, una vez más, que en ningún lugar del mundo se come como en España, y aquí en NZ de lechales nada, y la carne, mira que tienen carne buena, la embadurnan con mantequilla ¡qué sacrilegio!!!!
Espero que vengas a verme pronto y traigas un poquito de jamón y queso del bueno 😉
Por cierto, echo de menos nuestras comidas en Menorca…
Besos i bon profit!!!
Laura.
Pues el motivo que creo llegue a entender por el que estaban por Castilla, creo (pues era tan difícil entenderlos!!)que un familiar suyo estaba haciendo un curso de Español en Salamanca y ese día decidieron acercarse a Ávila a ver las murallas y a pasar el día
Cómo me gustaría ir a veros!!!, nunca se sabe !! y claro que os llevaría un buen jamoncito extremeño y queso de por estas tierras. El otro día estuve en El Trébol y me acordé un montón de tí.
Mil besos y a seguir luchando que nunca se sabe lo que nos deparará el futuro y dónde echaremos raices…
No me hables del acento, no hay quién los entienda, ¡¡¡es una frustración constante!
Seguro que estos que probaron el lechazo montan un restaurante y se forran, como el español que vive en la ciudad más grande de la isla sur y ha montado un restaurante que sólo sirve paletilla de cordero y no le va nada mal, ¡¡¡número 2 en Trip Advisor!!!!
Si todo va bien, aquí estaremos, te esperamos 😉
Laura.
Nena te fuiste y no vins te a probar el lechazito del q hablas . Pero ya sabes q esta pendiente para cuando os venga bien.
Besos
Mary, el lechazo se aplaza para cuando haga más frío ¿te parece? La verdad es que nos planteamos varias veces ir a veros, pero el calor de este verano nos quitaba las ganas de meternos el corderito entre pecho y espalda, jajajajajaja!!!
El otro día en la granja hablando de este tema Gabi me dijo: «espera a que Mary lea el post a ver qué dice del tema» jajajajajajajaja!!!
Un besazo a toda la familia y queda pendiente una (o varias) comilonas.
Laura.
Gracias Laura por este guiño tan cariñoso a mi blog. Lo que teneis vosotros si que es cariño del weno, como ya os dijera en Qatar cuando os conoci a Gabi y a ti… «Cuando los dos estais juntos, el resto del mundo parece un decorado».
Gracias a ti, Diego, por seguir regando las macetas con tu ingenio y tu sentido del humor. Le leí tu post a Gabi en el coche mientras conducía de regreso a Auckland hace unos días.
De su parte: eres un romántico.
Bunch of kisses.
Por leerlo tarde no me había enterado de la aventura, y me refiero a la laboral. Me recuerdas a aquello del caballo de Espartero. Cruzar el globo a la busca, Mare de Deu del Carme!!!!
Es verdad que la vida es mucho más que las seguridades que nos parecen imprescindibles. Como decía mi padre, un día al salir de casa te cae una teja en la cabeza y se acabaron todas tus seguridades.
Vive, vive, vive. Es lo único que te va a quedar, lo vivido.
Y para quitarme la envidia me voy a preparar un marmitako para caer en trance, que aunque aquí hace calor me encanta. Del horno de llenya que tengo en el jardín, ¡Y que trajimos de Porreras! ya te contaré en breve cuando hagamos una lechona, que también tienes que pasar tu un poco de envidia, no?
Querido Juan, objetivo conseguido, me has dado envidia de la mala, porque aquí comer, lo que se dice comer bien, poco. Cierto que hay mucha comida asiática y de calidad, pero se echa de menos el pan crujiente, el jamón y los quesos, y especialmente el buen vino a buen precio. Aquí todo es carísimo, hasta la fruta y la verdura, un robo (los tomates no saben a nada).
No te quepa ninguna duda de que salga bien o mal, vamos a disfrutar esta experiencia a tope, porque la felicidad, como se suele decir, no está en la meta, sino en el camino.
Bon profit i bona sort!
Una abraçada, Laura.
Hola Laura, m’alegra molt la teva nova aventura, esper desitg que tengueu molta sort.
He pensat amb tu perquè m’he llegit «En el país de la nube blanca» una novel.la sobre la col.lonització d’aquestes terres, les ovelles, els maoris…. interessant!!
Ay Antònia, jo sí que n’estic contenta!
Això és un altre món, especialment per les que venim d’Orient Pròxim, és un canvi radical! Un país tan generós, amable, senzill, com te diria? Aquí la gent fa la feina justa per viure bé, no es viu per treballar. Sé que és fàcil idealitzar quan arribes a un lloc nou que tot et meravella, però fins ara només podem estar agraïts de lo bé que ens estan acollint.
Esperem que aquesta nova aventura no acabi abans d’hora!
Una abraçada des de «Aotearoa» (mira si és complicat el maorí, buffff…).
Laura.