
Conocida también como la Windy City, Chicago es una de esas ciudades americanas que, aparentemente, lo tienen todo. Si no para vivir, al menos para visitarla una vez en la vida. Sin embargo, no es por el viento sino por cómo apestan sus políticos que recibe el apelativo hostil esta ciudad del Lago Michigan. Me lo cuenta Shelly, mi peluquera rubia, de labios rojos, con un ajustadísimo vestido negro y botas de cowboy del mismo color que su boca. “Hablan mierda los políticos” me dice, no tiene nada que ver con el clima. Nuestros políticos hablan mierda, me repite. Quizás algo tenga que ver con la época en la que Al Capone hacía crecer su imperio en la ciudad.

Estábamos en el corazón del ghetto de Chicago durante la Gran Depresión -probablemente el mayor ghetto negro en Estados Unidos -y cada bloque también era la zona de desove de prácticamente todos los gángsters, blancos y negros, (Quincy Jones)
Cuatro días dan para cortarme el pelo y tener conversaciones tan interesantes como la que me plantea Shelly cuando me pregunta qué opino de la política americana. Por supuesto, me tomo mi tiempo para responder para no ofender, a lo que ella responde a mi mueca diciendo “no pienses que soy estúpida, yo no voté a Trump”, añadiendo que no crea, por favor, que todos los americanos apoyan a este payaso.
Tras el alivio de su aclaración empiezo a charlar con esta hija de polacos que jamás ha estado en Europa y que se enorgullece de ser “born and rise in Chicago”. Se avergüenza de su presidente y se esfuerza en que me quede claro. Ante mi pregunta cómo de mala tiene que ser Hillary Clinton para que haya perdido ante el anaranjado Trump, me confiesa que la sociedad está muy cansada de la corrupción, y Hillary tiene las dos piernas metidas en ella. También acusa a su favorito, Bernie Sanders, de no apoyarla contra Trump porque cree que los Estados Unidos no están preparados para tener una mujer en lo más alto ni para votar a una persona inteligente.

También me explica que cuando su hijo acabe la universidad viajará a Europa, pues en USA siente que todos son números: cuánto ganas y cuál es tu código postal, tanto tienes tanto vales ¿en qué barrio dices que vives? No conoce Europa pero tiene la impresión de que tiene un equilibrio y un estilo de vida envidiable. No puedo evitar quedarme callada y soltar que lamentablemente el modelo americano se está exportando satisfactoriamente al resto del mundo.
Chicago es conocida por buenas carnes, tiendas caras y hermosa arquitectura. Por desgracia, la ciudad de los vientos también goza de una reputación de corrupción política, crimen violento y algunas de las leyes de control de armas más estrictas en todo el país, (Bob Barr)
Chicago me parece mucho más auténtica que la famosa Nueva York. La ciudad permanece impecable, limpia, ordenada, y su gente extremadamente educada, algo que llama la atención. ¿Quién dijo que para que una ciudad tenga estilo y carácter debe ser antigua? Puede que Chicago apenas tenga 200 años pero es una demostración de que una ciudad plagada de rascacielos también puede presumir de personalidad.

Pero aún hay más. Chicago es la Great American City denominación según la cual se le da importancia al lugar: location matters, porque el lugar determina la forma de vida de su comunidad. Por eso en Chicago no sólo importa su arquitectura, sino también sus barrios que conforman su identidad, «Chicago es un proyecto urbanístico, una nueva teoría de vida social y la historia de una icónica ciudad« (Robert J. Sampson).
Chicago es un proyecto urbanístico, una nueva teoría de vida social y la historia de una icónica ciudad, (Robert J. Sammpson)
Además, acumula un importante número de museos de primer nivel como el Museo de Arte Contemporáneo (MCA) o el Art Institute of Chicago (ARTIC), donde me deleito con los cuadros impresionistas de Seurat, Renoir, Pissarro, Van Gogh y muchos más.

El Museo por antonomasia para toda la familia es sin duda el de Ciencia e Industria (Museum of Science and Industry), donde uno puede pasarse el día entero. Elijo visitar en primer lugar el submarino alemán de la II Guerra Mundial U-505 que encoge el alma cuando uno entra en su interior. No sólo por la miseria de la guerra, sino por darme cuenta que a la hora de destruir el ser humano es capaz de desplegar todo su ingenio.
Algo más divertido resulta salir de desayunar copiosamente y salir a pasear por el downtown mirando todo el tiempo hacia arriba intentando asemejarme a una jirafa. Hasta que me doy cuenta de los efectos del zumo de naranja mezclado con café. Me atrevo a entrar en mi rascacielos favorito, Aqua, y pregunto -haciéndome la tonta- si se puede visitar el edificio, deseosa de encontrar un servicio.
Será el destino, pero me permiten entrar en la zona del hotel Radisson donde descubro una placa que anuncia que es propiedad del grupo qatarí Al-Rayan: lujoso, recargado y fiel al estilo de Doha. Lo mejor de todo, visitar sus inodoros japoneses marca Toto y salir aliviada y topar con una exposición de la fotógrafa Vivien Maier ¿qué más se puede pedir? Que sea gratis. Concedido. Salgo feliz y risueña del rascacielos Aqua rumbo al Millennium Park. Los más modernos presumen de desayunar y defecar en Starbucks, otros presumiremos siempre de hacerlo en el rascacielos más icónico de Chicago y de propiedad qatarí.

De todos los parques que alberga Chicago,Millennium Park es sin duda un imprescindible sólo por visitar el pabellón Jay Pritzker, el gigantesco rocódromo y la fuente de Jaume Plensa. Hasta un mini golf de la que salgo victoriosa.
Otro parque interesante es Lincoln Park, junto al barrio residencial Gold Coast. Si tienes la suerte de que sea sábado disfrutarás del mercado de comida orgánica que compite con los fast food americanos y la obesidad mórbida.
Pero lo más interesante es sentarse a descansar y disfrutar de un día soleado a finales de septiembre y que un padre y su hija -originarios de San Francisco- se sienten a charlar contigo mientras recuperan el aliento tras su paseo matutino. Lo alucinante es que al decirles que somos de Mallorca, la hija –que es de nuestra quinta- nos cuenta que estuvo de vacaciones en Menorca en las fiestas de San Juan en Ciutadella. Increíble.
Para los amantes de la arquitectura, verdadero motivo del viaje, Chicago no decepciona. La ciudad ofrece numerosos circuitos guiados para no perderse ni un solo rascacielos. Otra opción es llevar toda la información en cualquier aplicación móvil (yo sigo usando MyPins) y disfrutar del paseo a mi ritmo. Sin embargo, lo que sí recomiendo es el tour nocturno (cruise Chicago) en aguas del río que desemboca en el Lago Michigan. Ideal para obtener una panorámica diferente del skyline con una divertida y detallada explicación de cómo nació la ciudad de Chicago y cada una de sus torres de diseño gracias a voluntarios que aman lo que hacen. Además no aceptan dinero ni cheques, sólo sugerencias.

Para los amantes de la buena gastronomía, Chicago engorda tu cintura al mismo ritmo que adelgaza tus bolsillos, pero sin duda hago el esfuerzo encantada. Desde los desayunos a base de pancakes o huevos benedict hasta los escenarios de los mejores steakhouse pasando por auténticas joyas de la cocina asiática o italiana. Incluso comer los famosos hot dog de Portillo’s rodeada de ejecutivos no tiene desperdicio.
Para algunos expatriados, en Chicago la comida es la medicina que mitiga el dolor de la separación, (Mary Schmich)
Lo mejor es que puedes atiborrarte sin sentirte culpable porque Chicago es una ciudad totalmente walkable, como mínimo desde Old Town, Gold Coast y Lincoln Park hasta el otro lado del río pasando por Navy Pier o Millennium Park. Otra opción es recorrer andando, corriendo, en bicicleta o como se quiera Lakefront Trail, un espectacular paseo que recorre la orilla Michigan incluyendo auténticas playas urbanas.

Y la mejor manera de terminar cualquier noche: acudir a uno de los muchos club de jazz de la ciudad, antes o después de cenar, para tomar una copa o dos. La cultura predominante afroamericana se hace más que visible y sonora convirtiendo Chicago la capital del jazz y del blues, pudiendo encontrar todo tipo de garitos en cualquier esquina.
Pero también sientes que estás en una ciudad del medio-oeste americano, por la cantidad de camisetas de jugadores de baseball (pelota en jerga dominicana) o de fútbol americano que lleva la gente, por los anuncios de rodeos americanos o por las botas de mi peluquera Shelly.
Chicago parece tenerlo todo: música, arquitectura, gastronomía, museos, parques ¿quién dijo que la cultura americana era pobre? Y para rematar, hablan un inglés inteligible, ideal para mantener conversaciones con la gente local sin estar sufriendo la paranoia de estar escuchando otro idioma diferente al que aprendiste.

La única tristeza es, como viene siendo habitual, tener que regresar. Pero esta vez aún más ante la insólita panorámica de un avión con apenas una docena de pasajeros. Son los pocos turistas valientes –o imprudentes- determinados a volar hacia Punta Cana ante la inminente llegada del huracán María, a 24 horas de la incertidumbre.
Durante toda la semana he pensado en las vacaciones de estos chicagüenses con gran sentido del humor, como el de la veterana azafata de Southwest Airlines quien, durante las casi 4 horas y media de vuelo pronuncia como toca la ciudad de /ʃɪˈkɑːɡəʊ/
Y luego, cuando me fui a Chicago, fue cuando tuve esas experiencias espaciales y fui a los otros planetas, (Sun Ra)
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